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Confirmado: la "coalición" Trump-Rusia, un invento de Hillary: una trama que da retortijones

 El rencor por la derrota que Hillary Clinton sufrió ante Donald Trump rebasó lo patológico al punto de llevarla a inventar un pésimo thriller político que, sin embargo, ha costado millones de dólares a los contribuyentes y ha dañado profundamente las instituciones norteamericanas. Pero ya aclarado este fétido asunto ¿habrá acción legal contra tan corrupta dama? Con la barrera de intereses que le han creado alrededor, es dudoso... lamentablemente

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OCTUBRE, 2020. Muchas veces ha surgido la pregunta de qué fue lo que unió al matrimonio Clinton. Por supuesto su amor enfermizo al poder, pero hay algo más: su increíble capacidad para enlodar instituciones y causarles un profundo desprestigio, de negarse a aceptar culpabilidad alguna de sus acciones y, lo más lamentable, el salir impunes de todas las acusaciones en su contra, aun cuando las evidencias sean contundentes e inobjetables.

Cuando Bill Clinton mintió al Senado y dijo no conocer "a esta mujer, la señorita Lewinsky", su acto de perjurio habría sido suficiente para quitarlo del puesto, una falta mucho mayor a la cometida por Nixon durante el caso Watergate. Pero había un clara diferencia, claro está: Clinton procedía del Partido Demócrata, de modo que a su alrededor se creó una coraza que le permitió terminar su segundo periodo de gobierno.

Y ahora que se ha revelado toda la porquería demócrata que se esconde tras la supuesta colusión Trump-Rusia, es casi un hecho que su esposa Hillary igualmente saldrá sin raspones, esto pese a que sus fantasías se llevaron consigo al FBI y al Departamento de Justicia y costaron millones de dólares del contribuyente norteamericano para buscar y encontrar un culpable que solo existió en la termocéfala cabecita de quien realmente se llama Hillary Rodham.

Esta ha sido una de las mentiras más ruines y devastadoras en la historia de la política norteamericana. Pero no se puede dudar de su efectividad al punto que millones de norteamericanos, convencidos de que el presidente Trump había hecho algo indebido, votaron mayoritariamente por los demócratas en las elecciones intermedias lo que les permitió conservar ganar la Cámara de Representantes (Diputados) sitio desde el cual se ha seguido tejiendo este virtual golpe de Estado contra la democracia norteamericana.

John Ratcliffe, director de la National Intelligence (NI) declaró al Comité Judicial del Senado y reveló las conclusiones del informe donde se destaca que el Russiagate fue una mera farsa creada por la señora Clinton para crear un distractor en torno al escándalo sobre los mails clasificados que envío a  través de sus cuentas personales de la Fundación Clinton (posteriormente hackeadas por Wikileaks, la página creada por Julian Assange).

La carta de Ratcliffe fue entregada al líder del Comité, el senador Lindsey Graham, quien refirió que el plan "incluía ligar a Trump y a Putin en relación al hackeo del gobierno ruso al Comité Nacional Demócrata".

La acusación brotó a los pocos días que el entonces director del FBI, un corrupto de siete suelas llamado James Comey, excluyó de toda culpabilidad a la señora Clinton y solo la amonestó por sus "fallas administrativas". Esto dio lugar a fuertes sospechas de que el gobierno de Barack Obama había presionado y distorsionado la aplicación de la ley hacia todo funcionario que hubiera manejado inapropiadamente cualquier información considerada clasificada.

El 25 de julio de ese año, a tres semanas de la conferencia exculpatoria de Comey, los mails hackeados comenzaron a ser puestos en línea. fue en ese momento cuando el comité de campaña de Clinton encargó a Christopher Steele, un ex espía británico, a buscar información inculpatoria de Trump con la inteligencia rusa. El resultado fue el llamado Steele Dossier una sarta de documentos donde se alegaba que Trump estaba implicado en una "bien desarrollada conspiración" con "los altos líderes del poder en Rusia", es decir, Vladimir Putin. Buena parte de la "información  comprometedora" que argumentaba Steele le fue proporcionada por un tan Igor Danchenko, un tipo investigado por el FBI bajo acusaciones de espionaje.

Súbitamente la clara violación de la ley cometida por la señora Clinton se fue esfumando de los medios para dar lugar, incesantemente y sin parar un solo segundo, a la acusación de que Trump había hecho algo indebido. Se culpó al comité de campaña del hoy mandatario y se insistió en que éste "tenía pleno conocimiento de la operación y había proporcionado a Wikileaks la información comprometedora contenida en los mails", todo a cambio, señalaba el dossier, "del compromiso de Trump para que Rusia ordenara una intervención en Ucrania". El "reporte", asimismo. acusaba como "cerebro" de la "conspiración"  a Paul Manafort, jefe de la campaña presidencial de Trump.

Había información francamente ridícula dentro del informe, como la afirmación de que Rusia estaba utilizando su consulado en Miami como "centro de operaciones", cuando en ese momento no existía ningún consulado ruso en esa ciudad.

La carta de Ratcliffe enviada al comité del Senado aclara que la National Intelligence "no puede asegurar con certeza" de que la señora Clinton hubiera armado la supuesta colusión (aunque sí es un hecho que el primero que puso a rodar la mentira entre los medios fue David Axelrod, encargado de la campaña presidencial de Hillary). Sin embargo, en el 2016 ya se sabía claramente que su rol en la supuesta colusión estaba abiertamente documentado dentro del gobierno de Obama.

Sin embargo, el mismo reporte apunta cómo John Brennan, ex director de la CIA, escribió unas notas a mano donde muestra cómo "(el presidente) Obama y otros funcionarios de alto rango de la seguridad nacional, revisaron la supuesta aprobación, el 26 de julio del 2016, de Hillary Clinton por parte de uno de sus asesores políticos (de ella) para crear una campaña hacia Donald Trump que desemboque en una implicación de interferencia por parte de los servicios de seguridad de Rusia".

Más aún, tanto el director del FBI Comey como Peter Strzok (por entonces director asistente en los servicios de contrainteligencia) recibieron el reporte de investigación por parte de la CIA donde se apunta que "la candidata presidencial Hillary Clinton aprobó la operación como un medio para distraer al público acerca del uso de sus mails privados".

El procurador general Bill Barr ha expresado su preocupación de que el Steele dossier fuera utilizado como claro elemento desinformador, mas aún cuando luego fue proporcionado a los principales medios afines al Partido Demócrata (The New York Times, Washington Post, bla bla bla) los cuales difundieron hasta la náusea la supuesta "conspiración" al punto que la líder de la Cámara Nancy Pelosi anunció la aplicación de un "juicio político" contra Trump que, previsiblemente, no arrojó resultado alguno, si mucho la lamentable payasada del testimonio dado por Robert Mueller, ex director del FBI --y que, recordamos, la prensa manejó como "elemento clave" para obligar al presidente a renunciar--y donde se vio al ex funcionario trastabillando y profiriendo tonterías durante sus comparecencias, aparentemente bajo el influjo de alguna droga.

Y es que Brennan nunca solicitó una investigación al FBI referente a la oscura actuación de Hillary en el asunto de los mails: por el contrario, Brennan le "siguió la corriente" a la "conspiración" con el fin de echar abajo al hoy habitante de la Casa Blanca.

Asombrosamente, y como si todo hubiera ocurrido en una lejana galaxia, ningún medio fuera de Estados Unidos ha hecho mención alguna en torno a este escándalo de corruptelas y tráfico de influencias que se llevan entre las patas no solo a Hillary, a los servicios de inteligencia o dependencias otrora de renombre como el FBI, sino que involucran hasta el cogote al ex presidente Obama, uno de los peores mandatarios que ha tenido Estados Unidos.

Si esta "conspiración" hubiera sido orquestada por los republicanos, los medios de todo el mundo estarían tapizados con esas notas, ya estaría en marcha el rodaje de por lo menos dos películas inculpatorias (con todo y COVID 19), Netflix estaría a punto de estrenar una serie y habría pro lo menos cuatro libros entre los best sellers del The New York Times, y quizá a estas alturas Trump ya habría sufrido el mismo destino de Richard Nixon.

Ratcliffe cierra su carta con la advertencia de que hay más información al respecto pero que permanece clasificada aunque ofreció dar un reporte al senador Graham con el contenido que aún no se ha revelado públicamente.

En cualquier lugar donde imperaran la lógica y la justicia, esa información clasificada ya sonaría redundante para poner a Hillary Clinton tras la rejas, someter a Obama a escrutinios legales y al Partido Demócrata seriamente desprestigiado. Sin embargo, en este mundo alrevés y con severos daños mentales, el ex asesor de política exterior de Hillary y "arquitecto" de la "conspiración" es un tal Paul Sperry, enquistado en una alta posición dentro del equipo de campaña del candidato demócrata Joe Biden.

 

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