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El hombre con la máscara de Gatsby

Este clásico de la literatura norteamericana regresa al cine con un resultado que, si bien difícilmente hará oscareable a Leonardo DiCaprio, se apega a la novela y al mismo tiempo sabe ambientarse entre los espectadores que solo recuerdan a The Great Gatsby porque se les obligó a leerlo en la universidad. Aunque densa en ciertas partes, la película logra honrar a la obra

The Great Gatsby
Leonardo DiCaprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan, Joel Edgerton
Dirigida por Baz Luhrmann
Warner Bros/2013

JUNIO, 2013. Es curioso, pero conforme se acercaba el final de The Great Gatsby, vino a la mente la imagen de Ícaro, aquel personaje de la mitología que logra volar pero finalmente cae al vacío una vez que sus alas, hechas de seda, se derriten conforme va acercándose al sol. F. Scott Fitzgerald, el genial autor de esta novela, muy probablemente tenía en mente a Ícaro y a su propia experiencia durante sus años universitarios cuando quiso unirse al clan de los poderosos pero éstos lo rechazaron porque pertenecía a una clase distinta. "La novela fue mi desquite", aceptó Fitzgerald en su biografía. Pero hay algo más y que justifica la popularidad de esta historia (los más suspicaces relacionan su estreno contemporáneo con su similitud con los dreamers, es decir, aquellos jóvenes ilegales que buscan acogerse a una reforma migratoria que les permita alcanzar al American Dream, lo cual lograrán únicamente derrotando a los legisladores más conservadores).

The Great Gatsby ha sobrevivido gracias al magistral manejo que Scott Fitzgerald hizo tanto de los géneros como de sus protagonistas. Al principio parece una comedia romántica y luego da un giro oscuro, la primera parte construida en las apariencias y la segunda cuando la realidad se estrella, con desastrosos resultados para todos. Es una historia de amor pero también denuncia la avaricia desmedida que desembocaría en el crack bursátil de 1929. Y además su potencial para llevarla al cine es impecable, tanto así que la primera cinta se rodó en los tiempos del cine mudo. Y, por lo visto, para Hollywood, es una analogía de que, aunque hoy está más de moda el hip hop que el charleston, los pecados del norteamericano promedio siguen siendo los mismos.

Jay Gatsby (DiCaprio) llega a Nueva Inglaterra como la representación del éxito. Joven, atractivo, emprendedor, se acompaña del misterio de su procedencia. ¿De dónde viene, cómo hizo su fortuna? (Nunca se aclara la forma pero es fácil deducirla). La curiosidad también la tiene Nick Carraway (McGuire), miembro de una de las familias más renombradas de aquel estado. Carraway será el encargado de narrarnos la historia cómo el la vivió, y con él iremos desenredando la mata del origen de ese tipo que viste de impecable blanco y es experto catador. Pero detrás de todo aquel parapeto de poder, Gatsby solo busca lo que considera llenará su vida: el amor de Daisy (la bella Carey Mulligan) una chica socialité de la que está profundamente enamorado y quien es, de paso, prima de Carraway. Pero Gatsby encuentra un escollo para conquistar a su Daisy: Tom Buchanan (Edgerton), el hombre con el que Daisy se casó por intereses familiares y con el que tiene una hija. Buchanan es un sujeto ordinario, aburrido, casi casi el tedio representado. Una presa fácil para Gatsby; después de todo ya ambos se encuentran en similares condiciones económicas para enfrentarse.

El problema es que Gatsby carece de raigambre, o dicho más informalmente, es un advenedizo. No tiene el pedigree del apellido, no es uno de los nuestros, pues, y por tanto abundan quienes desean desenmascararlo. Gatsby busca la venganza contra aquellos que lo humillaron, gente a la que considera vacía e insensible, pero más importante, y el objetivo final de toda su farsa, es acercarse a Daisy, solo para toparse al final con que ella también es parte de ese mundo, quizá desde una perspectiva más frívola e inocentona, pero al final indisoluble con aquel entorno.

La verdad surge inevitable, por supuesto: "¡Gatsby es un tramposo!", grita alguien por ahí, algo que viniendo por parte de un universo donde la trampa es la carta de cada día suena a cruel sarcasmo. Lurhmann, el director australiano que estuvo detrás de Moulin Rouge, emplea aquí la misma vistosidad --¿ya mencionamos que la película es 3D?-- para enfatizar los excesos y el despilfarro que no logran esconder la monotonía de sus vidas; hasta le escena de los juegos pirotécnicos no escapa a la pretensión del director para hacernos ver que se queman cohetes en un mundo donde todos se niegan a ver lo que ocurre a su alrededor, y que al final pagarán las consecuencias.

Por lo que toca a DiCaprio (esperamos que finalmente ya haya tomado un baño) su caracterización de Gatsby es buena, aunque sin hacerlo oscareable. Y de que es versátil, ni dudarlo, pues lo mismo ha representado a un falsificador en Catch Me If You Can --película con la cual Gatsby tiene varias similitudes argumentales--, a Howard Hughes, a Edgar Hoover y, a menos que lo hayamos olvidado, a un muchachillo que se hunde junto con el Titánic. Aquí no tiene su mejor actuación, pero convence. Por lo que toca a Carragan/McGuire, el mismo Fitzgerald estaría feliz de ver cómo se acerca a la descripción del libro.

Quizá el problema principal con The Great Gatsby sea que Lurhmann cae en algunas escenas densas, lo cual tratándose de una historia donde ya conocemos el final podría desesperar al espectador. Por ello, al final queda la idea de que a esta versión le faltó algo: es mejor que la cinta realizada en 1974 con Robert Redford y Mia Farrow, pero igualmente se queda corta. Ello lo notará buena parte de los espectadores, se haya leído la novela o no.

Las alas de Ícaro se le derritieron a Gatbsy. Pero esta es una cinta que vuela alto.

 

 

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