Aracena

Aracena, la capital comarcal, es una ciudad de buen porte, donde todo sorprende. Su Castillo Templario, con iglesia del XIII en su recinto, y bajo él la asombrosa Gruta de las Maravillas, acaso la más romántica de las grandes cuevas españolas.

 

La Sierra Morena onubense es una comarca sorprendente. Pueblos blancos y frescos, cuajados de arte-castillos bien conservados, iglesias, ermitas, hasta mezquitas, en medio de un paisaje de bosque apacible, donde el pinar compite con el alcornoque o el castaño y donde la naturaleza se ofrece aún en muchos parajes inmaculada.

Las tierras de Aracena se han conformado, desde antiguo, en un territorio que estaba llamado a ser de importancia capital. Así, al dar un repaso al devenir histórico más lejano, nos percatamos de que ya a mediados del tercer milenio antes de Cristo existía poblamiento, como lo atestigua el yacimiento calcolítico de «Cueva de la Mora» en La Umbría. 0 más aún, las necrópolis en cistas y hábitat del segundo milenio a. C. encontrados en Castañuelo.

Bajo dominio de Roma, las numerosas minas se sucedieron por un entorno en el que empezaban a proliferar villas y casas de campo de los primeros administradores y explotadores de los recursos que ofrecía la Naturaleza.

Algunas citas hablan de estas villas como el germen de la ciudad de Aracena, que es oscuro. La investigación arqueológica ha detectado restos, y algunos cronistas han hecho corresponder este origen con las minas denominadas «Navasdel Odiel», de localización imprecisa. Estas villas, con frecuencia, llevaban nombres basados en un antropónimo hispanorromano, que posteriormente fueron transformados por los sucesivos pueblos conquistadores de la Peninsula Ibérica (Gordón, M. D. y Ruhstaller, A., 1992).
Así pues, «Aracena» derivaría del nombre del primitivo propietario de la villa, que podria ser Aretius o quizás Arcius, siendo la forma inicial, por tanto, Villa Aretiana o Villa Arciana.

Otras opciones a tal respecto lo constituyen las citas de Plinio y Ptolomeo, las cuales han dado pie a identificar Aracena con denominaciones tales como la de Aninda. Lo cierto es que quedan pocos restos romanos y escasas fuentes documentales precisas, por lo que tanto el origen como el nombre de Aracena siguen sin desvelarse.

Esta falta de noticias se prolonga bajo la dominación musulmana. Iniciada a partir del siglo VIII, fase en la que llegó a ser reducto bereber, para luego tomar importancia como reino taifa en el siglo XI. Por su emplazamiento estratégico, Aracena se encumbró como localidad importante en el posterior imperio almohade con capital en Sevilla. De esta época tenemos como testigo arquitectónico la torre del antiguo alcázar, hoy del castillo, y la Fuente de Zulema, nacida, según cuenta la leyenda, de las lágrimas que la desdichada mora, enamorada de un apuesto cristiano, derramó después del cruel castigo recibido por tal atrevimiento.

La conquista cristiana se realizaría en 1231 sin grandes traumas bajo la soberanía del rey de Portugal Sancho II (Pérez-Embid, J., 1995), impulsada por el tradicional interés de dicha Corona por las comarcas serranas y por el apoyo de la Orden del Hospital de San Juan.



El resto del siglo XIII estuvo plagado de conflictos entre las Coronas de Castilla y Portugal, por ello la paz que llegó con la conquista no tardó en romperse. Aracena pasó coyunturalmente de uno a otro reino, hasta que Alfonso X la incorporara a Castilla, después de que Alfonso III de Portugal hubiese recibido el Algarve, no siendo ratificado, pues el vecino reino seguía reivindicando sus villas conquistadas a los musulmanes, hasta el Tratado de Alcañices de 1297, en el que se ofreció la definitiva solución: Aracena pasa al reino de Sevilla a cambio de otras villas en disputa.


De aquel período data la construcción, quizás sobre una antigua mezquita de la fortificación almohade, del castillo-fortaleza, cuya finalidad era fijar las fronteras y crear un sistema defensivo frente a Portugal, y agrupar a una población dispersa nacida de una repoblación de carácter espontánea. Ello provocó un fenómeno de castellanización que hizo pronto olvidar el inicial poblamiento portugués, y germinar una villa que empezaría a tomar importancia económica y demográfica en el siglo XV, cuando la trama urbana desciende por las laderas Este y Norte y surgen las aldeas por instalación de grupos de vecinos en los llamados «montes» forma típicamente serrana de explotación agraria.

El mito de la pertenencia de Aracena a la Orden del Temple surge en el siglo XVIII, cuando desaparece el «priorato», título eclesiástico que gozó la Iglesia del Castillo hasta entonces (Pérez-Embid, J., 1995).

Otros monumentos de la época, y que pertenecen al estilo gótico-mudéjar, son las iglesias de Santo Domingo y San Pedro, la antigua sinagoga judía hoy convento de Santa Catalina, el convento del Carmen y el Cabildo Viejo, uno de los escasos ayuntamientos medievales que se conservan en la provincia de Huelva.

Los usos que se han realizado y que prosiguen, diferenciando distintos estadios de aprovechamiento, y que no sólo hablan de la recogida de la castaña, sino de cultivos leñosos en secano o regadío y de la propia ganadería, preservan aquellos ricos ecosistemas que ahora se ven amenazados por las incontroladas parcelaciones y urbanizaciones.
En definitiva, es un espacio bien conservado al que se unen los atractivos propios del paisaje y de la diversidad botánica y faunística, lo que hace ser a este complejo el principal atractivo de la Sierra Norte de Huelva.

Durante el siglo XVII, en tiempos de Felipe IV, las tierras de Aracena fueron donadas «como merced al Conde-Duque de Olivares por los servicios que éste prestó al monarca en la batalla de Fuenterrabía. Después del ocaso del valido pasó a depender del Conde de Altamira, quien se intitulaba principe de Aracena»... hasta su disolución en 1812 (González Sánchez, C. A., 1988, 557).


Ya como municipio de la provincia Huelva desde 1834, Aracena es capital del partido judicial que comprende toda la Sierra Norte, afianzándose, desde su creciente potencial económico y poblacional, como núcleo central y organizador del territorio serrano.

Aracena es el centro en torno al cual se polarizan gran parte de las relaciones funcionales de los numerosos núcleos de población de la Sierra de Huelva, siendo recogido como Centro Intermedio propuesto por el Sistema de Ciudades de Andalucía, Quizás esta centralidad se encuentre condicionada por diversas circunstancias de orden geográfico, histórico, socioeconómico y el propio desarrollo de las comunicaciones.

A su importancia funcional se le añade en los últimos años el creciente desarrollo de las actividades turísticas y recreativas, nuevos generadores de riqueza y alternativas a los aprovechamientos tradicionales que se han ido abandonando. En este sentido, no hay que olvidar que Aracena posee valiosos elementos de atracción como son las Gruta de las Maravillas, el propio casco urbano de la ciudad y los indiscutibles valores paisajísticos y medioambientales de su entorno, y que en conjunto conforman el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche.

El término de Aracena ocupa 18.445 has. que se sitúan en el sector oriental de la sierra que lleva su nombre y que, hablando en términos geológicos, correspondería al complejo de la unidad surportuguesa-onubense de Sierra Morena.
Ocupa las tierras comprendidas entre la Sierra de Hinojales, al Norte, y en el Sur, algo más difuso, el nacimiento del río Odiel. Son dominios que se integran geológicamente en el Paleozoico Superior y que presentan una fuerte tectónica de plegamiento de dirección preferente Oeste-Este, siendo muchos de estos materiales los más antiguos de la provincia de Huelva.

La edad geológica y la naturaleza de los materiales, los rasgos paisajísticos y la organización del territorio nos hacen ser conocedores de dos unidades claramente diferenciadas:
La Sierra
Complejo de Ribera.
El turismo rural pasa por ser la principal opción para definir la base económica de determinados ámbitos serranos, caracterizado por sus valores ecológicos y por su potencialidad de usos recreativos y turísticos.

La ciudad de Aracena se ha ido configurando como un enclave turístico de primer orden dentro del conjunto serrano, y de gran interés a nivel andaluz, todo ello gracias a la formación, la mayoría de las veces por iniciativa local, de un complejo formado por el Museo de Arte Contemporáneo «Andalucía» el primero de nuestra Comunidad Autónoma al aire libre; la Iglesia del Castillo, declarado conjunto histórico-artístico en 1931, el museo geológico-minero instalado en el edificio de recepción de la gruta; y las propias Grutas de las Maravillas, que pasan por ser el núcleo en torno al cual se articulan actividades comerciales, como las tiendas de cerámica y de hosteleria, todo ello ubicado en las serranas calles aledañas.

El excepcional conjunto de galerías, salones, lagos y cursos subterráneos que el tiempo y el agua han labrado en el seno de Cerro del Castillo, se ha formado sobre calizas paleozoicas en un continuo sistema kárstico, único en su género, testigo de eras y climas pasados. Aquilino Duque describe con maestríaesta obra de la naturaleza: «El hombre ve lo que quiere ver y el serrano lo que quiere comer. El agua al filtrarse decora con paciencia china las grutas que se alojan debajo de las peñas... Consta la Gruta de las Maravillas de doce salones y seis lagos... la gruta no sólo está llena de efectos ópticos, sino de efectos acústicos que percuten la imaginación y dan el venero de las metáforas: órganos cuyos tubos rodean a una gran tortuga, diamantes y un pasadizo en el que el agua que gotea imita el canto de la codorniz... Luego viene el Coro, las Mellizas, el Sepulcro... el lago de las Esmeraldas con nenúfares de piedra... y el salón de los desnudos...» (Duque, A., 1986, 183). Sin embargo, estos paisajes asistidos no son nada sin sus cuidadores; el desarrollo local de Aracena y su entorno, pasa porque adoptemos los hombres la difícil conciencia de mantener un vínculo con el entorno, pensando que lo que tenemos es porque lo hemos heredado, pero no en el sentido jurídico de propiedad que la palabra indica, si no que se trata de una especie de «préstamo» de un territorio o espacio sobre el que nos movemos y en el que no debemos integrarnos de forma aventajada.

 

La Sierra se extienden por prácticamente la totalidad del espacio arundense, por lo que es necesario diferenciarlas atendiendo a las premisas comentadas:

La Sierra del Castaño es un espacio del que disfrutan diez municipios, y a Aracena corresponde el área comprendida entre la N-433 en dirección a Portugal y la comarcal a Linares de la Sierra. Se trata de un espacio montañoso, accidentado, de alturas comprendidas entre los 650 y 750 m. de altitud, y modelado sobre materiales datados en el Cámbrico, es decir, hace 570-500 millones de años. En sus más variadas versiones, encontramos calizas al Oeste y sobre la propia Aracena, metamorfismo al Sur y pizarras al Este, todo ello estructuralmente fallado.

La gran característica es, sin duda, la existencia de un gran bosque caducifolio en estado seminatural: el castañar. Su exuberancia primaveral, de verde intenso y aromas familiares que nacen de la rica vida que se propaga, se ve mermada cuando llegan los fríos; es cuando asistimos al espectáculo maravilloso y terrorífico de aquellos que se han despojado de hojas y frutos, y que ahora parecen retorcerse de dolor ante el cruel invierno de días cortos y luz oblicua.

La Sierra de Hinojales recorre el Norte del municipio. Es un espacio de media montaña, entre 500 y 550 m. de altitud, con suelos desarrollados fundamentalmente sobre el sustrato Devónico que se formó hace 395-345 millones de años, es decir, sobre pizarras, lo que en términos geológicos y topográficos lo otorga una gran uniformidad. Existen además, algunas intercalaciones de rocas que emergieron de las profundidades de la Tierra bajo actividad volcánica.

Una densa red de drenaje modela un paisaje de barrancos de gran atractivo, y que se aúna vertiendo sus aguas al Ribera de Huelva.

Los usos derivan de la vegetación en dehesa de encinas y alcornoques en las zonas bajas, siendo este sistema el principal aprovechamiento que se realiza. En las laderas y partes altas conviven densos matorrales bien conservados a pesar de haberse visto azotados con frecuencia por el drama de los incendios forestales. Es un área tradicionalmente despoblada, de aprovechamiento ocasional, dada la lejanía del núcleo urbano, y con predominio de la gran propiedad, lo que lo otorgan los rasgos de deshumanización y marginalidad.

Durísilva, matorral mediterráneo, aprovechamiento en dehesa, tala y desbroce, incendios, todas ellas son palabras claves que caracterizan este valioso espacio.

Las áreas forestales de La Umbría. Sobre el sector oriental del municipio se suceden una serie de montañas medias, entre 500 y 600 m. de altitud, con relieve abrupto, desarrolladas sobre calizas y dolomías del Cámbrico, que sirven de sustento a un rico bosque mixto de encinas, alcornoques y quejigos, típico bosque mediterráneo. Su valor paisajístico, dada la elevada densidad de la cobertura vegetal, convierte a este espacio en un atrayente reducto de usos forestales, a menudo incontrolados, urbanizaciones y actividades recreativas.

Complejo de Ribera expresan de manera minimizada parte de la personalidad serrana más valiosa, pero no sólo en los cursos de agua en particular, sino en el entorno de aquellos que son capaces de generar unidades paisajísticas. Nos referimos al Valle de la Ribera de Huelva y de la Ribera del Odiel, al Norte y al Sur del municipio, respectivamente.

Históricamente han constituido enclaves de población ocupada en el aprovechamiento hidráulico mediante molinos y las llamadas «fábricas de luz» de los que hasta hoy sólo nos han llegado las ruinas (Fajardo, A., 1994). En la actualidad se ha llegado a conservar el rico patrimonio natural de los arroyos que forman la ribera y su entorno, así como del bosque galería en el que se suceden las formaciones de álamos, sauces, chopos y algunos alisos. Tanto es así, que a la Ribera del Odiel se le ha otorgado merecido reconocimiento como «Ribera Forestal de Interés Ambiental» por el Plan Especial de Protección del Medio Físico de la Provincia de Huelva (Junta, 1985).

Usos tales como extracciones de agua para pequeños cultivos, vertidos, apropiaciones ilegales de las márgenes de los cursos de agua y talas indiscriminadas de especies de ribera constituyen el centro de la problemática en torno al destino de estos espacios tan valiosos y característicos del paisaje serrano, en los que caben, lógicamente, recomendaciones de control por parte de todos.

Los caracteres climáticos de Aracena, bastante homogéneos con el resto de la Sierra Norte, se convierten en factores decisivos para comprender aspectos tales como la abundancia relativa de cursos de agua o la vegetación natural exuberante.

El régimen térmico resume las constantes derívadas de un invierno fresco, en el que la temperatura media del mes más frío, enero, es de 6,5 ºC, y de un verano caluroso, con medias mensuales en torno a los 25 ºC. Es decir, estamos señalando rasgos de continentalidad propios del alejamiento relativo de la influencia marítima.

La entrada de masas de aire oceánicas en un ambiente mediterráneo, unido al factor altitud, por la barrera montañosa asociada, hacen que existan en este espacio los máximos pluviométricos de la provincia de Huelva, superando con frecuencia los 1.000 mm. anuales. Los máximos mensuales se registran en otoño-invierno, y los mínimos, en la estación estival.

Temperaturas y pluviometría, y los factores de origen dinámico de los que dependen, constituyen un clima mediterráneo oceánico con rasgos de continentalidad, que se convierte en otro valioso recurso del conjunto de valores naturales propios de Aracena..

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