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Perdone usted, señor Calderón, pero su medicina no funciona

La receta presidencial de combate a las bandas es cada vez más cuestionada, junto con la preocupación de que sus efectos vayan más allá una vez que acabe el actual sexenio. Éste ha sido el único saldo visible y notorio, de una gobierno que alteró para siempre la tranquilidad de los mexicanos

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JUNIO, 2011. El dato es emblemático: una semana antes de las elecciones de julio del 2006 la vida nocturna de la ciudad en que vivo estaba atiborrada; los restaurantes a reventar, los bares repletos y con sus estacionamientos al tope, salas de cine que terminaban su última función a las 12 de la noche y de ahí se podía salir a un restaurante para comerse unos tacos, o bien para irse a jugar a esos billares que cerraban a las 3 de la mañana. ¿Para qué ir en auto si el local está a tres cuadras de aquí?. nos preguntábamos, y caminábamos el trayecto con tranquilidad total, la cual era interrumpida de repente con veloces vehículos que pasaban a todo volumen con la música de sus estéreos.

Hoy son pocos los restaurantes que permanecen abiertos pasadas las 11 de la noche, que es cuando comienzan a pedir nerviosamente a sus clientes que se "apresuren" porque en unos momentos van a cerrar. La mayoría de los "antros" ostentan hoy carteles con avisos de "se renta", ya no queda una sola sala de billar y visitar una cantina es asumir un riesgo bastante grande. Muchos cines ya no tienen proyecciones pasadas las 10 de la noche mientras que el caminar "para tomar el fresco" es una actividad que se recomienda hasta poco antes que se oculte el sol.

Éste ha sido el único cambio visible en nuestras vidas los cuatro años que Felipe Calderón Hinojosa tiene en la presidencia de México, cambios que se multiplican en varias ciudades mexicanas, en especial del norte de México y donde la violencia vivida los últimos años era un fenómeno desconocido: los crímenes que conmocionaban a la sociedad eran pasionales, de rencillas personales o de pleitos encendidos por el exceso de alcohol, de mujeres golpeadas o de esos júniors --conocidos en México como "pirruris" o "niños bien"-- que rompían los cristales de un auto o formaban pandillas con el mero objeto de hacer desmadre. Una noche en los "separos" generalmente les servía de correctivo.

La violencia la conocíamos como algo remoto a través de la televisión, y si ésta se daba en México generalmente provenía de Sinaloa, Guerrero y del Distrito Federal. "Vas a ir al D.F. Ten cuidado, es una ciudad muy peligrosa", se nos decía. La sociedad en nuestras ciudades del norte era bastante tranquila, aburridas si se quiere, y los policías, aunque exigían "mordida" para todo, mostraban caras de tedio, de aquí-no-pasa-nada.

Al ejército mexicano únicamente lo veíamos fuera de sus cuarteles el desfile del 16 de septiembre, cuando se efectuaban comicios electorales o si te tocaba "bola blanca" y tenías que cumplir cada sábado con tu servicio militar. Los noticieros reportaban como máxima acción de las instituciones armadas la aplicación del Plan DN-3 para casos de emergencia. Éste era un ejército de paz y que cuando combatía lo hacía en la sierra o en parajes alejados de la ciudad.

Monterrey era conocida por ser una ciudad pujante, con un toque muy distintivo y muy especial al de otras poblaciones de México, la cual se enorgullecía de emular a las urbes norteamericanas, al punto que se habló de traer allí a un equipo de las Grandes Ligas. De día era una ciudad industrial y de noche presentaba una oferta interminable de lugares para divertirse, para todos los gustos.

Ciudad Juárez era conocida por sus maquilas y sus aduanales corruptos, acostumbrados al juego del hago-que-te.reviso-y-haces-que-me-revisas tras una mordida y quienes finalmente eran personajes inofensivos Los fines de semana por la noche Juárez se transformaba en un sitio donde caía un vendaval de dólares del otro lado pues en El Paso para tomar cerveza había que ser mayor de 21 años. Los centros nocturnos rebosaban de gringos y méxico-americanos.

Reynosa era otra ciudad aburrida donde lo más atractivo era ir a su consulado a sacar la visa estadounidense. Matamoros se distinguía por su olor peculiar mientras Nuevo Laredo era también una ciudad para bostezar aunque no tanto como su vecina Laredo, que solía llenarse de turistas mexicanos ansiosos de hacer shopping cada vez que hubiera algún "puente" nacional.

Cuatro años de Felipe Calderón han transformado radicalmente ese panorama. San Fernando, Tamaulipas fue durante mucho tiempo paso para miles de inmigrantes en busca de un mejor destino en Estados Unidos. Hoy es un asentamiento con más de 200 muertes ocurridas en su perímetro. Un reciente artículo llama a San Fernando "pueblo fantasma" al que quizá seguirán pronto en su suerte otras comunidades si se mantiene la misma estrategia del gobierno federal contra las bandas del crimen organizado.

En Monterrey continúa la actividad comercial e industrial, pero se percibe algo distinto, una tensión inédita en esta región que ni durante la revolución fue centro de duros combates. Desde el 2009 comenzó a darse un éxodo de familias pudientes hacia Texas e incluso a la Florida ante el temor que la violencia no tarde en cruzar la frontera. Un consejero en bienes-raíces en el área de Orlando confirmó recientemente en un diario local que el número de mexicanos que compraron residencias ha crecido en un 800 por ciento desde que Felipe Calderón asumió la presidencia de México. Uno de ellos contó al diario que esa posibilidad se había considerado desde antes en caso que López Obrador hubiera ganado las elecciones pero al final de tomó esa decisión; "quizá ya estaba escrito que tendríamos que terminar aquí", refirió, con claro sarcasmo, un empresario neoleonés.

Muchos de ellos, según un texto publicado por ese diario en la red, aún mantienen sus negocios en México pues consideran que el cierre y el despido de empleados empeoraría la situación. Pero ante las bajas ventas y las extorsiones que han sufrido muchos de ellos quizá se habrán dado por vencidos antes que termine el año.

Irónicamente, Monterrey fue la ciudad de todo el país donde más gente votó por Felipe Calderón en términos proporcionales. El diario Reforma informó que mientras la votación en esa ciudad a favor del michoacano en los comicios federales del 2006 fue de un 59 por ciento, en el D.F. fue apenas del 23 por ciento.

Anteriormente solo escuchábamos balazos y explosiones en las primeras horas del Año Nuevo. El resto de las noches eran tan tranquilas que únicamente se oía al fondo el silbato de algún ferrocarril, un avión a elevada altura o la esporádica ambulancia que recogía a un borrachín que estrelló su auto a las 3 de la mañana. Hoy escuchamos con frecuencia ráfagas a lo lejos y a veces no tanto, convoyes de patrullas con sus sirenas a todo chillar y graves estallidos con fuerte interpretación a granada. Una situación en la que nos hemos tenido que acostumbrar, forzosamente, en los casi cinco años de Felipe Calderón

Ante este desastre, la pregunta es si el gobierno federal, o el presidente Calderón en particular, previeron estas consecuencias cuando se declaró la "guerra al crimen organizado" aquel 19 de diciembre del 2007. ¿No hubo nadie capaz de prever el costo tremendo en vidas, en la actividad económica y en las repercusiones emocionales que esto traería consigo? Aparentemente, la respuesta es no. O se subestimó ingenuamente el poder de estas bandas o se pensaba que con el solo poder de un decreto las policías quedarían depuradas. Buena parte de la población coincide en que una acción de este tipo era necesaria: no critican el qué, sino el cómo. Pero por lo visto el presidente Calderón juzga todo desacuerdo a su estrategia como un intento de sabotear su gobierno.

Más preocupante, como señala el columnista Jorge Zepeda Patterson, es que este tema se le ha convertido en una obsesión al presidente Calderón. ¿Dónde quedó el "presidente del empleo"? Porque si López Obrador era "un peligro para México" en qué posición queda entonces Felipe Calderón, durante cuyo gobierno la inseguridad ha crecido como nunca antes, incluido el periodo revolucionario?

Uno de los más grandes errores, ha apuntado el columnista Sergio Sarmiento, es que el gobierno federal está empeñado en atacar las consecuencias y no las causas. Una gran cantidad de capos han sido arrestados pero la violencia aumenta, en vez de disminuir. Lo más congruente habría sido atacar el origen, que tiene mucho que ver en el pésimo sistema educativo que padecemos. Pero ni Calderón ni nadie del gobierno federal están dispuestos a meterse con un sindicato podrido, aliado clave en el proceso electoral y que en cuatro años ha sido recompensado con un 37 por ciento de aumento salarial para sus agremiados.

Lo que esperamos en el norte, pues, es que este sexenio termine lo antes posible y esperar que el siguiente gobierno cambie la estrategia. Josefina Vásquez Mota, una de las "suspirantes" de Acción Nacional, ha dicho que si llega a al presidencia la estrategia "lejos de disminuir, se profundizará", palabras que evidencian que la actual legisladora vive en otra dimensión.

Esta medicina nos está haciendo sentir peores. El presidente Calderón debe pensar seriamente en cambiarla. Si quiere que para diciembre del 2012 todavía tengamos país.

 

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3 comentarios

PALATIVO escribe 07.06.11

ZOTACO ESPURIO PARA ESO TE ROBASTE LA PRESIDENCIA, PARA DARLE EN LA MADRE A NUESTRA TRANQUILIDAD, PARA CONVERTIR EN ZONA DE BATALLA A CIUDADES PROGRESISTAS COMO MONTERREY Y LA LAGUNA, PARA DESPRESTIGIAR AL EJERCITO CON TU GUERRA INSENSATA?? LOS UNICOS GANONES ESTE SEXENIO HAN SIDO LAS BANDAS QUE SEGUN TU ESTAS COMBATIENDO, OJALA TE HAGAN JUICIO POLITICO CUANDO SE ACABE TU SEXENIO

juan_carvajal_moreno escribe 06.05.10

Queda claro que esta pesadilla acabara cuando sea elegido el próximo presidente de México, ¡animo mexicanos, falta poco más de un año! Mientras los invito a reunir firmas para refundir a Calderón en el bote por meternos en una guerra que jamás le pedimos

felipillovox escribe 02.06.11

¿Cómo que no está sirviendo la medicina de Calderón? A todos ya nos dio chorrillo por el miedo de salir de nuestras casas...

 

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