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                                   Los Presidentes: José López Portillo

Su sexenio empezó en medio de la esperanza y terminó sumido en una ola de insólita corrupción. Hasta al final jamás aceptó que se equivocó, con una familia desintegrada y un país que ya lo había olvidado

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FEBRERO, 2009. La situación aquel primer día de diciembre de 1976 era caótica en México. El dólar había adquirido una paridad de 26.50 por cada peso, la inflación se acercaba a un peligroso 100 por ciento y se hablaba con insistencia de un golpe de Estado promovido por el mandatario que ya se iba el cual, para colmo, había encendido una mecha horas antes de dejar el poder cuando en los estados de Sonora y Sinaloa expropió cientos de hectáreas para repartirlas entre un grupo de liderzuelos priístas. Sin embargo la población mantenía la expectativa en el nuevo presidente, cuyo rostro sonriente, extensas patillas y abundantes cejas le daban aspecto de un tipo bonachón, paternalista y, se pensaba, actuaría duro contra quienes habían arruinado al país.

Se trataba de José López Portillo, a quien la televisión y la prensa habían ensalzado como el nuevo faro que sacaría a México del atolladero. Con frecuencia se transmitía un viejo filme del personaje donde se le veía en primaria contestando acertadamente sobre varios temas de historia nacional y se repetía incesantemente su biografía: un capitalino que por esfuerzo propio había llegado a la cumbre del poder nacional, siempre con determinación, además de ser excelente deportista, un hijo ejemplar y poseedor de una biblioteca con más de 20 mil títulos. Sólo faltó que se dijera que con él podría terminarse de interpretar el Calendario Azteca, aunque tal vez alguna nota periodística si dio cuenta de ello.

López Portillo mismo alimentaba ese historial: manifestó su admiración por Quetzalcoátl, el pasado indígena de México y se comprometió defender ese legado a lo largo de su sexenio. Lo que no se publicó es que en realidad el presidente tenía poco de indígena y sí mucho de español, en especial de la provincia de Caparroso; era lo que en otros tiempos se hubiera denominado un "criollo", y aunque la revista TIME publicó una portada donde su rostro había adquirido un tono moreno, en realidad López Portillo era un ejemplar claramente peninsular. Pero cuando esto se difundió su oficina de prensa cambió la jugada al reestablecer relaciones diplomáticas con España tras la muerte de Franco. Estaría de sobra añadir que Caparroso se convirtió en lo que Agualeguas fue para Carlos Salinas, esto es, la "cuna" simbólica visitada por periodistas lambiscones y aun historiadores de lo que, en ambos casos, no quedó nada perdurable.

Tampoco se difundió que López Portillo había trepado la maraña burocrática mediante las conexiones, apoyos y aun amistades con personajes tenebrosos como Arturo Durazo, un sonorense apodado El Negro y quien luego sería puesto al frente de la Policía capitalina. Tampoco se dijo mucho que ese "ejemplo de familia nuclear" mexicana sólo existía en las fotografías: al asumir el poder ya estaba prácticamente separado de su esposa Carmen Romano, y para ganarse el respaldo de sus hijos los colocó en jugosos puestos burocráticos. Cuando se le inquirió por ello, con el mayor cinismo López Portillo refirió que José Ramón era "el orgullo de mi nepotismo".

El mejor contacto que pudo tener López Portillo fue con el también futuro presidente Luis Echeverría mientras ambos estudiaban abogacía. El primero se pasó algunos años trabajando en despachos privados hasta que su amigo lo invitó al unirse a la burocracia donde el segundo había escalado puestos cada vez más importantes. Cuando Echeverría ganó las elecciones de 1970 designó a López Portillo como gerente de la Comisión Federal de Electricidad, pese a que sus conocimientos en ese campo eran nulos. Más adelante lo puso en una posición más cercana, la Secretaría de Hacienda, de donde llegó a ser titular desde fines de 1975 hasta que fue "destapado" seis meses después, pocos días antes que estallara la crisis económica acompañada de una macrodevaluación. Pero en ese lapso López Portillo aprovechó para incluir a sus amigos y familiares en la nómina federal, algo característico de su gestión.

Eran los años del presidencialismo desmedido y la lambisconería abundante. Como ejemplo, López Portillo manifestó gustar de la equitación y la arquería y recibió al menos una veintena de caballos pura sangre y costosísimos arcos y flechas; cuando su esposa dijo a una periodista que en sus ratos libres (por ejemplo, en que no atendía sus atareadas labores en el DIF) gustaba de tocar el piano recibió alrededor de 50 de ellos. Estas muestras marcaron a un sexenio que desde el principio fue frívolo: cuando se le invitó al programa televisivo 20 Mujeres y un Hombre, la conductora Hylda Pino de Sandoval dijo que los besos de mejilla prodigados habían ido "ósculos", lo cual fue luego utilizado en varios chascarrillos y albures. Cuando su hija Paulina lanzó un disco mediocre los reporteros de espectáculos no dudaron en afirmar que se trataba de "una nueva María Callas".

La imagen popular que se tenía de López Portillo era tal que se pensaba que, al tomar posesión, la corrupción desaparecería, los políticos volverían a ser honrados y aun que el cauce de los ríos retomaría su recorrido normal. El comentario más común era que México había tocado fondo y que ya no podría empeorar. También hubo quienes comparaban los "excesos" echeverristas con la "sobriedad" del nuevo presidente. Ello nos habla de hasta dónde la propaganda había modificado la realidad de lo que Octavio Paz llamó el Tlatoani.

El primer tramo del sexenio fue ciertamente alentador. López Portillo viajó a Nuevo León, sede del empresariado cuyos enfrentamientos con Echeverría había brincado de la pasividad política a la abierta crítica al punto que habían formado el Consejo Coordinador Empresarial. Con un lenguaje florido logró apaciguarlos y de ribete les garantizó líneas de crédito para realizar sus proyectos, entre ellos Grupo Alfa, que pasó a convertirse en un portento megaindustrial. "Con otro presidente como López Portillo ya la hicimos", dijo su gerente.

Sin embargo el gabinete nunca abandonó su inclinación keynesiana, que promovía la "Rectoría Económica del Estado" y que incluía exquisiteces tales como el "apoyo" al cine nacional, que incluyó la financiación de películas como Las del Talón y Las Ficheras. La dirección del Canal 13, propiedad del Estado, recayó en Margarita López Portillo, hermana del mandatario, quien por cierto se consideraba ser una especie de reencarnación de Sor Juana Inés de la Cruz; incluso en ocasiones la mujer asistió a varias reuniones vestida como la musa. Menos de un año después el canal estaba en quiebra por lo cual fue enviada a Radio Televisión y Cinematografía (RTC) donde entre otras lindezas decretó la salida del aire de las "series violentas" japonesas. También en su gestión se incendió la Cineteca Nacional donde buena parte del legado fílmico del país se perdió para siempre. Nadie se molestó jamás en buscar culpables y se concluyó que había sido un "corto circuito".

Al terminar 1978 las cuentas parecían salirle bien a López Portillo: la inflación parecía controlada, el sector privado había enterrado sus diferencias con el Estado mexicano, se combatieron los brotes terroristas y guerrilleros y México, según un artículo de Newsweek aparecido entonces, "retomaba su camino hacia el progreso" y recalcaba el "horizonte limpio" que el país tenía frente a sí. Desafortunadamente nadie volteó hacia el subsuelo.

                                              Se destapa la historia negra

Al iniciar 1979 Pemex propaló la excelente noticia: se habían encontrado reservas superiores a los 100 mil millones de barriles de petróleo en Cantarel y a lo largo de le vereda del Golfo de México. "Es mucho mejor que sacarse la lotería", dijo un técnico, "y lo mejor de todo es que es una lotería que nos toca a todos los mexicanos". Con ese increíble golpe de suerte el país se ponía al nivel de exportación de Venezuela y Nigeria aunque el gobierno rechazó unirse a la OPEP; "manejaremos esta riqueza como el pueblo soberano que somos", expresó un hiperfeliz López Portillo" para agregar que "tendremos que aprender a administrar la abundancia", frase que debe estar en el primer sitio entre las de mayor humor negro en la política mexicana.

Esa forma de "administrar la abundancia" intensificó las guerras internas en el gabinete, La Secretaría de Hacienda manejaba cuentas que luego chocaban con las hechas por la Secretaría de Programación y Presupuesto, un ente burocrático que sirvió para meter en nómina a "amigotes" de López Portillo como José Andrés de Oteyza, a quien apodaban "El Churumbel". De Oteyza pertenecía a la Escuela de Cambridge y por tanto era un keynesiano radical. En donde ambas dependencias coincidían era en dar al Estado una forma de manejar los futuros "recursos abundantes" a través del Impuesto al Valor Agregado (IVA) que entró en vigor el primer día de 1980. En los primeros días hubo tremenda confusión pues el gravamen era incluido al momento de pagar en la caja y no en el costo final; sólo hasta 1984, ya con Miguel de la Madrid, se "escondió" en el precio total del producto.

Uno de los choques que luego agravarían la crisis frinanciera fue el existente entre De Oteyza y Jorge Díaz Serrano, director de Pemex, quien había alimentado sus esperanzas de convertirse en el "delfín" lopezportillista para sucederlo en la Presidencia. Su jefe no dudaba en alabarlo en público, en tenerlo en alta estima y aun como amigo de la familia. La llegada de De Oteyza agrió esa relación pues éste gustaba de involucrarlo en "grillas" ante el mandatario. Cuando el pozo Ixtoc I se incendió durante varios meses los medios no dudaron en culpar a Díaz Serrano, lo cual derivó en que López Portillo dejara de dirigirle la palabra aunque uno de sus subalternos le comunicó que le habían dado oportunidad de "renunciar" a ser "renunciado", una humillación política. Diaz Serrano fue luego acusado de varios cargos por corrupción y pasó una temporada en prisión.

Pero esa aparente "justicia" lopezportillista no se reflejaba hacia su "amigote" Durazo. Durante los primeros meses del sexenio se habían realizado detenciones "espectaculares" de funcionarios corruptos, como el ex secretario de Comunicaciones José Méndez Docurro, pero lo que ocurría en la policía capitalina parecía suceder en otra galaxia, como al construcción de un enorme caserón en el Ajusco donde los uniformados eran empleados como albañiles. Tampoco parecía preocuparle mucho que el funcionario comenzara a erigir una construcción en tierras ejidales de Zihuatanejo que luego serían conocidas como El Partenón.

Pero donde seguramente López Portillo estaba preocupado era en su propia "casa de retiro", donde tenía planeado vivir con sus hijos. La construcción además tenía alberca, una biblioteca con más de 80 mil tomos, campo de hipismo y hasta un observatorio para su hijo José Ramón.

                                                  El desplome

Una vez que De Oteyza se hizo encargado virtual de Pemex invitó al país a varios "consejeros", con gastos pagados por el Estado, entre ellos Agiut Singh, un hindú catedrático de Cambridge el cual aconsejó establecer un precio por cada barril de petróleo para después calcular los gastos y los controles de precios a través del petróleo. Para 1981 López Portillo estaba embelesado con Singh y se negó a escuchar otras opiniones. Antes bien, comenzó a acumular resentimiento contra los "ricos" del país --obviamente él se excluía de ese grupo--, en especial los banqueros. De Oteyza le sugirió "nacionalizar" el sistema bancario pues, decía, éste era enemigo natural del proceso keynesiano de desarrollo y "conspiraría" al ver afectados sus intereses. "No es el momento pero es una medida que sin duda habré de tomar", según acotó el ex presidente en sus Memorias.

Las frivolidades se incrementaron. Aunque los medios seguían llamando "Primera Dama" a su esposa Carmen Romano, en realidad López Portillo se mostraba sonriente al lado de Rosa Luz Alegría, a quien puso como titular de la Secretaría de Turismo, y aunque por un tiempo el affaire trató de esconderse, el mandatario tuvo que aceptar la situación, tal vez porque la funcionaria no quería quedar como plato "de segunda mano" ante la opinión pública., aunque el ser señalada como "amante" del primer mandatario tampoco era un blasón que otorgara mucho prestigio.

Para finales de 1981 la hecatombe económica era inevitable. El dólar mantenía una paridad ridículamente baja que hizo mucho más barato vacacionar en Disneylandia que en Puerto Vallarta. El comercio en la frontera se manifestó contra la descapitalización de sus negocios mientras el turismo también descendió ante los altos precios. Lo peor fue una súbita baja en el precio del barril del petróleo, acordada por los miembros de la OPEP. Lo lógico hubiera sido bajar el precio del barril mexicano pero De Oteyza insistió en que no se modificara la cotización puesto que el gasto público estaba presupuestado con un barril a alto costo. Ante tal situación Estados Unidos optó por adquirir el precio más bajo, con lo cual los miembros de la OPEP hicieron el gustoso papel de esquiroles. Con un enorme gasto público únicamente financiado con los ingresos petroleros, la catástrofe era cuestión de semanas.

Aún así, en febrero de 1982 López Portillo rechazaba cualquier posibilidad de devaluar y remató con la legendaria frase "defenderé el peso como un perro". Luego recriminó a los "antipatriotas que lucran con el billete verde" cuando el peso sobrevaluado era responsabilidad del gobierno. Los sucesos de aceleraron, en marzo Grupo Alfa se declaró en bancarrota, se aceleró la fuga de divisas, aunque el presidente inauguró el nuevo edificio de Bancomer. López Portillo felicitó a los banqueros por su "patriotismo" y garantizó la libre práctica de su trabajo.

En la primer semana de julio el Banco de México anunció que se retiraba del mercado, eufemismo que indicaba una devaluación. Sin embargo López Portillo, quizá considerando que sus gobernados se habían convertido en párvulos, dijo que "esa palabra no", y la sustituyó por la de "depreciación", eufemismo aún peor. En menos de 10 días la paridad de había desbarrancado, de 22.50 a 92.30 por dólar; días después ya se encontraba a 100 por uno, una "depreciación" cercana al 300 por ciento.

Las arcas públicas estaban casi vacías de modo que López Portillo sabía que los grupos sindicales y burocráticos se le irían a la yugular al ver que ya no quedaban rebanadas para ninguno de ellos. Entonces un oscuro funcionario del Banco de México, Carlos Tello, terminó por convencerlo que la culpa era de los empresarios y su principal tentáculo, la Banca, la cual había dado "pitazo" para que sacaran sus fortunas del país. Engolosinado y con un ego ya incontenible, el presidente recibió el respaldo en la medida por parte de Singh, De Oteyza y de casi todo el gabinete cuando les anunció el decreto de "nacionalización" horas antes de su último Informe de Gobierno. Únicamente dos secretarios objetaron la medida, Jesús Silva Herzog y Adrián Lajous, quienes dejaron de recibir el saludo.

La "nacionalización", además de confiscar a todos los bancos --con la extraña excepción del Citybank, por entonces el único extranjero autorizado a operar en el país-- venía acompañada de un control de cambios. la aparición de los dólares "libres" y los dólares "controlados" y un abierto acto de traición a quienes tenían ahorrados dólares pues éstos les fueron regresados en moneda nacional en la paridad oficial, ridículamente baja en comparación con la cotización en el mercado negro. 

López Portillo también contempló, ya encarrerado, "nacionalizar" a la televisión privada aunque Pablo Marentes logró convencerlo de que ello requeriría enormes gastos de administración que el Estado no podía costearse además que el odio hacia los banqueros era casi unánime y el que se tenía contra la familia Azcárraga era contado entre algunos intelectuales y maestros de escuela. También contó la presión del mismo Azcárraga, quien nunca más volvió a dirigirle una palabra al mandatario. Pero el factor más importante era el tiempo: las consecuencias de ese decreto sería heredadas por De la Madrid quien manifestó a sus más íntimos que la "nacionalización" de la Banca había sido "un alacrán que yo no había solicitado".

Finalmente y entre nuevos rumores de golpe de Estado y desestabilización, como seis años atrás, López Portillo entregó la banda presidencial a De la Madrid. A partir de entonces el ego del ex presidente experimentó golpes que seguramente tampoco él "había solicitado", entre ellos la detención del ex jefe de la policía capitalina Arturo Durazo. Poco después de dejar el poder viajó a España donde no pudo evitar que un grupo de turistas mexicanos le ladrara en un restaurant, igual que en un mall de McAllen donde le gritaron "!uulerooo!", o en Disneylandia, donde tuvo que salir ante el acoso de ladridos que lo persiguió hasta el estacionamiento.

López Portillo terminó como un paria: en varias ocasiones tuvieron que darle las gracias ante las protestas de los socios de los clubes deportivos donde se había hecho miembro; los reyes de España hicieron largas para no recibirlo y solamente en Cuba y Nicaragua se le recibía con gusto, seguramente porque a este país su gobierno llegó a enviar diariamente hasta 20 mil barriles de petróleo y cuya factura "súbitamente" recordó el gobierno mexicano una vez que Violeta Vargas ganó las elecciones presidenciales de 1990.

También se confirmó su divorcio de Carmen Romano pero también el fin de su relación con Rosa Luz Alegría. Se retiró a su mansión, por entonces ya conocida como "Colina del Perro" y vivió tranquilamente por varios años hasta que su hijo José Ramón construyó una barda que lo separaba de sus nietos y su nutrida biblioteca; el "orgullo de mi nepotismo" terminó por echar al ex mandatario de esa propiedad, aunque ya para entonces había contraído matrimonio con la vedette Sasha Montenegro (la ex primera dama falleció en el 2000). Esto desató una feroz pugna con los hijos, pues si bien ya no apreciaban tanto al padre, tampoco deseaban ser excluidos del testamento.

Ya en los últimos años, y "desesperado" porque su pensión como ex presidente de 50 mil pesos mensuales "apenas le daba para vivir", López Portillo puso a la venta el tequila Don José, pero la embolia sufrida años antes había mermado sus capacidades hasta que en el 2003 dejó de existir. Y a diferencia de otras ocasiones en que mueren figuras públicas, los homenajes fueron escasos, sí mucho discretos.

 

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8 comentarios

juan_luis_bedoya escribe 12.02.09

En el sexenio de José López Portillo también hubo cosas buenas, entre ellas la reforma política que permitió dar representación popular a fuerzas hasta ese momento excluidas o perseguidas por el priísmo, esto obra de su secretario de Gobernación Jesús Reyes Heroles. López Portillo comenzó a perder la chaveta al encontrarse nuevos yacimientos petroleros en Cantarell, le pasó lo que a Carlos Salinas de quien únicamente se recuerda su último tramo y se olvide la primera parte que no fue totalmente mala...

remostes escribe 01.03.09

Vaya lección de historia para quienes la desconocemos pues sobre López Portillo y todo lo que hizo los libros de texto ni mencionan prácticamente nada. Si México ya aguantó a gente tan corrupta e incompetente como López Portillo la actual son cosquillas, hay que verlo desde su lado amable

laura_ortega_rubio escribe 19.01.09

Yo nunca entendí como alguien que le hizo tanto daño a México y lo hundió en la pobreza podía dormir tan tranquilo por laa noches, luego que falleció quedó la vergüenza de que los miembros de su familia se peleaban por la herencia como aves de carroña. Espero que al final de su existencia López Portillo se haya dado cuenta de como echó a la basura la gran oportunidad de hacer algo bueno por todos los mexicanos.

tony_sombreron escribe 19.01.09


QUE SEÑOR TAN RATERO ESTE LOPEZ PORTILLO, URGE QUE LOS MEXICANOS DE LAS NUEVAS GENERACIONES ESTEN AL TANTO DEL DESASTRE QUE HIZO EN SU SESXENIO PARA QUE NO SE DEJEN ENGATUSAR AL MOMENTO DE VOTAR Y LOS ENGAÑEN DICIENDOLES QUE EN LOS TIEMPOS DEL PRI ESTABAMOS MEJOR. ES INJUSTO QUE SE DIGA QUE FOX FUE EL "PEOR" PRESIDENTE SI ANTES DE EL HUBO OTROS MAS NEFASTOS COMO LUIS ECHEVERRIA, OTRO PRESIDENTE DESASTROSO

roy_bizarro escribe 17.02.09

AHORA QUE SE EMPIEZA A BARAJEAR LA POSIBILIDAD QUE EL PRI REGRESE AL PODER DEBEMOS TENER PRESENTE LO QUE ESTE PARTIDO HIZO DURANTE LOS 70 AÑOS QUE ESTUVO EN EL PODER Y ESO INCLUYE AL ATROZ SEXENIO DE JOSE LOPEZ PORTILLO, AL LEER SU ARTICULO FUI RECORDANDO TODO LO QUE OCURRIO EN AQUELLOS AÑOS QUE OJALA NUNCA REGRESEN, PERO DEPENDE DE NOSOTROS, QUIENES DIGAN QUE VICENTE FOX FUE EL PEOR PRESIDENTE DE LA HISTORIA PRIMERO DEBERIAN ENTERARSE Y LEER LO QUE HIZO EL SEÑOR QUE VIVIA EN LA COLINA DEL PERRO

fes:escobedo escribe 16.02.09

El chiste es de abierto humor negro y más porque es sobre alguien que ya falleció, pero si existe la reencarnación, López Portillo reencarnará como un perro.

basilio escribe 16.02.09

Debido a que ya murio me parece una falta de respeto que se refieran con burla de José López Portillo quien por haber sido Presidente de México merece que se hable de el con un poco más de respeto.

escis_sos escribe 27.1.09

¿Por qué el sexenio de JoLoPo está comentado en forma tan escueta en nuestros libros de texto? Nuestros niños deben estar enterados y conscientes de las trapacerías que hizo ese señor, su amistad con el nefasto Negro Durazo (que espero siga en el infierno), la forma tan estúpida en que dilapidó la riqueza petrolera, la increíble frivolidad de su esposa Carmen Romano y su promesa de defender el peso como un perro. Dentro de unos años estos niños y adolescentes comenzarán a votar y si no están enterados de lo que hicieron los priístas votarán por ellos y los traerán de vuelta a la Presidencia, y que Dios nos libre si ello pasa. Si educamos a nuestros hijos sobre lo horribles que fueron los sexenios priístas evitaremos que ello ocurra.

 

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