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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Internacional/Los Presidentes

 

 

El ultrapopulista Alan García


El quehacer de este político por poco y termina de hundir a un país que muchos pensaban ya no podía empeorar. El desastre de su gobierno populista es algo que el Perú,  desafortunadamente, parece haber olvidado

MARZO, 2006. Como en buena parte del mundo, los jóvenes peruanos han mostrado enorme apatía hacia la participación política. Pero en las elecciones presidenciales de 1985 una cuarta parte de los votos de personas menores de 30 años llevaron al poder a un político de 36 que poseía un carisma arrollador y encendida retórica. 

Su carácter jovial sedujo a esos jóvenes desilusionados que habían crecido durante la dictadura de Juan Velasco Alvarado, un militar "progresista" que hundió a la economía peruana durante los años setenta y que llegó a extremos ridículos que incluyeron el declarar a Papá Noel "enemigo de la patria". Para colmo, poco después de terminada la dictadura surgió Sendero Luminoso, grupo de izquierda ultraradical. Ante tal situación era aparente que el Perú ya no podría empeorar; por ello los jóvenes se volcaron a favor de García.

El candidato pertenecía a APRA, un partido que fue derrocado mediante un golpe de Estado cuando ganó la Presidencia por primera vez. Tras haber regresado a la legalidad explotó eficientemente su rol de víctima. Integrado en su mayoría por jóvenes idealistas graduados en universidades europeas y norteamericanas, García era uno de sus más notables miembros. Hijo de un matrimonio de burócratas clasemedieros de Lima, el futuro mandatario aprovechó las becas que la dictadura velasquista ofrecía a los "jóvenes creadores" y con ello se costeó sus estudios de Economía en La Sorbona de París. Su tesis, con fuerte olor keynesiano, establecía como clave del avance regional el suspender el pago de la deuda externa y emplear esos recursos para impulsar el desarrollo interno.

García también era un bohemio, le gustaba interpretar a autores latinoamericanos y tenía buena voz para las canciones con mariachi. Después de graduarse permaneció algunos años en Europa, y cuando cayó la dictadura --que le había cubierto buena parte de sus estudios-- García regresó a su país. Tenía un poder de persuasión increíble, según afirman quienes platicaron con él. Uno de ellos dijo, "era capaz de convencerte de que la tierra era plana aun si estuvieras convencido de lo contrario".

Aparte de admirar a Keynes, García tenía plena fe en la "Teoría de la Dependencia" desarrollada por el ex presidente brasileño Henrique Cardozo y que establece, entre otras cosas, que los grandes centros capitalistas determinan que los países periféricos sirvan para surtirlos de materia prima sin permitirles desarrollar su potencial. Para romper este esquema, esta teoría propone romper el "círculo vicioso" con puntos como el suspender el pago de la "esclavizante" deuda externa. Aparentemente, García estaba convencido de que ese era el primer paso para que América Latina comenzara a desarrollarse.

De tal manera, García no tuvo problema con sus adversarios para vencerlos en las elecciones, tanto así que se llevó un aplastante 65 por ciento de los votos; irónicamente, era una cifra parecida a la que había llevado a la Presidencia a Fernando Balaúnde Terry, depuesto durante el golpe de Estado del general Velasco en 1968.

                                        La pesadilla

El primer decreto de García (el APRA también obtuvo mayoría en el Congreso y el Senado) fue anunciar la sustitución del peso por el inti con lo cual súbitamente miles de ahorradores se quedaron a total merced del Estado peruano, máxime porque la nueva moneda estaba, desde el principio, sobrevaluada; si el peso era débil, el inti terminó por enviarlo a la lona. El siguiente paso fue crear una ley que ponía en la "lista negra" de publicidad oficial a los medios críticos; ante ello y para seguir recibiendo publicidad oficial, tendrían que abstenerse de hablar desfavorablemente de García. Así, revistas como Caretas recibieron un trato "frío" por parte del gobierno mientras otros medios, como El Comercio, obtuvieron abiertos subsidios y publicidad a carretonadas.

Todas estas medidas le acarrearon inusitada publicidad a García pues la propaganda del APRA ubicaba a los directores de periódicos y revistas como miembros de la "oligarquía", los que habían explotado "el hambre del pueblo peruano" y, en consecuencia, estaban saboteando la "revolución popular". Quedaba claro que los siguientes "explotadores" en la lista eran los concesionarios de la radio y TV, sin que jamás los medios sumisos a García mencionaran que éstos habían sido expropiados por la dictadura enviándolos a la ruina financiera y ética.

Alan García cometió una monumental pifia de cálculo que debió haber cuestionado el que le hayan dado su título de economista.

 

El siguiente paso fue la panacea para Alan García: decretar la moratoria de pafo de la deuda externa al FMI. En un discurso pronunciado en 1985 en medio de atronadores aplausos de los congresistas (cuyas manos debieron haber quedado coloradas) García dijo: "El pago al servicio de la deuda externa no cederá el 10 por ciento del total de nuestras exportaciones" y finalizó con un rotundo "háganle como quieran" hacia el FMI. Al día siguiente y ya totalmente amordazada, la prensa peruana manejó el decreto, según un encabezado, "como un atco patriótico similar al del Libertador José de San Martín", entre otras declaraciones ominosas.

García y sus asesores quizá esperaban que en el Fondo Monetario Internacional sus funcionarios temblaran, horrorizados, ante lo expuesto por el presidente peruano, o que los demás países del área lo secundaran, Pero no pasó lo uno ni lo otro. El FMI guardó discreto silencio; solamente Nicaragua, gobernada por los sandinistas, apuntó que "se hermanaba" con la decisión, pero nada más mientras que ni siquiera Cuba hizo lo mismo. Y es que García cometió una monumental pifia de cálculo que debió haber cuestionado el que le hayan dado su título de economista.

Por principio, para decretar una suspensión de pagos se requería de una planta productiva estable, una política de exportaciones fuerte y, por supuesto, reservas internas, todo de lo cual carecía el Perú, de modo que la estupidez de la medida de García no tardó en aflorar. La mayoría de los países del área han financiado sus burocracias y proyectos faraónicos mediante los créditos foráneos de modo que, al verse privado de éstos, el gobierno aprista comenzó a imprimir billetes sin respaldo lo cual dio como resultado que, de 1987 a 1989, los precios en el país aumentaran un 3,400 por ciento.

Para mediados de ese año, por cierto, el gobierno ya había roto con todos los sectores productivos de modo que la propaganda aprista lanzó una campaña contra los "hambreadores" que "subían los precios a su antojo mientras se enriquecían impunemente". Con todo, en un discurso pronunciado en febrero del 87, el presidente había felicitado a los banqueros por su patriotismo y los conminó a segvuir "las mismas causas del Perú". Los banqueros aplaudieron a García; aparentemente aún conservaba el buen juicio como para no meterse con el sistema financiero privado.

Pero la propaganda siguió adelante y, el 28 de julio de 1988, día de la Independencia, Alan García dio un discurso en red nacional donde decretaba, primero, la nacionalización de todo el sistema bancario y, segundo, de las casas de bolsa y crédito con lo cual la economía peruana pasaba a ser controlada en más del 80 por ciento por el Estado.

Con un cinismo inaudito, García culpaba a los banqueros --como lo había hecho José López Portillo años atrás-- de haber saqueado al país y de haber especulado con la pobreza de las clases bajas. Era una forma por demás artera de García por lavarse las manos pues en apenas dos años el nivel de vida llegó a su índice más bajo desde tiempos de la dictadura, algo que se pensaba imposible.

García estableció un control de cambios e impuso una paridad oficial del dólar con el inti que no servía para nada, víctima de los especuladores, lo que también trajo como consecuencia una espantosa fuga de capitales; para principios del 88 se estimaba que más de 55 mil millones de dólares habían salido del Perú, cifra mortal para un país cuya poanta productiva quedó reducida a niveles ínfimos y donde se había decretado moratoria de pagos al tiempo que los intereses seguían acumulándose.

                                        La capitulación

Pese a la crisis económica, una inflación cercana al 500 mil por ciento, cierre masivo de empresas, triplicación de la economía subterránea, hiperburocratización --el número de empleados públicos dio un salto triple en menos de dos años-- y una moneda que ya no valía nada. Alan García no aceptaba su responsabilidad y culpaba por igual a la "burguesía", al imperialismo yanqui y al FMI. Cuando realizó una visita a México, los miembros del Partido Socialista Unificado (PSUM) le dieron bienvenida de héroe y le festejaron que fuera a Garibaldi a cantar con mariachi. Pero todo ese discurso era ya una pantalla engaña idiotas útiles: el gobierno de García había reanudado sus pláticas con el FMI. Para 1989 el Perú se ponía de nuevo al corriente en sus pagos de la deuda externa.

Sin embargo las simpatías de la izquierda continental comenzaron a desmoronarse cuando salieron a luz las torturas que había ordenado contra los miembros de Sendero Luminoso en las cárceles peruanas, e incluso se publicó que había estado presente en algunas de ellas. Ya para entonces el régimen de García estaba políticamente en coma y sólo se esperaba que transcurrieran los meses para entregar el poder.

Todo aquello trajo consigo el despertar de la clase media peruana (o lo que quedaba de ella) harta de los generales y políticos irresponsables. El novelista Mario Vargas Llosa escribió un artículo en la prensa que, insospechadamente, se convirtió en manifiesto y aunque al principio recalcaba que "la política yo se la dejo a los políticos", Vargas Llosa terminó como candidato presidencial del Frente Democrático (Fredemo), una fuerza opositora donde había empresarios, artistas, industriales y una clase media que, hasta entonces, estaba al margen de la política.

También se postuló un ingeniero de origen japonés quien de manera sorpredente se convirtió, en cuestión de meses, en fuerte rival de Vargas Llosa gracias a un discurso lleno de promesas y soluciones cuasimágicas. Por esos meses una comisión investiagdora comenzó a indagar sobre el origen de la fortuna de García y sus familiares pero el ex presidente fue avisado a tiempo y huyó, primero a Miami y luego a Colombia, donde permaneció desterrado )o prófugo de la justicia) hasta que terminó el gobierno de Alberto Fujimori.

Sus abogados pudieron echar atrás una solicitud de arresto del gobierno peruano en cuanto García pisara el territorio y luego resultó que muchos de sus presuntos delitos ya habían proscrito lo cual nuevamente lo habilitaba para contender por la presidencia, que finalmente perdió contra Alejandro Toledo aunque obtuvo el 32 por cuento de los votos, cantidad que nos habla enormidades respecto a la terrible desorientación que sufren no sólo los peruanos sino los latinoamericanos en general. Lo peor es que, con nuevos comicios presidenciales en puerta, García vuelve a perfilarse como fuerte contendiente.

 

Condensado de Presidentes de aquí, de allá y que ya no están aquí, libro ensayo de Oscar Fernández, 2005. Copyright en trámite.

 

 

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