fasenlínea.com

Análisis, comentario y demás

 
Inicio Nacional Internacional Cine DVDs Medios Literatura Y Demás

Medios/Obituario

 ¿Lo extrañaremos, Bob Guccione?

Como un pilar de los tres que fundaron la industria editorial porno norteamericana, a este neoyorquino unos lo recordarán como impulsor clave de la revolución sexual de los setenta y otros lo juzgarán como un pervertido que se enriqueció a costa del culto a Onán. Como sea, nadie olvidará que fundó Penthouse, un valioso activo que terminó noqueado por el Internet

OCTUBRE, 2010. Estados Unidos es un país que se ha distinguido por sus tycoons (magnates), incluidos aquellos que pertenecen la industria del entretenimiento para adultos. El tamaño del negocio es hoy incalculable, aunque sea fácil identificar a tres de sus pilares. El más conocido, por supuesto, es Hugh Hefner, fundador de Playboy. Le sigue Larry Flynt, creador de Hustler y finalmente Bob Guccione, quien lanzó su concepto en 1969 y al que le puso el título de Penthouse. La muerte de Guccione el pasado miércoles 21 nos hace dar el recuento hacia quien en su momento llegó a ser el competidor más fuerte que Hefner, al que llegó a enfrentar en su campo, alguien que quedó en medio de dos conceptos sobre las revistas para adultos en los años 70 y 80. Y alguien que también incursionó en otros campos editoriales, como veremos más adelante.

Cuando Guccione tuvo la idea de crear su emporio era un expatriado que vagaba por Europa. De hecho fue en Londres donde comenzó a moldear Penthouse, publicación cuyo objetivo era competir directamente con Playboy, la cual a fines de los sesenta vendía un promedio de siete millones de ejemplares al mes. Había similitudes entre ambas. La más obvia era presentar bellas muchachas desnudas en sus páginas así como entrevistas, crítica de libros, cine y música en otras y secciones para el hombre "sofisticado" de aquella época. Pero también había diferencias. Hasta hoy Playboy rara vez ha presentado escenas de sexo explícito o de genitales másculinos, por lo menos en las páginas de la revista (sus canales de cable son otro asunto). En la Penthouse de Guccione ello ocurría con más frecuencia, incluso con escenas de coito. En tal sentido Hustler, de Flynt, iba más lejos, y por ello era la única de las tres publicaciones que se vendía en una bolsa negra de plástico.

Sin embargo la coincidencia más grande entre Hefner y Guccione era que ambos fueron empujando hasta derribar las murallas que hasta entonces existían en Estados Unidos respecto a la moralidad. Hoy Hefner y sus conejitas son fotografiados muy sonrientes al lado de Mickey Mouse y nadie se escandaliza. 

Con una inversión de 10 mil dólares Guccione inició su aventura; el primer Penthouse apareció en 1969 y vendió su tiraje en menos de una semana. Cuando inició la revista sus hijos ya era adolescentes lo que le permitió cierto "destrampe" a su fundador una vez que se convirtió en millonario: para 1975 aceptó haber tenido relaciones con más de 800 jóvenes y agregó, ufano: "la fama es un un irresistible afrodisíaco para muchas mujeres. Y yo me valgo de él". Las feministas lo denunciaron, en curiosa concordancia, con las organizaciones puritanas comúnmente relacionadas con la derecha estadounidense. 

El dinero también hizo aflorar sus extravagancias: todos los días vestía carísimas batas de seda, en ocasiones sin ropa interior, y así recibía a las visitas. Pero también contaba con un excelente equipo de publicistas que consiguieron atiborrar de publicidad a la revista; bien pronto el número de empresas "establecidas" rebasaba al de aquéllas dedicadas a la promoción de artículos para adultos. (Su hijo, Bob Guccione Jr. lanzó la revista Spin en 1985 para competir directamente con Rolling Stone; su siguiente proyecto fue Gear, una publicación que duró menos de un año).

Pronto decidió incursionar en otros negocios. Para un hotel-casino en Nueva Jersey gastó casi 250 millones de dólares y puso a circular Omni, especializada en relatos de ciencia ficción y ciencia en general considerada una de las mejores publicaciones de su tiempo. Al terminar los años ochenta Guccione poseía por lo menos 20 publicaciones, la mayoría de ellas ajenas al entretenimiento para adultos. Pero no todas sus incursiones funcionaron bien: el hotel-casino jamás se concretó y Guccione perdió la inversión. Cuando decidió convertirse en productor de cine tampoco le fue mejor. Con un costo de 17 millones de dólares --unos 60 actuales-- Guccione estrenó en 1976 la cinta Calígula, estelarizada por Malcolm McDowell. Dado que se le consideraba una película "maldita" (la leyenda dice que al menos siete miembros del staff fallecieron mientras se rodaba y que un par de protagonistas tuvieron que recibir atención siquiátrica) la mayoría de las salas que habían acordado exhibirla terminaron por rechazarla y donde sí se la ofrecieron fue en versiones "cortadas". En una época donde el videocassette aún era un lujo para millonarios la inversión se perdió sin remedio.

Más tarde llegó un enemigo aun peor que las feministas y los moralistas. El fisco norteamericano lo acusó de evadir impuestos y amenazó con enviarlo a prisión. Guccione tuvo que pedir prestados alrededor de 30 millones de dólares para saldar deudas. Entonces alguien de su staff desempolvó unas fotografías que cierta chica se había tomado durante una sesión realizadas en 1980 y que cinco años después era la máxima figura del pop norteamericano. Las fotos al desnudo de Madonna alzaron las ventas de Penthouse a niveles insospechados y lo mismo sucedió un par de años después cuando publicó varias fotografías donde aparecía Vanessa Williams, recién electa Miss America. Williams tuvo que renunciar al cetro.

Las ventas de Penthouse decayeron considerablemente al iniciar los noventa, situación que se agravó años después con la aparición del Internet. Ahora cualquiera con un click de distancia podía ver todo tipo de pornografía, lo cual hizo de Penthouse una revista semiobsoleta, en vías de su extinción. En 1997 dejó de circular Omni y poco después de anunció la desaparición de Penthouse, que continuaría como una página con material exclusivo para suscriptores. Pero la propuesta también fracasó.

Los últimos años de su vida los pasó Guccione en una mansión que rara vez abandonaba, como si fuera el Howard Hughes del entretenimiento para adultos. Cuando falleció contaba con 79 años. Lo que se extrañará de Bob Guccione será el tiempo en que las revistas pornográficas de Estados Unidos retaban a las "buenas costumbres" con propuestas cada vez más atrevidas. Hoy con el Internet, las cosas ya no saben igual ni se ven con igual morbo-interés.

 

 

Texto anterior

Ese metal que hemos visto en TV

Cuando se creía que el género ya había pasado a la intrascendencia, VH1 vio cómo un programa de bajo perfil brincó en su lista de emisiones más vistas. That Metal Show viene a ser el mejor antídoto ante la imagen que dejó Ozzy Osbourne. La segunda temporada se avizora aun mejor

 

Copyright 2010 Derechos reservados

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otros textos de Y Medios

Ese metal que hemos visto en TV

Televisa se avienta otro ECO;  a ver cómo le va

La etapa terminal del Reader's (Selecciones) Digest

Hora de bajar la cortina, Mr. King

La irrealidad virtual de las redes sociales

Papá Simmons

Clásicos del humor en la TV mexicana

Los mejores zapatos de Boogie son de papel, no de celuloide

A la revista Contenido se le acaba el ídem

 ¿Desea opinar sobre este artículo?

[email protected]

[email protected]

0 comentarios

 

 

Inicio

Nacional

Internacional

Cibernética

 

Literatura

Cine

Medios

Y demás