Valverde del Camino

Entre la Tierra llana y las primeras estribaciones de la Sierra Morena onubense, formando parte de la llamada «Faja Pirítica» del Suroeste peninsular y sobre el pequeño valle delimitado por las cumbres del Hospital y la Sierra del León, se encuentra Valverde del Camino, ocupando un privilegiado emplazamiento en el principal eje de comunicación NorteSur de la provincia, la carretera N-435.

 


Esta condiciónn de «paso obligado» impuesto por imperativos geográficos, junto a la atracción de los recursos mineros de la zona, desempeñaron un papel fundamental en el devenir protohistórico a histórico de la localidad. Ya desde el Bronce inicial. hace unos cinco milenios, el hombre ensayó la aleación de los metales en las minas de Macegoso, al Noreste del núcleo urbano, donde se han hallado mazas y bolas para triturar el mineral. Asociado a estos yacimientos minero-metalúrgicos, aquellos primitivos pobladores dejaron constancia de sus manifestaciones funerarias en los sepulcros megalíticos del complejo dolménico de Los Gabrieles o en las numerosas tumbas de cistas y tholos diseminados por el término municipal.
Con la dominación romana, la actividad minera cobró un nuevo impulso, y el tráfico de mercaderías, utensilios y vituallas entre la Costa y la Sierra consolidó el tránsito por estos parajes. Los restos de sillares de piedras, tumbas labradas en pizarra, ladrillos, ánforas, etc., constatan la existencia de pequeños hábitats en los pagos de La Melera y Los Campillos. Vinculados a la ganadería, minería o a una incipiente agricultura, estos asentamientos actuarían como puntos de intercambio comercial y de «escala» en la ruta de penetración que, proveniente de Mérida, buscaba una salida al mar. Así, la huella de mayor relevancia es el «camino romano» que pasa por las inmediaciones de la localidad. Al Sur de la misma, se advierte una bifurcación hacia llipla o Niebla y a Onuba o Huelva, puertos de embarque con destino a Roma «de ricos minerales de cobre y sobre todo de plata» (Ramírez Copeiro, J., 1991).
Tras el oscuro período visogodo, los musulmanes ejercieron el control de este territorio por medio de una serie de «atalayas» fortificadas, como las del Zau, el Sandino o la Lapa, emplazadas en pequeños cerros visibles entre sí y dispuestas en sucesivas líneas paralelas al objeto de proteger pequeñas alquerías o vigilar los caminos y pasos naturales que conducían a Niebla, cabecera administrativa de su cora y posterior reino taifa.
Aquel reino independiente fue conquistado por Alfonso X el Sabio en 1262, otorgándole un año depués a su capital un fuero real. La concesión de este privilegio y la creación del Condado rigieron durante siglos la suerte de Niebla y sus numerosas aldeas (Jurado, J. M., y Castillo, P, 1996).

Es en la relación de los bienes y posesiones recogidos en la carta fundacional del Condado de Niebla, dispensado a don Juan Alonso Pérez de Guzmán en 1369, donde aparece la primera referencia conocida de Valverde, que entra en la Historia con el nombre de Facanías. No hay acuerdo sobre si fue una alquería, venta o herrería el origen y funcionalidad de este enclave, pero su ubicación en un importante cruce de caminos en el extremo Norte del extenso y subpoblado condado era garantía suficiente para la consolidación de una nueva población.
Aunque en un primer momento la ocupación se produjese de una forma espontánea a iniciativa de un grupo de campesinos, la repoblación y afianzamiento del lugar de Facanías fue voluntad señorial (Collantes Terán, A., 1977). Este hecho implicaría la recaudación de nuevas rentas y, sobre todo, la acentuación de los límites jurisdiccionales con el señorío eclesiástico y, después, de realengo de Zalamea la Real.
De este modo, don Enrique Pérez de Guzmán «El Magnífico», Duque de Medina Sidonia, ratifica en 1469 mediante privilegio la merced hecha per su padre al labrador y acemilero Juan Díaz: la Dehesa Boyal integrada per los montes Gamonosa, Castaño y Rivera, para la utilización como use de propios per «vos y los otros vezinos (unos 10) que en el dicho mi lugar de Facanias agora viven y moran y hazen sus casas pobladas en el y los otros que de aqui a delante al dicho mi lugar se vinieren a vivir y morar y poblar» (A. M.V C. , 1849; Leg. 336).
Las confirmaciones ducales de esta donación se van a suceder en cinco ocasiones más durante los 56 años siguientes. Es significativo resaltar la efectuada en 1492, ya que es donde se cita per primera vez el actual nombre de Valverde del Camino, sustituyendo al de Facanías. Este cambio viene a coincidir con el decreto de expulsión de los judíos del 31 de marzo de ese mismo año.
En base a esta confluencia cronológica. algunos autores han interpretado que la sustitución fue realizada para poder sobrevivir a la nueva y hostil situación, dada la posible procedencia semita de Facanías y de sus fundadores (Romero Pérez, D., 1956). Sin embargo, hay datos que restan apoyo a esta hipótesis: en el pago de las aljamas judías al repartimiento de Enrique IV, en 1474, sólo se menciona la contribución de las de Lepe. Aroche y Moguer, omitiéndose la comunidad de Facanías: por otra parte, los Reyes Católicos impusieron numerosas medidas represivas a los judíos desde 1478, llegando a su total expulsión de Andalucía en 1483.
En esta línea, es lógico pensar que el cambio se hubiese llevado a cabo con anterioridad a estos acontecimientos. Además, atendiendo al origen etimológico del nombre primitivo, es probable su derivación del árabe «Zacanias o Sacanias», dada la similitud fonética entre la F y la Z o S, transcribiéndose come Facanías en su traslado a la escritura. Esos términos árabes significan «destacamento militar y lugar habitado», respectivamente.
Si aceptamos la teoría de un cambio obligado por la circunstancias del memento, aquéllas serían, más bíen, la caída del Reino de Granada en ese mismo año de 1492. En caso contrario, la permuta se haría sin otra intencionalidad que las guiadas per cuestiones puramente «sonoras o de mayor sentido localista», en busca de un topónimo con referencias a la vegetación y morfología del terreno que brindó su nombre a esta encrucijada de caminos: Valle Verde.
En cualquier caso, la mencionada donación alentó la llegada de nuevos pobladores. En 1489, el «lugar de Valverde del Camino contaba con 60 «vecinos», y en 1528, con 117, unos 410 habitantes (Ponsot, P., 1986). Este aumento se vio favorecido por el arribo de naturales de Niebla tras el saqueo de la villa por las tropas de Fernando el Católico en 1508 (Care, R., 1634).
Ante el incremento demográfico y la necesidad de ampliar las bases del sustento, los valverdeños entablarían una enérgica lucha, a veces cansina pero nunca resignada, para reclamar y hacer efectivo sus derechos de comunidad de pastos y demás aprovechamientos en los baldíos de Niebla, como «arrabal» o vecinos «extramuros» de la misma ciudad condal.
Este litigio, conocido popularmente como el Pleito de los Baldíos, que abordaremos en profundidad en un epígrafe especial, se prolongaría hasta nuestros días.
Por aquellas fechas, las actividades económicas desarrolladas por la población se basaban en la caza, la extracción de corcho, la apicultura, la recolección de frutos silvestres y una agricultura marginal de subsistencia y subsidiaria de la ganadería, en unas ingratas tierras de escasa vocación agrícola. Pero el tesón de unos hombres entregados al trabajo en el campo, expresión de la voluntad de superación y prosperidad de la aldea, tendría su reflejo en la decisión de las autoridades eclesiásticas de construir una iglesia parroquial con las dimensiones de las de Nuestra Señora del Reposo. Ampliada en 1760 con capillas laterales barrocas, se iniciaron las obras a partir de la segunda mitad del siglo XV, según se desprende de las aportaciones realizadas por los feligreses para su edificación (A.FN.VC., 1564-1605; Leg. 1).
Los enfrentamientos con las «justicias» de Niebla, a causa de la utilización conjunta de las tierras comunales, iban marcando el ritmo de la atareada vida de los valverdeños en los comienzos del siglo XVII, aumentándose las detenciones y los embargos de aperos y ganado. En 1631, en un intento por mejorar la situación socioeconómica, se solicita la exención de jurisdicción mediante el pago de 14.000 ducados, pero Niebla ofrece 18.000 y queda desestimada la demanda de los peticionarios (A.M.VC., 1959; Leg. 357). No obstante, la relativa importancia adquirida por el «lugar» de Valverde, con 473 «vecinos», unos 1.655 habitantes en 1642, no pasaría inadvertida al Duque de Medina Sidonia, eligiéndola de entre las muchas aldeas y villas de su señorío para dar nombre a un curioso marquesado. En 1640, con un solo heredero, el duque se ve obligado a garantizar la sucesión de la casa y contrae segundas nupcias con doña Juana Fernández de Córdoba. Sus futuros suegros, los duques de Feria, le exigen la fundación de un mayorazgo para el mayor de los hijos nacido de la unión, «pues sólo la muerte del primogénito haría caer en su descendencia la casa principal». Años más tarde el título cayó en desuso y sus bienes fueron reintegrados en el mayorazgo originario. Actualmente ha sido rehabilitado y don Salvador Ferrandis Alvarez de Toledo es el tercer marqués de Valverde (Arroyo Navarro, F., 1989).
En los albores del siglo XVIII, el medio de subsistencia de la población residía en el «comercio, labor del campo, crianza de ganados, miel y cera» (Arroyo Navarro, F., 1989; 85). Efectivamente, a causa de la Guerra de Secesión portuguesa, el ganado fue el principal botín obtenido por el saqueo lusitano en octubre de 1655 (Núñez Roldán, F., 1985).
Después de un siglo de continuas denuncias, alegaciones, «agravios y vejaciones» de las autoridades de Niebla, en 1718 Valverde reitera sus aspiraciones de acceder a la jurisdicción propia, iniciándose el pleito de exención de villazgo. Un año más tarde, para sufragar parte de los gastos, se crea un «Fondo de Contribuciones Voluntarias», iniciativa por la «que están ausente la mayor parte de los capitulares de este Concejo de Balberde por hallarse reos en Granada» (Rico Pérez, A., 1982; 7).
Finalmente, con el consentimiento del Duque de Medina Sidonia y previo pago de 8.500 ducados, el rey Felipe V, mediante real cédula de 26 de marzo de 1732, saca y libra «a vos el dicho lugar de Valverde del Camino, de la Jurisdizión de la mencionada villa de Niebla, y os hago villa de por si y sobre si (...) y quedando, como han de quedar, los pastos y aprovechamientos comunes en la forma que lo han estado hasta aquí (...) excepto en lo que se oponga a las executorias o justos titulos que, como va referido, tubiéredes conseguido y ganado a buestro fabor», es decir, reales provisiones, resoluciones del Duque y sentencias de la Chancillería de Granada, entre otras, confirmando la participación de Valverde en la propiedad comunal de los Baldíos de Niebla (A.MM.C., 1959; Leg. 357).
En la diligencia o prontitud de este proceso para la con-secución del privilegio de villa, Valverde contaría con la ines timable «ayuda» de sus ilustres hijos don Rodrigo Caballero Llanes y su sobrino, don Pedro Castilla Caballero, que tras un largo recorrido por distintos cargos públicos, desempeñaron importantes puestos en la administración. El primero de ellos fue nombrado intendente general de los Cuatro Reinos de Andalucía y asistente de la Ciudad de Sevilla y, el segundo, miembro del Real y Supremo Consejo de Castilla, en septiembre de 1751 (Rico Pérez, A., 1990).
El pleito de los baldíos, título que responde a uno de los litigios más antiguos y duraderos en la historia de la conformación municipal de los distintos pueblos onubenses. Para el estudio de este tema, Valverde cuenta con un exhaustivo trabajo de investigación realizado por un hijo de la villa, D. Diego Romero Pérez. A él nos remitiremos en adelante para sintetizar buena parte de este proceso, que comenzó a mediados del siglo XIV y terminó en 1965.
Desde las primeras noticias de la existencia del «lugar» de Facanías, el Pleito de los Baldíos ha actuado de hilo conductor en las relaciones entre Niebla y lo que más tarde sería Valverde del Camino.
Este prolongado conflicto tiene su origen más remoto en la necesidad de atraer población a un territorio «deshabitado» tras la caída del reino taifa de Niebla en 1262. Para incentivar la repoblación se conceden una serie de prerrogativas reales a todos los vecinos que se asienten en las tierras conquistadas. Esta genérica resolución traería múltiples conflictos de intereses entre la cabecera administrativa, Niebla, y las numerosas aldeas que el mismo proceso repoblador iba generando. La creación de las aldeas trajo consigo «la concesión de tierras baldías o dehesas para pastos a los vecinos, to que implica de alguna manera una ordenación jurídica, en tanto en cuanto se organiza la comunidad concejil y sus recursos» (Núñez Rol-dán, F., 1987; 53).
El paulatino crecimiento demográfico con el reforzamiento de la nueva población provocó un mayor interés por el terrazgo para asegurar la subsistencia. En la relación población-recursos reside la causa de la lucha mantenida entre la aldea y la villa. Así, la ampliación de la Dehesa Boyal o el disfrute, real y efectivo, de la propiedad comunal de los baldíos, era una acuciante y natural exigencia de Valverde, y una constante negación de Niebla. En el «forcejeo» judicial entre ambas, las sentencias caían a favor de la primera, puesto que todos eran vecinos de la misma villa y con los mismos derechos de labrar, pastar el ganado, construir casas y otros aprovechamientos sobre los montes. Estos derechos seguían vigentes incluso después de acceder Valverde al privilegio de villazgo, ya que, como queda recogido en la carta de exención de jurisdicción, Niebla los reconoce y, respeta las anteriores resoluciones tanto de los duques de Medina Sidonia como de los propios reyes.
A partir de esa confirmación realizada en 1732, Valverde se ve obligado a defender el mismo asunto en numerosas ocasiones, consiguiendo nuevos fallos a su favor, En base a la propiedad compartida, o condominio, de este bien comunal, ni Niebla ha podido adquirir, ni Valverde perder ningún derecho sobre los baldíos.
Finalmente, en 1965, para dar salida a este largo proceso, Valverde renuncia a sus derechos históricos y Niebla le cede unas 3.000 hectáreas situadas en la margen derecha del río Tinto. La permuta se llevó a término en 1977, siendo la última reestructuración municipal de la provincia.

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