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Gasto social, modalidad levantacuellos que urge revisar

Las últimas dos décadas han visto el aumento estratosférico del gasto social cuyo supuesto fin es combatir la pobreza, pero el caso es que hoy tenemos más pobres que hace un decenio. El ansia del poder y el burocratismo son responsables, algo que han explotado a su gusto los tres  principales partidos cuando llegan al poder 

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AGOSTO, 2011. Si en determinado momento sabemos que no es sano creer en el Príncipe Azul, en el Hada Madrina o en los Pitufos. ¿Porqué entonces seguimos creyendo que el gasto social disminuye la pobreza?

Durante una reunión con miembros del PAN, el presidente Calderón se curó en salud al señalar que le dolía la pobreza imperante en México. Sin embargo rápido contraatacó al señalar que la pobreza se logró contener "gracias al apoyo que reciben los beneficiarios del programa Oportunidades, a quienes se les apoya con más de 900 pesos, porque de no haberlo hecho así se hubiera expandido irremediablemente".

El mandatario confunde la asistencia pública con el tener menos pobres. Quienes reciben parte del gasto social siguen siendo pobres y difícilmente abandonan esa situación; con clara intención populista, Calderón quiere hacernos creer que, dado que su gobierno no ha sido capaz de crear las condiciones que estimulen la creación de fuentes de empleo, mediante el programa Oportunidades --o el Sedesol, el Solidaridad... los que el lector quiera-- se va a lograr tapar el agujero. Nadie cuestiona que esos cheques sean enviados a las familias más desprotegidas; el problema es que en poco o nada ayuda a que abandonen su actual condición. Pero suena absurdo concluir que hay menos pobres en México porque cada mes reciben dinero gubernamental.

La postura presidencial fue una respuesta inmediata al Consejo de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, más conocida como Coneval, la cual publicó un estudio que arroja, despojado de tanto número y cifras, que hoy tenemos más pobres que hace 10 años. Esta investigación claramente cuestiona no solo lo que Calderón dijo en aquella reunión sino al programa Oportunidades, el cual considera uno de los máximos logros de su gobierno. Porque si en realidad el gasto social combate a la pobreza, como sostiene, ¿cómo explicar entonces que hoy tengamos más pobres que cuando arrancó el sexenio?

Bueno, porque si bien 900 pesos mensuales no harán absolutamente nada para remediar la situación de una familia pobre que los recibe, si le garantizan votos al partido en el poder. Se necesitaría vivir en la Dimensión Desconocida para asumir que con 900 pesos mensuales de entrada se es menos pobre (como aparentemente es lo que piensa en mandatario), pero también habría que vivir ahí para concluir que no se trata de votos cautivos. 

El segundo punto es que el gasto social es la manera más socorrida para adquirir popularidad sin gastar un solo centavo en publicidad. Los contribuyentes son quienes financian ese gasto pero el nombre del cheque, de los tinacos, las estufas y demás regalos llevan impreso el nombre del gobernante o del partido.

No solo los gobiernos panistas han visto al gasto social como una especie de quimera. Pero lo cierto es que mientras más se incrementa, más pobreza hay.

La Constitución mexicana obliga al Estado a emplear el gasto social para combatir la pobreza. Desafortunadamente, en la práctica hemos visto que en su casi medio siglo de haber sido elevado a rango constitucional, de poco ha sido servido para que tengamos menos pobres. Lo que sí hemos tenido, sin embargo, es una mina que por décadas ha enriquecido a la burócratas, a liderzuelos, a intermediarios y a proveedores.

La Sedesol, por ejemplo, y que se encarga de repartir los recursos del gasto social, cuenta con 4,567 empleados públicos que consumen, según el Inegi, cerca del 75 por cuento del presupuesto total. Ninguno de ellos vive en colonias marginadas y puede considerarse sin problema como integrante de la clase media. Obviamente Calderón no se refería a tan numeroso y ostentoso contingente. 

Los liderzuelos que reparten despensas, tinacos y demás no sólo logran una formidable máquina de control electoral sino que obtienen grandes ganancias como "comisionistas" de gobiernos estatales y municipales también se benefician del gasto social. Rara vez rinden cuentas y viven ostentosamente. Tampoco ellos entraron en el discurso de Calderón.

Finalmente tenemos a los proveedores, pues aparte de los cheques, la ayuda social suele consistir en despensas, leche en polvo, tinacos, etcétera. Por décadas ésta ha sido una fuente de grandes negocios, en contraste con los supuestos beneficiados que cada día son más pobres. Tampoco Calderón aludió a ellos en su discurso.

Por ello, y como alguna vez dijo Hernando de Soto en torno al gasto social, "es una manguera llena de fugas y agujeros; a los beneficiarios únicamente llegan gotitas del chorro original". Como se ve, el gasto social sí sirve para combatir la pobreza, la de los encargados de manejarlo y distribuirlo, mas no los supuestos beneficiados. 

La única manera de combatir la pobreza en forma definitiva y frenar el gasto social es mediante la creación de empleos por parte del sector privado; así se evita la apatía --"¿para qué trabajo si el gobierno me va a ayudar?"-- y se obtienen ganancias por un trabajo desempeñado al que acompañan todas las prestaciones de ley. Si el lector considera ridículo imaginar que el menesteroso que ve en la esquina saldrá de pobre dándole limosnas, entonces porque creer que las cosas son distintas cuando el gobierno federal hace exactamente lo mismo.

Mientras no se rompa ese círculo y los políticos piensen más en términos de votos que aumentan el tamaño del Estado, el gasto social continuará como estandarte levantacuellos con dinero ajeno. Lo positivo, en todo caso, sería que el gobierno federal disminuyera su gasto social el vista que cada vez son menos quienes lo requieren. Esas serían grandes noticias: nos indicarían que, sin duda, tendríamos menos pobreza en México.

 

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