La Madre:
La Paz del Señor es contigo, hijo mío. Ave María
Purísima.
La Madre:
Hijo mío, es difícil prosperar en la
espiritualidad en estos tiempos que corren aprisa y angustiados. No se
dan cuenta que no obtienen ningún beneficio propio, al
dar de lado a sus hermanos.
No se dan cuenta
que deben progresar en la espiritualidad como si se tratase del último
suspiro de su alma. Son capaces de intentar someter tu intelecto a sus
oscuras voluntades, y solo pretenden el bien propio alejándose del bien
común.
Hijo mío, ¿ves todos los que han
abandonado este Santo Lugar?. ¿Ves a todos
los que un día dijeron que estarían hasta el final? Ellos no estuvieron nunca; tampoco han estado
ni estarán los que desconfían de tu palabra.
Cuídate
de aquellos que hicieron promesa a Dios, porque la
palabra del hombre es tan frágil como un cristal: hoy puede estar,
pero mañana puede saltar en mil pedazos."
Te sientes solo en tu caminar; se que a veces
se antoja complejo, pero tampoco escucho que tu alma se queje de todo
cuanto te llega. Sigues estando muy por encima de donde se te dejó, y tus
pasos son firmes y definidos.
Muchos están a tu lado expectantes a
que algo ocurra; y lo cierto es que ya está
ocurriendo, pero están tan ciegos que no lo ven.
Otros están
dolidos contigo porque no pueden soportar estar por debajo de tí, y no
quieren obedecer las órdenes que estableces.
Órdenes, hijo mío, que están hechas para adquirir una responsabilidad
íntegra hacia Dios.
Si no sois responsables en las cosas
pequeñas, ¿qué será cuando lleguen las obras grandes?. Por muy complejo
que os parezca, cumplid.
En las cosas pequeñas se esconden las
bienandanzas de Dios; y si no sabéis apreciarlas es porque aún la materia
os ciega demasiado.
Hijo mío, estás solo en un mundo
despiadado. Tu alma presiente miles de dificultades que,
con humildad y sencillez, sabes solventar a golpe
de oración y sacrificio. No está en que te
digan que sabes que puedes contar con ellos.
"La
palabra del hombre es tan frágil como un cristal, pero las obras
permanecen como piedras gruesas: son visibles y duras para derruir."
Deja que tu alma se abrigue de mi amor
de Madre, y que nada te sobresalte en este sueño imprevisto. Tu cuerpo
deja sentir la marca del sacrificio, y tu alma continúa siendo joven; sigues ahí, a pesar de todas las tempestades que se levantaron contra tí.
Sigues ahí, porque nada puede hacer callar la palabra de Dios, y ello te
hace ser tan grande como eres. Eres muy fuerte, hijo mío, y Dios
sigue con insistencia tus pasos.
No eres como esperaba el hombre, eres
como Dios te ha hecho. Continúa, y a ellos, aquéllos que quieran
sentir más cerca a Dios, que se acerquen a tí.
Los que ya han hablado
contigo saben lo que eres, y a lo que estás
dispuesto por Dios. Los que no hablaron
contigo, solo suponen e imaginan.
A todos aquéllos
que prometísteis servicio a Dios, os ordeno
compromiso y dedicación, pues de la forma que cumpláis vuestras promesas,
serán las penas o bienes que podáis sufrir o alcanzar en la tierra,
o en el
más allá.
Si creéis en lo que os digo, os dirigiréis al
gran Guerrero a
pedir auxilio, si no, confirmaréis lo que
está dicho. Hazles saber para que
despierten.
Que la Paz del Señor quede contigo. Ave María Purísima.
Adiós, hijo mío
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