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¿Qué tan diferente era el México de Roma al actual?

 

Prensa amordazada, inflación que comenzaba a salirse de control y una paz social desmoronándose marcaron el primer año de lo que terminó como un sexenio de pesadilla. Así fue el año del México de hace ya casi medio siglo y donde ocurre la reciente película de Cuarón

 

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FEBRERO, 2019. Como dirían los adictos al lugar común, se acabó el encanto: Roma ganó el Óscar a Mejor Película extranjera pero Yalitza Aparicio no pudo romper aquella máxima de que quien es nominada a Mejor Actriz por primera ocasión recibirá el Óscar. No sabemos si Yalitzia regresará al anonimato o podrá mantener una carrera, o si Cuarón alguna vez logre conseguir su tercera estatuilla. Lo que sí conviene resaltar que Roma trajo de vuelta a las pantallas a un México que llevaba tiempo arrumbado en un rincón de la historia... salvo, claro, por lo que ocurrió el Jueves de Corpus ese año y el cual la cinta, inevitablemente, abordó como parte central de su argumento.

Parece increíble, pero el año en que que se desarrolla Roma ocurrió hace casi medio siglo. Un referente de lo que ocurría entonces y lo que hoy sucede en la vida política y social del país arroja increíbles semejanzas y profundas diferencias, con muchos efectos que aún se resienten en el México contemporáneo.

Porque lo que ocurrió en 1971 no solo se resume con el halconazo, aunque muchos historiadores así lo consideran (igual con 1968, donde lo registrado el Tlatelolco fue apenas una porción de un año sumamente convulsionado para México).

Veamos: 1971 fue el primer año de gobierno del entonces presidente Luis Echeverría, quien había asumido funciones apenas el diciembre anterior. Ciertamente los hechos de Tlatelolco aún se sentían por todo el territorio, máxime porque existían fuertes sospechas que el mandatario había dado la orden, aunque su jefe Gustavo Díaz Ordaz se echó toda la culpa para proteger a quien consideraba sería capaz de enderezar el país dada su "seriedad" y "determinación". Vaya chasco que se llevó (escribió el fallecido periodista Armando Ayala Anguiano que todas las mañanas al verse en el espejo, Díaz Ordaz se golpeaba la frente diciéndose injurias a sí mismo por haberlo destapado como su sucesor).

El Mundial de 1970 había resucitado la afición al futbol que por momentos parecía que sería sobrepasada por el beisbol, el boxeo, los toros (la TV transmitía las corridas en directo desde la Plaza México cada que se efectuaban) e incluso el automovilismo, pues ya desde entonces se hablaba sobre la posibilidad que en México hubiera carreras de F1. En julio de ese año ocurre la tragedia cuando Ricardo Rodríguez estrelló su auto durante una competencia en Nuremberg; debido a las quemaduras que sufrió, el piloto que ya arañaba la gloria falleció en un hospital a las pocas horas.

También en 1971 se estrena el primer episodio de El Chavo del 8, esto meses después que la mayoría del elenco llevara tiempo en una especie de mesa redonda cómica que había conseguido cierto éxito. Y aunque un ejemplar de TV Guía daba cuenta que el recibimiento había sido "muy positivo" (meses más tarde se estrenó El Chapulín Colorado, también en lo que entonces se llamaba horario AAA) los intelectuales de la época no bajaron el programa de ser "para retrasados mentales", entre ellos el caricaturista Rius, quien no dudó en denunciar a ese programa como un plan de la CIA para idiotizar a México. Sin embargo hacia finales de 1971 El Chavo y El Chapulín ya gozaban de alto rating, el cual se mantendría igual prácticamente durante las siguientes dos décadas.

Desde finales de los 60 el rock había logrado posicionarse entre la clase media mexicana. Como se sabe, los primeros intentos fueron cóvers rocanroleros en español en el primer lustro de esa década pero luego hubo intentos por cantar letras en inglés, aunque el esfuerzo fue temporal (los niveles de conocimiento de ese idioma eran aun más bajos que los actuales). De cualquier modo y con de imitar "la onda primermundista", un grupo de lo que entonces se llamaba júniors (hoy mirreyes) entre ellos Luis de Llano, hijo de uno de los altos ejecutivos del entonces Telesistema Mexicano, logró rentar unos terrenos en Avándaro, Estado de México. Se pensaba atraer a las grandes figuras del rock, desde Santana hasta los Stones pero al final la cuota se completó con actos locales en su mayoría.

La prensa, escandalizada, dijo que en este "Woodstock mexicano" había habido orgías, "pasones" y mueras al gobierno echeverrista, lo cual muchos asistentes han dicho que en realidad solo hubo "desorganización y desmadre". Los cínicos dijeron que Avándaro había sido una réplica perfecta de Woodstock por los tremendos aguaceros que cayeron antes y durante la presentación.

Sin embargo el Estado mexicano se espantó y por medio de Pedro Moya Palencia, secretario de Gobernación de Echeverría, se prohibió la celebración de más conciertos de rock en territorio nacional. Pero ello ni significó, como se piensa erróneamente, que los artistas y músicos anglos dejaran de visitar México. Durante el primer lustro de los 70 gente como Tom Jones, Ray Charles, Barry White, Chicago, Christie (los de "Yellow River") y Tony Orlando y Ray Coniff, entre otros más, se presentaron en México, si bien en estrictos espacios cerrados o espacios televisivos.

Otro efecto de la fiebre futbolera que aún se sentía en 1971 fue el desempeño de la selección femenil y el furor de la Peteca, también llamado "gallito" el cual se hizo popular gracias a los comerciales donde aparecía Pelé.

Vayamos ahora al incidente por el cual 1971 será recordado en México por muchos años. Todo comenzó con una marcha, una de las miles que plagarían el sexenio echeverrista. Pero como la manifestación no estaba autorizada, el entonces Departamento del Distrito Federal cuyo regente era el neoleonés Alfonso Martínez Domínguez, ordenó dispersarla. Cuando los participantes se negaron, un grupo salido quién sabe de dónde y al que se dio en llamar los "Halcones", agredió y provocó a los manifestantes hasta que empezaron a escucharse disparos.

Esa misma noche en los noticieros, Echeverría culpó del ataque a los "emisarios del pasado" (diazordacistas) y prometió justicia. A los pocos días Martínez Domínguez dejó la regiduría del DF. Según Ayala Anguiano, éste fue "sacrificado" ante la opinión pública pues la orden de dispersar la marcha "a como diera lugar" fue del entonces presidente. Pero de nuevo, como en Avándaro, hubo "desorganización y desmadre" entre los cuerpos policiacos y militares. Asimismo jamás se supo la identidad de los llamados "halcones"

El México de 1971 es mucho menos autoritario que el actual, pues entonces no existía la prensa libre --él mismo Echeverría se encargó de advertir a los directores de los principales periódicos que en la refriega "no hubo bajas militares" y cerraba la pregunta con un "¿está claro"?-- y aún se respiraba cierta inocencia política. Sin embargo durante la década anterior la clase media mexicana había experimentado un importante crecimiento; y como ha sucedido en otros países, ese estrato social suele llevar consigo un germen contestatario el cual le asestó un guantazo al régimen priísta en 1968. Cuatro años después, Echeverría no se vio muy dispuesta a seguir aguantando sus afrentas.

Quizá por ello el resto de su sexenio Echeverría lo dedicó a diezmar a la clase media, mucho menos maleable que la clase alta, y ni se diga la baja. Ello explicaría que Roma tuviera como escenario una colonia que en 1971 era la que mejor representaba lo que era la clase media en la capital mexicana.

 

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