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INTERNACIONAL

Greta Thunberg, se siente como demagogia (y explotación) adolescente

Jalón de orejas para los adultos insensibles obsesionados con el progreso y el dinero. Pero cómo se atreven. Ante ustedes, la nueva manipulación en pleno  del activismo ecológico con una muchacha a quien, en vez de disfrutar su adolescencia, le han llenado la cabeza con ideas totalmente divorciadas de la realidad. Pero Greta Thunberg deberá hacer fila ante las millones de niñas en el mundo a quienes realmente les han arrebatado su infancia

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SEPTIEMBRE, 2019. Es común que para hacerse de adeptos se asuma una póstura amigable, abierta y simpática. Una notable excepción la tenemos con el movimiento ecologista, siempre seriote y con música dramática de fondo. Porque, aparentemente, la ecología no es algo que deba tomarse a la ligera; es requisito insalvable tocar el tema con ademanes y tonos que hielen la sangre, con adjetivaciones que nos pongan a temblar acompañados de la invariable descripción de un futuro sombrío, producto de la insensibilidad del ser humano, dominado por el peor de sus instintos, el afán de lucro.

Hace unos días la defensa de la ecología dio un salto gigantesco hacia la recriminación por parte de una adolescente de 16 años, de origen sueco, llamada Greta Thunberg. La joven no solo tomó el foro de la ONU en Nueva York sino que con un rostro severo, lleno de furia, tiró sus dardos abstractamente ("a quien corresponda" dirían por ahí) contra los hombres del dinero: "Ustedes me han quitado mi infancia, yo debería estar en la escuela y al otro lado del mundo" para criticarlos por obesionarse con "el dinero y el progreso" para luego soltar un telenovelesco "¡cómo se atreven!", digno de la legendaria Catalina Creel.

Inevitablemente, Thunberg recibió una estruendosa ovación y se convirtió en la celebridad de la prensa, orgullosa de este "regaño" hacía los capitalistas quienes, a juicio de esta adolescente, son los únicos culpables de que el clima del planeta supuestamente esté sufriendo profundos cambios ambientales.

El regaño ("exhorto" decían en otros tiempos los reporteros lambiscones) de Thunberg fue general y nosotros, el resto de la humanidad, ni cuenta nos habíamos dado que a una adolescente de un país desarrollado le habíamos robado su infancia. Porque la regañiza fue no solo contra los "poderosos insensibles", capitalistas pues, sino hacia todos aquellos que tenemos serias dudas de que, por ejemplo, solo nos queden 12 años antes de evitar una catástrofe ecológica.

¿Como no ser reacio a esas patrañas sino al menos desde la década de los sesenta nos han asustado con el petate de la hectatombe ecológica e invariablemente han fallado en sus predicciones? Si usted, amigo lector, no comparte la opinión de que la mejor manera de combatir el cambio climático es dejar el asunto en manos de unos burócratas tan
avariciosos como ineptos, es usted otro más de quienes han quitado su infancia a Greta Thunberg.

La pregunta inevitable es. ¿Cómo es que una niña que puede considerarse económicamente privilegiada considere que a ella le han robado su infancia y el ir a la escuela? (Además de que ningún fanático de las políticas de identidad cuestione que Thunberg sea de origen caucásico. ¿Dónde demonios quedó eso del "privilegio blanco"?) Cada día cientos, quizá miles de adolescentes, a veces sin llegar a la pubertad, son obligadas a convertirse en esclavas sexuales, a contraer matrimonios arreglados, a sufrir golpizas, a ver subastada su
virginidad por sus padres para atenuar su pobreza. Vamos, millones de niñas jamás han pasado siquiera un día en una aula de clase.

Los monstruos del grupo terrorista Boko Haram secuestraron a 276 niñas cristianas y abusaron sexualmente de ellas; muchas de ellas fueron obligadas a tener hijos con ellos a edad mucho menor que Thonberg. Pero la mayor indignación que ello provocó en el mundo fue un inútil hashtag por parte de Michelle Obama. El testimonio que Malala Yousafzai, ganadora del Nóbel de la Paz 2014 dio en ese mismo foro de la ONU, fue un auténtico recuento de primera mano de esas mujeres a quienes realmente se les ha arrebatado su infancia. El que ese mismo foro haya sido utilizado por una adolescente amargada, llena de odio y cuyo discurso demagógico y lleno de mentiras haya recibido aplausos a nivel internacional nos habla de hasta dónde se ha perdido el sentido común en el mundo.

Se dice que Thonberg padece Síndrome de Asperger el cual dificulta la socialización y hace
que él individuo se obsesione desmesuradamente por un asunto determinado, lo cual podría explicar el exagerado dramatismo de esta adolescente pues, evidentemente, la catástrofe ecológica aún no se presenta y seguramente no ocurrirá en mucho tiempo. Porque quienes han robado la infancia a Greta Thunberg son sus padres, inculcándole ideas totalmente desconectadas del mundo real; es como si a la muchacha le hubieran mostrado escenas de películas de desastre como 2012 o El Día Después de Mañana y le hayan dicho que todo ello ocurrió en la vida real.

El odio y el desprecio hacia su entorno, y más aun cuando Thunberg vio en persona a Donald Trump, son muestra claras de lo que los mayores han enseñado a esta pobre niña. Es a ellos a quienes ella debe dirigir su venenoso discurso.

Adicionalmente, lo mas rídiculo del asunto es que el activisimo ecológico haya hecho de una
opinión enteramente personal parte de su plataforma política. Es difícil pensar que, hasta
antes de ese discurso, la mayoría de los niños y adolescentes que marcharon con pancartas en defensa del planeta llegaran a pensar que les hayan arrebatado su infancia, y ahora la gemibunda frase se convertirá en otro de sus eslóganes en cada manifestación.

Pero de nuevo, sorprende que estos adolescentes vivan en países desarrollados, que tienen acceso a la educación en aulas cómodas, con aire acondicionado, que no acostumbran usar el transporte público, que utilizan la tecnología más sofisticada y cuyos padres o tutores tienen buenos empleos y que (vaya, vaya) en su mayoría sean de origen caucásico, se asuman como víctimas del progreso. Y quizá ahí radique parte del problema. como apunta Deborah C. Tyler en la página americanthinker.com, los adultos y los maestros de escuela han enseñado a estos niños, o más bien adoctrinado, de que el progreso de la humanidad ha traído como consecuencia un irreversible deterioro ecológico.

El forzar a una adolescente a dar de regaños a la humanidad porque según ella no hemos hecho nada en torno al cambio climático suena más a manipulación mental que otra cosa. Parte del ser adolescente lo constituye el tener amistades y romances, el apuntarse para el siguiente concierto de su artista favorito y, sí, el hacerle corajes a sus padres cuando éstos les niegan un permiso. Se trata de una etapa de transición hacia la madurez en la vida de los seres humanos, pero si en cambio los adultos les meten ideas envenenadas con odio en sus cabezas, el abuso infantil es claro e inobjetable.

Un odio muy centrado, por cierto. Thunberg olvidó acusar a China y a la India, países que juntos producen más contaminación que Estados Unidos y Europa juntos, de haberle robado su infancia y obligarla a ausentarse de clases.

A propósito, el discurso de Thunberg, casual y descaradamente, se da apenas unos días antes que el Comité Nóbel determine al ganador del Nóbel de la Paz este año. No es descartable la posibilidad quer se le otorgue a --como bien dice el vloguero Mark Dice-- a esta versión en la vida real de Veruca Salt, la caprichuda niña de la película Willy Wonka y la Fábrica de Chocolates. Sería el último estacazo a la memoria de Alfred Nobel. Entonces sí, a él, los enloquecidos activistas ecológicos le habrán arrebatado su descanso eterno.
 

 

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