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Twitter, punto de reunión para los torquemadas cibernéticos

Cada día cientos de incautos que quisieron desahogarse de un mal momento o un coraje terminan con su reputación dañada debido a la Policía del Pensamiento que se ha adueñado de lo que en principio parecía una plataforma ideal para promover puntadas humorísticas y la libre circulación de ideas

AGOSTO, 2016. La página electrónica Spiked¡ da cuenta de un ejemplo que pondría orgulloso a Torquemada: Doug Reiley, habitante de un suburbio de Londres, perdió un pleito legal con un ciudadano paquistaní. Aún con la sangre hirviendo, Reiley escribió en su cuenta de Twitter una serie de adjetivos no muy agradables hacia los paquistaníes que, decía, "llegan a comer de nuestros impuestos y un juez les da la razón para que no lo acusen de racismo". Gordo error: horas después dos agentes de la policía tocaron a su puerta y lo arrestaron para llevarlo con un magistrado. ¿El cargo contra Reiley? " "Incitar al odio racial con términos discriminatorios hacia las minorías". Bueno, en realidad hubo otro más: "denigrar la labor de los jueces con acusaciones tendenciosas carentes de fundamento".

Ahí no terminó todo: el juez determinó que Reiley pagaría una fuerte multa y de pasó lo obligó a tomar "sesiones de reeducamiento" sobre cultura e historia de Pakistán. ¿Y quién fue con el chisme, como decimos en México, al Departamento de Policía? Faltaba más, el ciudadano paquistaní quien se dijo "profundamente herido" por los comentarios que Reiley virtió en Twitter y de paso exigió que el Estado británico le pagara una serie de "consultas" con un terapista para "salir adelante luego de este brutal ataque emocional contra mi persona".

"Todo lo escribí como forma de desahogarme ante lo que consideraba una injusticia, realmente no pensé lo que estaba escribiendo", dijo Reiley al juez quien a su vez respondió: "Desahóguese en privado o, mejor aún, aguántese".

Cuando apareció en la red en el 2006, Twitter sorprendió al mundo al mandar a la obsolescencia a los blogs tradicionales a través de mini mensajes con un máximo de 140 caracteres y se le consideró la nueva revolución en las comunicaciones en la red. Con los años ese concepto que alguna vez cautivó a las redes sociales ha pasado de la admiración al terror por decir algo indebido, el opinar temeroso de una lluvia de críticas de personas "ofendidas" por los comentarios de quienes, a su vez, son forzados a disculparse por haber escrito cosas en un momento de furia, euforia o frustración.

Le acaba de suceder a la presentadora Ellen DeGeneres, de convicciones progres, activista gay y feminista declarada. DeGeneres publicó una broma en Photoshop donde se le ve montada sobre el atleta olímpico jamaiquino Usain Bolt en plena competencia, con un pie que decía "Así es como haré mis pendientes de ahora en adelante". El torrente de críticas sobre la foto "racista" fue tal que DeGeneres tuvo que retirarla y pedir disculpas. Poco importó que el mismo Bolt haya retuiteado la foto.

Si eso hacen los torquemadas de Twitter hacia alguien que supuestamente está de su lado ¿Qué no harán hacia quienes opinan distinto a ellos?

Otro caso: Brad Dickerson, un oficinista de Chicago, fue despedido luego que la nueva jefa le diera el puesto que él ocupaba a una amiga íntima suya. Fúrico, el sujeto escribió en Twitter: "Dos bitches más en mi ex oficina. Con una tercera eso se convertirá en un burdel". Horas después Dickerson comparecía en el Departamento de Policía tras la acusación, no de su ex jefa, a quien quizá la reacción de su ex trabajador no pudiera importarle menos, sino de una mujer de la que Dickerson jamás antes había oído hablar pero quien aparentemente es una "connotada feminista" de Oregon. Acusado por "incitar el sexismo en sitios laborales", Dickerson fue obligado a disculparse y a "donar" por seis meses una cantidad de dinero a varias ONGs que "combaten el sexismo en las redes".

"Ni siquiera mencioné el nombre de esas mujeres", dijo Dickerson. "Lamento lo que escribí, pero al mismo tiempo pensé que la KGB solo existía en la Rusia soviética, no en los mismos Estados Unidos". Dickerson optó finalmente por cerrar su cuenta de Twitter.

A los universitarios no les va mejor. En casi todos los planteles se exige a los alumnos que registren sus cuentas en los comités de alumnos (Brendan O'Brien, el editor de Spiked¡, les llama Komminterms, como los que había en la URSS) de manera que todo lo que escriben y opinan queda registrado. El monitoreo es tal que difícilmente alguien que borre un tuit indebido se salva de una reprimenda. Asimismo, los estudiantes tienen prohibido abrir otras cuentas de tuit o darlas de baja sin notificarlo al Komminterm. En consecuencia, el tráfico de tuits abunda en comentarios intrascendentes y bobadas muchas de las cuales, sin embargo, en ocasiones también resultan "ofensivas", entre ellas, convocar a una fiesta donde se sirva tequila y se usen sombreros mexicanos con la acusación de estar cometiendo "apropiación cultural".

Para el especialista en medios Manuel Bonavide, "Twitter pasó de ser una plataforma ideal para ejercer la libertad de expresión, a una trampa para cazar disidentes, esta vez no solamente políticos como en el pasado, sino disidentes en conductas de comportamiento políticamente incorrectas. Twitter se convirtió en prisionero de los activistas PC, el problema es que muchas personas no lo saben y cometen el error de usar Twitter como forma de desahogo a sus frustraciones o malos ratos".

Agrega Bonavide: "Al igual que Facebook, Twitter también te permite autorizar quién o quiénes no pueden ver la información que publicas, pero cuando alguien comienza a seguirte le autorizas el acceso aunque ese seguidor en realidad quiere perjudicarte si publicas algo que no le parece. Cuando lo bloqueas de cualquier modo el daño ya está hecho."

Esta censura inquisitoria ha resultado en una baja gradual de usuarios de Twitter, el cual ha pasado a convertirse más en un escaparate promocional tanto de empresas como de gobiernos y universidades así como de links a páginas de periódicos y sitios web. Ya no es tanto un sitio para el debate de ideas, "y no lo es cuando el otro lado, en vez de abrirse al diálogo, te exige disculpas y que te quedes callado. Una libertad de ideas unilateral no es otra cosa que una vulgar censura", señala Bonavide.

El pajarillo azul ha sido enjaulado por estos inquisidores cibernéticos del siglo XXI. Un simbolismo que envidiarían la misma KGB y la Gestapo.

 

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