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Hora de bajar la cortina, Mr. King

El célebre entrevistador de los tirantes pronto dejará el programa que por más de 25 años ha mantenido en CNN. Queda por ver si se trata de una estrategia de esa cadena o, simplemente, Larry King es otra víctima del periodismo incapaz de adaptarse a las nuevas tecnologías

JULIO, 2010. Todavía a finales de los noventa había tres maneras de convertirse en celebridad automática en Estados Unidos, aparecer en la portada del TIME, ser invitado por Oprah Winfrey o ser entrevistado por Larry King. Desde entonces la tercia se ha partido: el semanario atraviesa por fuertes problemas económicos y su número de lectores está muy lejos de sus cotos anteriores y Winfrey, aunque aún es inmensamente popular también ha experimentado una baja de televidentes. En el caso de King se pensaba hasta hace unos meses que podría escapar de la tendencia pero ya se vio que no ya que el comentarista anunció su retiro de CNN, la cadena donde trabajó durante un cuarto de siglo.

En principio esto pudiera interpretarse como el retiro inexorable de la "vieja guardia" del periodismo norteamericano. Hace unas semanas Helen Thomas dejó de ser corresponsal en la Casa Blanca, un puesto que ostentaba desde la presidencia de Eisenhower, en los cincuenta. Thomas hizo comentarios poco afortunados en torno a la comunidad judía norteamericana y además defendió la causa palestina, razón por la cual Hearst Corp. respetuosamente le pidió su renuncia. En el caso de CBS, el programa 60 Minutes llegó a ser en su momento uno de los más influyentes pero 34 años después de su salida al aire suena anquilosado, con los mismos conductores y con su niveles de rating en caída libre. Desde que Dan Rather se vio forzado a salir por haber difundido información falsa en torno a un intento del ex presidente George W. Bush por eludir su servicio militar la emisión perdió mucha de su credibilidad.

King no ha perdido credibilidad, pero sí televidentes. De acuerdo con el analista de medios Brent Bozell III, esa cadena (propiedad de Warner Communications) es ésta y no King, la que decidió cortar la relación, en primer lugar porque se aproxima la renovación de contrato del entrevistador y en segundo porque CNN ya no está en condiciones de financiar a alguien que ya no garantiza los elevados índices de popularidad de otros años. A lo expresado por Bozell pudiera agregarse otro elemento: el periodismo tradicional no ha sabido cómo enfrentar al Internet. Hasta mediados de los ochenta el pastel informativo se dividía entre la CBS, ABC, NBC y CNN, con la posterior aparición de Fox. Al darse la primer Guerra del Pérsico en 1991 CNN alcanzó ratings elevadísimos gracias a la cobertura directa de los bombardeos desde un hotel de Bagdad, en lop que llegó a ser su mayor momento de gloria.

Otro golpe de suerte de CNN había sido la contratación de King, quien hasta entonces se desempeñaba como cronista deportivo de los Delfines de Miami. Su programa retomaba el esquema de entrevistas que fue muy recurrido hasta los años setenta. Los entrevistadores de antaño como Dinah Shore y Captain Kangaroo ya se habían retirado por lo que King encontró el terreno libre y, más aún, en la televisión por cable donde la presión de los comerciales no era tan fuerte y era posible alargar las entrevistas. 

Al igual que en México lo hacía Jacobo Zabludovsky, King por igual se sentaba con políticos, cantantes, celebridades, escritores y líderes de otros países. Desde entonces su cualidad consistía en dejar hablar a los entrevistados sin asumir poses protagonistas, algo en lo que David Letterman suele caer con frecuencia. Así, frente a King han estado personajes tan dispares como Arnold Schwarzennegger, el Dalai Lama, Omar Khadafi, el Príncipe Carlos y la Madre Teresa. Eso explicaría la enorme popularidad del Larry King Live. Otra curiosidad: a diferencia de sus colegas, el escritorio de King está del lado izquierda y sus entrevistadores están del lado derecho.

CNN también le proporcionó un horario ideal, el vespertino, cuando la mayoría de los norteamericanos regresan a casa tras un día en la oficina y se relajan viendo televisión (hasta entonces esas emisiones eran mayoritariamente en la mañana). Bien pronto también se detectó el potencial de Larry King para moldear a la opinión pública y cambiarle su perspectiva. Cuando la actor inglés Hugh Grant fue descubierto en una calle de Los Ángeles con una prostituta logró salvar su reputación en una entrevista con King, no así su noviazgo con Elizabeth Hurley. Otros que también acudieron al programa para limpiar sus "pecadillos" fueron el ex beisbolista Pete Rose, Bill Clinton, Paris Hilton, George Michael, Michael Jackson, el ex senador Howard Dean y más recientemente el esposo de Sandra Bullock. Después de un traspié, se hizo obligatorio que todos ellos acudieron con Larry King para aclarar o al menos suavizar las cosas.

La teleaudiencia de CNN siguió cayendo pero King se veía inamovible. Sin embargo desde principios de año se vio que el entrevistador también estaba perdiendo público y que el formato ya se antojaba anacrónico. Era un giro irónico dentro de los años de Obama el candidato al cual CNN y King habían mostrado abiertas simpatías. Las entrevistas del presidente con King tuvieron un giro propagandístico, más que de debate en torno a la reforma al Sistema de Salud, y cuando un programa se dedica a alabar más que a discutir ahuyenta a los televidentes; así como la presidencia de Jimmy Carter terminó con los entrevistadores y líderes de opinión que no se atrevieron a disentir del mandatario también demócrata, algo similar sucede en los años de Barack Obama: quienes ayudaron a llevarlo a la Casa Blanca están recibiendo una recompensa inesperada, la caída de sus ratings, quizá por ser excesivamente complacientes.

Hasta el momento no está claro si CNN ocupará el espacio que deja King con otra emisión de entrevistas o si intentará otro esquema. Lo que sí resulta innegable es la liga entre los problemas financieros que enfrenta la otrora omnipotente cadena de noticias y lo oneroso que ya estaba resultando Larry King. De cualquier manera, este viene a ser el último episodio del periodismo estadounidense de otros tiempos y al que casi ningún canal informativo ha encontrado la alternativa, máxime cuando enfrente se tiene a la ilimitada oferta ofrecida por la red.

 

 

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