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Un cliché con piel de Lobo

Celebrada hasta el paroxismo por la crítica, esta cinta reúne otra vez a un afamado director ay a un actor que implora le den una estatuilla de Hollywood. Pero esta cinta sobre excesos en el mundo de las finanzas termina por caricaturizar a sus personajes, además de abordar uno de los temas más trillados del cine norteamericano contemporáneo

The Wolf of Wall Street
Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Margot Robbie, Matthew McConaughe, Rob Reiner
Dirigida por Martin Scorcese
Paramount/2013


FEBRERO, 2014. Estrenada el día de Navidad en Estados Unidos, Hollywood ha de creer que Santa Claus también es un perverso cerdo, que no lobo, del capitalismo salvaje, de otra manera no se explica que, de los 365 días que tiene un año, se hubiera escogido precisamente esa fecha con el fin de revelarnos, paradójicamente, el cliché de moda de los estudios (Bueno, en el 2013 también la tarde navideña vio el estreno de Django Unchained, de Quentin Tarantino. Esto ya suena a intencional tendencia...)

Alabadísima por los críticos (aunque no tanto por el público; la cinta aún no recupera su inversión) The Wolf of Wall Street es la más reciente incursión de Martin Scorcese en la pantalla, y la quinta colaboración con Leonardo DiCaprio quien quizá también acusará a quienes entregan los oscarines de cerdos capitalistas si este año no le entregan la presea a Mejor Actor. Atrás ha quedado la biografía épica de Howard Hughes en The Aviator, los pleitos de pandillas en Gangs of New York y la magia de Hugo, el cineasta ítalo-norteamericano vuelve a los temas de degradación humana, avaricia y cataratas de fucks como no lo veíamos desde su Goodfellas. El destino vuelve a ser la Gran Manzana, a la cual Scorcese debe considerar sumamente podrida, y más aún su sector financiero. De ahí nada bueno puede salir, excepto el desplumar a los incautos inversores; según su óptica, las cosas no han cambiado nada desde 1929, y quienes ahí trabajan lo hacen enloquecidos por el olor del dólar.

Como buena parte de sus cintas, ésta se alimenta del exceso, de la brutalidad y de la avaricia. Para Scorcese esto es lo único que conviene reportar del American Dream, un charco pestilente que, por supuesto, encanta y enamora a sus acólitos, entre ellos Peter Travers, de Rolling Stone, quienes escribió que "[esta película] nos refleja impecablemente como sociedad...". Pero antes de abundar en este disparate, entremos un tanto en la historia.

DiCaprio caracteriza a Jordan Belfort, un egresado universitario cuyo destino obvio se enfoca a Wall Street, el sitio donde se cocina el capitalismo norteamericano. Basada en una historia real, todo ocurre a principios de los 90. Aún están humeantes los restos del crack bursátil de 1987 mientras el país vive la euforia por la Guerra del Pérsico, la que echó de Kuwait a Saddam Hussein. Los jóvenes recién graduados que llegan a Wall Street que entran al relevo vienen llenos de idealismo, entre ellos Belford y su amigo Mark Hanna (McCounaghey). Pero pronto se toparán con que lo aprendido en la universidad poco o nada tiene que ver con la realpolitik económica. "El nombre del juego es ganar, ganar, ganar", advierte alguien. Y la mejor manera de hacer dinero rápido es mediante la pirámide, el método de especulación más viejo que, sin embargo, sigue atrapando incautos; otros fondos llegan procedentes del gobierno norteamericano el cual, para que no se nos olvide, en 1991 estaba en poder del republicano George Bush padre.

El dinero comienza a correr por todo Wall Street. Balford, hasta entonces un chico clasemediero que practica deportes y su plan era ahorrar pasa casarse y crear una familia pequeñoburguesa, no tarda en acoplarse al ambiente como alumno aventajado. El mundo que se abre ante ellos es de una exagerada bonanza acompañada de toda clase de drogas, borracheras y sexo; Scorcese enfatiza el punto con escenas fuertes de "pericazos" y aun de sexo oral aderezadas de tantos fucks que quizá ya habrán destronado el récord de Scarface. Cuando las sospechas del FBI los llevan a una investigación resulta que sus agentes son iguales de corruptibles, todo esto al tiempo que la bomba especulativa sigue inflándose. Cuando estalla comienza una pelea entre los implicados, incluso con el Max el padre de Jordan, interpretado por Rob Reiner), de ahí lo del lobo que se lanza contra sus congéneres para salvarse él mismo. Poco a poco comienza a evaporarse los yates, los muebles lujosos y todo aquello que el dinero atrae, como poderosísimo imán, a quien lo posee a borbotones. 

Sería idiota negarle a Martin Scorcese su genialidad dentro del lenguaje cinematográfico. Es uno de los grandes y lo ha demostrado innumerables veces. Pero The Wolf of Wall Street es un filme sobrevalorado donde los villanos mafiosos de Goodfellas son reemplazados por los villanos universitarios; lo que los une, de acuerdo a este guión, es que fueron son hechura directa del capitalismo norteamericano. Y quizá ahí radica la peor falla de The Wolf of New York; Belford y el resto de los personajes son caricaturas de los yuppies enloquecidos por el libre mercado, al punto que bien podríamos cambiar el nombre de Belford por el de Gordon Gekko y nadie notaría la diferencia. Hasta el último detalle que veamos en Wall Street nos resultará conocido, si mucho los excesos, sobre todo en esas escenas que ya rayan con la pornografía.

Decía el ya referido Travers que esta película retrata lo que en realidad es la sociedad norteamericana. ¿En serio? ¿Cuántos de sus vecinos trabajan en Wall Street o son corredores de bolsa? Lo que faltó recalcar aquí es que es la realidad de la sociedad norteamericana... según Hollywood y según Scorcese. Los delincuentes de cuello blanco son lugar común en el cine estadounidense o, peor aún, psicópatas, como lo fue, precisamente, American Pshycho. The Wolf of Wall Street solo se une a ese montón que sigue acumulándose cada año.

¿No habría estado mejor que Scorcese hubiera hecho una película sobre Bert Bernanke, ese pillo que dejó en la calle a miles de pequeños ahorradores, o a quienes desbancaron a Fanny Mae, institución crediciticia financiada por el gobierno norteamericano? ¿No será porque las sospechas de que de ambos salió buena parte del financiamiento de la campaña presidencial de Barack Obama? 

Di Caprio tenía más méritos para llevarse el Óscar cuando personificó a Frank Abignale Jr. en Atrápame si puedes o al excéntrico multimillonario Hughes. Si se lo lleva este año, será por el curioso caso (que no de Benjamin Buttons) de encarnar a un cliché.

 

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