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Con Tiger Woods, lo políticamente correcto no importó

Dos preguntas en torno al affaire Woods: ¿Habría despertado el mismo morbo entre los medios si se tratara de Jesse  Jackson, Spike Lee, Danny Glover o cualquier otro miembro de la izquierda afroamericana? ¿Alguien se hubiera atrevido a denostarlos?

ENERO, 2010. Sin duda ha sido el peor día de Acción de Gracias de su vida. En horas de la noche ocurrió todo y a la mañana siguiente el mundo entero estaba al tanto de la noticia: Tiger Woods, el mejor golfista del mundo y muy probablemente de la historia, había sufrido una agresión en su casa. y cuando intentaba huir chocó su automóvil contra un árbol. No sólo eso. La mujer con la que había discutido rompió el cristal del auto con un palo de golf y le propinó un fuerte golpe en la cara. En otras circunstancias, el incidente habría pasado como mera anécdota, o su seguimiento en los periódicos se daría cada vez más esporádicamente, como nota interior, hasta desaparecer por completo.

Sólo que esta vez las circunstancias son distintas, y por ello todavía vemos encabezados sobre algo que sucedió hace más de un mes. La nota reciente fue el pasado primero de enero por parte de la Associated Press en el sentido de que Woods se internará en una clínica para curar su "adicción sexual". Veamos ante ello un ejemplo contrastante: en 1992 Kurt Cobain y su esposa Courtney Love discutieron al punto que ella salió corriendo de la casa mientras él la amenazaba con una pistola en la mano. Aunque el guitarrista declaró a la policía que "sólo estaba bromeando", la pistola contenía balas reales, Ningún reportero se molestó en analizar las "tendencias violentas" de Cobain, ni se criticó el tipo de música que interpretaba; más aún, hubo gente --por lo menos en el área de Seattle-- que protestó por la "brutalidad policiaca" sólo por haber llamado a comparecer al hoy fallecido cantante.

Hay muchos casos similares, desde Mike Tyson hasta O.J. Simpson y Phil Spector, quien hoy está libre. En la mayoría de ellos, la prensa se ha puesto del lado de las víctimas. No esta vez, donde el mayor pecado de Woods fue haberle puesto el cuerno a su esposa con otras 15 mujeres. Vaya novedad; lo mismo hizo Bill Clinton y nadie (búsquelo usted en Google, si lo duda) sugirió que el mandatario fuera internado en un centro para tratar su "adicción sexual". Aquí convergen dos factores que explican la aversión que han mostrado los medios hacia Tiger Woods. Revisémoslos.

El primero es que se trata de un golfista All American. ¿Y qué es esto? Su padre perteneció a las Fuerzas Armadas, combatió en Corea y fue condecorado por la Casa Blanca. John Woods era un hombre de color que al regresar de su servicio se convirtió en exitoso hombre de negocios, algo que el discurso de líderes negros de esa época, como Malcolm X, consideraba menos que un sacrilegio. Y no sólo eso, Woods padre había desposado a una mujer tailandesa y la trajo a vivir a Estados Unidos. En el mundo de los negocios es indispensable jugar golf para cerrar un negocio de manera que el señor Woods se aficionó al deporte. Con frecuencia llevaba a su pequeño hijo, quien apenas tomó el bastón por primera vez mostró una sorprendente habilidad; incluso apareció en televisión, catalogado como un prodigio infantil.

Woods padre también tenía otra particularidad: pese a su color de piel se consideraba un patriota, votaba por los republicanos y podía considerarse triunfador en un mundo donde los blancos lo habían insultado apenas una generación antes. El padre de Tiger ejemplificaba lo que alguna vez había manifestado Martin Luther King en el sentido de que el ser negro en Norteamérica no era impedimento para progresar si desempeñaba sus propias capacidades.

¿Un afroamericano triunfador por sus propios méritos? Es un discurso que nunca hemos escuchado ensalzar por parte de Jesse Jackson o los reverendos Farrukah y Sharpton.

El segundo es el prejuicio no sólo de los medios sino de varios activistas en el sentido de que el golf es un deporte "burgués". Ninguno de ellos ha hecho mención del enorme logro de Woods al entrar al único deporte que parecía vedado a los negros norteamericanos, y no sólo eso, que haya conquistado el PGA, el equivalente a la Copa del Mundo en el futbol. Ese gran logro, impensable unas décadas atrás, no parece importarles tanto como el que existan campos de golf privados a los que se les invierten miles de dólares en su manutención; así como exigen al Estado que cuide la ecología, si lo hace un particular es un acto criticable, símbolo de ostentación y avaricia.

Hace algunos años se supo que Jesse Jackson tuvo un affaire y la prensa olvidó el asunto cuando el reverendo dio una conferencia de prensa en la que manifestó estar arrepentido, algo que difícilmente ocurrirá si Tiger Woods se para frente a los micrófonos en los próximos días. Y otro factor que no deja de causar extrañeza: pese a los constantes ataques de los medios, nadie los ha tachado de "racismo"; antes bien, a Woods lo critican no sólo porque haya demostrado dotes de donjuán sino porque todas las chicas son blancas. ¿Que no habíamos quedado, en los años de Iluminación de Barack Obama, que el color de piel era asunto secundario?

El trasfondo, pues, obedece más a una agenda determinada. Cierto, Tiger Woods es negro --aunque, como el presidente, sólo lo es del lado paterno-- pero no es parte del clan progresista. Por ello la reacción en su contra es distinta y por ello el tratamiento que se habría dado al asunto si el responsable se llamara Spike Lee, Danny Glover o Jesse Jackson habría sido muy diferente.

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