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Los Presidentes: Gustavo Díaz Ordaz

Su gobierno inició con enormes expectativas que incluían un ingreso formal al primer mundo en poco tiempo. Pero luego de 1968 la fachada se derruyó y quedó al descubierto la cara del totalitarismo priísta. Pero quizá la peor pifia de aquel presidente fue cuando escogió a su sucesor

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SEPTIEMBRE, 2011. Chalchicomula es conocida a nivel nacional por ser parte de una canción muy popular en México. Fue en esa comunidad poblana, hoy llamada Ciudad Serdán, donde Gustavo Díaz Ordaz nació hace exactamente un siglo. Su padre era administrador de una hacienda lo que permitió a la familia vivir con cierto desahogo. Lo que vendría después estaba a décadas de distancia, incluida la presidencia de la República, un incidente que liquidó su carrera política y una de las máximas pifias jamás cometidas por un jefe de Estado en México.

Desde sus años de estudiante a Díaz Ordaz le apodaban El Feo, por razones más que obvias, tanto que sus enemigos decían que tenía una gran similitud con "Ungenio", el personaje de Condorito. Parecía tener los dientes más grandes que la boca, por lo que la parte frontal de éstos le daba una apariencia caricaturesca. Durante una entrevista con la revista LIFE en Español, Díaz Ordaz señaló, ya en la máxima magistratura, "me eligieron para ser presidente, no para ser Alain Delon".

Poco después de recibir su título de abogado, Díaz Ordaz se casó con Guadalupe Borja, perteneciente a una de las mejores familias poblanas. No tardaron en surgir los chistes de que eran "la bella y la bestia" o "el día o la noche", aunque el joven se tragó todos los chascarrillos estoicamente. Por esos días pasó a ser secretario del cacique local Gonzalo Bautista, lo cual le permitió entrar a la política y a escalar posiciones. Gracias a que el entonces gobernador era Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente de la República, Díaz Ordaz pudo más tarde colarse a las "Ligas Mayores" donde podía tener aspiraciones presidenciales. Fue así como entró al gabinete de Adolfo López Mateos de donde resultó ser el "tapado", es decir, el candidato priísta a la presidencia, algo que en aquellos tiempos lo convertía en mandatario prácticamente desde el momento en que se daba a conocer el anuncio.

Díaz Ordaz había recibido al país en inmejorable condición. El."milagro mexicano" se encontraba en la cúspide, la inflación se encontraba en un manejable 2 por ciento anual, no había revueltas de ningún tipo y por fin parecía que la pobreza comenzaba a disminuir en serio. Según un texto de Gabriel Zaid, en 1964 había en México 26 mil burócratas mientras el sector privado se había extendido como nunca antes en la historia del país. Otra noticia que alegró a los mercados era la certeza de que el nuevo presidente, a diferencia de su antecesor, no era precisamente un simpatizante de izquierda. Cuando Antonio Ortiz Mena fue designado para repetir como secretario de Hacienda, el sector empresarial respiró aliviado ante la buena señal que ello representaba.

El presidente había manifestado su admiración por Venustiano Carranza, se decía defensor de la moral y las buenas costumbres y prefería la música de tríos al rock, el cual detestaba. Sin embargo su hijo Gustavo abrazó el hippismo y organizó "tocadas" en Los Pinos, algo que su padre "veía con resignación", dijo el primogénito, ya fallecido, y agregó "tenía muy buena voz, le gustaba cantar y poseía un gran sentido del humor", algo que, como mandatario, había mostrado muy pocas veces.

Sin embargo, debajo de la aparente calma en que se encontraba el país debajo crecía la inquietud por abrir espacios democráticos, y es que detrás del "milagro", era innegable que el cambio no sería total con una prensa que casi no expresaba crítica y unos medios electrónicos que vivían en su propio mundo; con más acceso a la educación y a la lectura, miles de jóvenes se dieron cuenta que vivían dentro de un sistema autoritario. Pero como ha pasado tantas veces en México, las autoridades detectaron el problema pero optaron por no hacer nada al respecto. Esta pasividad habría de tener repercusiones inimaginables en el futuro del país.

La designación de México como sede olímpica tenía muy orgulloso a Díaz Ordaz, quien veía aquello como un reconocimiento de que finalmente se entraba al "concierto de las naciones". En buena parte del mundo, gracias a Hollywood, imperaba la idea de que el mexicano era alguien con enorme sombrero recargado en un nopal. Los Juegos Olímpicos habrían de cambiar aquello; no sólo sería la primera nación en América latina en organizarlos sino que serviría de escaparate para atraer más inversión extranjera y mayor turismo. Una de las primeras medidas fue ordenar que las fachadas de los barrios aledaños al aeropuerto recibieran nuevas capas de pintura para que desde el aire "se vieran atractivas para quienes llegaran". Otra decisión fue alargar el pago de tenencia, el cual supuestamente serviría para financiar los juegos, hasta el final de su sexenio. Más de cuatro décadas después los automovilistas siguen pagando el gravamen por algo que sucedió hace mucho tiempo.

En 1965 comenzaron a surgir los primeros brotes guerrilleros en un sitio insospechado, la sierra de Madera, Chihuahua, quizá porque ese sitio asemejaba ser una versión mexicana de Sierra Maestra. Igualmente el radicalismo de izquierda comenzó a dominar la vida universitaria pública; a los auditorios de la UNAM se les cambiaron los nombres de Justo Sierra o José Vasconcelos por los de "Ho Chi Minh" o "Mao Tse Tung". Durante una huelga de médicos por mejores prestaciones en los discursos se hablaba poco de medicina y mucho de guerra de clases y entonación de La Internacional. Díaz Ordaz encargó a Luis Echeverría, su secretario de Gobernación,, que vigilara aquellos movimientos. Luego de una campaña que duró varios meses, el ejército logró aplacar el intento de "foquismo" en Chihuahua, pero en lo general, Echeverría no movió un dedo en torno a las demás protestas, quizá porque veía en ellos una futura ventaja política si los tenía de su lado.

Como ocurriría dos décadas después, los primeras manifestaciones de disidencia se dieron dentro del mismo gobierno. El senador tabasqueño Carlos Madrazo había solicitado en tribuna más espacios para las voces críticas. Pese a haber sido un funcionario disciplinado desde los tiempos de Miguel Alemán, Madrazo opinaba que el sistema se había cerrado aun ante los propios miembros del partido. muchos legisladores lo criticaban en público pero en privado le manifestaban su apoyo. Cuando Madrazo dio una gira por el país y recogió decenas de inquietudes similares dentro del círculo presidencial empezaron a brotar voces de inquietud, máxime porque Madrazo fue directo en sus declaraciones contra la estructura de la CTM, principal pilar del sistema priísta. Para suerte del mandatario, Madrazo murió en un accidente de aviación y sus seguidores se dispersaron silenciosamente, (Irónicamente, su hijo Roberto Madrazo simboliza hoy los peores vicios que el PRI ha arrastrado por décadas).

                                    La peor pifia jamás cometida por un presidente priísta

Los mandatarios priístas han cometido muchos errores, entre ellos la creación del ejido en 1936, la "nacionalización" de la Banca en 1982 y el "error de diciembre" de 1994, entre muchas otras. Pero ninguna puede compararse a la ocurrida en el sexenio diazordacista, que hasta entonces no había experimentado mayores sobresaltos.

Desde 1966 se habían multiplicado las manifestaciones en la ciudad de México, pero en 1968 éstas se popularizaron en Francia, Estados Unidos y Londres, con razones tan dispares como la guerra de Vietnam, mayores espacios para los jóvenes o de apoyo a Cuba y la URSS. Hubo algunas marchas, como la de París en 1968, donde el viejo sistema utilizó la fuerza para sofocarlas, con gran desprestigio para sus gobiernos. En México hubo émulos que quisieron poner a prueba al autoritarismo mexicano.

Al igual que en Londres, Berkeley y la capital francesa, las marchas fueron organizadas por jóvenes universitarios de clase media, sector que en México se había casi triplicado desde el fin de la segunda guerra mundial y del que nadie había sospechado su capacidad de movilización política. Pero al principio, como refiere Luis González de Alba en Las Mentiras de mis Maestros, "se trataba más de echar relajo, de sentirnos parte de lo que ocurría en los países del primer mundo". Ciertamente muchas manifestaciones llevaban ese propósito, pero otras era abiertamente provocadoras. Al principio Díaz Ordaz las achacó a "infiltraciones extranjeras" e instruyó a Radio Televisión y Cinematografía (RTC), dependiente de Gobernación, a que limitara los espacios a los músicos "estridentes" que, aseguraba, promovían esas rebeliones. Aquello hizo que creciera el interés por esa música y por ello, dijo alguna vez José Agustín, las tiendas de discos vendían a granel y recibían enormes ganancias.

En agosto de 1968 un partido de futbol americano --por entonces el deporte preferido de los universitarios-- terminó en pleito entre dos escuelas vocacionales. Ambos bandos organizaron marchas a las que se fueron uniendo otras vocacionales; lo que comenzó como un "relajo" poco a poco adquirió un sesgo político, con líderes estudiantiles incluidos. Los altos miembros del gobierno quedaron sorprendidos ante los discursos donde se había perdido todo respeto a la figura presidencial, algo todavía más inexplicable en un país que tan solo ese año creció un 8 por ciento y que se preparaba para ser anfitrión de más de 100 países.

La tarde del 2 de octubre re reunieron más de 2 mil jóvenes en la Plaza de las Tres Culturas en una manifestación que había sido autorizada y donde habría presencia militar. Lo que ocurrió después ya se ha relatado innumerables veces aunque aún de desconoce la cifra real de muertos: los organizadores dijeron que fueron más de 300 y la autoridad la ubicó en no más de 50 víctimas. 

Ni siquiera los Juegos Olímpicos, celebrados dos semanas después, despejaron la tensión política y social producida por la matanza. El poeta Octavio Paz renunció como embajador en la India en protesta y en muchos países comenzó a hablarse del "espejismo" detrás del "milagro mexicano". El Estado, por su parte, impuso una férrea censura a los medios para que se apegaran a la versión oficial de lo ocurrido en Tlatelolco; décadas después el programa México Siglo XX producido por Enrique Krauze presentó imágenes de unos muchachos asistentes al mitín y a quienes habían golpeado unos soldados y unos "tipos con gabardinas". Los estudiantes habían ido a Televicentro y aún hablaron en el set, pero la denuncia jamás salió al aire. 

El 11 de agosto de 1969, casi un año después de Tlatelolco, el secretario de Gobernación Luis Echeverría fue "destapado" como candidato a la presidencia de la República. Semanas más tarde y en su penúltimo Informe de Gobierno, Díaz Ordaz por fin tocó el asunto (se había negado a hablar en público de ello) y aceptó su "plena responsabilidad". Era una manera de limpiar la imagen de su sucesor y de abrirle el camino. El "destape", por cierto, satisfizo al sector empresarial que veía en el candidato de mirada severa el ideal para aplicar la "mano dura contra los rijosos que amenazaban con desestabilizar el país".

Inevitablemente, Echeverría ganó ampliamente los comicios celebrados en julio de 1970. Las encuestas de opinión no eran tan populares entonces como lo son hoy pero sin duda habrían arrojado cifras bajísimas de simpatías hacia Díaz Ordaz, quien desde el 68 había salido poco del país, muestra de que en el exterior se le consideraba personna non gratae. Durante el discurso de inauguración durante el Mundial de futbol se le recibió con una ensordecedora silbatina, otra humillación que se había tenido que tragar,

En lo general el sexenio de Díaz Ordaz había sido bueno en términos económicos. El empleo creció un 42 por ciento en ese periodo, cifras imposibles de imaginar hoy, la economía informal casi no existía y se consideraba a México uno de los países más seguros para el turismo, con una moneda estable y un esquema económico sólido cortesía de Ortiz Mena. Asimismo el nivel educativo del mexicano promedió subió al de segundo se secundaria --hoy se encuentra en lo que entonces sería el equivalente a tercero de primaria--, los índices de corrupción iban en descenso progresivo; asimismo muchas editoriales y librerías aumentaron sus ventas y su circulación ante el creciente número de lectores en todo el país. Lamentablemente el afán diazordacista por mantener vivo el régimen totalitario eclipsó los logros que su gobierno había obtenido.

El 1 de diciembre de 1970 Díaz Ordaz entregó la banda presidencial a su sucesor. Nadie imaginaba que lo ocurrido entonces eran apenas ocurrencias de monjes benedictinos con lo que sucedería en México los siguientes 12 años.

Pese a su fealdad, que ante el poder realmente importa poco, a Díaz Ordaz le achacaron varios romances con mujeres de la farándula, aunque el más sonado fue con la vedette chiapaneca Irma Serrano, con quien supuestamente había tenido a Jorge Díaz Serrano, quien sería luego director de Pemex durante el sexenio lopezportillista. (Falso: el funcionario nació en Sonora y falleció el pasado mayo a los 81 años de edad). Conforme empeoraba el país con Luis Echeverría comenzó a correr el rumor que cada mañana, al despertarse, se daba de golpes contra el espejo preguntándose porqué lo había escogido para pasarle el poder.

Una vez terminado ese sexenio, Díaz Ordaz culpó a Echeverría de ser responsable de la crisis económica en que se sumió el país en 1976, un pleito que rompía el viejo adagio de que los expresidentes deberían guardar silencio ante lo hecho o deshecho por sus sucesores. A manera de separarlos lo más posible, López Portillo envió primero a Echeverría como embajador ante la FAO, con sede en París, pero cuando a Díaz Ordaz se le envió a la vecina España, con la que se habían reestablecido relaciones. El primero fue movido hasta la lejana Australia para evitar que tuvieran que toparse en algún acto diplomático. Sin embargo Díaz Ordaz no ocultó su descontento y abandonó intempestivamente la embajada, harto de que a las afueras se reunieran decenas de manifestantes para insultarlo.

Poco después se le detectó cáncer en el estómago y se retiró a la vida privada. Falleció en julio de 1979 en la ciudad de México.

 

 

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1 comentarios

saulmarias83 escribe 16.09.11

Ha habido muchos presidentes buenos que son recordado más por una metida de pata y creo que ese es el caso de Díaz Ordaz. Era un hombre con mucho más integridad que quienes le siguieron en la presidencia, no se enriqueció hasta el insulto, era autoritario, como también lo fueron Calles y Cárdenas, pero nadie va a tacharlo de corrupto tan fácil como hoy decimos de Echeverría o Salinas, lo que sucede es que se ha hecho leña política de lo ocurrido en Tlatelolco y por esa memoria ha medrado mucha gente. Por cierto Díaz Ordaz aceptó su responsabilidad por lo de Tlatelolco, lo cual nos habla de su madureza emocional ni se aventó excusas idiotas como luego lo hicieron Echeverría con la devaluación, López Portillo por la crisis o Salinas por el error de diciembre

 

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