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LITERATURA

Sigue la insensatez: ahora resulta que Los Pioneros eran racistas

La historia de una familia que llegó a colonizar el viejo oeste está basada en unos libros que tuvieron gran éxito en su momento. Ahora éstos y su autora son calificadas de racistas, lo que avizora su retiro de circulación. Si ya lo hicieron con los Dukes de Hazzard, esta vez con Los Pioneros los gestapolíticamente correctos tiene otro motivo que aquí comentamos...

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JULIO, 2018. La verdad, desconocía el hecho que la serie televisiva Los Pioneros o La Casita en la Pradera, por su nombre original de Little House on the Praire, está basada en nueve libros escritos por Laura Ingalls durante los años de la Gran Depresión. La mayoría de nosotros sabemos de la historia gracias a esa serie que se transmitió a fines de los años 70 y que fue bastante popular, sobre todo por el carisma de Michael Landon, quien caracterizaba a Charles, el padre de la familia Ingalls, con tres hijas y un hijo quienes, cuando comenzaba cada episodio, se les veía corriendo hacia la carreta de sus padres (y que una de ellas, la más pequeña, se tropezaba).

Rara vez me asomé a la serie, la verdad; solo recuerdo que además de los cuatro protagonistas, aparecían un personaje al que todos conocían como el Doc, a unas gemelas y a una tal Nellie. Pero de acuerdo a las referencias que pude encontrar, Los Pioneros se basaba en la vida de una familia de colonos en el oeste durante el último tercio del siglo XIX quienes defendían su derecho a ser libres; de acuerdo al listado de episodios, en uno de ellos los Ingalls luchan denodadamente cuando el gobierno local quiere confiscar sus tierras con un pretexto baladí, y al final resultan triunfadores.

La victoria del individuo sobre un Estado que se siente omnipotente... Los Pioneros tenían un trasfondo mucho más interesante.

Luego de investigar más al respecto, me topo con que Ingalls Wilder --sí, uno de los personajes lleva su nombre-- tuvieron tanto éxito que bien se le pudo considerar la JK Rowling de su tiempo. Cada una de sus historias fue un éxito literario enorme, y ni se diga de la serie televisiva. En 1957, tres años antes de su muerte, se creó el Premio Wilder por parte de la Asociación de Libreros de Estados Unidos para reconocer aquellos trabajos de autores dirigidos al público infantil que ensalzaran la historia y los valores de los Estados Unidos.

Pues bien, a mediados del año pasado el Comité se renovó y sus flamantes miembros concluyeron que era necesario cambiar el nombre del Premio Wilder al de Premio al Legado de la Literatura Infantil. ¿Y cuál es la razón esgrimida? Bueno, que con frecuencia Wilde utilizaba epítetos "racistas" que, determinó el comité en un comunicado que "Sus obras reflejan actitudes culturales anticuadas hacia los indígenas y la gente de color que contradicen los conceptos modernos de celebración, entendimiento y diversidad entre las comunidades", o lo que es lo mismo, estos libros podrían provocar o causar traumas emocionales a los niños que se asomen a sus páginas porque la autora usa términos como "indios" o "negros".

Curiosamente, en los años 50 hubo una protesta contra Ingalls-Wilder y que obligó a la autora a cambiar unos renglones que decían: "La tierra estaba totalmente plana y árida, no había gente, solo varios indios vivían ahí", y donde Ingalls-Wilder tuvo que cambiar la palabra "indios" por "colonos". Tras el cambio todos quedaron satisfechos y los libros siguieron publicándose, esto en una década que la izquierda califica como "macartista" y donde toda opinión divergente era mandada callar.

Ya sabemos lo que sigue: grupos de activistas exigirán que se retiren de los estantes escolares los libros de Ingalls-Wilder, que la serie televisiva deje de transmitirse, que los DVDs con los episodios dejen de venderse y que se entierre todo vestigio de Los Pioneros, así como se hizo con Los Dukes de Hazzard.

¿Pero cual fue, exactamente el pecado póstumo de Ingalls-Wilder? Quizá el haber nacido en una sociedad donde la libertad de expresión le permitía escribir sobre lo que ella quisiera, y donde si a alguien no le gustaba su obra, bastaba con no comprarla o con ponerse a leer otras cosas. Los progres norteamericanos dirán que no, que se ordenaba callar a los autores, guionistas o directores que expresaban cosas no muy agradables para el gobierno norteamericano (es decir, prosoviéticas).

Sin embargo a ninguno de ellos se le prohibió publicar libros mientras los estudios siguieron estrenando la mayoría de sus películas. El escándalo, como ya hemos mencionado en otra ocasión, se dio porque un grupo de ellos fue llamado a declarar acerca sus actividades pero donde siempre se hicieron acompañar de un abogado defensor; incluso varios de ellos hicieron valer su derecho constitucional para no asistir a los tribunales. Ninguno fue encarcelado ni sus películas o libros fueron retiradas de cartelera o de los estantes.

Sería infantil negar que muchos escritores emplearon epítetos racistas que en su tiempo eran vistos con naturalidad. Y este es el punto que los progres no quieren o no logran entender: que no tenemos derecho a juzgar lo hecho por las generaciones anteriores pues sus valores y sus conceptos éticos eran muy diferentes a los nuestros, así como tampoco tenemos derecho a pensar que los valores actuales ostentan una superioridad moral sobre los valores de quienes estuvieron aquí antes que nosotros.

Hay otro punto: Ya referimos en otra ocasión que no todos los autores del pasado han sido acusados de "racistas" o "machistas" pese a las evidencias y en cambio se les juzga como "un producto de su tiempo". Es el caso de Ernest Hemingway, quien consideraba "mentalmente inferiores" a las mujeres, que exaltaba las corridas de toros como "lucha y dominio del hombre contra las bestias" y quien dijo a la revista LIFE: "de la frontera sur para abajo todo son sociedades atrasadas" y de las que más adelante admitió admirar "por su visión de amplia virilidad ante la vida", es decir, su machismo. Pero que se sepa ningún activista ha prohibido que en las binliotecas de las universidades se retiren las novelas de Hemingway. Antes bien, su obra sigue siendo recomendada en las clases de Literatura. ¿Será acaso porque Hemignway se mostró ferviente defensor de los republicanos españoles y de Fidel Castro?

La razón, más que el "racismo" que supuestamente brota en los libros de Ingalls- está el hecho que ella fue una de las fundadoras del Partido Libertario de Estados Unidos y que fue crítica acérrima del presidente Franklin D. Roosevelt y de su New Deal.

Algo similar ocurrió con el cómic de Anita la Huerfanita (Orphan Annie) publicado por Harold Gray y cuyas historias en los años 30 fueron fuertes críticas del presidente Roosevelt, aunque debido a una película que se filmó en 1982 (y las posteriores, auténticos churros) además de los musicales de Broadway, se tergiversó la idea original del cómic para dejar a la protagonista como ferviente admiradora de ese ex mandatario, algo que sin duda debe tener a Gray revolcándose las 24 horas en su ataúd.

Ya tergiversada la historia ¿para qué prohibirla? Y es que de Annie no hubo serie televisiva exitosa. He ahí la diferencia.

 

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