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Ni medio actor responsable...

El abuso de drogas ha convertido a uno de los actores más versátiles de hoy en un bravucón que sólo abre la boca para decir sandeces. Y pese a que su dirección de Twitter tiene un millón de seguidores, lo cierto es que Charlie Sheen se hunde en al averno de quienes han perdido el control sobre sí mismos

MARZO, 2010. Con frecuencia olvidamos que el simpático actor que vemos en nuestra película o programa favorito está muy lejos de ser así en la vida real. Chevy Chase, uno de los cómicos más festejados de los ochenta, era en realidad un tipo tosco, grosero y sin un gramo de buen humor. Contó alguna vez el australiano Sam Neill, quien apareció con él en la película Memoirs of an Invisible Man, que "el repudio que se refleja entre ambos en la pantalla era muy real... al cortar la escena para comunicarnos lo hacíamos mediante terceros". Otras veces el galán que exhuma masculinidad y por el que suspiran millones de damas esconde un secreto que se revela hasta el final de sus días, como sucedió con Rock Hudson.

Charlie Sheen es el ejemplo más reciente de ello. Adorado por su papel de Charlie Harper en Two and a Half Men, recientemente se hartó de sus problemas de adicción y en vez de someterse a un real tratamiento culpó al productor de la serie e incluso utilizó contra él epítetos claramente antisemitas. Todo comenzó cuando en una entrevista en la cadena PBS, Sheen señaló que quienes manejaban los programas de rehabilitación eran unos "papanatas" y que él "había logrado resultados mucho mejores con el uso de mi mente". Posteriormente dijo que "cuando yo no estoy en el set nadie sabe qué hacer; soy indispensable y por eso sé que no me echarán del programa". Días después y quizá sin que nadie le haya dicho que existen unos aparatitos que graban conversaciones, Sheen afirmó que al lunes siguiente iría al programa "pues jamás he dicho eso que me achacan". 

Los productores, por su parte, manifestaron en un comunicado que era "totalmente factible" reemplazarlo y que la siguiente temporada continuaría "con o sin la presencia de Charlie Sheen". El pasado noviembre la filmación de la serie se detuvo para que el actor entrara a una sesión de rehabilitación, apoyado en especial por su coestelar Jon Cryer: "Me alegra que Charlie haya dejado atrás sus problemas y que sea momento de volver a divertirnos frente a las cámaras", dijo. El gusto duró poco pues lo cierto es que Sheen no ha dejado sus problemas de drogas y ahora pone en peligro su permanencia en una serie que le reditúa 1.4 millones de dólares por capítulo, según la página EW.com.

Los comentarios de Sheen han tirado hacia todos lados. En otra entrevista refirió que "todos los brujos que fueron quemados en la hoguera por el Vaticano se lo merecían, si bien quienes los quemaron también eran unos brujos". Pero independientemente de la indignación que han despertado esas declaraciones, en opinión del sicólogo Arnulfo Álvarez, "lo que aquí tenemos es el síntoma típico de un adicto que ha perdido control sobre su propia vida y que al afirmar que 'sin mí ustedes no son nada' o ataca a la gente con la que ha trabajado en realidad está enviando señales de auxilio a gritos, algo así como 'ayúdenme, ya no sé ni lo que estoy diciendo ni lo que estoy haciendo..."


Lo más increíble es que la controversia surge en el momento en que Two and a Half Men es el sitcom con más rating de la televisión norteamericana, y desde hace seis meses está en la cúspide del canal WB, que lo transmite al resto del mundo. Por lo general las discrepancias y las recriminaciones surgen cuando llega la decadencia del programa, no antes. Por ello quizá sea cierto lo que sostiene el crítico Matt Labash, de la revista Weekly Standard: "Quizá Sheen no está tan equivocado cuando dice que sin él la emisión no puede sobrevivir. La química lograda entre él y Cryer vale millones de dólares en el mundo del entretenimiento..."


Hijo del también actor Martin Sheen y nieto de un actor español que emigró a Estados Unidos tras el triunfo del franquismo, Carlos Estévez es además medio hermano de Emilio Estévez, quien tuvo su mayor momento de fama en películas ochenteras como The Breakfast Club, Rumble Fish y The Lost Boys. De hecho es en aquella década cuando se remonta la amistad de Charlie con Cryer, quien solía llevar el papel del perdedor que se enamoraba de la chica más bella y quien terminaba deshecho cuando ella se iba con otro. Fue una camada muy interesante de la cual provienen otros actores como Tom Cruise, Ralph Macchio, Matt Dillon, Judd Nelson, Molly Ringwald y muchos más. Todos eran parte de la generación de actores dirigidos por el ya fallecido John Hugues --Charlie estuvo al mando suyo en Ferris Bueller's Day Off, donde realiza un breve papel como pandillero junto a Jennifer Grey--, la cual ha mostrado tener enorme madera de talento.

Sin embargo el despegue real de Sheen llegó con la cinta Lucas donde llevaba no llevaba el papel principal aunque los estudios se fijaron en la forma natural que tenía para desenvolverse en pantalla. Ahí le siguieron algunas películas, la mayoría de recaudación mediana, ante fue en la televisión donde logró los mayores bonos.. y los mayores problemas.


A fines de los noventa una madame de Los Ángeles señaló a Sheen entre uno de sus "clientes habituales" mientras que el tabloide amarillista National Enquirer (contra al cual a las celebridades sólo les queda una de dos: demandarlo por difamación o tragarse el coraje para evitar que crezca el escándalo) entrevistó a una de las "damas" quien aseguró que Sheen había gastado en ella más de 50 mil dólares y que en una ocasión le confió que apenas unas horas antes de estar con ella había embarazado a su entonces esposa, la actriz Denisse Richards. La nota salió publicada cuando ella ya esperaba el hijo de ambos y que coincidía con el tiempo de las supuestas declaraciones de Sheen. Richards, mayormente conocida por su rol como Christmas Jones en la película The World is not Enough de James Bond, se separó posteriormente de Sheen y escuetamente comunicó a la prensa que el actor "necesitaba ayuda", eufemismo que en inglés enfatiza la urgencia por recibir tratamiento siquiátrico.

Cuando Two and a Half Men se estrenó en el 2003 Sheen aparentemente había dejado atrás sus problemas de adicciones, entre inspirado y preocupado por lo que le ocurría a su amigo Robrt Downey Jr. Durante los siguientes años la serie iría escalando hasta que en alcanzó la cúspide. La razón del enorme éxito de Two and a Half Men, aparte de los diálogos ingeniosos y la química entre Sheen y Cryer, es que refleja la vida actual de quienes crecieron con ellos en la década de los ochenta y hoy tienen hijos o bien deben asumir la paternidad soltera, con un ínter de excesos, parrandas y sesiones de rehabilitación: en otras palabras, los personajes de Cryer y de Sheen han logrado que un importante sector de cuarentones norteamericanos se identifiquen con ellos, personas que crecieron con el PacMan, el Cubo de Rübik, MTV y Alf y quienes hoy desean prolongar su juventud hasta donde les sea posible.

Lo que sigue es que Sheen se retraiga de sus declaraciones, regrese a la serie y nos haga reír, olvidándonos del poco valor que ostenta como ser humano en la vida real. Segundo, que se retire de la serie y haga lo mismo que otras celebridades caídas en desgracia utilizan como coraza para evitar críticas, ya sea visitar a Fidel Castro, a Hugo Chávez o se mande hacer tatuajes del Ché Guevara. Y tercero, que realmente se comprometa a rehabilitarse y aprovecha esta nueva oportunidad, igual y como lo hizo Downey Jr.

Es un problema que sin duda heredó de su padre, quien ha aceptado que en la familia han abundado quienes sufren de fuertes depresiones y adicciones. El mismo Martin Sheen lo padeció durante el rodaje de Apocalypse Now cuando al filmar una escena le pidió a Francis F. Coppola que pusiera a funcionar la cámara tras lo cual a propósito se hizo sangrar. Es de esperarse que su hijo no llegue a tales extremos. Lo que deseamos es que Two and a Half Men nos haga reír como hasta ahora, y para ello se requiere estar bien ubicado tanto dentro como fuera del set.

 

 

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