Puebla de Guzmán

ermita-santuario de Nuestra Señora de la Virgen de la Peña  - Andévalo - Huelva

Las primeras muestras prerrománicas conocidas de este territorio datan desde el primer milenio a. C. Y se localizan en una tumba, en un cerro conocido como La longuera. Pero la huella se intensifica con la llegada de los romanos. De los mismos se han encontrado vestigios, en forma de lápidas e inscripciones, en la actual ermita de la Virgen de la Peña, en un soberbio promontorio rocoso que, sin duda, fue ocupado sin discontinuidad desde muy antiguo. Esta nueva cultura conoció las entrañas del subsuelo e inició una explotación minera que dejó restos de sus labores en lo que hoy son las minas de Santa Bárbara, Herrerías y Cabeza del Pasto. La riqueza de dichas minas quedará en el olvido durante siglos, hasta mediados del XIX.

 


De la dominación musulmana hay evidencias de su paso por lápidas e inscripciones en la Peña, por lo que se supone que ésta también cobró un valor religioso unido a su peso estratégico.
Estas tierras fueron conquistadas por Castilla. Bajo el reinado de Alfonso X, a mediados del siglo XIII. Sin saberse bien los orígenes concretos, un nuevo núcleo se cimenta y se consolida en torno a la Dehesa y posterior castillo de Alfayat, construido entre 1262 y 1298, para la defensa de esta zona frente al reino de Portugal. Poco se sabe más de este caserío, de origen medieval, hasta que a finales del siglo XIV se tiene noticias de que era conocido como Alquería de Juan Pérez. Además, dentro de lo que hoy es el término municipal, también existió otro enclave medieval, la Alquería de La Vaca, al Noroeste de Puebla de Guzmán, a unos 3 kilómetros del río Chanzas, pero fue destruido, posiblemente en 1387, por las interminables guerras fronterizas.
Para el estudio de la Edad Moderna, Puebla de Guzmán cuenta con un magnífico trabajo de investigación realizado por un hijo de la villa, Francisco Núñez Roldán. Al mismo remitiremos en adelante para sintetizar buena parte de la historia de este pueblo.

Desde 1369, el nuevo Condado de Niebla y la familia de los Guzmanes obtienen por disposición real propiedades, potestad y derechos sobre el «Campo del Andévalo». La Alquería de Juan Pérez o Puebla de Guzmán se cita dentro del mismo, junto a otros lugares como Paymogo, Villanueva de Las Cruces, Cabezas Rubias, Calañas, Alosno y El Almendro.
Pero hasta 1427, los condes no tomarán posesión, haciendo efectivos sus derechos sobre esta parte de su magno señorío. En 1445, don Juan de Guzmán, conde de Niebla, concedió a dicha Alquería, como a otras poblaciones de su señorío, franquicias y exenciones fiscales para incrementar la repoblación, dado que al ser un territorio fronterizo se hallaba casi despoblado.
El 3 de febrero de 1481 aparece documentalmente por primera vez el nombre de Puebla de Guzmán.
Ello parece deberse a un cambio de toponimia dado por Enrique de Guzmán, el Duque de Medina Sidonia (Martín González, J.. 1989).Aquella política de los Guzmanes favoreció, sin duda. la repoblación y el crecimiento económico: se roturaron bosques y la población de este lugar creció moderada, pero constantemente, desde finales del siglo XV. La siguiente centuria fue especialmente próspera: y prueba de ello es que se pasa de una población de 241 «vecinos» en el padrón de 1503 a 428 en el censo de 1591.
Este crecimiento demográfico se prolonga durante la primera mitad del XVII. Así, un informe de la Corona de 1621 establece una población de 650 «vecinos», que desciende a 542 en 1642. En estos momentos sobreviene un período de grave crisis a causa de las guerras iniciadas por una Portugal que luchaba por separarse del Estado. Para los pueblos del «Campo del Andévalo» tiene su fase más calamitosa entre 1666-1675. En concreto, en enero de 1666, las tropas portuguesas entran en Puebla de Guzmán provocando una elevada mortandad, saqueos y debilitando la economía local.
Si bien la guerra terminaría en 1668, sus consecuencias se prolongarán algo más. Un acta capitular del Archivo Municipal de 1673, estudiado por Núñez Roldán, muestra que el Cabildo, con motivo del repartimiento del servicio de milicias de esos años, se lamenta diciendo que «[...] esta villa se halla muy aniquilida de vecinos, casas y caudales porque el rebelde portugués la saqueó y por un castillo que se fabricó [...] y se derribaron más de ciento veinte casas [...] y los vecinos que las habitaban se fueron a morar y a vivir a otras villas».
De esta manera, buena parte de las energías puebleñas se dirigieron a la defensa y a la construcción de un castillo que, de otro modo, en el caso de haber paz, se hubieran dirigido hacia el trabajo de los campos. El censo de 1672 arroja una población de sólo 408 «vecinos», unos 2.000 habitantes.
Se pasa otra vez la crisis, la productividad agrícola aumenta, retornan personas huidas y la población empieza a recuperarse. Pero este nuevo ciclo expansivo se rompe en la primera década del siglo XVIII en otro enfrentamiento que debilitará al conjunto del país y en el que también será protagonista Portugal; nos referimos a la Guerra de Sucesión. Vuelven a repetirse los saqueos en este pueblo en 1704 y 1708.
El año de 1796 se convierte en una fecha significativa para la historia de este pueblo: Carlos IV concede a Puebla de Guzmán el título de villazgo, desenvolviéndose desde entonces como núcleo independiente. Se ponía fin a una larga lucha de pleitos y disputas jurisdiccionales entre esta población y una decadente capital condal: Niebla.
A principios del siglo XX la situación no había cambiado mucho, a excepción de las explotaciones mineras. Puebla de Gúzmán producía «trigo, cebada, avena, altramuces y bellotas; cría de ganado lanar, cabrío y de cerda. Existían minas de manganeso y de plomo; industrias de salazón de jamones y de fábrica de harinas y calzado [...]. La explotación de las minas por empresas extranjeras y la cesación del comercio con las antiguas colonias y con Portugal han empobrecido a esta población, antes de mayor importancia» (Espasa, 1916).
La riqueza minera se explota de nuevo a finales del siglo XIX, y a principios del siguiente alcanza su máximo esplendor, aunque siempre se complementará con las actividades agropecuarias. Las ricas vetas de manganeso, cobre y pirita permitieron el trabajo en numerosas minas y el nacimiento de nuevos poblados mineros; Minas de Herrerías. Cabeza del Pasto y Mina del Toro, estos dos últimos ya desaparecidos. Del devenir histórico de esta actividad y de Minas de Herrerías nos ocuparemos en un epígrafe especial de este estudio.
Un hecho relevante para la historia de este pueblo fue la proclamación de la II República, efectuada de forma espontánea el 15 de diciembre de 1930, unos meses antes de la realizada a nivel nacional. Buena parte de los vecinos, en un clima revolucionario y fruto de inciertos rumores, se alzaron en armas. El conflicto civil duró el tiempo de confirmarse que la capital onubense estaba en calma. El resultado fue la represión para un grupo de 40 personas, y otras tantas lograron huir de La Puebla.
Entre el patrimonio histórico de Puebla de Guzmán destaca la iglesia parroquial de Santa Cruz, de principios del siglo XVI, de tradición mudéjar, y que se levanta sobre los antiguos cimientos del castillo fortaleza de Alfayat, de cuyo recuerdo hoy sólo queda parte del torreón. Se localiza sobre una colina desde la cual se pueden apreciar hermosas vistas del pueblo. En sus inmediaciones está el convento e iglesia de María Auxiliadora, del siglo XV. Fuera del pueblo, tenemos la ermita-santuario de Nuestra Señora de la Virgen de la Peña, lugar de peregrinación de los poleños y de otros muchos onubenses; y que debió de construirse en el siglo XV, aunque con posteriores reformas, sobre los restos de una pequeña fortaleza musulmana.
También destacan, afortunadamente bien conservadas, algunas típicas casonas, buenas muestras de arquitectura popular entre los siglos XVI y XVIII, como son la Casa de Manolo Evaristo, La Isabelita, la Casa Grande, la Casa de la Hermandad de los Labradores y la Casa-Palacio de los Guzmanes; en ellas se combinan reminiscencias mudéjares y estilos popular-andaluz y barroco. Sin embargo, el planea-miento urbano actual no contempla su protección, por lo que peligra su conservación integral.
Por último, sobresale la existencia todavía de siete molinos de viento, en deficiente estado de conservación, situados en lo alto de pequeños riscos cercanos al pueblo, y los restos de otros tantos molinos harineros en algunos cursos de agua. Todos ellos son mudos testigos de la historia de Puebla de Guzmán, por lo que merecen ser restaurados y protegidos.
En este contexto territorial podemos destacar como principales unidades paisajísticas, en donde se combinan aspectos físicos y humanos.
Para los poleños, la mayor seña de identidad es la romería de la Virgen de la Peña, cuyo fervor religioso y festivo conquista a todo el Andévalo y a buena parte de la provincia.

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