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Esa revista llamada Tele-Guía

Aunque en sus últimos años era la referencia inmediata de la frivolidad promovida por Televisa, hubo un momento en que esta revista llegó a reflejar el lado inteligente de la TV mexicana, que alguna vez lo hubo. Una remembranza a una publicación que en su tiempo contó con plumas envidiables, y divertidas

MAYO, 2011. Si en otros países se enciende la alarma con la desaparición de revistas y publicaciones ante la reducción dramática de lectores, en México este hecho nos parece tan normal como el que a la tarde le sigue la noche; tomamos con naturalidad, como un "qué se le va a hacer", al hecho que en los sesenta y setenta México fuera el segundo país, después de Argentina, que produjera mayor material impreso en la hispanohabla, que se haya dejado morir a la Editorial Novaro, responsable de ese milagro, el cual fue enviado al caño por las huestes de Jongitud y Elba Esther. 

Cierto, la aparición del Internet tuvo mucho que ver, pero en primer lugar la decadencia ya se percibía años antes que supiéramos qué diantres era un módem. Y en segundo, de cualquier manera tendríamos una gran cantidad de lectores en la red o por lo menos habría revistas electrónicas que podrían sobrevivir, así fuera modestamente, por la donación de quienes visitan sus páginas. (Fasenlinea se hace por mero amor al texto; afortunadamente un empleo análogo nos permite tal lujo).

Cuando una revista emblemática muere, como el caso de Tele-Guía, se explica que nuestro nivel intelectual esté tan jodido. Es verdad que no es un hecho reciente --dejó de publicarse en el 2007-- pero sí significativo pues se trataba de una edición que nació en 1952 y que mantuvo su independencia de Televisa hasta que le fue posible, y que cuando finalmente fue vendida sus nuevos dueños sólo aceptaron mantenerla viva menos de un decenio.

Con frecuencia se cree que Teleguía era una revista de chismes, de frivolidad y de entrevistas insípidas. Y efectivamente lo fue una vez que la megampresota la convirtió en plataforma de sus acostumbradas tonterías. La Teleguía que yo recuerdo y que leía en mi setentera niñez también era informativa, con secciones culturales bastante buenas y sobre todo con columnistas serios o por lo menos más instruidos que un "Pepillo" Origel, entre ellos Jacobo Morett, el divertidísimo anagramista Carlos León, Tomás Perrín y don Fernando Marcos, sí, el mismo que narraba partidos en futbol pero que por varios años hasta su fallecimiento escribió de todo, excepto de balompié. 

Había una corresponsal en Hollywood, Gilda Baum, quien consiguió entrevistas con los personajes más disímbolos, desde Gloria Gaynor, el novelista Harold Robbins y Francis Ford Coppola, además de entrevistas con casi todos los actores de las series televisivas de aquél entonces. También ahí colaboraba Jorge Saldaña, un panelista que había trabajado en Telesistema y que salió cuando no aceptó las nuevas reglas una vez que la empresa se convirtió en Televisa.

Tele-Guía fue fundada por Carlos Amador, un productor que vio en la televisión en potencial a través del cual las familias dedicarían su tiempo, y su dinero, y para lo cual consiguió que las televisoras le proporcionaran los horarios de la semana siguiente de modo que la gente pudiera organizar sus actividades en torno al sorprendente y entonces nuevo aparatejo. Tras asociarse con su primo Luis Amador de Gama fundaron la revista la cual fue financiable desde el primer número. Y aunque Emilio Azcárraga Vidaurreta fue uno de quienes aportó dinero para el proyecto, don Carlos siempre mantuvo la postura independiente. En aquellos años la única televisión que existía era la comercial por lo que Tele-Guía solía dedicar págínas al análisis cultural y social del México de esos años.

La fórmula de Tele-Guía era muy sencilla; era el directorio de los programas del mismo modo que Yahoo y Google se convertirían décadas después en los directorios para encontrar páginas web. La idea era tan buena que cuando los primos Amador quisieron expandir la circulación a Estados Unidos se toparon con la sorpresa de que allá les habían copiado el concepto, con logo incluido. Tras un litigio que perdieron los mexicanos, la revista cambió su nombre a Teleguía pero para protegerse de otros vivales reservó los derechos del nombre en el resto del continente. (En Puerto Rico, Perú y Venezuela los primos abrieron "sucursales", adaptadas a la programación local).

El concepto fue tan exitoso que Tele-Guía llegó a vender en sus épocas de gloria más de 40 mil ejemplares semanales, menos de los 85 mil de Selecciones del Reader's Digest, con la diferencia que una revista era semanal y la otra mensual, convirtiéndose de paso en la publicación más importante de espectáculos de México. Poco después Jesús "Chucho" Gallegos,, quien de periodista de la fuente política brincó a la de espectáculos, se independizó y en 1977 lanzó TVyNovelas, la cual primero fue independiente, luego absorbida por Televisa y finalmente cerrada en el 2007, aunque ha habido varios intentos por resucitarla.

Esto permitió a Carlos Amador comprar un desvencijado viejo teatro para convertirlo en el Palacio Chino que al principio presentaba películas infantiles con escaso público; el empresario tuvo la ocurrencia de exhibir cintas porno italianas con tal éxito que expandió otro emporio de cines los cuales años después vendió y hoy son parte de la cadena Cinemex.


Sobra decir que la decadencia del Tele-Guía comenzó desde mediados de los 80 con la crisis económica, la reducción dramática en el número de lectores y la progresiva podredumbre en la oferta televisiva local. Poco antes de la devaluación de 1982 los primos habían adquirido una enorme imprenta que les representó un pasivo cuando la deuda se hizo impagable y que, para colmo, resultó seriamente dañada en el temblor registrado en la capital tres años después. Para finales de esa década Tele-Guía registraba por primera vez un serial de números rojos por lo que fue comprada por Distribuidora Intermex, propiedad de Televisa.

Claudia Fernández y Andrew Paxman enfatizan en El Tigre, la biografía de Emilio Azcárraga Milmo, que éste estaba dispuesto a mantener con vida artificial los proyectos de quienes consideraba sus amigos. Para su hijo, en cambio, el principal negocio es la televisión, y si los programas no producen ganancias, van para afuera sin importar que se trate de cuates o no; de las aventuras editoriales que llegó a emprender su padre, Emilio Azcárraga Jean no tiene interés alguno. Por ello una gran parte de las publicaciones propiedad de Televisa --entre ellas Somos, Tú, el diario Novedades y Geomundo, entre otras-- han salido del mercado.

Cuando hay sitios como enlatele.com que ofrecen gratuitamente la programación de los principales canales de cable y aéreos, queda claro que una publicación como Tele-Guía tendría oportunidades muy limitadas de sobrevivir actualmente. Sin embargo su fehaciente legado muestra cómo hubo un momento en México en el que se hacía televisión inteligente, reflejada en las páginas impresas. 

 

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