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Nuestra doble moral mexicana, a todo galope

Un viejo refrán mexicano dice que no se puede chiflar y comer pinole al mismo tiempo. Pues bien, eso es lo que diariamente hacemos en este país donde nos encanta criticar lo que también hacemos y viceversa. Superar esa doble moral es otro requisito para superar nuestro infantilismo emocional

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MARZO, 2011. Una reciente encuesta dejó en claro la enorme carga de doble moral que soportamos los mexicanos, quienes constantemente nos quejamos de la corrupción pero igualmente estamos dispuestos a dar "una corta" al agente de tránsito para que no nos cobre una multa e igualmente queremos obligar a Estados Unidos a que ofrezca una reforma migratoria al tiempo que del lado mexicano la ley que facilite el trámite migratorio para ciudadanos de otros países apenas y ha cambiado en medio siglo.

La doble moral no es una exclusiva mexicana. En los Estados Unidos, según un sondeo publicado por la página americanthinker.com, un 75 por ciento de quienes aceptaron haber votado por Barack Obama manifestaron apoyar "totalmente" su actuar militar en Irak y Afganistán pese a ser  un esquema idéntico al de su antecesor y algo que los motivo a protestar en las calles durante aquellos años, o qué tal las justificaciones en torno a Roman Polanski, acusado por haber abusado sexualmente de una menor de edad, y el grito de indignación ante los sacerdotes pederastas. 

Sin embargo en México la doble moral adquiere un estatus de singular preponderancia donde todo lleva visado de apariencia. Por supuesto que la doble moral y la imparcialidad abundan mundialmente en el área deportiva y en siempre dar la razón a nuestros conacionales, así si se hayan comprobado sus crímenes en otras latitudes. Esto nos lleva, naturalmente, el asunto de Florence Cassez: es verdad que el presidente francés Nicolás Sarkozy ha empleado el caso como cause-celebre para levantar su popularidad, pero esa actitud es la misma que el gobierno mexicano ha utilizado en innumerables ocasiones con los mexicanos sentenciados a muerte en Texas. 

El gobierno de Felipe Calderón acusó al francés de intervenir en los asuntos internos de México y sin embargo en el Senado mexicano el legislador Pablo Gómez llegó a llamar "imbécil" al presidente George W. Bush e igualmente se ha exigido a su contraparte norteamericana a que obligue a Arizona a detener la "ley antiinmigrante".

¿Perlas? He aquí algunas:

Xenofobia latente (pero aquí). Hasta hace unos años México era uno de los pocos países que excluía de ser presidentes de la república a aquellos cuyos padres no hubieran también nacido en territorio mexicano, e igualmente prohibía la doble nacionalidad pues al aceptar una se tenía que renunciar a la otra. Sin embargo subsiste una reglamentación exagerada para todos aquellos que deseen naturalizarse mexicanos, una tramitería pesada y costosa; es más fácil convertirse en ciudadano canadiense o australiano, que en mexicano.

Pero eso sí, exigimos indignados al gobierno norteamericano una reforma migratoria y ondeamos banderas mexicanas en cada manifestación realizada en Los Ángeles, Denver o Chicago aunque sin duda haríamos picadillo a cualquier hondureño o salvadoreño que a mitad del Zócalo pidiera igual prerrogativa para los inmigrantes de su país.

Maltrato a los migrantes (también aquí). Cuando se habla de xenofobia y maltrato a los migrantes automáticamente nos imaginamos a un redneck de Arizona o a los minutemen racistas apostados en la frontera decididos a disparar a quienes crucen la frontera ilegalmente. No pensamos por un segundo que el trato que reciben quienes pisan territorio mexicano con destino a Estados, y eso que ninguno de ellos tiene intención alguna de quedarse a vivir en México. La extorsión, la mordida, el maltrato y el insulto a los inmigrantes ilegales son asuntos que rara vez acuden a nuestras conversaciones.

Pedimos respeto por parte de los gringos hacia los conacionales que cruzan ilegalmente la frontera pero volteamos hacia el otro lado ante la tremenda corrupción en la frontera sur. Protestamos indignados ante una iniciativa en un estado norteamericano que incluye el pedir documentación a quien luzca como "extraño" pero igualmente miramos "raro" a quienes tienen rasgos negroides o habla con acento centroamericano o sudamericano.

Cuando exigimos respeto a los mexicanos en el exterior se nos olvida que este es el país donde alrededor de 300 chinos fueron asesinados por tropas villistas en la Laguna en 1911, que llama "gachupines" a los españoles, donde un grupo de turistas holandeses fueron agredidos físicamente en la capital a las pocas horas que la selección fue eliminada en un Mundial porque "tenían pinta de gringos", un país que no ha dado respuesta satisfactoria tras la masacre de 72 inmigrantes ilegales de Centro y Sudamérica en un rancho de Tamaulipas ocurrida el año pasado, un país donde sistemáticamente se denuncian violaciones a inmigrantes como "derecho de paso" por parte de agentes de inmigración, grupos delincuenciales y de autoridades aduanales.

Odio a la burocracia porque uno no es burócrata. A diario nos quejamos de la burocracia, sin duda el principal cáncer para que este país pueda avanzar más rápidamente; nos sulfuran esos empleados que tranquilamente se comen su torta y se toman su refresco cada mañana mientras hay colas de gente en espera que se solucionen sus trámites. Pero cuando alguna dependencia pública anuncia la contratación de más personal se forman filas de varias cuadras o buscamos alguna "palanca" que nos permita agarrar "hueso" en el sector público. Las universidades con cargo al erario (y últimamente privadas, con llegada de los gobiernos panistas) rebosan de alumnos que sueñan con entrar al presupuesto una vez que se gradúen. ¿Dónde quedó nuestra congruencia?

Detesto tanto a los gringos que me iré a vivir con ellos. Según una reciente encuesta publicada en la Unión Americana, en ese país hay 33 millones de personas de origen o raíces mexicanas, y que de ese total un 36 por ciento nacieron en México y emigraron desde 1992, es decir, que el equivalente a una cuarta parte del total de la población actual de México no vive en este país sino en el monstruo que nos robó Texas, Nuevo México, California, Arizona y parte de Utah. Una encuesta publicada el pasado septiembre por Rasmussen es un ejemplo prístino de doble moral en torno a nuestro vecino del norte pues mientras un 42 por ciento afirmaban tener "una opinión desfavorable" de Estados Unidos, un 47 por ciento señalaron que escogerían vivir ahí si tuvieran que emigrar a otro país, mientras que apenas un 16 por ciento dijo que lo haría en Canadá; en comparación, apenas un 11 por ciento refirió que lo haría en cualquier otro país latinoamericano.

Se podría pensar que los mexicanos que emigran a la Unión Americana mantienen sus tradiciones, lengua y religión y ni se diga su nacionalismo. Cierto, pero escogen ir a un país del que a diario se quejan que los discrimina, los trata con la punta de la botay sin embargo ni de chiste piensan en regresar a México. Si eso no es amor masoquista la única otra explicación es que nos encontramos ante un asunto de doble moral mexicana bastante grueso.

Los indios son bonitos... pero de lejitos. Hace algunas semanas en que el autor viajaba en autobús éste se detuvo para que subiera una mujer tarahumara con sus hijos. Aparte de escuchar un "tsh" de desaprobación por ahí, una persona que sentada al lado de la ventana rápido se movió para el centro como forma de impedir que se sentara a su lado. Cuando la dama se sentó no pasaron dos minutos para que dos jóvenes detrás de ellas se cambiaran de asiento. Lo más paradójico fue que todos ellos tenían piel morena y rasgos mestizos sí, pero con predominancia indígena. 

Pero eso sí, a diario nos autoalabamos como la "raza de bronce" capaz de las proezas más grandes. Somos capaces, como sucedió hace algunos años, de mandar a teñirse el pelo de negro a Felicia Mercado para el Miss Universo pues era una rubia natural y no, en México no pueden predominar las rubias pese que según la Constitución el color de piel o cabello son irrelevantes. Las güeras son ubicadas en las telenovelas y las películas como prostitutas, villanas, inescrupulosas e indignas de confianza. Cuando se habla del "ingenio del mexicano" no nos viene a la mente alguien de piel blanca --e igualmente mexicano-- que vive en el norte, sino alguien moreno y con bigotito a la Tizoc. Nuestra Virgen Morena es superior a la de la Macarena ¿y qué acaso no pusimos hace años en la portada de nuestros libros de texto a la justicia representada en bella mujer indígena vestida de blanco?

Pero ese amor al indígena trasluce una insólita doble moral. Llamamos "indio" al incompetente, al que no sabe hacer las cosas, una mujer morena que vista modestamente, o es "naca" está "bien india" y queremos tanto a nuestros indígenas que los tenemos en la miseria más absoluta y los hemos obligado a emigrar a Estados Unidos, el país "racista" donde se les trata con más dignidad que aquí. Hablamos de respetar los "usos y costumbres" de los indígenas con lo cual los condenamos a su pobreza en vez de adaptarlos, como sucede con el resto de nosotros, al mundo que les dé oportunidad de progresar. ¿Por qué nosotros, que también llevamos sangre indígena en las venas, no nos ponemos entonces a respetar los "usos y costumbres" de nuestros antepasados indígenas y en cambio nos aferramos a ser occidentales? Nuestra doble moral en torno al "indio" es pasmosa. Los alabamos y al mismo tiempo seguimos considerándolos niños, incapaces de valerse por sí mismos por lo cual merecen nuestro medianamente velado desprecio.

Somos un país que produce una gran cantidad de refranes que exponen nuestra doble moral, entre ellos "candil de la calle oscuridad de su casa". "en casa del herrero cuchillo de palo", "la paja en el ojo ajeno" y "hágase tu voluntad en los bueyes de mi compadre". Pero pese a ellos estamos invadidos de doble moral que diariamente practicamos sin que nos parezca algo que sea objetado, ya no digamos criticado.

Hay muchas muestras más de nuestra doble moral, por supuesto: sabemos que sufrimos un gobierno ineficiente y corrupto pero queremos que éste resuelva nuestras vidas y nuestras necesidades, nos oponemos a que se "privatice" algún servicio porque ello "encarecería" su costo pero estoicamente soportamos que cada mes se aumente el precio de "nuestra" gasolina, nos enorgullecemos de que la comida mexicana es la mejor del mundo pero somos el segundo país consumidor de refrescos y frituras chatarra en el mundo. Son éstos apenas atisbos de una larga doble moral que de nuestro infantilismo emocional.

 

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3 comentarios

uriel_verdeja escribe 11.03.11

Otra manifestación de nuestra doble moral es hablar maravillas del jefe enfrente de él pero decir que es un negrero a sus espaldas. Creo que nuestra doble moral tiene mucho que ver con nuestra historia donde teníamos que presentar dos caras para poder sobrevivir ante el poderoso y ante las situaciones adversas, sin píldoras que nos tragamos con gusto en público pero que en privado escupimos, y así ha sido desde la Conquista hasta con don Porfirio, la revolución y hasta nuestros días. Sin embargo la doble moral también es asunto totalmente humano pues no vamos a juzgar de igual manera algo que nos es ajeno a algo que nos afecta directamente, por lo que podemos quejarnos de la burocracia y al mismo tiempo defender a un familiar que sea burócrata. Saludos

lupdnog escribe 04.03.11

Luego de leer el artículo sobre la doble moral no hay duda que los mexicanos somos amos y maestros en la doble moral y hay otro caso: le echamos pestes a los millonarios, ya sean Slim,Azcárraga y Salinas Pliego pero bien que nos gastamos una buena lana en boletos para sacarnos la lotería y el melate para salir de jodidos, creo que eso tambien es doble moral

mari_arenal 02.03.11

Me gusta su sitio aunque les pido que lo hagan más dinámico, también aprovecho para comentar sobre el texto sobre la doble moral de los mexicanos y es que nos decimos muy preocupados por la ecología pero ahorramos por muchos años para comprarnos el principal contaminante que es un auto

 

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