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Los Presidentes: Vicente Fox

Se convirtió en el primer mandatario no priísta en más de 70 años. Su labor estuvo muy lejos de ser la más saludable, pero tampoco fue el peor presidente de la historia, como afirman sus críticos, enfermos de amnesia

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ABRIL, 2008. La historia del primer presidente post priísta puede resumirse en la de una persona exitosa que tuvo ante sí algo que resultó más grande que sus capacidades. Un graduado en Administración de Empresas, también fue el primer mandatario egresado de una institución privada. En muchos sentidos decepcionó a quienes habían votado por él pero también marcó varios hechos inusitados, entre ellos una libertad de expresión casi total donde, sin embargo, se careció de buenos negociadores con las otras fuerzas, hecho que terminó por detener, casi en su totalidad, a la actividad productiva de México.

Hijo de un ganadero y de una mujer de origen español, Vicente Fox Quezada se distinguió desde el principio por su actitud inclinada a salirse con la suya. Era de alta estatura, dicharachero, y aficionado a pasar largas temporadas en el campo. Eran tiempos en que la política la parecía algo exótico de manera que optó por estudiar una carrera que le permitiera entrar al sector privado. A mediados de los setenta se empleó en la Coca-Cola, una de las multinacionales más importantes de México y donde rápidamente escaló posiciones hasta convertirse en gerente general. Al ocurrir la devaluación de 1976 el joven Fox perdió buena parte de sus ahorros pero decidió, como dijo en una ocasión, "crecerse ante el castigo que el priísmo nos había propinado".

La aparición de Manuel Maquío Clouthier cambió la vida de Vicente Fox. Para entonces ya había ocurrido otra devaluación, la de 1982, y que terminó por hundir a la clase media mexicana. Tras la muerte de Maquío, Fox ya tenía como meta ser parte de la estructura que pondría fin a la hegemonía priísta. Se afilió oficialmente al PAN y en otra carrera ascendente, fue postulado como candidato a la gubernatura de Guanajuato (al final las elecciones fueron impugnadas y quedó el panista Carlos Medina Plascencia. Para entonces ese partido ya había conquistado cuatro gubernaturas, algo impensable apenas un lustro antes).

Fox abandonó la actividad empresarial para adentrarse por entero a la política. Ganó una diputación federal con lo que visitó por primera vez el Congreso de la Unión. Durante esos tres años se distinguió por interrumpir las alocuciones de los otros legisladores, de ponerse orejas de burro y de emplear un lenguaje coloquial. Y si bien ya desde entonces tenía aspiraciones mayores, la Constitución lo impedía pues en ese momento todo candidato debía ser hijo de mexicanos nacidos a su vez en México. Cuando el artículo fue modificado, Vicente Fox prácticamente inició su carrera hacia la máxima magistratura.

Las botas que hunden al Pritánic

Con la debacle económica de 1994 el PRI sufrió un golpe letal por lo que su hegemonía comenzaba a erosionarse. Dos años después perdió la mayoría en la Cámara de Diputados --la mantuvo en la de Senadores--, con el afortunado añadido para el PAN de que el presidente Zedillo tenía más afinidad ideológica con ellos que con su propio partido. El neopanismo representado por Fox aprovechó la coyuntura y terminó imponiéndose a la línea tradicional del blanquiazul, de modo que para 1999 era un hecho que el guanajuatense sería el candidato de ese partido para la Presidencia de la República.

La primera sorpresa el día de las elecciones se dio cuando, a menos de dos horas de cerrarse las casillas, el IFE daba una victoria irreversible a Vicente Fox y que los contrincantes aceptaron a las pocas horas. Lo increíble, algo que se suponía jamás iba a ocurrir en México, se había dado: el PRI perdía su primera elección presidencial desde 1929. Y si bien hubo una advertencia de los sindicatos oficialistas de que impedirían que "la derecha" asumiera el poder ("aun si gana bien", dijo el extinto líder cetemista Leonardo "La Güera" Rodríguez), el presidente Zedillo se adelantó y reconoció como ganador a Fox en red nacional, con lo que toda posible rebelión quedó desactivada.

En los días siguientes el mandatario electo realizó una gira nacional. En la Macroplaza de Monterrey reunió a 30 mil personas y en Guadalajara hizo otro tanto. Pero para entonces muchas esperanzas puestas en Fox habían perdido la dimensión pues se pensaba que haría una cacería de corruptos, realizaría recortes en las principales oficinas públicas, depuraría los cuerpos policiacos y pondría a México en el primer mundo. Es decir, las mismas esperanzas que hubo con Zedillo, Salinas, De la Madrid y López Portillo. Con todo, el foxismo ya había acumulado una fuerza formidable que, desafortunadamente, el flamante mandatario no supo aprovechar.

Uno de esos errores consistió en "pedir perdón" a domicilio a los ex candidatos Labastida del PRI y Cárdenas del PRD. "Acepto sus disculpas aunque no creo que fuera necesario... se trató de una contienda política y no personal", dijo éste último. Asimismo, el discurso beligerante fue bajando de tono para dar paso a un tono conciliador que sus enemigos políticos interpretaron como lo que era el verdadero Fox, esto es, alguien que podía ser vulnerado a la hora de querer amarrar acuerdos.

Las malas decisiones surgieron desde el principio. Una de las más desafortunadas fue la designación del ex consejero del IFE Santiago Creel como secretario de Gobernación. Su debilidad quedó manifiesta cuando un grupo de campesinos con machetes impidió la construcción del nuevo aeropuerto de la capital en San Miguel Atenco; con todo, lo mantuvo buena parte del sexenio. Otro error de cálculo fue casarse, ya como presidente, con Martha Sahagún, también divorciada. La "pareja presidencial" fue objeto de mofa casi desde el principio, algo que contrastaba con los años del priísmo cuando el primer mandatario nunca era criticado en los medios.

La relación con Estados Unidos, que se esperaba se fortalecería con un gobierno panista, se deterioró sin remedio tras los atentados del 11 de septiembre. El presidente George W. Bush nunca vio muy bien al presidente mexicano pero terminó por detestarlo cuando el gobierno foxista, a diferencia de Canadá, los países de la Comunidad Europea y aun Libia que izaron sus banderas a media asta por respeto a las víctimas, mantuvo la insignia en los alto en su embajada en Washington, aparte de haber expresado sus condolencias hasta cuatro días después.

La Casa Blanca reaccionó indignada: "México es un socio comercial y se supone que es un país amigo... ni siquiera nuestros enemigos se mantuvieron tan insensibles ante esta tragedia", refirió un alto funcionario del presidente Bush quien, como consecuencia, mandó al rincón de las recuerdos la reforma migratoria exigida por Fox y de paso, según el periodista Andrés Oppenheimer, tardaba hasta cinco días en regresarle una llamada.

El segundo enojo de Bush se dio cuando Fox se abstuvo de apoyar la invasión a Irak, una decisión prudente pues de hacerlo seguramente los grupos radicales habrían causado destrozos en la capital y otras ciudades. Pero la represalia llegó casi de inmediato cuando el Servicio de inmigración aumentó el costo para la solicitud de visa y aumentó los trámites para obtenerla de modo que se hizo más fácil aprobar un examen profesional. (En contraste, Honduras y El Salvador, que sí la apoyaron, vieron una notable reducción de los trámites en sus consulados).

Las negociaciones en el Congreso tampoco avanzaron y, para colmo, el PAN perdió legisladores al renovarse el Congreso en el 2003, lo cual significaba, para todo fin práctico, que el sexenio foxista estaba liquidado. A ello se sumaron dos asuntos más. Primero, los hijos de Martha Sahagún mostraron un especial apetito por el lujo y los fastos excesivos, algo que la prensa machacó con todo para desprestigiar al gobierno. El segundo, y que estuvo a punto de evitar que el panismo siguiera en el poder fue la campaña contra el jefe de Gobierno Andrés López Obrador.

El tabasqueño, que derrotó por un margen muy corto a Santiago Creel para ese puesto, había creado una exitosa estrategia mediática como, por ejemplo, poner la agenda del día con sus conferencias a las 7 de la mañana. La relación con Fox, respetuosa y diplomática al principio, terminó convertida en un pleito personal. El presidentee, que ya no ocultaba su rencor hacia el Congreso, incluyó en su lista a López Obrador y se propuso destituirlo a raíz de una acusación donde se afirmaba que el jefe de Gobierno había autorizado la venta ilegal de un predio tras lo cual inició un proceso de desafuero.

López Obrador se asumió como víctima y alegaba que se trataba de "un complot" de la derecha para quitarlo de la contienda presidencial. Asimismo, la prensa internacional hizo eco de ello y lo convirtió en mártir. Al interior del país López Obrador también comenzó a ser más popular.

Recta final en botas

Además de la irritación que el presidente provocó en Estados Unidos por lo del 11 de septiembre, también dijo, en referencia a los migrantes mexicanos, que ellos "hacían trabajos que ni los negros querían hacer", declaración que molestó a la comunidad afroamericana y de la cual el reverendo Jesse Jackson fue invitado a Los Pinos, con todos los gastos pagados por el gobierno mexicano, para recibir en persona las disculpas del mandatario.

La relación con Cuba también se agrió pues Jorge Castañeda, secretario de Relaciones Exteriores y antiguo militante de la izquierda, había escrito una biografía del Che Guevara donde no quedaba bien parado. Por otro lado, la comunidad cubana en Miami censuró que Fox no hubiera también visitado a la disidencia en la isla. Para colmo, el presidente cayó redondo cuando Fidel Castro dio a conocer una conversación grabada poco antes de la Cumbre Iberoamericana celebrada en Monterrey donde éste le advertía "comes y te vas" pues el gobierno norteamericano no quería que ocurriera un encuentro, aun casual, con George W. Bush. La relación quedó a centímetros del rompimiento.

Hubo más metidas de pata, como cuando la cadena Telemundo transmitió una entrevista off the record donde Fox expresaba en su habitual tono informal "ya sólo estoy esperando que termine el sexenio para dejar todo esto".

Y si bien en ese sexenio la situación no empeoró, sí quedó estancada ante la nula capacidad de negociaciones con las fuerzas de oposición. Con el fin de atraerlas --y porque López Obrador ya comenzaba a tener simpatías incluso en el norte, territorio generalmente hostil para el PRD-- se detuvo el proceso de desafuero, pero ya era tarde. Si las encuestas realizadas en el primer semestre de su gobierno dieron a Vicente Fox un índice de simpatías del 72 por ciento, pera fines del 2005 lo ubicaban en un 35 por ciento.

Curiosamente, la popularidad de su esposa Martha Sahagún siguió alta, tanto así que era considerada para contender por la presidencia, algo que sin duda ella llegó a creer pero tuvo que anunciar públicamente que no tenía esa intención ante el peligro de una escisión en el PAN que simplemente no la soportaba; "al terminar la gestión de mi marido ambos regresaremos al rancho y a la vida privada", comentó.

Increíblemente, Fox aún consideraba al ineficiente Santiago Creel como digno sucesor suyo en Los Pinos. Sin embargo, al interior del PAN se veía que el neopanismo no había resultado como se esperaba, por lo cual no sorprendió que en la Convención Nacional de ese partido el ex secretario de Energía Felipe Calderón ganara con amplia ventaja sobre sus contrincantes. Calderón no pertenecía al clan foxista y por ello no apoyó su candidatura pero tuvo que hacerlo frente a la creciente popularidad de López Obrador, a quien muchos analistas ya daban como próximo presidente de México.

Pero a la distancia, el sexenio de Vicente Fox no quedó marcado, como los anteriores, por la rapiña, los fraudes, años de Hidalgo y las devaluaciones catastróficas. Uno de los pocos aciertos habidos en su gabinete fue el de tener en Francisco Gil Díaz, quien había sido subsecretario en esa misma dependencia en el sexenio de Carlos Salinas. Fox le brindó total independencia para manejar las finanzas, aspecto que sirvió para mantener a flote la cuenta pública, no precisamente sanas pero por lo menos maniobrables pues gran parte del desastre y gastos comprometidos procedían de la herencia priísta. Por otra parte, la transición de un gobierno a otro ocurrió sin más incidentes financieros, algo que sucedía casi de milagro.

El gran fallo de Fox, pues, estaba en su poca pericia política para interpretar los mensajes y aun su ingenuidad, como ocurrió con Fidel Castro. Se trató de un sexenio de desilusiones y pocos resultados, pero lejos de haber sido "el peor" como quieren hacer creer a la opinión pública muchos perredistas y no pocos priístas. El sexenio demostró además que las botas y el carácter dicharachero no bastan para hacer una buena labor de gobierno.

Próximo: Los Dictadores: Augusto Pinochet

Condensado de Presidentes de aquí, de allá y que ya no están aquí, libro ensayo de Oscar Fernández, 2005. Copyright en trámite.

 

 

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2 comentarios

laura_gomez escribe 23.04.08

Uno de los logros de Vicente Fox que rara vez se le reconocen es haber desactivado el conflicto en Chiapas cuando autorizó que Marcos visitara el D.F. donde seguramente esperaba que se le recibiera como el salvador de la patria pero sólo lo recibieron alrededor de 15 cuates con eso Marcos quedó exhibido como lo que es, alguien que perseguía objetivos políticos donde los indigenas eran solo el pretexto. Igual que sucede hoy con López Obrador y el bloqueo al Congreso

serg_fernan86 escribe 20.04.08

Yo soy de los que siguen pensando que Vicente Fox fue buen presidente al que el Congreso (¡otra vez el Congreso!) no lo djeó hacer nada. Si el suyo fue un sexenio mediocre es una responsabilidad compartida con los diputados bobalicones con los que tuvo que lidiar y que le retacharon casi toda sus iniciativas.

 

 

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