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Rolling stone, ¿qué no era solo rock and roll?

Lo que hay detrás de la entrevista que la otrora afamada publicación especializada en rock realizó al capo más buscado del planeta cuando aún no era recapturado: Sean Penn y los progres de esa publicación siguen, sin alterar una coma, al buen revolucionario que conforma sus fantasías respecto a América latina 

ENERO, 2016. En sus primeros años, Rolling Stone entrevistaba a artistas de rock. Más tarde el espectro se extendió a actores, escritores, directores, científicos y líderes sociales. Pero ante el irrefrenable declive en las ventas de la edición norteamericana, Rolling Stone ha dado un paso allá en el mundo del periodismo: ahora entrevista a capos de la droga.

Cuando creíamos que ya habíamos visto hasta dónde llegaría Rolling Stone, otrora una de las publicaciones más prestigiadas de Estados Unidos, nos encontramos con una nueva modalidad. Hace poco más de un año la revista publicó un reportaje sobre una "violación" tumultaria en un campus universitario donde, tras una investigación del Washington Post, resultó que la víctima no existía, que los "culpables" pudieron comprobar que no se encontraban en ese lugar y que la "reportera" había inventado toda la historia. 

Esta vez, la publicación envió al actor Sean Penn a la sierra entre los estados de Durango y Sinaloa para entrevistar al "Chapo" Guzmán hace unos tres meses. La salida a circulación del texto coincidió con la recaptura del capo el pasado viernes 8. 

Esto es insólito. Por más que le damos vuelta a la memoria, es difícil recordar que Rolling Stone haya publicado entrevistas a Pablo Escobar en sus días de gloria (Cierto, la revista mandó a un reportero a Medellín en 1988 pero lo más que logró fue hablar con los hermanos Rodríguez Orihuela). Imaginemos: una revista donde han aparecido todas las figuras del rock, desde Jim Morrison hasta John Lennon y Kurt Cobain, engalanada ahora con uno de los personajes más buscados del mundo. Como dirían los gringos: What's wrong with this picture?

En la entrevista, disponible en línea, no existe información nueva respecto al capo. De hecho, aun antes de leerla ya sabe uno lo que va a decir "El Chapo" Guzmán, esto es, que la pobreza lo orilló a vender drogas, palabras más, menos, de la explicación que dio Pablo Escobar al padre Villamízar cuando negociaba su entrega a las autoridades colombianas. Pero hay millones de personas que nacen en la pobreza y no siguen ese camino para enriquecerse pues hay un principio moral de por medio.

Lo que nos interesa más abordar aquí es por qué Sean Penn, quien seguramente entró a México en calidad de turista y no para hacerla de reportero, realizó una entrevista a un prófugo de la justicia en ese momento. Verán ustedes, la izquierda norteamericana ve en "El Chapo", como lo vio en su tiempo a Pablo Escobar, a una especie de justiciero ante gobiernos totalitarios cómplices de los grandes empresarios, todo dentro del mito del "buen salvaje" del que hablaba el venezolano Carlos Rangel.

Este romanticismo hacia el "buen salvaje" que padecen tanto Hollywood como los académicos universitarios de Estados Unidos los ha hecho aplaudir a los "barbudos" que entraron a La Habana en 1959, a los sandinistas 20 años después y a Abimael Guzmán en Perú. Los progres norteamericanos y europeos los identificaban como libertadores dispuestos a imponer un "nuevo orden" de justicia y equidad en una América latina incapaz de gobernarse a sí misma y saqueada lo mismo por gobiernos corruptos que por capitalistas insaciables.

Con los obvios bemoles del caso --desde el sub Marcos en Chiapas se acabaron estos reivindicadores de las sierras-- esta es la visión que los progres como Sean Penn y los editores de Rolling Stone tienen en torno a los capos del narcotráfico, por eso la revista les da la oportunidad de hablar, de qué se expresen, de qué digan lo que piensan.

Este romanticismo contrasta con el dolor y el sufrimiento que los cárteles han infligido en los sitios donde operan (en México casi el 90 por ciento del territorio) no solo el de "El Chapo", supuestamente uno de los menos "ensañados" con la población civil (el cártel "bueno", como ironiza Jorge Zepeda Patterson). Durante los últimos siete años, su combate, que Penn y otros ven con romanticismo, ha cobrado 145 mil vidas, muchas de ellas inocentes que estaban en el momento equivocado a la hora errada, gente emboscada, extorsionada, asaltada, secuestrada, confundida con alguien más o que viajaba despreocupadamente por una solitaria carretera mexicana.

No es casual pues que Penn igualmente, y como seguidor del mito, sea simpatizante de Nicolás Maduro y la dictadura castrista. Para él y sus amigos editores de Rolling Stone, todos ellos caben dentro del mismo morral, pero no por sus acciones, sino por lo que representan al ideal progre.

En julio del 2010 tres conocidos murieron en una masacre en una fiesta de cumpleaños en La Laguna atribuida a los cárteles, no importa cuál. Eran veinteañeros despreocupados que gustaban tomarse unas cervecitas los fines de semana y que murieron sin saber porqué. Pero de ninguno de ellos ni Sean Penn ni Rolling Stone se les ocurrirá entrevistar a sus familiares.

Penn únicamente ha escuchado balaceras en sus películas, no en la vida real, del mismo modo que los editores de Rolling Stone en sus cómodas oficinas de Manhattan desconocen lo que es que alguien vaya y les rocíe de balas el local o bien les cobre "piso" so pena de sufrir un daño económico fuerte o, peor aún, uno personal. De eso Hollywood difícilmente ha pensado en filmar una película.

Es vergonzoso que Rolling Stone, hasta hace unos años ejemplo de periodismo en Estados Unidos --en ocasiones tendencioso, pero generalmente de alta calidad-- tenga que recurrir a este tipo de entrevistas (al final del texto Rolling Stone acepta que antes de publicar el texto éste fue "revisado" por el entrevistado, lo que contraviene la misma política de la revista, por cierto) para elevar sus ventas.

La piedra sigue rodando... hacia abajo. Por lo pronto, magazinedeathpool.com, el sitio dedicado a las revistas que dejaron de publicarse, haría bien en irle preparando un espacio.

 

 

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