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Viejas maromas en un mundo cibernético

Las nuevas tecnología han convertido en obsoleta no solo muchos artículos que nos acompañaron con décadas sino también el modo en que se vendían. En esta comedia donde se ve el obvio respaldo de Google, el conocido dueto de comediantes nos ofrece un guión que terminará eliminado como un e-mail de publicidad chatarra

The Internship
Vince Vaughn, Owen Wilson, Aasif Mandvi, Rose Byrne
Dirigida por Shawn Levy
Twentieth Century Fox/2013

SEPTIEMBRE, 2013. Si el lector recuerda The Wedding Crashers (2003) seguramente estará interesado en saber que sus protagonistas, Vince Vaughn y Owen Wilson, están de vuelta con otra comedia donde ahora en vez de echar a perder bodas tienen otra misión muy acorde con los tiempos que corren en la red y que coinciden, curiosamente, con el anuncio de que Google entrará a la Bolsa de Valores "aunque sin cometer los mismos errores de Facebook", los cuales, por cierto, nunca fueron especificados. 

La química entre Vaugh y Wilson ha resultado muy productiva para la taquilla: ambos tienen la particularidad de ser considerados "comediantes intermedios", esto es, que no alcanzan el extremo de adoración total-odio radical que suele profesarse hacia colegas como Jim Carrey o Ben Stiller, a su vez frecuente comparsa de Wilson.

¿Y cuál es el resultado que tenemos en esta ocasión? Bueno, esta es una historia para todos aquellos que piensan que las nuevas tecnologías están realizando un desplazamiento total quienes se aferran a que las cosas continúen sin sufrir alteraciones. Todos conocemos a alguien que se niega a deshacerse de su videocasetera aun si le ha dado cientos de vueltas a su colección VHS y a quienes se rehúsan a comprarse un teléfono celular, no por tacaños sino porque se niegan a ser esclavos de ese artilugio y prefieren el teléfono antigüito empotrado en la cocina de sus casas.

Billy McMahon (Vaughn) y Nick Campbell (Wilson) son dos vendedores que tendrán que confrontar este cambio en sus personas cuando se ven incapacitados para explicar a sus clientes como funcionan artefactos de los que no tienen idea. ¿Pero cómo hacerle para cambiar sus técnicas aplicadas por años y darse cuenta que buena parte de sus conocimientos ya son obsoletos. Así como es imposible que alguien logre vender abrigos de piel en una calla de Arabia Saudita. McMahon y Campbell se topan con que, literalmente, nadie se interesa hoy en comprar telégrafos. Pero como la experiencia también trae maña, los dos deciden enviar una solicitud de empleo para trabajar ni más ni menos que en Google, el gigante mundial de la informática; después de todo, como decía aquel comercial, el "no" ya lo tenían de su lado. Sorprendentemente son aceptados.

Hace meses la revista Fortune mencionaba que trabajar para Google significaba pertenecer a una de las mejores empresas del planeta en lo que alguien llamó "empleados Montessori" que pueden hacer uso de mesas de billar, albercas, jacuzzis y sitios de esparcimiento cada vez que se sientan "embotados" y necesiten
relajarse. The Internship refleja todo esto a cabalidad al punto en que uno se pregunta a qué horas trabajan estos obreros de la informática que perciben anualmente hasta millón y medio de dólares, con edad que van de los 18 a los 25 años de edad. Allá en los 80 se afirmaba que el mundo sería de los nerds. Lenguas de profetas.

Este será apenas el inicio de las dificultades para los dos amigos, sobre todo debido a los celos, las envidias, y el no bajarlos de "viejos" por parte de sus compañeros de trabajo. Pero como dijo el columnista Jonathan V. Last, en respuesta a quienes se burlan de las viejas tecnologías: "Ríanse lo que quieran, pero en más de sesenta años, nadie jamás fue capaz de imbuirle un virus al código Morse". McMahon y Campbell demostrarán que el mundo va más allá de la aventura cibernética, y que el "colmillo" humano y la experiencia nunca podrán ser superadas por unos bytes, un IPad o el Smart Phone más sofisticado.

Pero al final esta es una comedia por lo que veremos situaciones chuscas, malostendendidos y el humor gringo que suelen manejar estos dos actores. Por supuesto que Google se echa sus florecitas en esta película y hasta realiza algunas automofas. Lo único de lo que se acordará cuando salga de la sala es que se quiso entretener, aun con varios lugares comunes del género, y casi con seguridad lo habrá conseguido. Y quizá concluya que apegarse a las tecnologías hoy consideradas obsoletas no es tan criticable después de todo.

 

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