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LITERATURA

Santa Anna, sus bribonadas aún nos pesan

Si tuviéramos que hablar de una figura vista con tanta ambivalencia en la historia de México, Antonio López de Santa Anna ocupa un sitio preponderante: En su gobierno se perdió más de la mitad del territorio, pero también ordenó componer el Himno Nacional. Catón abunda de una manera amena en la historia de este bribón

La Otra Historia de México: Antonio López de Santa Anna, el espléndido bribón
Armando Fuentes Aguirre, Catón
Editorial Diana /2012


OCTUBRE, 2012. Si usted vive en México, le gusta leer pero jamás ha escuchado hablar de Armando Fuentes Aguirre, Catón, entonces Vladimir Putin es más mexicano que usted. Gracias a su columna De Política y Cosas Peores, que se publica desde 1976, sabemos de personajes con nombres tan pintorescos como Pirulina, Himenia Camafría, Babalucas, Lady Loosebloomers y Don Algón, entre muchos más y que muchas mañanas nos han hacen reír con sus ocurrencias. "Los comentarios políticos son para reír y los chistes son para reflexionar", dijo alguna vez Catón de su columna, publicada en más de 70 periódicos en todo el país.

Además de contar chascarrillos, Catón es aficionado al revisionismo histórico, no con el fin de maquillarlo o denostarlo, sino para contarlo cómo fue en realidad. La historia de México ha sido tan arreglada que consideramos héroes por igual a quienes en vida fueron enemigos acérrimos, como Pancho Villa y Venuestiano Carranza, o enviamos al semiolvido a Agustín de Iturbide, cuya importancia para lograr la independencia fue igual de vital que San Martín, O-Higgins o Bolívar. Al abordar la vida de Antonio López de Santa Anna, Catón estaba consciente de echarse en la espalda a un personaje complejísimo que, a siglo  y medio de muerto, aún produce paradojas en nuestra vida diaria. La historia oficial no le levantó estatuas ni se le considera prócer aunque fue él quien ordenó componer el Himno Nacional (posteriormente se suprimieron unas líneas lambisconas al señor, lo cual se agradece). Los libros de texto interpretan la pérdida de más de la mitad del territorio no a la corrupción endémica e irresponsabilidad de su gobierno --la actual en comparación se queda en nivel de párvulos-- sino a la mera avaricia de los gringos que lo hundieron en deudas y luego se cobraron alevosamente.

Si ha habido una figura vista con tanta ambivalencia en la historia de México, lo es Antonio López de Santa Anna. La prueba más contundente de ello es que fue presidente cinco veces...unas postulado por los liberales, otras por los conservadores.

Nacido el 21 de febrero de 1794 en una familia criolla de clase media de Jalapa, Santa Anna se integró a la milicia luego que rechazó seguir los pasos de su padre, un comerciante. Bien pronto aprendió a escalar puestos dentro del ejército, algo que más tarde le serviría para subir políticamente. Su ascenso a general ocurrió muy rápido, tanto que intuye desde el principio que los mexicanos no saben autogobernarse y requerirán de un papá que los guíe, los eduque y los castigue cuando sea necesario; Santa Anna será un populista consumado décadas antes que la pareja Perón llegara al mundo.

Lo que lo convertirá en un político aplaudido serán sus victorias militares --la más sonada, la del fuerte El Álamo, en la actual San Antonio, sin embargo al final resultó pírrica-- aunque también pasará a ser imán de simpatías debido a que, desde su primera presidencia, comienza a repartir el erario como si fuera un botín. Tendrá a su servicio un enjambre de personajes que le rodean para encenderle cigarrillos, sacudirle la charretera, conseguirle mujeres, dedicarle poemas y limpiar las sillas antes que se siente. Tanta extravagancia, acompañada de una pésima administración, no tardará en quebrar las arcas por lo que Santa Anna enviará dos edictos: el primero, pagar un impuesto (antes llamados tributo) por cada animal que se tenga en casa. Cuando los dueños optan por sacrificarlos para evadir el gravamen, el botarate tuvo otra ocurrencia, hacerse de recursos cobrando por cada ventana que tuviera una casa aunque este decreto se cumplió por poco tiempo pues Santa Anna concluyó una de sus presidencias semanas más tarde.

Lo increíble, resalta Catón, es que cada salida de Santa Anna del poder era recibida entre insultos, y cada vuelta suya con vítores desmedidos; quienes lo injuriaban durante sus ausencias eran los mismos que estaban en primera fila cuando éste volvía y conformaba su séquito. Mientras sus gestiones hundían al país, al otro lado del Atlántico la Revolución Industrial tomaba fuerza y al norte comenzaba a nacer un coloso el cual no tardó en darse cuenta que su vecino del sur era tan hablantín como corrupto y fácil de engatusar. Washington manda primero a un grupo de agitadores a alebrestar a los colonos un territorio entonces conocido como Tejas. Un grupo de ellos viaja a la capital mexicana para entrevistarse con Santa Anna pero éste, en respuesta, les incrementa los impuestos sin regresarles un solo peso en servicios; solo hasta que la amenaza de la secesión se hace real corre a recuperar lo que descuidó por tantos años. Y no únicamente Texas terminó por incorporarse a la Unión Americana; también lo hizo un territorio que comprendía hasta una parte del actual estado de Utah. ¿Que lo gringos se robaron buena parte del territorio? Sin duda, y cualquier otro país ante una oportunidad similar habría hecho algo similar de tener como vecino a un tipo tan vanidoso como torpe. Por lo que toca a la Revolución Industrial, esta va a llegar tardísimo a México, hasta finales del siglo XIX, durante el porfiriato, retraso atribuible, en mucho, a Santa Anna.

Catón lo llama "ese espléndido bribón", bisabuelo directo del oficialismo priísta. El mismo que, una vez que lo suelta el ejército norteamericano tras capturarlo en Texas, se manda construir una estatua apuntando amenazadoramente al norte; el mismo que pierde una pierna cuando un buque francés dispara en el puerto de Veracruz y de chiripa da en el blanco (se mandaría embalsamar la pierna para exhibirla como objeto semisagrado), el mismo que se refugia en Turbaco, Colombia, asegurando que jamás volverá a gobernar a los "desagradecidos mexicanos", pero regresa entusiasmado cuando le prometen nuevamente la presidencia, que ocupará por última vez. Al leer su historia, es inevitable preguntarse lo cerca que ha estado México de tener otro Santa Anna y el deseo de muchos por entronizarlo. Ya hubo otro López (Portillo) que lo hizo, y hay un López (Obrador) obsesionado con hacerlo. El fantasma de Santa Anna sigue pululando por todo el continente y no descansará, por lo visto, hasta que dejemos atrás la idea de que Papá Gobierno deberá resolver nuestros problemas.

La "infame bribonada", como la titula Catón, seguirá impune mientras siga volando sobre nuestras cabezas la amenaza del populismo desaforado. Por lo demás, un libro documentadísimo y ameno, Catón pega aquí otro hit.

 

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1 comentarios

felipillovox escribe 05.10.12

¿Será mi imaginación o Santa Anna guarda un enorme parecido con Peña Nieto? No vaya ser una reencarnación porque entonces si ya nos llevó la tostada...

 

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