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Lo extrañaremos, Ray Bradbury

Junto con Asimov y Arthur C. Clarke, este escritor norteamericano se hizo famoso con dos novelas que fueron apenas la punta de su inconmensurable talento. La literatura fantástica pierde en Ray Bradbury a un exponente ligamayorista. El mejor homenaje que puede dársele es el repasar su obra

JUNIO, 2012. La primero que llegaba a muchos al escuchar el nombre Ray Bradbury era la de un escritor de ciencia ficción obsesionado con las nuevas tecnologías, alguien que lo mismo abjuraba del peligro del totalitarismo y la ignorancia o bien un escritor que publicó un libro que refrendaba esos temores. Además nos viene la imagen de un divulgador científico a la altura de Asimov, Arthur C. Clarke y Carl Sagan.

Algunos de esos conceptos, sobre todo los últimos, son ciertos en torno a Ray Bradbury, quien murió a los 91 años el pasado 4 de junio. Pero él mismo no se consideraba escritor de ciencia ficción sino de literatura fantástica, que aunque suenan similares, no son idénticos. Bradbury aseguraba --en lo que hoy sería un pedradón al candidato priísta Enrique Peña Nieto, quien publicó un libro-- que un escritor que no leía era un escritor que no valía.

Tampoco, y en contraposición a su fama, Bradbury era un obsesionado con la tecnología: consideraba que el Internet "era una pérdida de tiempo" y hasta el último texto que redactó, mismo que fue publicado horas antes de su fallecimiento, lo hizo en una máquina de escribir. Más aún, el afamado autor vivía en Los Ángeles y nunca en su vida aprendió a conducir un auto.

Lo que resulta incuestionable es su magnámino genio literario el cual venía, solía decir, de su familia donde su padre y su abuelo habían sido dueños de un periódico de Illinois. Bradbury fue autodidacto dado que ese acceso a la lectura que le surgió en la niñez lo hizo visitar las bibliotecas públicas hasta que, escribió, "repasé hasta el último libro". Más tarde afirmaría "el gusto que sentía yo por la lectura quise transmitirlo a mis lectores una vez que decidí convertirme en escritor. Nada ha podido superar, aun la tecnología más sofisticada, el gusto de toparse con la palabra escrita sobre una hoja de papel. No conozco una manera más sencilla de acceder al conocimiento que no sea un libro".

La quema de libros ocurrida en la Alemania nazi cuando era un adolescente convenció a Bradbury que la ignorancia era el elemento indispensable para mantener a los sátrapas en el poder. "Me horrorizó que los nazis hubieran incinerado obras de Freud, Montaigne, Montesquieu, Allan Poe... ¿Todo en nombre del poder? Era una agresión imperdonable", dijo en una entrevista con Playboy.

Siete años después de terminada la guerra Bradbury publicó Fahrenheit 451, novela que no solo condenaba impl{icitamenteesas piras literarias sino que obligaba al lector a detectar cómo ese peligro podría repetirse en cualquier momento. Y al igual que Un Mundo Feliz de Huxley y 1984 de Orwell, detrás de esa sociedad perfecta retratada en Fahrenheit 451, yace la ignorancia, un mecanismo de control cuya quema de libros era el símbolo central de lo que Bradbury intentaba transmitir. Luego vendrían otras obras maestras como Crónicas Marcianas y cientos de ensayos. "Tuve el privilegio de vivir de lo que más me llena, que es escribir. Y muchos años después hoy siento la misma felicidad cada día que me pongo a teclear y mantener así una sólida amistad con mis lectores", refirió.

Y si bien su obra literaria más importante la escribió antes de 1960, los siguientes años Bradbury mantuvo su altura intelectual a través de cuentos, historias breves y sobre todo conferencias, por las cuales no cobraba un solo centavo y únicamente solicitaba que le financiaran transportación y hospedaje. En una de esas conferencias ante decenas de editores en Nueva York, Bradbury contestó al porqué sus ventas declinaban drásticamente. "Esta es la repuesta", dijo tras tomar una revista People y hojearla de frente, "aquí yo solo veo publicidad, anuncios, fotografías enormes y poco texto, nula información" y enseguida arrojó al piso un artero de esas publicaciones. "Mientras no cambien esa mentalidad, ese marketing como ustedes le llaman, los lectores creerán cada día menos en ustedes".  

En otra ocasión dijo: "Quienes ven a la literatura como un sacrificio para los lectores desestiman la inteligencia de éstos. Los publicistas tienen que erradicar sus prejuicios"

En su último artículo, aparecido el lunes, Bradbury recordó parte de su infancia, su abuelo y cómo la lectura de John Carter lo inspiraría para escribir sus Crónicas Marcianas. Lúcido hasta el final, el genio de Ray Bradbury será extrañado y recordado por mucho tiempo. 

 

Además de su enorme talento con las letras, fue alguien polifacético que lo mismo actuaba, practicaba el fisicoculturismo y hasta piloteó un avión. Pero en su mente germinó desde joven la idea de inmolarse en nombre del Emperador, episodio que derivó en trágicas consecuencias

 

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