La Madre: La Paz del Señor es contigo, hijo mío.
La Madre:
Hijo mío, es muy difícil mirar atrás y ver cómo muchos de mis hijos no
recuerdan los días que señalamos como importantes.
Es duro mirar y pasar
por alto esa negación por parte por parte de ellos al recuerdo imborrable
de un tiempo, de una época.
Mira que esos días tendrían que formar parte
de sus vidas, pero es mejor dejarlos de lado para dar más cabida al
enemigo.
Mira, estos tiempos se tornan muy duros y descorazonados; es una lucha
abierta entre el bien y el mal.
Ya sabes que mis hijos no prestan atención
a esta situación provocada por ellos mismos, y que les es mas fácil vivir
el día a día que animarse a descubrir la amplitud de la espiritualidad y
del bienestar del alma.
Todo está próximo y
ellos pasan por alto cada aviso, cada manifestación, cada mensaje. Yo no desprecio sus súplicas, sus
peticiones, nada de lo que piden; y sin embargo tengo que buscar consuelo
en los que están sin hacer ruido en este mundo, y ellos son los que me
ofrecen el consuelo que no pido, pero que busco.
Sabes bien, hijo mío, que las fuerzas del mal se están apoderando de
todo lo que parece puro y limpio. Deberían estar atentos: el enemigo nunca
descansa y aprovecha todas las oportunidades que el hombre le ofrece para
vencerle y apoderarse de su alma y de su condición.
No me olvido de la
juventud. La juventud
de hoy nos horroriza, hijo mío, y sus padres consienten tanto libertinaje,
que nosotros sufrimos de sobremanera. Se dedican a menospreciar todo
aquello que viene de Dios, y se dejan seducir por el pecado de la carne
sin mirar la ofensa.
Ellos son el futuro de las naciones, pero con sus
actitudes solo demuestran la educación recibida. Así como fueres y te portaras, de la misma forma serán los que te
precedan.
No pedimos que se esté en oración constantemente, no pedimos que se nos
contemple diariamente, solo pedimos que respeten la leyes de la moralidad,
que impuso Dios en el hombre, y que no sean salvajes como animales en
celo.
Puede parecer duro todo lo que te digo,
hijo mío, pero más duro es lo que vendrá después, si no son capaces de
agradar a Dios con sus obras y su sumisión hacia el Poderoso.
Ellos son los que pueden cambiar todo lo que ha
de venir desde lo más alto.
Pero si no lo cambian, también lo pueden
empeorar. Claro que Dios puede cambiarlo todo (1)
pero, ¿no es el
hombre el que habita en la Tierra? Pues debe ser él quien de el cambio,
y no es tan difícil como se piensa. Hay momentos que están más cerca de lo que se piensa, y esos momentos
pueden llegar a herir a aquéllos que se creen estar cerca de Dios, por ir
a diario a la Iglesia.
Diles que estén atentos a todos los avisos que van a llegar,
y que han llegado del Cielo. Y
dile a los hombres que no se afanen en conquistar otros planetas, que la
herencia del hombre sólo es la Tierra, y buscar más allá puede acabar en
un terrible castigo.
No se conforman con la Tierra, hijo mío. Ya la Tierra se
les queda pequeña, y es que no se conforman en crear guerras de dolor
imborrable, que ahora tratan de buscar algo que les va a pesar.
Se que tú les dirás todo esto. Ten cuidado:
YA SABES QUE EL ENEMIGO NO DESCANSA, PERO SUS PERSEGUIDORES, LOS
GUERREROS DE DIOS, NUNCA SE DESPITAN NI SE DISTRAEN, Y ES AHÍ DONDE NACE
LA VICTORIA.
Que la paz del señor quede contigo.
Ave María Purísima. Adiós, hijo
mío.
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