Los
sueños son una parte muy importante de nuestras vidas puesto que, como
todos sabemos, pasamos aproximadamente una tercera parte de nuestras vidas
durmiendo y, salvo que sepamos desdoblarnos en astral conscientemente, soñando.
Para los que están siguiendo nuestro curso desde el principio ya queda
claro que podemos diferenciar, de momento, dos formas de soñar o mejor
dicho, dos lugares dónde soñar.
La primera forma de soñar consiste en los momentos en que nuestro cuerpo
físico está durmiendo y nuestra psicología está
experimentando las realidades del mundo astral, que es dónde se producen
nuestros sueños. El conjunto de esas experiencias sorprendentes, extrañas
y fantasiosas que vivimos durante esos periodos de descanso vienen a constituir
nuestras experiencias oníricas o sueños.
La otra forma de soñar se produce en el mundo físico. En gnosticismo
llamamos soñar al hecho de no estar con la Conciencia activada en un
determinado momento. Normalmente, esos momentos de inactividad o dormidez
de nuestra Conciencia constituyen casi la totalidad de las horas en que se
supone que estamos “despiertos”. Normalmente al periodo en el
que nuestro cuerpo físico está activo se le debería conocer
como estado de vigilia, pero por los ya mencionados motivos, el estado de
vigilia no se produce. Por ese motivo, muchas veces, cuando nos referimos
a él, le decimos el “mal-llamado estado de vigilia”, termino
que resulta mejor adaptado a la realidad.
Estas dos serian la categoría más genérica a la hora
de calificar el sueño de la Conciencia. Luego, podemos investigar por
nosotros mismos que los sueños como experiencias oníricas se
pueden clasificar según su tipo pues cada uno de ellos está
íntimamente relacionado con cada uno de los centros de nuestro organismo.
Si uno observa sus propios sueños verá que la mayoría
de ellos se encuentran vinculados con los centro instintivo-motor. Este tipo
de sueños son el reflejo o eco de las cosas que hemos visto durante
el “mal-llamado estado de vigilia”.
Por este motivo, muchas veces, soñamos que estamos con nuestros amigos,
en la oficina, en la escuela, etc. Normalmente dichas escenas son el resultado
de proyectos inacabados en el físico que cargamos al astral a fin de
“terminarlos” o también situaciones alternativas a las
que hemos vivido en el físico y que contienen algún cambio favorable,
o incluso dañino para nosotros, debido quizás, a un exceso de
preocupación, de celo, etc.
Hacernos conscientes de estos sueños es muy importante, pues nos entregan
conocimientos muy concretos sobre nuestra forma de llevar el tren de nuestra
vida, nos enseñan cuáles son los yoes psicológicos que
más se alimentan de nuestras energías y los que más nos
están haciendo daño.
Muchos sueños relacionados con el miedo a determinadas situaciones
de nuestras vidas o a decisiones que debemos tomar se tornan caóticos,
extraños, nos llevan a visitar lugares imposibles, a casas de arquitectura
inusual, a ver animales raros o inexistentes. Dichas experiencias nos demuestran
el grado de dormidez que poseemos al no cuestionarnos lo singular e inusual
de dichas escenas. Dormimos y no sabemos que dormimos y al darnos ahora cuenta
de todo ello podemos exclamar como Lao-Tsé:
“Esta noche soñé ser una mariposa y cuando me desperté
me pregunté: soy un hombre que soñó ser una mariposa
o una mariposa que sueña ser hombre.”
Estudiar a nuestros sueños equivale a estudiarnos a nosotros mismos.
Todo sueño contiene información simbólica y arquetipa
sobre nuestras preocupaciones, ansiedades, miedos, etc. Explorar nuestras
experiencias oníricas nos acerca al conocimiento de los yoes psicológicos
que más se manifiestan a lo largo del día: “al hombre
se le conoce por sus sueños”, dijo acertadamente Platón.
Los sueños y vivencias más importantes e íntimos relacionados
con nuestro Ser están asociados con los dos centros Emocional y Mental
Superiores. Los sueños relacionados con los centros superiores se caracterizan
siempre por su formulación dramática. Normalmente, dichos sueños
se nos presentan como vivas escenas escritas con carbón ardiente en
el gran anfiteatro de la vida espiritual, son situaciones cargadas de un gran
simbolismo, hechos inusitados movidos por personajes y seres con un gran valor
simbólico en el terreno de la astrología, de la Qabalah (Kábala)
y del Silencio.
Pensemos, por un instante en el Rayo de la Creación y en los centros
superiores e inferiores y en las influencias que descienden por ese citado
rayo cósmico. Son fuerzas que a cada momento intentan reequilibrarnos
y transmitirnos el estado psicológico y espiritual nuestro real, impulsados
en nuestro camino hacia el Ser o Religión, curandonos.
Podemos y hasta debemos aprender a recibir los mensajes y estar en contacto
con los maestros invisibles y poder platicar con las diversas partes que componen
a nuestro Ser como el átomo Nous o nuestra devi Kundalini.
Aquí vemos porque es tan importante que trabajemos por equilibrar los
distintos centros de nuestra máquina humana (mental, emocional, motor,
instintivo y sexual) y desarrollar nuestros dos centros superiores: el Mental
o Intelectual Superior y el Emocional Superior.
Resulta interesante recordar que los centros superiores están siempre
en contacto con el Ser y que cuando decimos desarrollar, lo debemos entender
con afinar sus sensibilidad, ponerlos en funcionamiento, como una radio que
sin energía no puede exteriorizar las ondas radiofónicas que
constantemente pasan por ella. Podemos aprender a captar e interpretar dichos
mensajes.
A aquellas personas que han tenido momentos de recuerdo de sí mismos
en la vida, en que vivieron una cosa o una persona común y corriente
de un modo completamente nuevo, pudiendo captar cada instante como un algo
separado y a la vez unido al espacio y al tiempo, no les sorprenderá
si les decimos que dichos momentos tienen la misma calidad, el mismo sabor
interior que esos raros y extraños sueños, relacionados con
el Emocional y el Mental Superiores.
Cuando uno comienza a darse cuenta de la honda significación de esa
clase específica de sueños, es señal de que ciertas fuerzas
luchan para despertarnos, sanarnos, curarnos...
Cada Ser Humano es un punto matemático en el espacio infinito que sirve
de vehículo a determinadas sumas de “valores” buenos o
malos. La desencarnación es una resta de quebrados; terminada la operación
matemática, lo único que queda son los valores positivos o negativos,
o “rápidos o lentos”, como decía un Maestro.
De acuerdo con la Ley del Retorno es obvio que dichos valores reingresaran
en una nueva vida, es nuestro equipaje psicológico.
Si empezamos a ocuparnos más conscientemente del pequeño ciclo
de hechos o sucesos recurrentes de su vida personal, podrá entonces
verificar por sí mismo, mediante la experiencia mística directa,
que en el sueños diario se repite siempre la misma operación
matemática de la desencarnación o muerte.
En ausencia del cuerpo físico, durante el sueño normal, los
valores sumergidos en la luz astral se atraen y se repelen, de acuerdo con
las Leyes de la Imantación Universal. La vuelta al "mal-llamado”
estado de vigilia supone de hecho el retorno de los valores al vehículo
físico.
Normalmente nos olvidamos de que no solamente tenemos relación con
el mundo externo o físico, sino que también tenemos relación
con nuestro mundo interno. El pensamiento cuando va dirigido hacia nuestro
interior restablece el contacto con nuestro Íntimo. El pensamiento
hacía el mundo exterior o atrayente nos puede llevar a la identificación
con las cosas de la vida.
Dicha identificación es la que tiene atrapada a toda la Humanidad en
escenas de guerras, violencias, odios, envidias, codicias, etc....
El pensamiento hacia el Interior es la primera LLave hacia el Mundo Interno.
El pensamiento hacia el Interior es recuerdo de Sí Mismos.
El Mundo Interno es mucho más extenso y vasto y contiene muchas respuestas
sobre nosotros mismos. Muchos sueños se refieren al lugar donde nos
encontramos en el mundo Interior Invisible desde el cual surgen las diversas
circunstancias de la vida.
El lenguaje de los sueños es comparable al de las parábolas.
Todo sueño, por absurdo e incoherente que sea, tiene algún significado,
pues nos indica no sólo el centro psíquico al que se halla asociado,
sino también al estado psicológico de tal centro.
Muchas veces creemos poseer ciertas virtudes y luego, cuando somos allí
probados, fallamos justamente por no poseer dichas virtudes que creíamos
poseer.
¿Cuáles son los nuestros funcionalismos mentales durante el
sueño? ¿Qué emociones nos agitan y conmueven? ¿Cuáles
son nuestras actitudes fuera del cuerpo físico? ¿Qué
sensaciones instintivas predominan? ¿Hemos tomado nota de nuestras
conductas mentales, emocionales, motoras, sexuales?
Toda la información que saquemos de nuestras experiencias oníricas
nos serán de gran ayuda en el conocimiento de Sí Mismos, la
vía que nos conducirá inevitablemente al mejoramiento y al progreso
Espiritual.
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