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LITERATURA/Personajes

Sherlock Holmes, realidad literaria y agregados

El teatro y el cine han alterado la imagen y muchos conceptos en torno al genial detective londinense que separarlo de la descripción literaria ya resulta imposible. Por ello, la mejor manera de preservar la integridad de Sherlock Holmes es mediante sus relatos escritos

SEPTIEMBRE, 2015. Elementales paradojas: el creador de un personaje que empleaba la lógica implacable para resolver casos estaba convencido de la posibilidad de hablar con los muertos, en especial su madre, del mismo modo en que la imagen que todos tenemos en torno a Sherlock Holmes está muy lejos de ser la que Arthur Conan Doyle describió en sus novelas. Por ejemplo ¿sabía el lector que la pipa y la capa que le son características fueron utilizadas por primera vez en el cine por el actor William Gillette?

Como tampoco es cierto, algo que han recalcado miles de admiradores (aunque otros lo dan como un hecho), que Sherlock Holmes le respondió a su fiel acompañante, "elemental, mi querido Watson". Y ahora, con la más reciente versión cinematográfica protagonizada por Robert Downey Jr. y Jude Law, la figura del mítico detective sigue sufriendo alteraciones. Hemos llegado a un punto en que el Sherlock Holmes original se ha disuelto con el Sherlock Holmes creado en los años posteriores. (A lo cual se añade un toque de modernidad: el personaje tiene su propia cuenta de twitter en @SherlockSH).

Sin embargo, el asomarse a los libros escritos por Conan Doyle es la manera más precisa, y fascinante, de acercarse al genial detective. No extraña, luego de leer algunas de las historias, entre ellas "Un caso de identidad" y "El hombre del labio retorcido", sin olvidar a su némesis, Dr. Moriarty, "el Napoleón del crimen", lo que llevó a muchos lectores a pensar que Sherlock Holmes fue un personaje real. Sí, ya sabemos que Conan Doyle se inspiró en la figura del Dr. Bell, un antiguo maestro suyo que sorprendía a todos por su desarrolladísima intuición basada en hechos triviales. Sin embargo la gloria ha correspondido a un personaje que, resulta claro, no fue como lo pintan... ni como lo visten.

En lugar de la imagen cliché de Holmes --nariz aguileña, fumando pipa mientras toca su Stradivarius-- lo que encontramos es un detective temperamental, terco e incapaz de escuchar opiniones contrarias, salvo que se trate del Dr. Watson, aunque en ocasiones también lo manda silenciar, si bien de manera muy sutil y educada. Watson era el mismo Conan Doyle, como el mismo autor reconoció en su biografía.

Sin embargo, y dentro de la grandeza que se da a los grandes personajes de la literatura, esos desplantes se le perdonan a Sherlock Holmes. Es además un personaje que deja en ridículo constante a los engolados burócratas de Scotland Yard, que entrega conclusiones contundentes enclavadas en un esquema racional y obvio una vez que ha le han sido reveladas al lector.

Harto y cansado de tener que crear nuevas historias, Conan Doyle mató a Sherlock Holmes al caer de una cascada. Pese a la indignación de sus seguidores --20 mil de ellos cancelaron su suscripción a la revista donde aparecían las historias-- el escritor escocés se negó a revivirlo y alegó que preferiría dedicar su tiempo a escribir libros con otras temáticas, algunos de ellos excelentes, por cierto. 

La aparición de las historias "apócrifas" de Sherlock Holmes y su creciente popularidad hicieron que Conan Doyle "resucitara" a Holmes. Le siguieron otras historias igualmente brillantes al punto que el detective se dio un discreto retiro, nunca claramente especificado, que dejó satisfechos a sus seguidores luego de una brillante carrera. Todos, incluido el genial personaje, merecen como recompensa un merecido descanso.

Sherlock Holmes, que duda cabe, seguirá transformándose (¿quién duda que próximamente querrán convertirlo en transexual?), pero para evitar olvidarlo, debemos siempre acudir a la fuente original de su ingenio, que es la literatura. Igual que generaciones que disfrutaron sus historias, a las actuales tampoco los defraudará.

 

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