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Los presidentes: Carlos Salinas

Sus primeras medidas fueron sorprendentes e inéditas pero su último año fue desastroso pues conspiraron contra su gobierno factores internos, externos,  su propia familia y, en especial, él mismo

DICIEMBRE, 2007. Cuando Carlos Salinas de Gortari era un adolescente recorrió Europa junto con su hermano Raúl y con una mochila en la espalda. En alguna parte de aquél recorrido el futuro presidente descubrió que en la vida quería ser político. Al regresar estudio Economía, materia todavía hoy considerada indispensable para entrar a ese mundo, graduándose con mención honorífica. Su padre, Raúl Salinas, había sido secretario de Industria y Comercio durante el sexenio lopezmateísta, algo que también le sirvió de inspiración, aunque a diferencia de su progenitor, Carlos tenía en mente no detenerse en un puesto burocrático, sino alcanzar el más importante de todos ellos.

Es paradójico que alguien a quien sus críticos atacaron por ser "neoliberal" hubiera estudiado en planteles públicos. En aquellos años los hijos de un secretario de Estado no contaban con guardaespaldas ni poseían autos de lujo. Los hijos de don Raúl no eran la excepción: aunque vivían en rumbos de clase media-alta, frecuentemente viajaban en autobús hasta que con ahorraron lo suficiente para adquirir autos compactos.

A principios del sexenio echeverrista el joven Salinas recibió una beca para estudiar en Harvard donde realizó una maestría, de modo que no extraña que a su regreso su tesis tuviera como tema central, aparte de desmedidas loas al Señor Presidente, las virtudes de la centralización económica y la administración exclusiva del campo por parte del sector público, además de ensalzar la figura de Lázaro Cárdenas, cuyo hijo competiría con él por la Presidencia de la República década y media después. También participó en los Juegos Panamericanos de 1972 pues le encantaba practicar el hipismo.

De gran agudeza mental y elevado coeficiente intelectual, Carlos Salinas no tuvo mayor problema en entrar a la burocracia (otra paradoja: el satanizado autor de la "venta de garage" del sector público casi siempre vivió a sueldo del gobierno) y de convertirse en líder de los "toficos", un grupo de aspirantes a la política entre quienes estaban su hermano Raúl, Hugo Andrés Araujo y Manuel Camacho, entre otros. Conforme avanzaba el sexenio de López Portillo el grupo continuó escalando puestos --y de unirse, claro, a las "juventudes priístas", canalizadas a través de un armatoste "para jóvenes" que llevaba las siglas de CREA-- hasta que llegó la crisis económica de 1982.

En ese momento los "toficos" tuvieron una escisión definitiva: unos optaron por dejar de apoyar el "modelo revolucionario", es decir, de izquierda echeverrista y otros optaron por un "remozamiento del modelo" que incluyera un adelgazamiento del Estado. En el lado del primero estaba Camacho Solís y del segundo Salinas de Gortari. Los "toficos" desaparecieron aunque ambos líderes mantuvieron su amistad y sus aspiraciones políticas.

Destape accidentado y un final avante

La misma discusión sobre "el modelo" a seguir se dio dentro del gobierno federal pues Miguel de la Madrid, el presidente sucesor empezaba a coquetear con los "Chicago Boys", encabezados por Pedro Aspe, por entonces un burócrata de mediano rango. La "corriente tradicional", o "democrática", a cargo de Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz manifestó su desacuerdo para luego se forzada a abandonar el PRI. Aquel pequeño incidente se convertiría luego en la principal fuerza que disputaría a Salinas la presidencia de la República.

El joven político fue nombrado Secretario de Programación por De la Madrid, puesto que le ofrecía un buen trampolín para brincar a la grande. El presidente lo consideraba ideal --algunos dicen que más "aventado"-- para llevar a cabo una reforma del Estado para ejecutar las reformas que sin duda afectarían a pilares del PRI. De la Madrid había disgustado al sindicato petrolero y más tarde tuvo que apechugar con su líder Joaquín Hernández Galicia. Por cierto, éste no ocultó su enojo cuando Salinas fue destapado. Otro sorprendido era el ya fallecido líder Fidel Velásquez quien posteriormente "condicionó" su apoyo al candidato, si bien ese apoyo era "institucional". Por el contrario, Hernández Galicia amenazó con pasarse "con el otro candidato".

Las elecciones se llevaron a cabo el 6 de julio de 1988. Debido a un apagón que inutilizó las computadoras que realizaban el conteo de votos, al reencenderlas resultó que la ventaja a favor del candidato Cárdenas se había revertido en lo que se conoce como la caída del sistema. Nunca se sabrá quién ganó en realidad aunque se cree que, de haber existido un conteo como el que el IFE realizó el 2006, el michoacano habría ganado por escaso margen.

La venganza contra Hernández Galicia llegó al mes de la toma de posesión cuando la residencia del líder fue allanada por miembros del ejército y la policía judicial con la acusación de poseer armas ilegales. La jugada fue maestra pues debido al desprestigio y corruptelas del sindicato petrolero casi nadie defendió a Hernández Galicia; de paso el asunto de la "ilegitimidad" de Salinas fue diluyéndose a las pocas semanas.

El sector empresarial, que suspiró aliviado con el triunfo de Salinas, vio evaporarse ese encanto cuando la Secretaría de Hacienda anunció un nuevo impuesto del 2 por ciento a los activos, obra de Pedro Aspe, el nuevo secretario de Hacienda. Los amparos en contra no prosperaron y, en cambio, se recrudecieron las prácticas para combatir la evasión fiscal, para algunos rayanas en la amedrentación. Pero debido a que figuras públicas como el técnico José Luis Menotti, el cantante Laureano Brizuela y el empresario Andrés Legarreta fueron acusados de ese delito (los dos últimos pasaron una temporada en prisión), la contribución aumentó notoriamente. Para 1993 la SHCP anunció un "aumento inédito" en la recaudación fiscal en México que permitió la reducción del IVA del 15 al 10 por ciento.

Las envidias contra el monsieur

Las medidas de Salinas fueron aumentando en audacia si tomamos en cuenta que se trataba de un sistema monolítico y autoritario que, irónicamente, le serviría de mucho para aplicas las reformas pues contaba con un Congreso sumiso y un Poder Judicial incapaz de cuestionarlo.

Una de las primeras medidas fue la reprivatización del sistema bancario, paso esencial para recobrar la confianza de los inversionistas extranjeros. Pero debido a que la ley establecía que no se podían regresar los bienes expropiados a un mismo dueño, se buscaron nuevos propietarios, entre ellos el tabasqueño Carlos Cabal Peniche y el regiomontano Fernando Lankenau, de grupo Ábaco así como Juan José Martínez, apodado El Divino, todos ellos primero ensalzados como "empresarios emprendedores" del salinismo y, luego, como una de las peores características de aquel sexenio cuando los tres fueron acusados de desfalcos y fraudes al sistema financiero.

El autor intelectual de la reprivatización bancaria fue José María Córdova Montoya, a quien Salinas llamaba "Pepe" y sus enemigos "el mesié" debido a que su español tenía fuerte acento galo. Córdoba Montoya era un hijo de españoles refugiados en Francia tras la Guerra Civil, y había conocido a Salinas durante sus días en Harvard. Cuando éste se convirtió en presidente lo invitó a vivir en México. Desde ese momento todo secretario de Estado tenía primero que vérselas con Montoya antes de pasar con al presidente. Muchos de ellos expresaron su irritación al ver el poder que había acumulado el consejero, quien carecía de carrera política. Su cercanía con Salinas había resultado en la enemistad del entonces regente del D.F. Manuel Camacho.

Los medios internacionales también entraron al juego de alabanzas hacia el salinismo, al que llamaban autor de la "salinastroika". Entre otras cosas lo llamaron "el supermán mexicano, "el hombre que cambió para siempre la faz de México" y "el presidente que metió a su país a la modernización". La mayoría de aquellos titulares eran abiertamente exagerados pero sirvieron para cimentar el prestigio salinista en buena parte del mundo.

El Tratado y la decadencia

El siguiente paso --osado, para el momento-- fue la venta de Imevisión, la cadena estatal de TV. La licitación fue ganada por Ricardo Salinas Pliego (sin relación), un empresario mueblero con nula experiencia en medios electrónicos, algo que amohinó los demás prospectos, ante lo cual el Estado justificó la decisión "dada la enorme solvencia financiera" del ganador. Por un momento se pensó que TV Azteca, la nueva televisora, constituiría una opción de entretenimiento diferente a la de Televisa aunque al final ambas terminaron compitiendo en sus contenidos, la mayoría mediocres.

Sin embargo la privatización más importante del salinismo se dio con Teléfonos de México, una paraestatal que ofrecía un servicio tan caro como pésimo de modo que los usuarios vieron de buena manera su privatización aunque pronto se toparon con alzas enormes en sus recibos pues con su venta terminó el subsidio que el Estado otorgaba a sus tarifas. La licitación fue ganada por Carlos Slim, quien poco después también incursionó con éxito en la entonces novedosa telefonía celular.

Hasta el momento el sexenio de Carlos Salinas sólo había acumulado éxitos (con la clara excepción del enorme fracaso de los atletas mexicanos en Barcelona 92, una comitiva a la cual se había financiado jugosamente, dada la afición presidencial por el deporte olímpico). El que habría de coronar su gestión sería la entrada de México al Tratado de Libre Comercio que Estados Unidos tenía con Canadá el cual finalmente fue aprobado por el Congreso norteamericano en octubre de 1993.

La buena suerte del salinismo se acabó el primer día de 1994 con la aparición del Ejército Zapatista que terminó por opacar la campaña preelectoral de Luis Donaldo Colosio, el destapado del presidente. Tampoco ayudó a que Camacho, sintiéndose traicionado, había tratado de sabotearla aun desde la Secretaría de Relaciones Exteriores, sitio que ocupaba a regañadientes. En una medida sólo explicable por la capacidad de Camacho para negociar con los grupos "progre" Salinas lo envió como mediador del conflicto, y en efecto, a los pocos meses parecía que sus gestiones habían frenado lo que amenazaba con ser una revuelta que incendiaría el sur del país.

Pero Camacho leyó una señal diferente y concluyó que esa mediación aún le permitía tener esperanzas presidenciables dado que la campaña de Colosio casi no se reflejaba en los medios. Ante la escandalera política Salinas respondió con un "no se hagan bolas, el bueno es Colosio" que poco hizo para disminuir los anhelos camachistas.

El 23 de marzo el candidato Colosio fue asesinado durante una gira por Tijuana lo cual marcaba el epílogo del sueño salinista, por más que haya quienes crean que él planeó el magnicidio molesto por el supuesto "rompimiento" de Colosio en un discurso de campaña. Aunado a aquello, la economía comenzaba a anegarse pues los millones de dólares producto de la venta de armatostes estatales no había tenido un uso adecuado y racional, consumiéndose la mayor parte de él en corruptelas y burocracia.

Con todo, las elecciones presidenciales se llevaron a cabo el 2 de julio de 1994 y donde el candidato priísta Ernesto Zedillo ganó con facilidad. Éste no pertenecía al grupo salinista, que hubiera preferido a Jaime Serra Puche, el secretario de Programación, aunque, por ser hijo de españoles, no era candidateable, de acuerdo a la Constitución entonces vigente.

Tres semanas después del Informe presidencial que resanó muy poco la endeble confianza en el sexenio fue asesinado José Francisco Ruiz Massieu, ex gobernador de Guerrero y quien se pefilaba como poderoso funcionario del próximo sexenio. Salinas encargó la investigación a Mario Ruiz Massieu, hermano de la víctima. Más tarde, y en lo que constituyó una trama surrealista, resultó ser parte quien quienes habían ordenado asesinarlo (Ruiz Massieu murió a los pocos años, aparentemente por suicidio, en Estados Unidos).

El primero de diciembre Salinas finalmente entregó el poder, ya con la mira puesta en la dirigencia de la Organización Mundial del Comercio y donde era fuerte aspirante. También The Wall Street Journal Americas lo había invitado como asesor del Consejo de Administración. El ya ex presidente se encontraba en plena campaña en Marruecos cuando se enteró del "error de diciembre" --una devaluación de casi el 300 por ciento y una hecatombe financiera que arruinó a miles de ciudadanos endeudados--, con lo cual también terminaban sus sueños de ser funcionario internacional. Lo que más lo enfureció fue ver que el nuevo gobierno lo señalaba como responsable.

Para colmo, en marzo del 95 fue arrestado su hermano Raúl por aparente malversación de fondos como director de la hoy desaparecida Conasupo. Salinas se comunicó a las televisoras, y en tono fúrico se quejó contra "el atropello" del que era víctima su familia. Sin embargo sus influencias ya no le funcionaron: aparte de convertirse en el político más odiado de México, tuvo que tragarse la humillación de ver cómo su poder había perdido su efecto tras abandonar la Presidencia.

A partir de entonces el ex mandatario se convirtió en semiparia. Primero vivió en Estados Unidos, luego en Canadá, posteriormente en Cuba y más tarde en Irlanda. Tramitó su divorcio con Cecilia Occeli y poco después se casó con Paula Girard, con quien tuvo un hijo. Años después escribió sus "Memorias" donde renegaba del "neoliberalismo" y se exculpaba, por enésima vez, de ser el responsable del "error de diciembre".

 

Condensado de Presidentes de aquí, de allá y que ya no están aquí, libro ensayo de Oscar Fernández, 2005. Copyright en trámite.

 

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© copyright, Derechos Reservados, 2007

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4 comentarios

federico_azunsolo escribe 21.12.07

Da vergüenza volver a repasar lo que fue el pelón Salinas en la historia de México y todo el mal que nos trajo su sexenio. Salinas fue un ratero vengativo que le robó la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas en el 88. Y ahora que lo pienso, Calderón también esta calvo y hay bastantes evidencias de que le robó la presidencia a AMLO. Ojalá que la historia no se repita, aunque seguramente en su página tratarán a Calderón con el mismo repseto con que lo hicieron este texto con Salinas.

davidzepmor escribe 18.12.07

Carlos Salinas pagó caro el haberse enfrentado a los intereses creados por su propio partido. Creo que fue un visionario al suscribir el Acuerdo de Libre Comercio conm Estados Unidos. Me espanta pensar dónde estaría hoy México sin un TLC. Al final le ganó la soberbia, pero considero que su primer año de gobierno fue bastante bueno.

martha_lopez76 escribe 17.12.07

Yo no entiendo cómo es que todavía se le siga dando atención a ese señor. Salinas fue tan corrupto como sus antecesores y aunque haya hecho algunas cosas buenas al final se exhibió como un ladrón que hablaba muy tranquilo y con tono paternal.. Ojalá México ya no vuelve a tener otro presidente como el pelón Salinas.

 

 

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