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LITERATURA/Libros
El masiosare de
Zunsunegui: bueno, pero un tanto reiterativo
Primero
fueron Hernán Cortés y los gachupines, luego los gringos,
después los franceses y más recientemente las
multinacionales... ninguno de ellos nos han permitido
avanzar como país. En este libro, detrás del aborrecido
Masiosare nos encontramos nosotros mismos. Mientras no
aceptemos eso, México será, dice el autor, un caso
perdido
Versión impresión
ENERO, 2018. Hace algunos años platicaba un amigo
colombiano que en su infancia, cuando los maestros de
escuela le hacían cantar el himno nacional de ese país que
comienza con la frase "Oh, gloria inmarcesible", siempre
pensó que se refería a una muchacha llamada así. Algo
similar ocurre en México pues fuimos muchos quienes en la
infancia confundíamos la frase "el acero aprestad el bridón"
por "el acero apresar al bribón". La otra confusión, por
supuesto, radica en el "Mas si osare un extraño enemigo", es
decir, "si un extranjero osara o se atreviera", pero que
millones de mexicanos piensan denuncia al Masiosare, el
responsable de todas nuestras desgracias, el que no podamos
avanzar y que llevemos décadas dando vueltas en círculo
mientras el resto del mundo avanza hacia el futuro.
En este su segundo libro que sigue a Los Mitos que nos
Dieron Traumas, Juan Manuel Zunzunegui enfoca al
Masiosare como su personaje central. Si en la primera parte
Zunzunegui abordaba una "entrevista" con México en el diván,
en esta ocasión vemos cómo este Masiosare, que nunca se
atreve a dar la cara directamente, se ha escondido detrás de
varias máscaras a través de los siglos, llámense primero los
españoles que llegaron a "conquistar a México" pero que en
ese momento no existía como tal; luego de la Independencia,
el malvado Masiosare --que, insiste Zunzunegui, no se
consumó sino hasta 1824 "pues tras el Grito de Dolores de
1910 la Nueva España siguió como si nada"-- llegó procedente
del Norte expansionista que no solo invadió la capital de la
República sino que advirtió que no se retiraría si no la
daban los territorios que hoy comprenden California,
Arizona, Nevada y Nuevo México.
¿Y cuál fue la respuesta del mexicano hacia el Masiosare?
Independientemente de que los gringos compraron el
territorio a Santa Anna (aunque, efectivamente, también se
robaron enormes porciones mucho antes que se discutieran
siquiera las franjas limítrofes), uno se pregunta, al igual
que el autor, cómo la respuesta ante el Masiosare fue nula,
peor aun si el ejército santanista se jactaba en ese momento
de ser el mejor y el más numeroso del continente
americano... casi nada.
Los franceses también ostentaron el papel de Masiosares
durante un tiempo, en especial tras la invasión a la ciudad
de Puebla producto de la "falsa Guerra de los Pasteles",
como le llama Zunzunegui. Pero a diferencia de "gachupines"
y "gringos", a los franceses la historia de México los ha
tratado mejor, quizá porque a ellos "sí los derrotamos y hay
que tenerle clemencia a los perdedores", con todo y que, en
la mayor de las incongruencias, Francia fue el país que dio
asilo al "asesino dictador" Porfirio Díaz.
El siglo XX fue también abundante en Masiosares, escudados
no solo en el gobierno yanqui el cual, curiosamente, dejó de
intervenir en los asuntos internos de México durante el
porfiriato pero volvió a hacerlo cuando los "revolucionarios
antiimperialistas" se peleaban entre sí en eso que se llamó
revolución mexicana. Luego vendrían otros Masiosares, en
especial las empresas petroleras gringas --parte de otro
mito: más de la mitad, incluida la que hoy es Shell, eran de
capital holandés o británico-- a quienes Lázaro Cárdenas dio
su merecido expropiándolas y, con ello, convertir
eventualmente a México en un país petrolero que importa
petróleo refinado porque sale más barato hacerlo allá que
hacerlo aquí. Hermosa independencia contra al Masiosare
invasor.
Si alguien preguntara al "Peje" hoy quiénes son los
Masiosares, seguramente concluiría en que son las
multinacionales, los empresarios avariciosos y Donald Trump,
casi casi haciéndole competencia como el Masiosare Mayor a
Hernán Cortés.
Sin embargo, enfatiza Zunzunegui, no fue el Masiosare quién
planeó la Independencia sino los criollos españoles quienes
aprovecharon la decadencia del Imperio español, para
independizarse y así frenar el traslado de bienes y riquezas
americanas al viejo continente; no para repartirlas entre
los más pobres sino para quedárselas ellos. Igual ocurrió
durante la Revolución cuando un decente caballero llamado
Francisco I Madero pensó que ido el Masiosare Díaz (que no
era extranjero pero sí un aliado cercano) el país se
encaminaría hacia el progreso, error que no solo le costaría
la vida sino que extendería la lucha por el poder unos 15
años más.
Fue una guerra de aristócratas, escribe Zunzunegui: "En 1913
un militar porfirista, Victoriano Huerta, dio un golpe de
Estado y tomó el poder. La aristocracia se mantuvo en los
puestos clave y la economía seguía el mismo rumbo. Huerta
fue derrotado en 1914 por el aristócrata legislador del
Porfiriato, Venustiano Carranza, quien finalmente fue
asesinado por órdenes de un terrateniente hacendado,
descendiente de la nobleza española, y cuya familia hizo su
fortuna gracias al Porfiriato: Álvaro Obregón".
El Masiosare, pues, somos nosotros, y sin necesidad de estar
coludidos con los monstruos extranjeros, como se le achacaba
a Díaz y décadas después se le acusaba a
Carlos Salinas. (Otra
incongruencia: un presidente "nacionalista" que consultó al
gobierno norteamericano antes de expropiar la industria
petrolera fue Lázaro Cárdenas, según lo han documentado
varios historiadores no oficialistas).
Así pues y mientras no despojemos a México del mito del
Masiosare, para Zunzunegui México será un caso perdido. De
hecho ya lo es, escribe: "[Pero] México deja clara su
vocación autodestructiva, es una lástima, era un bonito
país. Un poquito menos de egoísmo y hubiera sido un gran
proyecto. ¡Lástima, México se nos fue!"
Al estar engolosinados de un pasado confuso y atiborrados de
mitos el resultado es un presente contradictorio, en
especial al renegar del padre (Cortés) sin el cual el México
actual nunca hubiera sido posible, esa sería la conclusión
acerca d este libro. Su lectura es amena, si bien casi al
final los párrafos refieren ideas aisladas por parte de
Zunzunegui además de que algunos capítulos son reiterativos;
la "entrevista" con México en el diván fue sustituida por un
recuento histórico del que muchas ideas ya se habían
discutido en Los Mitos.
De cualquier modo, es una fortuna tener en las librerías y
los anaqueles la obra de Juan Manuel Zunzunegui, un joven
(nació en 1975) quien camina por la misma vereda del
fallecido Luis Gpnzález de Alba, autor de Las Mentiras de
mis Maestros, una magnífica obra que al igual que
Masiosare, Nuestro Extraño Enemigo, tiene como
objetivo cuestionar el pasado oficialista que tanto daño nos
ha hecho.
Masiosare, Nuestro Extraño
Enemigo
Juan Manuel Zunzunegui
Grijalbo/2018
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