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Los Presidentes: Miguel de la Madrid

Entró como bombero de la crisis dejada por López Portillo y cerró con la llamada caída del sistema. Los saldos fueron grises pero le dieron al régimen doce años más de oxígeno político.

JULIO, 2006. Era un funcionario "calladito y obediente con su jefe" mientras ocupó la Secretaría de Programación y Presupuesto a la cual llegó luego de casi 25 años de pasársela en la administración pública. De hecho su "destape" o designación del presidente resultó una sorpresa para sus oponentes. Pero ahí estaba: Miguel de la Madrid Hurtado pasaría a ser el próximo presidente de la República dado que las elecciones en ese entonces eran de mero trámite.

Al darse el "dedazo", en octubre de 1981, el país estaba a punto de desmoronarse y, en efecto, en abril comenzó la debacle: el dólar "rompió" la banda de flotación de 22.50 pesos hasta 28 y luego a 40 pesos por dólar. El presidente López Portillo rechazó que fuera una devaluación ("esa palabra no", dijo) y utilizó el eufemístico término "depreciación" de modo que la moneda valía menos con el paso de las horas.

Sin embargo la situación pudo manejarse hasta julio de ese año, cuando se efectuaron las elecciones presidenciales donde De la Madrid ganó sin dificultades --su contrincante más cercano, el panista Pablo Emilio Madero, obtuvo apenas el 18.3 por ciento-- pese a los nubarrones de crisis económica.

Sin embargo a las dos semanas comenzó la catástrofe; el Banco de México se retiró del mercado con lo cual el peso brincó de los 28 a los 49 pesos en menos de 48 horas, capítulo que se agudizó en septiembre cuando el presidente López Portillo "nacionalizaba" la Banca durante su último Informe de Gobierno. El rumor decía que su sucesor no había estado de acuerdo con la medida y que al tomar posesión daría marcha atrás. Sin embargo al asumir el poder el primero de diciembre del 1982, De la Madrid declaró contundente en su discurso que "la nacionalización de la Banca es irreversible".

De la Madrid recibió una economía en ruinas, con un poder adquisitivo hecho polvo, una corrupción rampante y al borde del estallido social; de nuevo volvía a hablarse, como en 1976, de un golpe de Estado. Así pues y a modo de demostrar "mano dura" contra la corrupción --su lema de campaña era "por la renovación moral de la sociedad" cuando debería haber sido del gobierno-- el Ejecutivo consiguió la ayuda del FBI para detener a Arturo "El Negro" Durazo, amigo de la infancia de López Portillo y quien, mientras estuvo al frente de la Policía capitalina, cobijó una corrupción sin límites. (La acción se desarrolló debido a la presión de un libro sobre Durazo escrito por uno de sus guardaespaldas y que narraba, con detalles nauseabundos, lo que ocurría dentro de esa dependencia).

Simultáneamente De la Madrid envió al Congreso una iniciativa que rápido fue aprobada por mayoriteo de su partido. Sus puntos eran alarmantes pues señalaban la reparación económica del "daño moral" hacia cualquier funcionario que se sintiera agraviado por alguna publicación, esto era, su un periodista señalaba las corruptelas de equis político, éste podría exigir una indemnización "por difamación" o en caso contrario el acusado podría ir a prisión.

La prensa llamó a aquello la "ley censura" y advirtió el peligroso regreso a los tiempos que en que al legislador Belisario Domínguez le mandaron cortar la lengua por oponerse a la ilegal toma de posesión de Victoriano Huerta luego que éste mandara asesinar a Francisco I Madero. Finalmente y ante la presión de la sociedad, la "Ley Mordaza" fue "echada para atrás" pero también el discurso de "renovación moral" que, para principios del 85, estaba clínicamente muerto.

Temblores y mala suerte

Al igual que sus antecesores, De la Madrid había sido un diligente burócrata, con la diferencia que no logró pasar de esta etapa; en sus discursos hablaba con un tono aburrido, monótono, mientras que en sus informes de Gobierno era frecuente ver a los legisladores dormitando en sus asientos, pero el servilismo ramplón lo describía como un individuo "preclaro", de "ideas concretas" e "inagotables facultades" cuando la verdad, hasta el último día de su mandato, no se distinguió más que por lo gris, lo opaco y su falta de dinamismo.

En contraste estaba Manuel Bartlett, su secretario de Gobernación, hijo de un ex gobernador, autoritario y muy poco dado al diálogo. Luego de su fracasada "Ley Mordaza", el funcionario empleó otra táctica, la del "caso por caso": en vez de aplicar la censura a todos los medios --muchos de los cuales podrían ampararse-- el ataque se enfocaría contra una publicación en concreto. La táctica fue empleada por primera vez hacia el Alarma!, una publicación amarillista y morbosa que en su primera página solía incluir fotos de accidentados en ocasiones con sus órganos vitales por fuera, pero también (y éste era el verdadero objetivo) Alarma! publicaba frecuentes denuncias de corruptelas de alcaldes, funcionarios y políticos priístas en pequeños poblados, actos que suelen pasar por debajo del radar noticioso; era el modo de asilenciar, con la excusa de la "morbosidad", a un medio que tenía un tiraje de 50 mil ejemplares, una proeza en un país con tan pocos lectores.

Una vez cerrada Alarma!, Gobernación se fue contra Impacto, revista hermana que había sido crítica constante de López Portillo y comenzaba a hacer lo mismo con De la Madrid. Su director Manuel Becerra Acosta fue asediado por supuesta evasión fiscal hasta que un "golpe de Estado interno" lo orilló a dejar su puesto. Pese a haber sido un ataque a la libertad de expresión similar al cometido contra el diario Excélsior en 1976, la izquierda no mostró indignación alguna con el cierre de Impacto pues, afirmaban, "se había acabado con un vocero de la reacción y el imperialismo" (la mayoría de los colaboradores del semanario eran de derecha). A las pocas semanas Impacto se convirtió en vergonzoso vocero de Gobernación mientras sus ventas se desplomaban.

En junio de 1984 Colombia anunciaba su renuncia a la organización del Mundial de futbol del año siguiente por problemas económicos, políticos y de inestabilidad social. México y Estados Unidos, los otros dos candidatos volvieron a buscar la sede ante la FIFA. Del lado norteamericano estaban como lobbistas Pelé y el ex secretario de Estado Henry Kissinger mientras que Televisa estaba del lado mexicano. Emilio Azcárraga era amigo de años de Joao Havelange, por entonces el más alto funcionario de FIFA, de modo que no hubo mayores problemas para que se organizara aquí la Copa del Mundo.

Pese a que Estados Unidos tenía mejor infraestructura en comunicaciones y estadios de primer nivel se otorgó la sede a un país que atravesaba por una aguda crisis económica, y aunque el gobierno se pavoneó ante el "logro" de traerse el Mundial, lo cierto es que fue Televisa la que hizo todo el trámite (luego se vería la forma de pago: la televisora obtuvo la mayoría de transponedores una vez que el satélite Morelos I fue puesto en órbita).

La obtención de la sede fue el último golpe de buena suerte para el régimen. El 19 de noviembre del 84 unos tanques estallaron en una refinería ubicada en San Juanico, área densamente poblada en un barrio pobre del D.F., con un resultado de 300 muertos de los cuales muchos jamás se encontraron sus restos. Esto se sumó a lo ocurrido en el centro de Guadalajara donde el drenaje lleno de gasolina estalló con decenas de muertos. En ambos casos era evidente la negligencia de Pemex pero nunca hubo investigaciones mayores. La SEDUE (actual Secretaría de Ecología) al frente de Guillermo Carrillo Arena, un funcionario más que incompetente para quien lo de San Juanico y Guadalajara habían sido "desafortunados accidentes" (Carrillo Arena fue luego sustituido por Manuel Camacho Solís, tan ambicioso como ineficaz).

Apenas tres días después del aniversario de la Independencia que pasó en Dolores Hidalgo, De la Madrid tuvo el momento más duro de su sexenio cuando un sismo destruyó buena parte del centro del D.F. Durante las siguientes horas el gobierno parecía no existir de modo que la sociedad civil se organizó espontáneamente para ayudar en el rescate. Pero el sismo también destapó la tremenda corrupción entre el gobierno y las compañías constructoras así como la irresponsabilidad de la SEDUE que había autorizado las licencias de construcción.

Este hecho obligó a las modificaciones presupuestales que agravaron la situación económica y un mayor gasto público escudado en la keynesiana "Rectoría Económica del Estado" que De la Madrid defendía con vehemencia, de modo que en 1986 el alza de precios fue del 100 por ciento con lo cual México se acercaba peligrosamente a la hiperinflación.

Por extraña coincidencia, el Mundial de futbol se efectuó a mitad del sexenio de De la Madrid, y sirvió de barómetro para la aceptación presidencial. Durante la inauguración el mandatario recibió una ensordecedora silbatina por parte de las 100 mil personas en el Estadio Azteca. Ingenuamente, los técnicos de la transmisión bajaron el volumen con lo que se también se perdió el discurso mientras los noticieros de esa noche "olvidaron" mencionar el asunto que sí fue reportado por las agencias internacionales. En tiempos en que las encuestas de opinión eran un exoticismo, los chiflidos contra el presidente eran bastante significativos.

Pactos y sistema caído

Lejos de haber marcado su hora cumbre, el Mundial de futbol había agravado un pésimo año para De la Madrid, y para colmo, la inflación estaba a punto de salirse de control (desde 1970 los precios habían subido en un 1,800 por ciento). El Fondo Monetario Internacional condicionó entonces nuevos préstamos a una disciplina fiscal y de gasto público, y donde también se incluyera a los empresarios, sempiternos chivos expiatorios de la ineptitud del Estado. Así nacieron los Pactos de estabilidad, una especie de plan de choque que, efectivamente, contuvo el alza de precios en cuestión de semanas. Los "pactos" eran "revisados" cada tres meses, y en cada sesión los precios no aumentaban, eran "ajustados" de acuerdo a los índices inflacionarios. De cualquier manera, la estrategia sirvió para que México evitara caer en trampas como la indexación --sueldos que aumentan al mismo ritmo que la inflación-- y que había llevado a espantosas espirales a Argentina, Brasil y Bolivia, entre otros.

La ausencia de democracia fue otro asunto que le estalló a De la Madrid. Las protestas empezaron en el norte donde el Partido Acción Nacional comenzó a extender su influencia entre los centros urbanos. El secretario Bartlett ordenó "restablecer el orden" en la fronteriza Piedras Negras, Coahuila, donde hubo quemas de edificios así como en Chihuahua; ahí las amas de casa organizaron "cacerolazos" para que se respetaran los resultados electorales. Fue en este ultimo estado donde al panista Francisco Barrio se le despojó de un triunfo legítimo como gobernador. Sin embargo era el principio; el gobierno delamadridista sabía muy bien que en el "norte bronco" había comenzado la Revolución Mexicana y al final reconoció los triunfos de la oposición.

También hubo exigencias democráticas dentro del PRI, pero éstas tomaron otro sesgo. La "corriente renovadora" encabezada por Porfirio Muñoz Ledo, incrustado en el régimen desde los tiempos de López Mateos, y por Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas. Cuando ambos vieron que el "dedazo" era cada vez más autoritario al interior del tricolor --aunque los más maliciosos dicen que se debió más bien a que ya no obtuvieron puestos burocráticos-- ambos salieron del PRI para crear un nuevo partido.

A las poca semanas Cárdenas se postuló por el PARM, un "palero" que frecuentemente se aliaba con el PRI a cambio de canonjías, de modo que su decisión fue más vista como un capricho temporal. Sin embargo el PARM comenzó a crecer una vez que cambió su nombre a Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN); el logo presentaba la imagen del padre del candidato con lo cual consiguió una fuerza impresionante en el área rural.

El llamado neopanismo en el norte también lanzó un candidato distinto a los relativamente anodinos que ese partido había postulado el último cuarto de siglo. Se trataba de Manuel Clouthier, un empresario y agricultor de Sinaloa al cual el gobierno echeverrista le había arrebatado sus tierras con el pretexto de consumar el "reparto agrario". Más tarde fue líder de Coparmex, la organización empresarial más fuerte del país y donde su contacto frecuente con los políticos le hizo ver, dijo alguna vez, "tanta mugre y porquería que no me extraña que estemos como estamos". Al finalizar el sexenio lopezportillista y dolido porque el presidente traicionó su palabra (le había prometido respetar los servicios bancarios), Clouthier incursionó en el PAN y escaló tan rápido que en 1988 obtuvo la nominación presidencial.

Las críticas más fuertes contra De la Madrid del exterior provenían de la prensa, los grupos de derechos humanos y la DEA. Para la primera, la libertad de expresión había sido aún mas agredida no sólo con la "Ley Mordaza" sino con el asesinato de Manuel Buendía, columnista de Excélsior, en 1984 en pleno centro de la capital. A ésta la siguieron muchos otros en Tamaulipas, Sinaloa, Jalisco, Guerrero y Baja California. Los segundos veían con preocupación el hallazgo de "víctimas" del temblor de 1987 en los sótanos de la Procuraduría de Justicia mientras que la DEA veía a México como "preocupante paso" para el tráfico de drogas procedentes de Colombia.

En 1984 el agente Enrique Camarena Salazar fue secuestrado y ultimado en Guadalajara por Rafael Caro Quintero, hecho que provocó roces diplomáticos entre ambos países. Poco después el columnista Jack Anderson, del Washington Post, escribió que De la Madrid tenía cuentas bancarias en Suiza valuadas en 300 millones de dólares. Anderson afirmó que la información le fue dada "por un alto funcionario del gobierno mexicano" aunque nunca se pudo comprobar la denuncia.

El 6 de julio de 198 se efectuaron las elecciones presidenciales. El candidato oficial era Carlos Salinas, secretario de Programación que había salido de una supuesta "consulta" entre cinco aspirantes; al poco tiempo el líder petrolero Joaquín Hernández Galicia "La Quina" manifestó su disgusto por el "destape" salinista y amenazó con llevarse a sus "huestes" a votar por el PFCRN. Al final fue disciplinado por la CTM, la confederación obrera, aunque Salinas nunca olvidó la afrenta.

En aquel entonces la Secretaría de Gobernación se transformaba en Colegio Electoral durante los comicios y era ahí donde se efectuaba el recuento de votos. A los dos días del 6 de julio el candidato Cárdenas parecía llevar la ventaja pero de repente la luz del recinto se interrumpió; horas después regresó el servicio aunque el conteo estaba ahora a favor de Salinas. A las pocas horas el Poder Judicial certificó el triunfo del priísta. Este hecho pasó a la historia como la "caída del sistema" y se achacaba la responsabilidad a Manuel Bartlett.

Para entonces la figura de Miguel de la Madrid era ya un fantasma político. Su desempeño fue tan gris que su último Informe de Gobierno, en septiembre de 1988, fue totalmente aburrido pese a la abundancia de verborrea. Pero una vez que dejó la Presidencia, el ex mandatario siguió pegado a la nómina, no sólo por su sueldo vitalicio como tal sino por haber obtenido la Dirección del Fondo de Cultura Económica, la cual ocupa hasta la fecha.

Condensado de Presidentes de aquí, de allá y que ya no están aquí, libro ensayo de Oscar Fernández, 2005. Copyright en trámite.

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