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INTERNACIONAL

Mensaje de Hong Kong a Beijing: no te será tan fácil

A poco más de un cuarto de siglo para que la joya mundial del libre mercado pase a integrarse formalmente a China, desde Beijing ya empiezan a darse ofensivas del futuro que se le quiere dar a Hong Kong cuando se cumpla el fatídico plazo. Pero sus habitantes están dispuestos a dar guerra, incluso la vida misma, para evitar que el poder central apague el regalo más grande que el capitalismo ha dado a ese archipiélago: su libertad de elección

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JUNIO, 2019.  Aunque 50 años parecen muchos, a Hong Kong ya solo le quedan  menos de tres décadas como región autónoma china antes de ser absorbida por  Beijing y dar por concluido el experimento de "un país, dos sistemas", acordado con Gran Bretaña cuando ésta regresó la joya económica más valiosa que hoy existe en el continente asiático. Por ello no parece ser casual que conforme avanza la cuenta regresiva, el gobierno central chino comience a mover las piezas que pondrían fin al experimento capitalista más exitoso del siglo XX y que, aun hoy, su PIB prácticamente triplique al de las demás provincias chinas, incluida la también poderosa Shanghai.

A diferencia de otros países donde el libre mercado ha sido exitoso pero buena parte de la ciudadanía parece despreciarlo sobremanera, los hongkoneses lo reconocen como un baluarte que no solo les ha permitido prosperar de un modo que jamás hubieran imaginado, sino que lo ven como símbolo de otra de sus libertades igual de importante, la de expresión. "La independencia financiera es el mejor garante para que los habitantes de Hong Kong confronten al gobierno chino", escribió recientemente el analista Michael Curtis, "por ello no se muestran muy dispuestos a permitir que el gobierno chino se salga con la suya si les quiere arrebatar la libertad de pensamiento".

Hace algunas semanas el gobierno central anunció la llamada Ley de Extradición la cual incluye una cláusula que autoriza a Beijing a detener y trasladar para su procesamiento en China continental a aquellos "disidentes" o "sospechosos", según criterios que violan los presentes acuerdos dado que Hong Kong cuenta con sus propios jurados y jueces; en contraste, en China un solo juez y dos magistrados son quienes dictan sentencia en un caso, todo dentro de un sistema judicial manejado con puño de hierro por el Estado chino.

La Ley representa un claro intento de Beijing por comenzar a trastocar las leyes judiciales de Hong Kong y que aplican a sus 8 millones de habitantes. Porque, por otro lado, ¿cuáles criterios utilizaría un gobierno totalitario para determinar quiénes son "sospechosos" si no es con fines políticos? Más aun ¿por qué estos "sospechosos" han de ser juzgados en territorio chino si los presuntos "delitos" fueron cometidos dentro de la jurisdicción de Hong Kong?

De inmediato comenzaron las protestas las cuales, en contraposición a manifestaciones anteriores que se habían desarrollado en calma y respetando el espíritu de expresión imperante en el territorio, la policía reaccionó de manera desproporcionada donde abundaron las balas de goma, el gas lacrimógeno y los macanazos por doquier. Luego de tres días de continuos enfrentamientos, Carrie Lam, ejecutiva de la administración local --es decir, la representante del gobierno chino-- aseguró que la Ley sería retirada y que se mantendría el diálogo "con los diferentes sectores sociales para conseguir un acuerdo".

Los habitantes de Hong Kong saben muy bien que, cuando se habla de "acuerdos", no existe confianza alguna en el gobierno chino para que los respete. En los foros internacionales el gobierno chino "acordó" respetar la soberanía en la región del Tíbet para violarla a las pocas semanas. Y es que, aunque ofrece una visión "capitalista" que ha modernizado el rostro del enorme país, lo cierto es que China sigue siendo un país comunista, totalitario, que no duda en aplastar a los disidentes como lo hizo en Tiananmen tres décadas atrás y que mantiene el Internet completamente censurado ante cualquier opinión diferente (a diferencia de Hong Kong, donde la red es completamente abierta).

Los hongkoneses están mandando una señal clara al gobierno central: ceder su libertad tendrá un precio. Es inevitable que conforme se aproxime la fecha fatídica el dinamismo de Hong Kong se irá perdiendo y que para el primero de enero del 2047 quizá lo que exista sea una ciudad fantasma, un cascarón lleno de edificios abandonados por los inversionistas que ya habrían emigrado a otras latitudes. Se piensa que esas construcciones para entonces estarían invadidas por la gente carente de recursos económicos para huir del archipiélago.

Otra posibilidad es que los locales opten por permanecer para enfrentar toda decisión totalitaria de Beijing. ¿Actuará el gobierno central como lo hizo en Tiananmen? ¿Sería capaz de aplastar a millones de ciudadanos que están en contra de un régimen que no permite la mínima disidencia? Sin embargo hay otra posibilidad que no puede descartarse del todo, esto es, que para entonces el comunismo chino se haya derrumbado como la URSS y que la transición se realice en forma pacífica. De hecho, escribe Curtis, "la única manera en que la integración formal de Hong Kong a China podría darse sin reacciones violentas sería si en Beijing ya no existiera un gobierno comunista".

Asimismo se está dando un fenómeno a la inversa que otros países: la abrumadora mayoría de los opositores a estos afanes totalitarios son millenials menores de 30 años mientras quienes opinan que "ya es hora" que el gobierno central retome "lo que es suyo" y reafirme la identidad china contrarrestando la influencia occidental en Hong Kong suelen tener arriba de los 50 años de edad. "Por supuesto, como la mayoría de ellos ya no estarán vivos cuando se dé la transición, nuestro destino no podía interesarles menos", dijo un joven manifestante al diario Washington Times, "no creo que pensaban igual cuando les tocaron los años de prosperidad sin tener la amenaza china en su futuro..."

Por lo pronto los habitantes de Hong Kong le ganaron otro round a Beijing. Sin embargo el nudo corredizo alrededor de este emporio financiero seguirá apretándose los próximos años.

El analista canadiense Mark Steyn desestima la idea de que Beijing "destruirá" el monumental poderío económico de Hong Kong --"no los creo que lleguen a semejante insensatez en nombre de la ideología"-- pero sí considera que el gobierno central chino está interpretando mal la situación en Hong Kong: "Ellos están confiando en la complicidad de las multinacionales a las que no preocupa gran cosa la violación de los derechos humanos en China. Sin embargo en Hong Kong el pequeño y el micromercio son mayoría, hay miles de ellos y poseen un poder económico considerable. Son ellos los defensores más fuertes de las libertades individuales en Hong Kong. Beijing se está dando cuenta, mucho antes de la fecha fatal, que no será tan fácil deshacerse de ellos".


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