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INTERNACIONAL/Especial elecciones EUA

Biden dice que es mejor que Trump... bueno, ahora que lo pruebe

No podía llenar el estacionamiento de un centro comercial con sus mítines y sin embargo ganó la elección mediante una milagrosa  multiplicación de los votos. Quizá por ello los demócratas consideran casi un santo a Joe Biden, quien afirma que el gobierno de Donald Trump ha sido desastroso. Bien, que ahora  demuestre que lo puede hacer mejor. Solo que si fracasa desafortunadamente, Kamala entrará al quite

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Por Hernán Bitze

NOVIEMBRE, 2020. A menos que suceda un milagro trepidante que jamás ha documentado la historia norteamericana y la Corte falle a favor de Donald Trump, a partir del inminente 20 de enero Joe Biden se convertirá en el próximo presidente de los Estados Unidos. Pero vaya que el señor tiene prisa por comunicarse con los líderes de todo el mundo para empezar a galopar juntos, asuntillo que no quita la güeva a esos medios  para censurarlo igual que ocurrió hace cuatro años cuando el entonces presidente electo Donald Trump se comunicó con la entonces primera ministro británica Teresa May.

Pero hoy, totalmente bañados del hedor bidenista que se aproxima a la Casa Blanca, para esos medios hoy vivimos otros tiempos: los tiempos de la hipocresía y el bidenismo desvergonzado.

Eso es lo que alguna vez Mario Vargas Llosa --desafortunadamente hoy eufórico por la "victoria" de Biden; su desprecio hacia Trump parece haberlo llevado a relativizar los actos de un acosador de mujeres, incluso niñas-- llegó a  denominar "el primer espaldarazo de demagogo", esto es, "el ganador de la contienda que llega con bríos incontenibles para cambiar las cosas, para enderezar lo mal hecho (...) escoge a los mejores, a los más capaces, incluso a personajes desprestigiados de anteriores gobiernos pero que hoy son insuflados por esta nueva barredora y rehabilitados al ser llamados triunfalmente por el demagogo  (...) todo para que, conforme el tiempo va derruyendo esos arranques iniciales del demagogo, lleguemos todos a paradójica conclusión: es peor de lo mismo)". Extraña que el Nóbel de Literatura no haya aluidido a estas líneas cuando aplaude en texto la "victoria" bidenista.

Así es, señores: dado que se dice católico, es fácil dilucidar que ahora sí los Estados Unidos tendrán a su propio San José, a San Joe Biden, al cual ya encendieron veladoras todos los periódicos, todos los medios de comunicación, todo Hollywood y todo el poder económico de Wall Street (pase a que Di Caprio y Scorcese ya nos habían advertido que ahí solo rondan Lobos) así como toda la idiotez útil que se encuentra esparcida a lo largo del extenso territorio norteamericano.

Ese gruperío ya tiene en San Joe Biden al dogma hecho persona, al santo que, como buen asceta, se la pasó encerrado en el sótano de su casa para meditar cómo ejecutar su dura misión ya como mandatario del país más poderoso del mundo. Un mundo mundano, diría el gran Cabrera Infante, al que en algún momento Biden alguna vez sucumbió besuqueando a menores de edad, mujeres casadas y a una de sus internas. Pecadillos, dicen los demócratas, siempre tan dados a santificar a sus presidentes aun antes que hagan algo meritorio. Nada importa ni preocupa mientras se trate de mandar al averno a Donald Trump.

San Joe Biden brincó un importante escalón hacia la santidad al punto que ya lo felicitó el Papa Francisco (ahora sí que por Dios). Y con la venia papal, nada impedirá a San Joe Biden comenzar a esparcir milagros a partir de enero. Y milagros necesitará, por cierto, cuando en varias ocasiones ha dicho que él es mejor para hacer las cosas que el copetudo Trump: "el crecimiento exponencial de la pandemia solo puede ser atribuido a este gobierno que no actuó en el momento que debió hacerlo", dijo quién sabe cuántas veces.

 Por supuesto que Biden no se refería a Bill de Blasio, el aborrecible alcalde de Nueva York quien en abril aseguró que "todo estaba bajo control" y arengó a los hoy neollorinos a que "continuaran con sus "actividades normales" y tampoco el santo de moda arrojó esa acusación contra Nancy Pelosi quien durante una visita al Chinatown de San Francisco, aseguró que "aquí todo está bien, los invito a que vengan", días ante que estallara la megapandemia.

Y, naturalmente, Biden tampoco se acusó a sí mismo cuando calificó al presidente Trump de "racista" por haber ordenado el cierre aéreo con China. No: el culpable fue Trump, incluso culpable de las trapacerías del gobierno chino: si Beijing es como es, se debe a Trump.

Votar con las entrañas no suele ser bueno ni recomendable, y si bien el escandaloso fraude electoral deja en evidencia que en Estados Unidos también se registran urnas preñadas, padrones inflados y paquetes teletransportados a los centros de votación, es innegable que millones de norteamericanos votaron por San Joe Biden, muchos de ellos porque Trump no les cae bien y decidieron jugársela por la incertidumbre económica que ofrece el santo de moda, el equivalente a abandonar un buen empleo porque tu patrón, aunque no te haya hecho nada, es un tipo malencarado.

La incógnita ahora es si, después del gobierno bidenita y del cual no necesitamos que desde el ultra allá García Márquez advierta que se trata de un desastre anunciado, Estados Unidos seguirá embelesado con la Merrie Melodies socialistas que no han registrado un solo éxito económico, en ningún sitio del planeta en que se han aplicado.

Pero dejemos que Trump se vaya a su casa y se encierre en una de sus residencias y ya no salga de ahí. Dejemos el campo abierto a San Joe Biden para que construya su feria de la alegría, del bienestar, de la armonía racial, de la justicia social, de la inclusividad donde el servicio médico universal tendrá cabida incluso para quienes carezcan de estatus migratorio y no sean contribuyentes norteamericanos. Qué importan su deterioro cognitivo, su corrupción y el tráfico de influencias mientras fue vicepresidente. Todo eso son minucias.

Trump consiguió en cuatro años de gobierno que, hasta antes de la pandemia, la economía norteamericana estuviera creciendo a un ritmo del 4.3 anual --en este país, donde tenemos a  un presidente que en su momento fue igualmente santificado, gozamos de un esquelético .5 por ciento-- agregó millón y medio más de empleos que Obama aseguró que "nunca" iban a regresar. La cifra de negros con empleo y que por tanto ya no cobraban su cheque del Welfare cayó a su punto más bajo desde 1969. Veamos si Biden logra superar esas cifras. Que lo demuestre. Ya basta de ataques verbales, peroratas y sus discursos donde Trump es culpable de todo, desde el cambio climático hasta la diarrea crónica producto de una cruda.  Que muestre a quienes votaron por él, y sobre todo quienes no lo hicieron, que será más chingón que Trump como presidente.

No lo hará, y sería ridículo (y muchísimo peor) suponer que Kamala Harris quien en algún momento entrará al quite de San Joe Biden, hará un mejor trabajo que Trump. Dijo alguna vez el  don Hermenegildo Torres, el extrañado socio fundador del Partido Único de los Pendejos: "Nunca subestimes a un pendejo ni asumas que sus pendejadas tocarán fondo".

Pendejatum est.

 

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