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LITERATURA/Censura

Si la literatura es sometida por la censura PC, quedará inservible

Uno de los pilares para que una novela alcance la trascendencia es su carácter transgresor que logre atrapar al lector y lo empuje hasta el capítulo final de la obra. Cuando un novelista es forzado a adecuarse a las convicciones impuestas por el mundo real, lo que tenemos es una literatura húmeda e inoperante. Es de esperarse que pronto acabe esa censura: los novelistas deberán poner mucho de su parte si desean sobrevivir a este nuevo vendaval totalitario

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JULIO, 2019. Otra víctima de la mordaza políticamente correcta y las políticas de identidad ha sido el desarrollo de la literatura norteamericana, la cual desde los tiempos de Steinbeck, Heminghway y aun Harold Robbins, es la que mueve al mundo. Basta un vistazo en las listas de los más títulos más leídos --término mucho mejor que el de best-seller, el cual hoy ya no vale ni media moneda apachurrada en el riel por las ruedas de un tren-- lo deja en evidencia: la mayoría de los libros enlistados son de género político pro o anti Trump, un aspecto monotemático que está haciendo mucho daño a la credibilidad editorial y a la creatividad que ésta se supone dice fomentar.

Los efectos son fáciles de dilucidar, reflejados en una considerable baja en la producción de obras literarias como había ocurrido décadas atrás. ¿Dónde están los seguidores de la tradición de gigantes contemporáneos como Norman Mailer, Tom Waits y Gore Vidal? La respuesta es igualmente sencilla: están en algún lugar pero no salen a la superficie ante el temor de ser estigmatizados, quizá con el temor de que su obra sea censurada, o en el peor de los casos, destruya sus carreras aun antes que éstas despeguen.

En medio de esta mordaza políticamente correcta por la que atraviesa el mundo el mundo literario está resultando especialmente afectado dado que la mayoría de los novelistas basan sus escritos en sus propias experiencias y en un chapuzón a lo más profundo de sus mentes, incluidos sus prejuicios, sus ideas descabelladas y planteamientos capaces de provocar un shock inicial al lector para que al leer el libro siga la historia hasta el final.

Un novelista no debe estar obligado a apegarse a la ética ni a los lineamientos que le impone el mundo real; de hecho romper ese cerco representa el principal aliciente para desarrollar su obra. Cuando Robert Louis Stevenson publica Dr. Jekyll and Mr Hyde en 1886, lo que buscaba era establecer una denuncia contra la doble moral de la época victoriana, o lo que es lo mismo, escapar del asfixiante entorno de una sociedad donde todo lo que estaba prohibido en la superficie se realizaba libremente debajo de ésta, muchas veces por los mismos promotores de esa moralina.

La Granja de los Animales, una de las novelas más influyentes del siglo XX, fue atacada despiadadamente por haber expuesto esa sociedad totalitaria a la que la comunidad intelectual quería llevar al mundo en nombre de una obsesiva igualdad. Sin embargo y en vez de amedrentarse, George Orwell volvió a retar a la intelligentsia que le exigía se callara al publicar 1984, cuyo argumento es mucho más vigente (y temido) hoy que cuando se le publicó por primera vez.

"Antes que nada, un escritor escribe para sí mismo", apuntó la novelista española Rosa Montero. Sin duda: al desarrollar una historia, el escritor no puede anteponerse límites, preocupado por si su libro será alabado, desdeñado o atacado pues se trata, a final de cuentas, de información extraída y digerida en su propia mente. O, peor aún cuando el escritor se abruma por la aceptación, o el rechazo, que su obra artística pudiera tener en los círculos del poder. Esa es la razón por la cual escritores como el cubano Alejo Carpentier, poseedor de una prosa originalísima, se hiciera escritor convencional al comprometerse con el castrismo, algo muy parecido con lo ocurrido a Carlos Fuentes cuando se dejó arropar por el oficialismo mexicano.

La diferencia con lo que sucede actualmente es que un escritor ya no suele es censurado desde las esferas políticas sino desde las redes sociales y las grandes editoriales, las mismas que se supone parte de su labor es estar comprometidas con la integridad artística y libertad de pensamiento de los autores que promueven. En este momento los gigantes editoriales deben estar atiborrados de libros, ensayos e historias originales e interesantes pero que no piensan publicar dado que abordan temas "comprometedores" o "políticamente incorrectos", y cuando se da la autorización, la historia original está tan cambiada que pocos autores serían capaces de soportar la humillación, por más necesitados que estén de una entrada económica.

El otro elemento de censura que hoy enfrentan los novelistas o todo aquel que realiza una obra artística es twitter. Este Torquemada cibernético del siglo XXI condena, señala y denuncia a un autor o a una línea comercial para que de inmediato actúe la maquinaria que regañe, castigue o saque de la jugada al infractor.

Eso le acaba de suceder a Bret Easton Ellis (el de la foto) quien saltó a la fama en todo el mundo con la novela American Psycho la cual luego fue llevada al cine, estelarizada por Christian Bale (Y que, por cierto, nos pareció de pésimo gusto cuando la comentamos hace años en fasenlinea).

Hace unos meses y para promover su nuevo libro, Easton Ellis dijo en un programa de TV que no le había gustado la película Black Panther ni que varios personajes de las películas, en especial de superhéroes, estuvieran siendo transformados en mujeres. Eso fue suficiente para que se le acusara de "racista", "intolerante" y "homofóbico" --esto pese a que Easton Ellis es gay-- y se convocó a un "boicot" de sus libros. "Con el ambiente totalitario que estamos viviendo en estos momentos y el negar el derecho a disentir el cual es parte de nuestra libertad de expresión, las cosas no pintan nada bien para el desarrollo de la literatura libre", escribió este autor.

"Si un escritor no lleva la encomienda de ser transgresor, mejor que se dedique a otras cosa", dijo hace años Michel Houellebecq , el novelista francés autor de Sumisión, novela que, predeciblemente, fue calificada de "islamofóbica" por quienes ni idea tienen de cuál es su tema central.

Uno de los pocos caminos que queda a la literatura para sobrevivir a este embate es la red, pero no es mucho el tiempo que le queda antes que finalmente sea engullida por los gigantes cibernéticos enemigos de toda opinión diferente a la suya. Los literatos han tenido innumerables enemigos a través de los siglos, y hoy enfrentan a uno formidable. Pero mientras no logren "borrar" sus inquietudes de ideas como le ocurrió a Winston Smith en 1984, habrá esperanza de que la literatura volverá a escapar, triunfante, de sus captores ansiosos de asfixiarla.

 

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