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Ernest Hemingway y el relativismo políticamente correcto

El revisionismo histórico no aplica por igual a todos los autores literarios. Una muestra de ello es la vida del legendario novelista estadounidense que fue se iba de safari a cazar animales, era admirador de las corridas de toros y el machismo pero nadie exige hoy retirar su obra de los estantes. Hay una razón, por supuesto, y vamos a abordarla

FEBRERO, 2016. Qué curioso es el revisionismo histórico dentro de la literatura. Esta modalidad, prima hermana de la censura políticamente correcta, ha logrado destruir y sacar de los estantes escolares la obra de Mark Twain porque, dicen, era un "racista consumado" cuando lo cierto es que no hay nadie que haya igualado su narrativa que nos lleva al mismo Sur de los Estados Unidos al lado del Mississippi.

Pero como en todo lo que toca al revisionismo PC, hay claras excepciones. Y una de ellas incluye por necesidad a un genio indiscutible de la literatura, alguien que modificó radicalmente la narrativa en la lengua inglesa y quien era todo lo políticamente incorrecto que uno se pudiera imaginar; el norteamericano Ernest Hemingway  

Pero por un extraña razón --bueno, no tan extraña-- el autor de El Viejo del Mar, entre otras obras maestras, parece no haber existido para las tribus PC o, al menos, no se sabe de revisionismo alguno que presione para sacar de circulación sus obras debido al comportamiento e ideas que tuvo en vida.

Todo lo contrario: Hemingway sigue siendo reverenciado sin que el revisionismo PC nos haya recordado, por ejemplo, que se trató de un misógino que veía a las mujeres como poco menos que objetos, un machista que consideraba, y lo confirman sus escritos, que el hombre era, según dijo a la revista LIFE en 1956. "el ente superior de este mundo y su fuerza motora". Que se sepa, no existen o se recuerdan opiniones similares vertidas por Twain.

Hemingway era un ferviente admirador de las corridas de toros y las veía como claro ejemplo del dominio del hombre sobre las bestias. Asimismo, le representaban un símbolo de absoluta virilidad al punto que durante los años que pasó en la España de la guerra civil escribió: "(los toros) son la fiesta de la excelencia". Hasta hoy, ninguna ONG sociedad protectora de los animales ha gestionado para cuestionar la memoria del Nobel por declaraciones que hoy se ven absolutamente anti PC.

Como tampoco estos activistas han encontrado mayor objeción en el hecho que Hemingway fuera además un gran aficionado a la cacería o que coleccionara cabezas de animales y en una jornada tumbara con un rifle a medio centenar de aves.

Asimismo, hablamos de un autor que fue lo que en Estados Unidos se llama un womanizer, que tuvo cuatro esposas a las que con frecuencia fue infiel, quizá con excepción de Mary Welsh, la última, quien aguantó por casi 14 años el carácter cada vez más irascible del genio literario, consecuencia, entre otras cosas, por el desmedido apetito de Hemingway hacia el alcohol.

Asimismo, Hemingway poseía un enorme arsenal, incluida la escopeta con la que se pegó un tiro el 2 de julio de 1961. Nadie hasta el momento le ha censurado el haber acumulado armas de fuego.

La explicación de este silencio PC nada tiene de misterioso: A diferencia del "racista" Twain o de Jorge Luis Borges, a quien no le perdonan haber visitado a Augusto Pinochet, Ernest Hemingway fue un orgulloso escritor progre, incluso recalcitrante, que daba incesantes loas a Stalin y a los republicanos españoles y que hizo rápidas migas con Fidel Castro a quien consideraba, al igual que Stalin, un claro ejemplo de "virilidad y servicio en la política".

Sin menospreciar ni perder respeto por un momento al gigantesco talento literario de Ernest Hemingway, hoy se le ve como un "autor de su tiempo", como también lo fue, por cierto, el señor Samuel "Mark Twain" Clemens. Pero el ser pendenciero, misógino, cazador, fanático taurino y machista no se le habría perdonado, digamos, a un George Orwell.

Revisionismo histórico tuerto (por cierto, siempre torpe e inmaduro) que busca denigrar a autores específicos, o lo que es lo mismo, a los que no eran progresistas.

 

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