Persona en construcción

Elementos y compuestos químicos en los diccionarios españoles
Carlos Jiménez Romera
Jorge Rico Ródenas
Madrid (España), mayo de 2005.

Índice General

 
  • Objetivos
  • Metodología
  • Criterios de selección
  • Conclusiones
  • Delimitación e inclusión del vocabulario técnico
  • La paradoja de la precisión en las definiciones
  • Sobre la información de tipo enciclopédico
  • A modo de reconciliación
  • Bibliografía

  • Objetivos

    Estudiar el tratamiento lexicográfico de términos de la lengua común que tienen un origen o un uso técnico paralelo al general.

    Metodología

    Se han seleccionado una serie de términos empleados tanto en la lengua general como en un lenguaje técnico y se han estudiado las definiciones que ha recibido en las diversa ediciones del Diccionario de la Real Academia Española y en dos diccionarios contemporáneos. Se han comparado estas definiciones tanto en el plano sincrónico como en el diacrónico prestando especial atención a los siguientes elementos:

    Criterios de selección

    Se han seleccionado términos empleados en química. La mayoría se incorporaron al lenguaje técnico procedentes del habla general, asumiendo un significado más restrictivo que posteriormente ha contaminado en mayor o menos medida el significado del término original. También hay términos nacidos en el seno del lenguaje técnico e incorporados posteriormente a la lengua común con un sentido más o menos restringido.

    Hay varios motivos para estudiar el campo de la química:


    agua

    1. s. f. Elemento principal entre los quatro. Los más de los Philósophos sintieron era uno de los principios de la naturaleza. Dividese en dos especies, natural, y artificial: la natural es la que cae de las nubes, la del mar, la de los rios, arroyos, fuentes y pozos: y artificial la que es compuesta, como agua de azár. agua rosada, &c. (Diccionario de Autoridades, 1726)

    1. s. f. Uno de los quatro elementos. Cuerpo claro, y líquido, que contiene el mar, corre en los rios, mana en las fuentes, y cae de las nubes. (Diccionario de Autoridades, 1770)

    Cuerpo fluido, húmedo, y transparente, sin olor ni color, y capaz de apagar el fuego. (Diccionario de la Real Academia Española, 1803)

    s. f. Sustancia en su estado mas comun fluida, elastica, transparente, insípida y sin olor, la mas abundantemente derramada por todos los cuerpos de la naturaleza. Hasta nuestros días fue reputada por simple, y como tal por uno de los elementos o principios de los cuerpos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1817)

    s. f. Sustancia en su estado mas comun fluida, elastica, elástica, transparente, sin olor, color ni sabor determinado. (Diccionario de la Real Academia Española, 1822)

    f. Cuerpo líquido y transparente de que forman parte los mares, rios, fuentes &c. (Diccionario de la Real Academia Española, 1837)

    f. Cuerpo líquido y transparente, sin olor ni sabor, que refracta la luz, disuelve la mayor parte de los cuerpos, se cuaja o hiela por el frio, se vaporiza por el calor, y forma los mares, rios, fuentes, etc. (Diccionario de la Real Academia Española, 1869)

    f. Cuerpo compuesto de una parte de oxígeno y dos de hidrógeno, liquido, transparente, sin color ni olor, y sin sabor cuando no contiene aire; que refracta la luz, disuelve muchas sustancias, cristaliza por el frío, se vaporiza y evapora por el calor, y forma la lluvia, las fuentes, los ríos y los mares, en mayor o menos grado de pureza. (Diccionario de la Real Academia Española, 1884)

    f. Cuerpo compuesto de una parte de oxígeno y dos de hidrógeno, líquido, indodoro, insípido, en pequeña cantidad incoloro y verdoso en grandes masas, que refracta la luz, disuelve muchas substancias, se solidifica por el frío, se evapora por el calor, y, más o menos puro, forma la lluvia, las fuentes, los ríos y los mares. (Diccionario de la Real Academia Española, 1914)

    f. Cuerpo compuesto de una parte de oxígeno y dos de hidrógeno, líquido, indodoro, insípido, en pequeña cantidad incoloro y verdoso en grandes masas. Es el componente más abundante de la superficie terrestre y, más o menos puro, forma la lluvia, las fuentes, los ríos y los mares; es parte constituyente de todos los organismos vivos y aparece en compuesto naturales; y, como agua de cristalización, en muchos metales. | 2. Uno de los cuatro elementos que forman el mundo, según ciertos filósofos de la antigüedad. (Diccionario de la Real Academia Española, 1983)

    1. f. Sustancia cuyas moléculas están formadas por la combinación de un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno, líquida, inodora, insípida e incolora. Es el componente más abundante de la superficie terrestre y, más o menos puro, forma la lluvia, las fuentes, los ríos y los mares; es parte constituyente de todos los organismos vivos y aparece en compuestos naturales. (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Sustancia líquida, incolora cuando está en pequeña cantidad, inodora e insípida cuando está pura, que constituye el componente más abundante de la superficie terrestre y el esencial en todos los tejidos y líquidos orgánicos. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    1. Sustancia líquida, insípida, inodora, incolora cuando se encuentra en pequeñas cantidades y azulada o verdosa cuando se halla en abundantes, que forma parte de los organismos vivos y que es el componente más abundante en la superficie terrestre. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Aunque la mayoría de las definiciones incluyen elementos comunes, se pueden distinguir claramente tres fases según el dominio que asumen los aspectos técnicos o generales dentro de la definición. En las primeras ediciones del DRAE aparece una definición eminentemente técnica, según la filosofía tradicional en este caso, y sólo marginalmente aparece una enumeración de las localizaciones y formas en que se puede encontrar el agua. A partir de la edición de 1803 se abandona la definición técnica, desechada ya por la ciencia moderna, sustituyéndose por la enumeración de propiedades perceptivas, acompañadas de diversas anotaciones referidas a la función o la localización del agua. En la edición de 1884, vuelve a aparecer una nueva definición técnica, en esta ocasión procedente de la química moderna, que se mantiene invariable hasta nuestros días, acompañada de diversas propiedades y disposiciones. En las sucesivas revisiones del siglo XX tan sólo se añaden datos de tipo enciclopédico.

    Análisis sincrónico

    La definición más enciclopédica de las contemporáneas es la del DRAE. Tiene la deferencia de usar «sustancia», en lugar d «cuerpo», noción demasiado poco intuitiva para categorizar el agua; pero insiste en hablar de «moléculas» y «átomos», rasgos ignorados en las representaciones mentales de la inmensa mayoría de los hablantes.

    Las definiciones de Seco y Clave recogen curiosamente una parte de la definición que la Academia había desechado con buen criterio, seguramente por su prurito cientifista; el agua según éstos es incolora sólo en pequeñas cantidades, en grandes cantidades es azulada o verdosa. El error consiste en confundir los usos normales de agua, cuya característica más definitoria quizá sea la transparencia (mejor que la ausencia de color), con usos metonímicos de agua: lo azul o verdoso en todo caso sería el mar. Con la definición de Seco parece que el agua es una sustancia extraña que cambia de color cuando se encuentra en grandes cantidades, sin que se precise cuanta cantida hay que juntar para que surja esta transformación.

    Quitando esto último, la definición del Clave sería lingüísticamente la más aceptable: «los organismos vivos» es una expresión más propia de un diccionario de la lengua que los «tejidos orgánicos».


    aire

    s. m. Uno de los quatro elementos, que ocupa el lugar superior, al que tienen la tierra y el agua. Es húmedo y cálido. Vulgarmente se distingue en tres regiones, ínfima, media y suma. (Diccionario de Autoridades, 1726)

    s. m. Quim. Fluido elástico y transparente que llena y constituye lo que llamamos atmósfera. Durante mucho tiempo se creyó que fuese una sustancia simple ó no compuesta de otras, y como tal se contaba por uno de los cuatro elementos; pero en el día está ya demostrado que consta de otros tres fluidos, conocidos con los nombres de oxigeno, hydrogeno y azoe. (Diccionario de la Real Academia Española, 1817)

    s. m. Quim. Fluido elástico y transparente que llena y constituye lo que llamamos atmósfera, y los espacios que no están ocupados con otra cosa. (Diccionario de la Real Academia Española, 1822)

    s. m. Quim. Fluido elástico y transparente que llena y constituye lo que llamamos atmósfera. (Diccionario de la Real Academia Española, 1837)

    s. m. Quim. Fluido elástico y transparente, comprensible, sin olor ni sabor, que forma la capa o túnica llamada atmósfera de la Tierra: cien partes de aire se componen de 79 de ázoe y 21 de oxígeno. (Diccionario de la Real Academia Española, 1869)

    s. m. Quim. Fluido elástico y transparente, comprensible, sin olor ni sabor, que forma la atmósfera de la tierra, indispensable para la respiración y combustión: es una mezcla formada próximamente de 21 partes en volumen de oxígeno y 79 de ázoe o nitrógeno. (Diccionario de la Real Academia Española, 1884)

    m. Mezcla gaseosa de 21 volúmenes de oxígeno y 79 de nitrógeno, incolora, inodora e insípida. Es necesaria para la respiración y, con el vapor de agua y el ácido carbónico en pequeñas cantidades, forma la atmósfera terrestre. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    m. Fluido incoloro, inodoro e insípido que forma la atmósfera de la Tierra. Es una mezcla gaseosa que en la unidad de volumen contiene aproximadamente veintiuna partes de oxígeno, setenta y ocho de nitrógeno y una de argo y otros gases semejantes a éste, a que se añaden algunas centésimas de vapor de agua, de ácido carbónico y corpúsculos orgánicos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1914)

    m. Mezcla gaseosa que, descontando el vapor de agua que contiene en muy varias proporciones, se compone aproximadamente de veintiuna partes de oxígeno, setenta y ocho de nitrógeno y una de argo y de otros gases semejantes a éste, a que se añaden algunas centésimas de ácido carbónico y corpúsculos orgánicos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1933)

    m. Fluido que forma la atmósfera de la Tierra. Mezcla gaseosa que, descontando el vapor de agua que contiene en muy varias proporciones, se compone aproximadamente de veintiuna partes de oxígeno, setenta y ocho de nitrógeno y una de argo y de otros gases semejantes a éste, a que se añaden algunas centésimas de ácido carbónico y corpúsculos orgánicos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1939)

    1. m. Fluido que forma la atmósfera de la Tierra. Es una mezcla gaseosa, que, descontado el vapor de agua que contiene en diversas proporciones, se compone aproximadamente de 21 partes de oxígeno, 78 de nitrógeno y una de argón y otros gases semejantes a este, al que se añaden algunas centésimas de dióxido de carbono. (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Mezcla gaseosa formada principalmente por nitrógeno y oxígeno e indispensable para la vida animal y vegetal. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    1. Mezcla de gases que forma la atmósfera terrestre: el aire está formado fundamentalmente por oxígeno y nitrógeno. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Todas las definiciones del DRAE son de carácter eminentemente técnico, dato del que sólo se informa al usuario en las ediciones decimonónicas, en las que se indica que se trata de un término químico. En realidad, se trata de una palabra plenamente arraigada en el habla popular, el carácter técnico se lo otorga la naturaleza de las definiciones, que apuestan claramente por definir el uso científico del término antes que su significado general. A la definición técnica se le añade en ocasiones alguna indicación perceptiva que puede acomodarse mejor al significado popular, pero probablemente la que más se aproxima a éste es la de 1822: «los espacios que no están ocupados por otra cosa», abandonada en la siguiente edición. A partir de ese momento las únicas modificaciones se deben a las precisiones y a los cambios de terminología que aporta la química. Desde luego, estas definiciones, además de técnicas, resultan excesivamente enciclopédicas, en casi ningún caso aportan información sobre la percepción de su significado que tienen los hablantes.

    La marca quim desparece en la versión de 1899. Hasta ese momento la definición dada por la Academia podría valer en un contexto de lengua científica. Quitar la marca supone afirmar que la definición es válida en todos los contextos, lo cual es inadmisible lingüísticamente.

    Análisis sincrónico

    Las definiciones de Seco y Clave son más comedidas, aportan menos información científica incomprensible para los hablantes del español; evitan definir al aire mediante el hiperónimo «Fluido»; tecnicismo que ya había aparecido en la definición de 1817 del DRAE; y optan por la «mezcla gaseosa», también bastante ajena a las representaciones mentales de los hablantes. Lo único que se aleja de esta información técnica es la segunda parte de la definición de Seco: «indispensable para la vida animal y vegetal».

    En general, las definiciones dadas por el DRAE y los otros diccionarios son válidas en un contexto de tipo de lengua científica, y deberían marcarlo. En el resto de contextos es muy difícil definir aire de una manera positiva; sería más interesante intentar una definición a partir de las oposiciones que contrae con otros elementos de su campo semántico, pero eso nos exigiría tener que precisarlo.


    amoniaco

    v. Sal. (Diccionario de Autoridades, 1770)

    v. Sal amoniaco. (Diccionario de la Real Academia Española, 1803)

    s. m. Quím. Fluido aeriforme sumamente volátil, de olor muy fuerte y penetrante, que se exhala de las sustancias animales cuando se pudren o se queman. Si está disuelto en agua, se conoce por el nombre de álcali volátil. (Diccionario de la Real Academia Española, 1822)

    m. Quím. Gas compuesto de ázoe e hidrógeno, y base para la formación de sales con los ácidos. Si está disuelto en agua, se conoce por el nombre de álcali volátil. (Diccionario de la Real Academia Española, 1869)

    m. Quím. Gas compuesto de ázoe e hidrógeno, que, unido con el agua, sirve de base para la formación de ciertas sales. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    1. adj. v. Sal amoniaca, o amoniaco. 2. m. Gas compuesto de ázoe e hidrógeno, que, unido con el agua, sirve de base para la formación de ciertas sales. (Diccionario de la Real Academia Española, 1914)

    m. Quím. Gas compuesto de ázoe e hidrógeno, que, unido con el agua, sirve de base para la formación de ciertas sales. (Diccionario de la Real Academia Española, 1927)

    1. adj. v. Sal amoniaca, o amoniaco. 2. m. Gas compuesto de ázoe e hidrógeno, que, unido con el agua, sirve de base para la formación de ciertas sales. (Diccionario de la Real Academia Española, 1933)

    1. adj. v. Sal amoniaca, o amoniaco. 2. m. Gas incoloro, de olor irritante, soluble en agua, compuesto de nitrógeno e hidrógeno. Es un producto básico en la industria química. (Diccionario de la Real Academia Española, 1984)

    1. m. Quím. Gas incoloro, de olor irritante, soluble en agua, compuesto de un átomo de nitrógeno y tres de hidrógeno. Es un producto básico en la industria química. (Fórm. NH3). 2. m. Quím. Disolución acuosa de amoniaco al 35%, que desprende amoniaco gaseoso. (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Gas incoloro, de olor irritante, soluble en el agua, compuesto de nitrógeno e hidrógeno. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    1. Gas incoloro compuesto de nitrógeno e hidrógeno, de olor penetrante y desagradable, muy soluble en agua. El amoniaco es un producto básico en la industria química. | 2. Compuesto químico formado por este gas disuelto en agua y muy usado en artículos de limpieza y abonos. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Las primeras ediciones del DRAE sólo redirigen hacia la entrada de sal o una de sus acepciones. A partir de 1822 se instala una definición técnica que tiene poco que ver con el uso anterior: se habla de un gas cuando el uso inmediatamente anterior se refería exclusivamente a un tipo de sal. Esta referencia se recupera en 1914 como primera acepción. El uso más habitual en la actualidad, disuelto en agua, sólo aparece como segunda acepción en la última edición del DRAE. En este caso, las diversas definiciones técnicas que se ofrecen carecen de cualquier relación evidente con el uso habitual del término, bien como sal, bien como disolución acuosa; de hecho, la mayoría de los hablantes definirían el amoniaco a partir de su uso habitual como desengrasante o desinfectante. Si hubiéramos de decidir su inclusión en un diccionario general a partir de las definiciones anteriores, estaría claro que se trata de un término técnico muy específico; sin embargo, es un término muy presente en el habla común, cuyo significado no queda reflejado en absoluto en dichas definiciones.

    Análisis sincrónico

    Las tres definiciones contemporáneas son muy parecidas; la del DRAE siempre es la que más abusa de la información técnica. Las de Seco y Clave no las sitúan bajo la marca Quim, seguramente por considerar que el término pertenece a la lengua común; eso puede ser cierto, pero la definición que ofrecen no es precisamente la que tiene en la lengua común, sino en el dialecto de la química.


    azufre

    s. m. Comunmente se llama assi el xugo mineral, o la crassitud de la tierra, preñada de la calidad ácida del vitriolo, y por esto se llama piedra azufre, y tierra azufre. Haile nativo, que sale en pedazos, y artificial, que se hace de los minerales. El color es amarillo. En lo antiguo se decia zufre y Aldrete le llama assi. (Diccionario de Autoridades, 1726)

    s. m. Cierto xugo mineral amarillo o la crasitud de la tierra que participa de la calidad ácida del vitriólo. Es de dos especies, nativo que se saca de las minas mismas, y artificial que se saca de los minerales por extracción. (Diccionario de Autoridades, 1770)

    s. m. Fosil de color amarillo, mas o menos vivo, que se encuentra en masa o cristalizado en distintas formas. Es blando, quebradizo, ligero y algo craso al tacto. Frotado se electriza y despide un olor particular, y en el fuego arroja una llama azul y un olor sofocante. (Diccionario de la Real Academia Española, 1817)

    m. Mineral de color amarillo mas o menos vivo, que se encuentra en masa o cristalizado en distintas formas. Es quebradizo, ligero y algo craso al tacto. Frotado se electrifica y despide un olor particular, y en el fuego arroja una llama azul y un olor sofocante. (Diccionario de la Real Academia Española, 1843)

    m. Metaloide de color amarillo, quebradizo, craso al tacto, que se electriza fácilmente por frotación, se funde a temperatura poco elevada, y arde con llama azul despidiendo olor sofocante. (Diccionario de la Real Academia Española, 1884)

    m. Metaloide de color amarillo, quebradizo, insípido, craso al tacto, que por frotación se electriza fácilmente y da olor característico; se funde a temperatura poco elevada, y arde con llama azul desprendiendo ácido sulfuroso. Abunda en estado nativo. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    m. Metaloide de color amarillo, quebradizo, insípido, craso al tacto, que por frotación se electriza fácilmente y da olor característico; se funde a temperatura poco elevada, y arde con llama azul desprendiendo anhídrido sulfuroso. Abunda en estado nativo. (Diccionario de la Real Academia Española, 1914)

    m. Quim. Metaloide de color amarillo, quebradizo, insípido, craso al tacto, que por frotación se electriza fácilmente y da olor característico; se funde a temperatura poco elevada, y arde con llama azul desprendiendo anhídrido sulfuroso. Abunda en estado nativo. Núm. atómico 16. Símb.: S. (Diccionario de la Real Academia Española, 1970)

    1. m. Elemento químico de núm. atóm. 16. Muy abundante en la corteza terrestre, se encuentra nativo o en forma de sulfuros, como la pirita o la galena, o de sulfatos, como el yeso. Es frágil, craso, se electriza fácilmente por frotamiento y tiene olor característico. Se usa para la vulcanización del caucho, como fungicida e insecticida y para la fabricación de pólvora, plásticos, productos farmacéuticos y ácido sulfúrico. (Símb. S, de su denominación latina sulphur). (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Metaloide, de número atómico 16, de color amarillo, que se electriza fácilmente por frotación y arde con llama azul produciendo un olor acre característico. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    Elemento químico, no metálico, y sólido, de número atómico 16, quebradizo, insípido, de color amarillo y olor característico, muy utilizado para la obtención de ácido sulfúrico, la fabricación de sustancias plásticas y como insecticida. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Todas las definiciones tienen un carácter técnico que va haciéndose más ajeno al leguaje popular según se va afinando la terminología de la química. Curiosamente, se combinan términos muy poco probables en el leguaje común, como «metaloide», con propiedades organolépticas bastante prosaicas. No se menciona en absoluto las nociones que suelen acompañar al término en la cultura popular, a saber, venenoso, maloliente, propio del infierno, pero sí diversos datos de tipo enciclopédico. Es dudoso que este término tuviera cabida en un diccionario general, pero, en tal caso, la definición debería referirse a dichos aspectos

    Análisis sincrónico

    Las definiciones de Seco y Clave en este caso no mejoran las del DRAE. Seco conserva el hiperónimo técnico «metaloide», inadecuado y confuso; Clave opta por «Elemento químico no metálico», lo cual presupone en el hablante un conocimiento sobre la organización de los elementos en la naturaleza que la mayoría no posee.

    El número atómico ha pasado de figurar al final de la definición en la versión del DRAE de 1970, donde aparece por vez primera, a ocupar la cabeza de la definición en los tres diccionarios.


    cal

    Piedra blanca con algun viso pajizo, que se saca de las minas ò caléras, y que quemada queda hecha terrones, que con el agua se desmoronan y hacen facilmente polvo. (Diccionario de Autoridades, 1729)

    Piedra quemada que se convierte facilmente en terrones y se desmoronan fácilmente. (Diccionario de la Real Academia Española, 1780)

    La piedra de este nombre que privada por el fuego del agua y del ácido carbónico pierde su dureza, se reduce a terrones que expuestos al aire o mojados se esponjan y calientan hasta convertirse en una tierra blanca, de sabor cáustico, y de otras propiedades semejantes a las de los alcalis. (Diccionario de la Real Academia Española, 1817)

    Una de las tierras tenidas por simples, la cual en la naturaleza se halla siempre combinada con alguna otra sustancia. | MUERTA. La piedra calcárea calcinada después que se la ha privado de su causticidad por medio del agua. | VIVA. La piedra calcárea despojada de su ácido carbónico y agua de cristalización por medio de la calcinación al aire libre. (Diccionario de la Real Academia Española, 1832)

    Una de las tierras más conocidas, la cual no se halla pura en la naturaleza sino en estado de combinacion. Mezclada con arena forma la argamasa ó mortero. | Quim. Óxido metálico y base salificable, ménos soluble en caliente que en frio. (Diccionario de la Real Academia Española, 1869)

    f. Óxido de calcio, substancia blanca, ligera, cáustica y alcalina, que en estado natural se halla siempre combinada con alguna otra. Al contacto con el agua se hidrata ó apaga hinchándose con desprendimiento de calor, y, mezclada con arena, forma la argamasa ó mortero. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    1/4. f. Óxido de calcio. Sustancia alcalina de color blanco o blanco grisáceo que, al contacto del agua, se hidrata o se apaga, con desprendimiento de calor, y, mezclada con arena, forma la argamasa o mortero. (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Sustancia blanca, ligera y cáustica, constituida por óxido de calcio, que se obtiene calentando piedra caliza a una temperatura de 1000 grados y que se encuentra formando parte esencial del mármol y de la mayoría de las piedras empleadas en la construcción. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    1. Sustancia de óxido de calcio, de color blanco, que al contacto con el agua se hidrata o se apaga, con desprendimiento de calor, y que se emplea principalmente en la fabricación de cementos: la cal se obtiene de la piedra caliza sometida a más de ochocientos grados de temperatura. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    En las primeras ediciones del DRAE se aporta bastante información de tipo enciclopédico que resulta útil para acotar el significado común del término. A partir de 1832 empieza a notarse el influjo de la química, con referencias a las novedades que dicha ciencia va aportando sobre la naturaleza de los materiales petreos, aunque sólo en la edición de 1899 se asume totalmente la definición técnica, acompañada de diversas anotaciones que lo hacen reconocible para el común de los hablantes, siendo ésta la definición que llega hasta nuestros días sin prácticamente ninguna alteración.

    Análisis sincrónico

    Las tres definiciones contemporáneas no separan bien el conocimiento técnico del popular, lo cual tiene que producir en el hablante cierta perplejidad. La información enciclopédica, cuando está sesgada, más que definir, oscurece los conceptos. En este sentido es mucho más clara cualquiera de las definiciones decimonónicas.


    hierro

    1. s. m. Metal bien conocido, el qual se saca de la entrañas de la tierra, de un género de piedra de color pardo encendido, que llaman Vena, la qual beneficiada en las herrerías con el agua y el fuego, produce el hierro, utilissimo y provechoso para infinitas cosas que se hacen de él, y se executan con él. Antiguamente se decia Ferro, y uno y otro viene del Latino Ferrum, que significa esto mismo. (Diccionario de Autoridades, 1734)

    1. m. Metal muy duro, y de un color entre azul y negro, del qual se ahcen toda especie de armas, y la mayor parte de los instrumento que sirven a los artesanos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1803)

    1. m. Metal superior a todos en tenacidad, dúctil y maleable, de color gris azulado, que puede hacerse pasar a blanco y hasta negro. Se vuelve quebradizo y elástico por el temple y recobra tenacidad por la recocida: es el más útil de los metales y el más empleado en máquinas, armas, y generalmente en la industria. (Diccionario de la Real Academia Española, 1884)

    1. m. Metal dúctil, maleable y muy tenaz, de color gris azulado, que puede recibir gran pulimento y es el más empleado en la industria y en las artes. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    1. m. Metal dúctil, maleable y muy tenaz, de color gris azulado, que puede recibir gran pulimento y es el más empleado en la industria y en las artes. Núm. atómico 26. Símb.: Fe (Diccionario de la Real Academia Española, 1970)

    1. m. Elemento químico de núm. atóm. 26. Metal muy abundante en la corteza terrestre, se encuentra en la hematites, la magnetita y la limonita, y entra en la composición de sustancias importantes en los seres vivos, como las hemoglobinas. De color negro lustroso o gris azulado, dúctil, maleable y muy tenaz, se oxida al contacto con el aire y tiene propiedades ferromagnéticas. Es el metal más empleado en la industria; aleado con el carbono forma aceros y fundiciones. (Símb. Fe). (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Metal, de número atómico 26, dúctil, maleable, muy resistente de color gris azulado y susceptible de pulimento, que se emplea esp. en la industria. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    1. Elemento químico, metálico y sólido, de número atómico 26, dúctil, maleable y de color gris azulado, muy utilizado en la industria y el arte. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Las diversas ediciones del DRAE muestran una gran estabilidad para esta entrada, las definiciones sólo sufren alteraciones mínimas de estilo sin ningún cambio reseñable hasta las últimas ediciones del diccionario. En 1970 se añade, al final, una serie de datos de carácter técnico, sin que esto suponga un cambio reseñable en la definición; en 2001 se desplaza al principio de la definición la información técnica (siguiendo una reordenación sistemática que afecta a todas las entradas que corresponden a elementos químicos en dicha edición) y se añade bastante información de tipo enciclopédico que no hace más que reducir la visibilidad de los elementos fundamentales que venían manteniéndose estables desde el Diccionario de Autoridades.

    Análisis sincrónico

    Las definiciones de Seco y Clave, muy basadas en las decimonónicas del DRAE, son las más lingüísticas. Incluyen, no obstante, en la cabeza de la definición el número atómico, como hacen con el resto de elementos.

    La definción de la Academia vuelve a confundir, de manera extraordinaria, conocimiento popular con conocimiento técnico. El hablante medio ignora la «hematites», la «limonita» o las «hemoglobinas»; y en cualquier caso, al hierro que se encuentra en éstas últimas, es dudoso que pueda atribuirle las características de «color gris azulado, dúctil, maleable y muy tenaz». El lexicógrafo haría bien en distinguuir el elemento químico en sí, del material presente en la corteza terrestre muy usado en la industria y el arte.


    mercurio

    2. Llaman los Chimicos y Boticarios al azógue, en la distribución que hacen los Planetas a los metales. (Diccionario de Autoridades, 1734)

    2. Chim. y Bot. El azogue, en la distribución que hacen los planetas a los metales. (Diccionario de la Real Academia Española, 1780)

    2. Metal. Lo mismo que azogue. (Diccionario de la Real Academia Española, 1817)

    2. Metal. Azogue. (Diccionario de la Real Academia Española, 1822)

    2. Azogue. (Diccionario de la Real Academia Española, 1832)

    2. m. Quim. Metal blanco y brillante como la plata, más pesado que el plomo y líquido a la temperatura ordinaria, azogue. Hállase en las minas en estado nativo, pero principalmente en combinación con el azufre, formando el cinabrio. Núm. atómico 80. Simb.: Hg. (Diccionario de la Real Academia Española, 1970)

    1. m. Elemento químico de núm. atóm. 80. Metal poco abundante en la corteza terrestre, se encuentra nativo o, combinado con el azufre, en el cinabrio. Líquido en condiciones normales, de color blanco y brillo plateado, es muy pesado, tóxico, mal conductor del calor y muy bueno de la electricidad. Se usa en la fabricación de plaguicidas, instrumentos, espejos y, aleado con el oro y la plata, en odontología. Algunas de sus sales tienen aplicaciones médicas. (Símb. Hg, de hidrargirio, otro de sus nombres). (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    Metal, de número atómico 80, de color y brillo de plata, líquido a temperatura ambiente y muy pesado. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    Elemento químico, metálico y líquido, de número atómico 80, blanco, brillante y muy pesado. El mercurio se usa en la fabricación de termómetros por su capacidad de dilatación con el calor. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Las definiciones del DRAE ofrecen una buena traza de la evolución de este término, en su sentido químico. En las primeras ediciones, del siglo XVIII, queda claro que se trata de un término técnico, sinónimo del popular azogue. En la edición de 1817 se pierde cualquier referencia a su carácter técnico y simplemente se apunta a la entrada de azogue, situación que dura hasta 1970, donde se introduce una definición que, aunque apunta el carácter técnico del término, tiene un carácter eminentemente descriptivo, bastante aproximada a la noción comúnmente aceptada. El sistematismo de la edición de 2001 supone la preeminencia de la información química por encima de la información descriptiva, además de la inclusión de información enciclopédica. Un detalle a señalar es la desaparición en esta última edición de la acepción, referida al planeta, que se había mantenido como la primera desde el comienzo del diccionario, de forma que la acepción de metal (segunda en ediciones anteriores) pasa a ser la única presente en el diccionario.

    Análisis sincrónico

    Como en ejemplos anteriores las definiciones de Seco y Clave se diferencian en ofrecer menos información enciclopédica; por lo demás, privilegian como el DRAE la información científica.

    oxígeno

    adj. que se aplica al gas que produce los ácidos. Úsase tambien como sustantivo. (Diccionario de la Real Academia Española, 1803)

    s. m. Quím. Uno de los principios o cuerpos simples descubiertos modernamente por los químicos, que sirve principalmente para la respiración, entra en la composición del arte atmosférico, y por eso se llama también vital y se combina con otras sustancias, y señaladamente con las que forman carios ácidos, por cuya propiedad se le impuso aquel nombre. (Diccionario de la Real Academia Española, 1817)

    m. Quím. Sustancia simple, aeriforme, esencial a la respiración, incombustible, uno de los principios constitutivos del aire, del agua, de muchos ácidos, y de otra multitud de cuerpos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1832)

    m. Metaloide gaseoso, esencial a la respiración, algo más pesado que el aire y principio activo de todas las fermentaciones. Es parte integrante del aire, del agua, de los óxidos, de casi todos los ácidos y de la mayoría de las substancias orgánicas. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    m. Metaloide gaseoso, esencial a la respiración, algo más pesado que el aire y principio activo de todas las fermentaciones. Es parte integrante del aire, del agua, de los óxidos, de casi todos los ácidos y de la mayoría de las substancias orgánicas. Núm. atómico 8. Símb.: O. (Diccionario de la Real Academia Española, 1970)

    1. m. Elemento químico de núm. atóm. 8. Muy abundante en la corteza terrestre, constituye casi una quinta parte del aire atmosférico en su forma molecular O2. Forma parte del agua, de los óxidos, de casi todos los ácidos y sustancias orgánicas, y está presente en todos los seres vivos. Gas más pesado que el aire, incoloro, inodoro, insípido y muy reactivo, es esencial para la respiración y activa los procesos de combustión. (Símb. O). | 2. m. Gas de este elemento en su forma molecular. (Símb. O2). (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    Elemento químico no metal, de número atómico 8, de estado natural gaseoso, esencial para la vida, y parte integrante del aire y del agua. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    Elemento químico, no metálico y gaseoso, de número atómico 8, incoloro, inodoro e insípido, que forma parte del aire y que es esencial para la respiración y para la combustión. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Se trata de un término eminentemente técnico, que sólo en tiempos modernos se ha incorporado al habla popular, aunque de forma limitada. La noción principal del término en la lengua común, «lo que se respira», está presente desde la edición de 1817, aunque inmersa en un cúmulo de datos técnicos que, por otra parte, se mantienen bastante estables desde su incorporación. En 1899 se pierde la referencia al carácter técnico del término; en 1970 se añaden al final los datos químicos imprescindibles; finalmente, en 2001 re reorganiza la definición dando preeminencia a los datos químicos e incluyendo una gran cantidad de información enciclopédica (que esconde casi al final de la definición la noción popular de «esencial para la respiración»). Del mismo modo, buscando la exactitud en la definición técnica, esta última edición distingue dos acepciones: el elemento químico (O) y el gas (O2), pero incluye datos referidos a la segunda acepción en la definición de la primera; en cualquier caso, el sentido del habla común se refiere al gas y no al elemento químico.

    Análisis sincrónico

    Las definiciones de Seco y Clave confunden las dos acepciones de la Academia:elemento y gas, y utilizan la clasificación «no metálico» que el DRAE ya ha abandonado en su última edición. Esta característica negativa del elemento oxígeno resulta extraña al usuario de la lengua; sólo es relevante en un contexto de lengua científica.


    plomo

    s. m. Metal blando, flexible y correoso, que se cria en las entrañas de la tierra, y regularmente en las minas de plata. Es de color blanco apagado, y se derrite con grandissima facilidad. (Diccionario de Autoridades, 1737)

    s. m. Metal de color gris que tira ligeramente a azul; es uno de los más pesados, y el menos ductil y sonoro de todos, es blando y muy poco brillante. De todos los metales es el que tiene más uso en las artes, y que mas se emplea para utensilios, al mismo tiempo que por desgracia es el que mas daños puede traer a la economia animal. (Diccionario de la Real Academia Española, 1817)

    m. Metal pesado, dúctil, maleable, blando, fusible, de color gris que tira ligeramente a azul, que al aire se toma con facilidad y que con los ácidos forma sales venenosas. (Diccionario de la Real Academia Española, 1832)

    m. Metal pesado, dúctil, maleable, blando, fusible, de color gris que tira ligeramente a azul, que al aire se toma con facilidad y que con los ácidos forma sales venenosas. Se obtiene principalmente de la galena. Núm atómico 82. Símb.: Pb. (Diccionario de la Real Academia Española, 1970)

    m. Quím. Metal pesado, dúctil, maleable, blando, fusible, de color gris que tira ligeramente a azul, que al aire se toma con facilidad y que con los ácidos forma sales venenosas. (Diccionario de la Real Academia Española, 1989)

    m. Quím. Metal pesado, dúctil, maleable, blando, fusible, de color gris que tira ligeramente a azul, que al aire se toma con facilidad y que con los ácidos forma sales venenosas. Se obtiene principalmente de la galena. Núm atómico 82. Símb.: Pb. (Diccionario de la Real Academia Española, 1992)

    1. m. Elemento químico de núm. atóm. 82. Metal escaso en la corteza terrestre, se encuentra en la galena, la anglesita y la cerusita. De color gris azulado, dúctil, pesado, maleable, resistente a la corrosión y muy blando, funde a bajas temperaturas y da lugar a intoxicaciones peculiares. Se usa en la fabricación de canalizaciones, como antidetonante en las gasolinas, en la industria química y de armamento y como blindaje contra radiaciones. (Símb. Pb). (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Metal, de número atómico 82, muy blando y pesado y de color gris azulado. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    1. Elemento químico, metálico y sólido, de número atómico 82, blando, fácilmente moldeable, que puede extenderse en láminas finas y es de color gris azulado. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    La definición tiene un carácter eminentemente descriptivo y una gran estabilidad a lo largo de las ediciones del DRAE, sin nigún cambio entre 1832 y 1970. En 1970 se añaden a la definición los correspondientes datos químicos. En 2001, estos datos pasan a primer lugar, junto a información de tipo enciclopédico, dejando en segundo plano los datos descriptivos que habían caracterizado las definiciones anteriores.

    Análisis sincrónico

    Las definiciones de Seco y Clave, especialmente esta última, son bastante descriptivas, poco enciclopédicas; salvo la obligada mención al número atómico, no incluyen tecnicismos: en lugar de «dúctil y maleable», en el Clave se dice «fácilmente moldeable, que puede extenderse en láminas finas».


    sosa

    s. f. 2. Llaman también a la piedra hecha de la hierba quemada, que es la que sirve para fabricar el vidrio. (Diccionario de Autoridades, 1739)

    2. La piedra hecha de la yerba quemada, que es la que sirve para fabricar el vidrio. (Diccionario de la Real Academia Española, 1780)

    2. La piedra hecha de la yerba quemada, que es la que sirve para fabricar el vidrio. 3. Alcali que se diferencia de la potasa, en que expuesto al aire se convierte en polvo blanquecino. (Diccionario de la Real Academia Española, 1837)

    2. La piedra hecha de la yerba quemada, que es la que sirve para fabricar el vidrio. 3. Quím. Óxido de sodio, base salificable, eflorescente al aire. (Diccionario de la Real Academia Española, 1884)

    1. f. Barrilla, 1a. y 2a. acepciones. 2. Quím. Óxido de sodio, base salificable, eflorescente al aire. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    1. f. Barrilla, 1a. y 2a. acepciones. 2. Quím. Óxido de sodio, base salificable, muy cáustica. (Diccionario de la Real Academia Española, 1936)

    1. f. Barrilla, planta. 2. Cenizas de esta planta. 3. Quím. Óxido de sodio, base salificable, muy cáustica. (Diccionario de la Real Academia Española, 1970)

    1. f. barrilla (planta). 2. f. Cenizas de esta planta. 3. Quím. Hidróxido sódico, muy cáustico. (NaOH) (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Hidróxido de sodio, de color blanco y muy soluble en agua, que se emplea esp. en la fabricación de jabones duros. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    soso,sa, adj; 4. sosa (cáustica); sustancia blanca, compuesta por hidróxido de sodio, que quema los tejidos orgánicos y se usa en la elaboración de detergentes y para neutralizar ácidos. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    El término aparece ya en la primera edición del DRAE y se mantiene con una definición más o menos común sin muchos cambios hasta 1899, año en que se decide eliminar la definición para dirigir al lector a otra entrada, el nombre de la planta de la que se obtiene la sosa, añadiendo una tercera acepción para el significado técnico de la palabra, identificado en todo momento como perteneciente a la química. vulgar

    Análisis sincrónico

    El de Seco es el único diccionario en el que la sustancia química es, con buen criterio, la primera acepción del lema sosa. Para el DRAE la sosa es antes que nada una planta, y Clave hace depender este significado nada menos que del lema adjetival soso,sa, sin ninguna justificación. La de la Academia es la definición más pobre, las otras mezclan, como viene siendo habitual conocimiento científico y popular.


    sal

    s. f. Sustancia sólida y seca, ácida, espiritosa y penetrante, diáphana y transparente, naturalmente blanca, aunque accidentalmente suele tomar otros colores. Resiste al fuego, y es facilmente dissoluble en el agua, con quien se mezcla estrechamente. En proporción sazona los alimentos; no se corrompe, antes ella preserva de corrupción, especialmente las carnes. Hai dos especies, una mineral, que llaman Fossil, o Salgemma, y vulgarmente sal de piedra. Esta es mucho mas solida y dura, tanto, que parece crystal, o a lo menos talco. Hai montes enteros de ella, particularmente en España: e introducida u dissuelta en los minerales de algunas fuentes, hace que el agua de ellas se convierta facilmente en sal con el calor del sol, u del fuego. La otra especie es la que se congela del agua del mar, u de fuentes especiales, recogida en lagos u estanques formados a este efecto, y evaporada el agua con el calor del sol, y esta se llama sal común. Usase algunas veces como masculino, especialmente en plural, o concertado con algún adjetivo. (Diccionario de Autoridades, 1739)

    s. f. Substancia incombustible formada por un ácido y una base. Quando la base es alcalina, se llama sal alcalina; si es terrea, sal terrea, y si es metálica, sal metálica. Causa en el paladar una sensación particular y promueve la sed. Hay sales neutras que son las que dan dicho sabor: las hay ácidas que además del sabor salino tienen un poco de agrio y todas son solubles. (Diccionario de la Real Academia Española, 1803)

    s. f. Sustancia esencialmente sabrosa que comunica el sabor a las demás, y soluble en el agua. (Diccionario de la Real Academia Española, 1817)

    s. f. Sustancia de sabor punzante, soluble en el agua y facil de desmenuzar. Entiéndese ordinariamente con este nombre la sal comun que sirve para sazonar la comida y preservar de corrupción las carnes y pescados. (Diccionario de la Real Academia Española, 1822)

    1. f. Cuerpo compuesto de un ácido y un óxido metálico. 2. Cuerpo compuesto de la sustancia metálica que contiene la sosa y de otro principio particular. Tiene sabor propio, salta en el fuego y se descompone con el aceite de vitriolo. Sirve para la cocina y otros usos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1832)

    1. f. Quim. Cuerpo compuesto de un ácido y un óxido metálico. 2. Sal común. Sustancia compuesta de la parte metálica que contiene la sosa y de otro principio particular. Tiene sabor propio muy fuerte, salta en el fuego y se emplea en sazonar los manjares, conservar las carnes y otros usos. Se extrae del agua del mar por la evaporación y se halla también en estado y consistencia de piedra. (Diccionario de la Real Academia Española, 1843)

    1. f. Quim. Cuerpo compuesto de un ácido y una base, y algunas veces dos cuerpos simples. 2. Sal común. Sustancia compuesta de la parte metálica que contiene la sosa y de otro principio particular. Tiene sabor propio muy fuerte, salta en el fuego y se emplea en sazonar los manjares, conservar las carnes y otros usos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1852)

    f. Substancia compuesta de sodio y cloro. Tiene sabor propio muy fuerte, salta en el fuego y se emplea en sazonar los manjares, conservar las carnes y otros usos. (Diccionario de la Real Academia Española, 1884)

    f. Substancia ordinariamente blanca, cristalina, de sabor propio bien señalado, muy soluble en agua, crepitante en el fuego y que se emplea para sazonar los manjares y conservar las carnes muertas. Es un compuesto de cloro y sodio, abunda en las aguas del mar y se halla también en masas sólidas en el seno de la tierra o disuelta en lagunas y manantiales. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    1. f. Sustancia ordinariamente blanca, cristalina, de sabor propio bien señalado, muy soluble en agua, crepitante en el fuego y que se emplea para sazonar los alimentos y conservar las carnes muertas. Es el cloruro sódico; abunda en las aguas del mar y se halla también en masas sólidas en el seno de la tierra, o disuelta en lagunas y manantiales. (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Sustancia blanca, cristalina, constituida por cloruro sódico, de sabor característico y muy soluble en agua, que se emplea pralm. para condimentar y alimentos. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    1. Sustancia cristalina, muy soluble en agua, generalmente blanca y de sabor característico, que se utiliza para condimentar alimentos, conservar carnes y en la industria química. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    En primer lugar, debe reseñarse la gran cantidad de cambios que ha sufrido la definición en las diversas ediciones del DRAE. Los primeros cambios se deben principalmente a la búsqueda de la idoneidad descriptiva de la definición. Sin embargo, ya en 1803, irrumpe una definición netamente técnica, sin ninguna relación con la noción cotidiana. Recuperada en la siguiente edición, la definición popular va alternándose con la definición técnica hasta que en 1843 se opta por una solución solomónica: la entrada se divide en dos acepciones, la primera para el concepto químico de sal, el segundo para el concepto popular, bajo el epígrafe de sal común. Esta solución busca un equilibrio entre la necesidad racionalista de una definición positiva y precisa con la realidad lingüística, pero no deja de crear confusión allí donde no la había: el uso cotidiano de sal no es una abreviatura de sal común, sino que esta última denominación nace de la necesidad de especificar, en un contexto técnico (la química, pero también la cocina), un tipo determinado dentro del concepto abstracto de sal. Esta confusión dura hasta 1884, edición en que se recupera la unidad de la sal, aunque con una definición técnica que será corregida en la siguiente edición en favor de otra nueva definición, popular, que se mantiene hasta el día de hoy, donde la información química se incluye entre los diversos datos de tipo enciclópedico.

    Análisis sincrónico

    La definición del Clave es la más lingüística de las tres contemporáneas; se acerca bastante a la representación que de sal tiene la mayoría de los hablantes en las características que selecciona. Seco incorpora el tecnicismo «cloruro sódico» en su definición y la del DRAE es excesivamente enciclopédica.

    yeso

    1. s. m. Cierta especie de piedra, no muy dura, la qual propiamente se llama así después de quemada y dispuesta para las fábricas, como la cal; pero tiene la calidad contraria á ella, pues se endurece y cuaja con el agua, con la qual la cal se deshace. Le hay blanco y negro, y al blanco le suelen llamar espejuelo. (Diccionario de la Real Academia Española, 1780)

    1. m. Sulfato de cal. Es cierta especie de piedra, no muy dura, la cual propiamente se llama yeso después de quemada (calcinada en los hornos) y dispuesta para las fábricas, como la cal; pero tiene la calidad contraria á esta, pues se endurece y cuaja con el agua, con la cual la cal se deshace. Lo hay blanco y negro, y al blanco lo suelen llamar espejuelo. (Diccionario de la Real Academia Española, 1869)

    1. m. Sulfato de cal hidratado, blando, tenza y flexible y de brillo cristalino. Después de deshidratado, se emplea en la construcción. (Diccionario de la Real Academia Española, 1884)

    1. m. Sulfato de cal hidratado, compacto o terroso, blanco por lo común, tenza y tan blando que se reya con la uña. Deshidratado por la acción del fuego y molido, tiene la propiedad de endurecerse rápidamente cuando se amasa con agua, y por eso se emplea en la construcción y en la escultura. (Diccionario de la Real Academia Española, 1899)

    1. m. Sulfato de calcio hidratado, compacto o terroso, blanco por lo común, tenaz y tan blando que se raya con la uña. Deshidratado por la acción del fuego y molido, tiene la propiedad de endurecerse rápidamente cuando se amasa con agua, y se emplea en la construcción y en la escultura. (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    1. Sulfato cálcico hidratado, de color blanco o traslúcido y mu blando. 2. Polvo procedente de la calcinación del yeso y que emple esp. en la construcción. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    1. Sulfato de calcio hidratado, compacto o terroso y generalmente blanco con el que se elabora una pasta que se usa en la construcción y en la escultura. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Esta entrada muestra una considerable estabilidad a lo largo de las ediciones del DRAE. Desde su primera aparición en 1780 pasa casi un siglo antes de que se incorpore información procedente de la disciplina técnica, que se matiene prácticamente invariable hasta nuestros días. En la definición, que sigue a la información química se incorpora tanto información descriptiva como datos enciclopédicos, variando, más que en el contenido, en cuestiones estilísticas.

    Análisis sincrónico

    De las tres definiciones contemporáneas la de Seco es la única que separa con buen criterio las dos acepciones del término: «sulfato cálcico» y «polvo procedente de ...». Se echa en falta, no obstante, una marca Quim en la primera acepción para precisar que sólo conviene este sentido en un contexto de lengua científica.


    yodo

    m. Quím. Cuerpo simple, de textura laminosa, de un gris azulenco y brillo metálico: se volatiliza a una temperatura poco elevada, desprendiendo vapores de un hermoso azul violeta y de olor parecido al del cloro. (Diccionario de la Real Academia Española, 1869)

    m. Metaloide de textura laminosa, de color gris negruzco y brillo metálico, que se volatiliza a una temperatura poco elevada, desprendiendo vapores de color azul violeta y de olor parecido al del cloro. (Diccionario de la Real Academia Española, 1927)

    m. Metaloide de textura laminosa, de color gris negruzco y brillo metálico, que se volatiliza a una temperatura poco elevada, desprendiendo vapores de color azul violeta y de olor parecido al del cloro. Núm. atómico 53. Símb.: I. (Diccionario de la Real Academia Española, 1970)

    1. m. Elemento químico de núm. atóm. 53. Relativamente escaso en la corteza terrestre, se encuentra principalmente en el nitrato de Chile, en el agua del mar, concentrado en ciertas algas marinas y forma parte de la estructura de las hormonas tiroideas. De color azul violeta y muy reactivo, se sublima fácilmente, desprendiendo vapores azules y olor penetrante; se usa como colorante, como reactivo en química y fotografía, y en medicina como desinfectante. (Símb. I). (Diccionario de la Real Academia Española, 2001)

    Elemento no metal, de número atómico 53, que se volatiliza desprendiendo vapores de olor parecido al cloro, y que en disolución se emplea como desinfectante. (Manuel Seco. Diccionario del español actual, 1999)

    Elemento químico, no metálico y sólido, de número atómico 53, de estructura laminar y de color gris negruzco. (Clave. Diccionario de uso del español actual, 1997)

    Análisis diacrónico

    Éste es un término procedente de la química e incorporado, aunque con timidez, al lenguaje cotidiano principalmente por la existencia de una aplicación práctica: su uso como desinfectante sanitario. Sin embargo, esta noción, que debería ser la principal en la definición, está ausente. La ausencia de rasgos reconocibles por los hablantes se suple con información enciclopédica, un sustituto poco útil.

    Análisis sincrónico

    La de la Academia es siempre la definición más enciclopédica. En las definiciones de Seco y Clave, salvo el número atómico no hay un solo rasgo común, hecho que pone de manifiesto la arbitrariedad en la selección de las características que definen estos conceptos.


    Conclusiones

    Delimitación e inclusión del vocabulario técnico

    Entre la lengua común y los lenguajes específicos o técnicos se producen numerosas transferencias de vocabulario en ambos sentidos, aunque raramente los términos transferidos mantienen el significado original. Los lenguajes técnicos pretenden generalmente eliminar cualquier tipo de ambiguedad en su terminología, algo inalcanzable e incluso indeseable en el lenguaje natural. Así, el significado técnico de cualquier término suele ser más preciso y, por tanto, más fácilmente definible que el significado popular del mismo término, tanto si el origen de éste es técnico como si es popular.

    El primer problema al que ha de enfrentarse la elaboración de un diccionario general consiste en delimitar el vocabulario general y separarlo del vocabulario exclusivamente técnico. Esto resulta especialmente complicado cuando el lexicógrafo está familiarizado con algún tipo de lenguaje técnico; esta familiaridad resulta un lastre a la hora de decidir si un determinado término técnico resulta conocido por el común de los hablantes y en qué sentido es empleado.

    El DRAE es un diccionario normativo, su objetivo consiste en definir qué palabras son aceptables y qué definición debe corresponderles (es decir: «limpia, fija y da esplendor»); desde este punto de vista, su enfoque para resolver la cuestión del vocabulario técnico es ejemplar: confía la decisión sobre los términos técnicos a incluir en el diccionario (y la redacción de sus definiciones) a especialistas del ramo, ellos deben ser quienes, en primera instancia, decidan qué vocabulario debe ser incluido en el caudal general de la lengua y cómo debe ser definido. Sin embargo, desde un punto de vista descriptivo del habla común, estos especialistas son los menos indicados para describir el uso que realmente se da a estos términos (si es que se da en absoluto), ya que su conocimiento del significado técnico de las palabras interfiere seriamente en la interpretación de su significado en otros ámbitos.

    Resulta evidente que en un diccionario general y descriptivo de la lengua común deberían incluirse todas las palabras de uso corriente, aunque tengan origen o uso técnico; en cualquier caso, su definición debería hacer referencia, en primer lugar, al significado que tengan en dicho uso corriente, no a aquel que hayan tenido o mantengan en cualquier disciplina técnica. La decisión de incorporar a tales diccionarios acepciones técnicas o vocabulario de uso exclusivamente técnico deberá tomarse en función de la naturaleza de los destinatarios del mismo, entre otros factores; sin embargo, esta inclusión en ningún caso debería interferir con la descripción, lo más exacta posible, del significado común de cualquier término, identificando claramente tanto las acepciones técnicas de una palabra, como las entradas que correspondan a un término de uso exclusivamente técnico. A ninguno de estos criterios responde el DRAE: en palabras de uso común incluye sistemáticamente definiciones que corresponden al significado técnico y no al general, sin hacer mención de ningún tipo al carácter técnico de estas definiciones, mientras que las nociones que podrían hacer referencia al significado común quedan relegadas a un segundo plano, en muchas ocasiones entremezcladas con datos de tipo enciclopédico.

    La paradoja de la precisión en las definiciones

    Si la mayor bondad que se puede esperar de una definición es la claridad y la precisión, es posible que la mayor parte del vocabulario de las lenguas naturales jamás tenga una buena definición. Por su propia naturaleza, el vocabulario más usado en cualquier lengua tiende a presentar un significado impreciso y muchas veces oscuro. Precisamente la necesidad de precisión ha llevado a la creación de los lenguajes técnicos, cuya principal características es, precisamente, que todos los términos utilizados tienen (o pretender tener) una definición precisa. En esta situación, no es de extrañar que lexicógrafos de todos los tiempos hayan caído en la tentación de recurrir a las magníficas definiciones que proporcionan los lenguajes técnicos cuando han tenido oportunidad. Es evidente que existe una dificultad, que no imposibilidad, de delimitar el significado de muchas palabras comunes; frente a estos casos, en lugar de intentar una definición positiva muchas veces engañosa, resulta mucho más honesto buscar una delimitación por proximidad o similitud o por contraste, tal y como de hecho hacen los hablantes, que suelen recurrir a la comparación (por similitud o por contraste) y al conocimiento del mundo para explicar el significado de las palabras que emplean.

    A este respecto, el DRAE presenta ejemplos de todo tipo. Existen ejemplos de definiciones ejemplares en cuanto a su sencillez y su fidelidad al significado popular como hierro, plomo y sal (aunque en la última edición se hayan visto intoxicados por la sistematización de la definición técnica) y otras claramente inadecuadas, por su fidelidad al sentido técnico y por su falta de referencia a las nociones que acompañan a la palabra en su uso más común (especialmente grave es el caso de aire). Hay definiciones que muestran claramente la evolución de la técnica a lo largo de los últimos 250 años, como es el caso de agua, que pasa de una definición técnica (filosófica) a otra (química) con un prosaico periodo de 60 años (1803-1869) en el que cuenta con una definición inteligible para cualquier hablante.

    Resulta especialmente ilustrativa la comparación entre tres términos: sal por una parte y cal y yeso por otra. Todos ellos corresponden con compuestos químicos de uso común en la vida cotidiana. Las definiciones de sal y de cal sufren un recorrido azaroso a lo largo de las ediciones del DRAE, con numersosos cambios, pero con un final completamente distinto: mientras que la definición popular de sal es la que finalmente ha prevalecido, ha sido la definición técnica la que se ha impuesto para cal. Por el contrario, la definición de yeso ha sufrido menos avatares, en un momento dado se impuso la definición técnica sobre la definición tradicional y ya no volvió a modificarse sustancialmente. Así, lo que para un hablante común son tres polvos blancos con distinto uso han pasado a ser, respectivamente, una «sustancia blanca», «óxido de calcio» y «sulfato de calcio» para el diccionario de la Academia.

    Sobre la información de tipo enciclopédico

    En lexicografía se suele distinguir entre diccionarios lingüísticos y diccionarios enciclopédicos. Los primeros se ocupan de describir el significado y los segundos el referente. Casares distingue entre una definición nominal y otra real. La definición real describe la cosa, suele ser teleológica, o genética. La mayoría de las definiciones que hemos analizado en este trabajo son de este tipo. La definición nominal solo tiene en cuenta el significado en cuanto forma parte del subsistema semántico de la lengua, y lo hace mediante las relaciones que establece con otros significados, ya sea de sinonimia, hiperonimia, oposición...

    En principio parece que lo deseable para un diccionario de la lengua sería que todas las definiciones fueran nominales; ahora bien, una buena parte del léxico de cualquier lengua no está estructurada en campos semánticos, sus significados están aislados. No hay manera por tanto de definirlos por medio de las oposiciones que contraen en el sistema; es el problema de toda la terminología, científica y también popular, como es el caso nuestro.

    Los tres diccionarios analizados en este trabajo, al menos en la parcela del léxico que hemos tratado, son productos híbridos, cuando no descaradamente enciclopédicos: no aportan apenas información semántica.

    La única justificación para incluir información enciclopédica en los diccionarios de lengua sigue siendo el supuesto carácter práctico de los mismos. Según Bosque «el lexicógrafo no puede dejar de incorporar a los diccionarios las definiciones enciclopédicas, puesto que ello sólo redunda en beneficio del usuario».

    A lo largo de este trabajo hemos visto que la definición enciclopédica puede no solo no redundar en beneficio del usuario, sino hacerlo en su perjuicio. Sobre todo cuando la definición consiste en una síntesis de una verdadera definición enciclopédica (ver cal) o cuando introduce demasiados tecnicismos (ver hierro). Se dice entonces que la definición no cumple los criterios de transparencia ni de autosuficiencia.

    Por su parte los defensores de esta modalidad de diccionario híbrido niegan que un diccionario exclusivamente lingüístico pueda tener alguna utilidad a los no lingüistas. Argumentan que los objetivos de la lexicografía son distintos de los de la semántica.

    A modo de reconciliación

    Aceptemos que las definiciones enciclopédicas pueden tiene cabida en un diccionario de la lengua. A nuestro entender sería deseable que esa información estuviera bien contextualizada. Como hemos ido defendiendo a lo largo de este trabajo una palabra como aire no tiene el mismo significado en un tratado de física que en una conversación informal. Bastaría con una simple marca Quim (que inexplicablemente ha desaparecido del DRAE) para advertir que ese significado sólo es aceptable en un contexto de lengua determinado. Esa acepción no tendría tampoco por qué ser la primera.

    Bibliografía

    Casares, Julio  (1947)   Introducción a la lexicografía moderna   Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Coleccion Textos universitarios Madrid, 1992. 3a. Edición, 354pp 
    Hernández, Humberto (coord)  (1994)   Aspectos de la lexicografía contemporánea   Bibliograf, Barcelona 
    Porto Dapena, J.A.  (2002)   Manual de técnica lexicográfica   Arco, Madrid 
    Real Academia Española  (s.f.)   Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española   http://buscon.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle 
    Real Academia Española  (2001)   Diccionario de la Lengua Española   Espasa-Calpe, Madrid, 1.672 pp 
    Seco, Manuel  (1999)   Diccionario del español actual   Aguilar, Madrid, 2 vol. 4.666 pp 
    Maldonado, Concepción (coord)  (1997)   Clave. Diccionario de uso del español actual   Ediciones SM., Madrid, 2.056 pp, http://clave.librosvivos.net/ 

    Edición del 31-5-2005
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