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El Rayo de la Muerte reduce el hombre a una simple quintaesencia molecular.

De la misma forma en que una tonelada de flores puede reducirse a una simple gota de perfume esencial, la energía de la muerte, por ser tan fuerte, destruye totalmente al organismo humano. Es una corriente de tan altísimo voltaje, que inevitablemente destruye al organismo cuando llega a circular por éste. Este es el único tipo de energía que el organismo no puede resistir.

El Rayo de la Muerte, de la misma forma que el Impulso Vivificador, conecta la Muerte con la Concepción y así los dos extremos se tocan.

Cuando la Esencia se desprende del viejo vehículo físico, a raíz del impacto del Rayo de la Muerte, se produce una tensión eléctrica tremenda en una determinada nota clave, cuyo resultado axiomático es el movimiento y combinación de los genes determinantes del futuro cuerpo físico. Como resultado, los sutiles constituyentes del futuro huevo fecundado asumen su lugar e disposición para nuestra futura existencia, teniendo en base esa tensión eléctrica y la nota clave resultante del proceso de la Muerte. Los así llamados Ángeles de la Muerte cortan a la persona lo que comúnmente se llama el Hilo de la Vida o Cordón de Plata en su día y hora, de acuerdo con la sabia Ley del Destino.

En el proceso de la Muerte existen aspectos nuestros que desaparecen y otros que sobreviven y vuelven a penetrar en un nuevo cuerpo físico, en una nueva existencia que bien vale la pena conocer.

ASPECTOS QUE DESAPARECEN CON LA MUERTE
El Cuerpo Físico es, fuera de duda, el aspecto más obvio que desaparece con el proceso de la Muerte. A cada nueva existencia utilizamos un nuevo cuerpo físico.

Dicho vehículo empieza su manifestación en el mismo instante en que óvulo y espermatozoide se unen para formar el huevo fecundado. En ese mágico instante de la concepción, la Esencia de una persona es conectada a ese nuevo vehículo en una oportunidad más de aprendizaje y de obtención del conocimiento.

Cuando se llega al final de una existencia, el proceso se invierte, el Ángel de la Muerte corta dicho cordón y la Muerte se adueña del vehículo o cadáver. Concepción y Muerte no son más que dos aspectos de la misma Vida.

Con el tiempo, el vehículo físico desaparece y vuelve al seno de la Naturaleza, concluyendo un ciclo para iniciar otro.

También desaparece el Cuerpo Vital o Etérico. Dicho vehículo energético que sirve de soporte al físico, absorbiendo las distintas clases de alimento y conduciéndolo a todo el organismo, se escapa del Cuerpo Físico y se queda flotando en el ambiente sepulcral hasta que, lentamente, se va descomponiendo, a medida que el Físico también va desapareciendo.
La Ex-personalidad es otro vehículo o aspecto que desaparece de nuestras vidas.

Toda personalidad es hija de su tiempo. Nace en su tiempo y muere en su tiempo, Su utilidad es la capacidad de adaptación, de absorción de las culturas, tradiciones y costumbres que se dan lugar en cada rincón del Planeta a cada instante.

Por ejemplo, un personalidad del siglo XIX no está adaptada para vivir en la actualidad, en la era de Internet, de la radio, de la televisión, etc.
Cuando alguien fallece, su personalidad simplemente ya no le sirve.
Por ese motivo, el culto a una ex-personalidad es muy perjudicial para la persona a quién le pertenecía dicho vehículo.

Esto ocurre mucho con los Jefes de Estado, artistas, actores, músicos, etc. A dichas personas no se les deja en paz y siempre les estamos fortaleciendo sus personalidades, invocándolas de una forma o otra. De cierta forma, es seguir atando a este mundo, algo que ya no pertenece a esta dimensión.

ASPECTOS QUE NO DESAPARECEN CON LA MUERTE
Nuestra Esencia y nuestro Ego no desaparecerán con la Muerte del cuerpo físico. La Muerte es, en sí misma, una resta de quebrados. Terminada la Gran Operación Matemática que es la Vida, sólo quedan los valores. La suma de esos valores se atraen y se repelen de acuerdo con la Ley de Imantación Universal y flotan en la atmósfera del mundo.

La Eternidad se traga al Ego, para luego, devolverlo al espacio-tiempo.
En el instante preciso de la muerte, en el momento en que la persona exhala su póster aliento, proyecta un diseño electro-psíquico de su personalidad. Tal diseño continúa en las regiones suprasensibles de la Naturaleza y más tarde viene a saturar el huevo fecundado. De esa manera, venimos a tener características personales muy similares a las de nuestra anterior existencia. Es el bagaje o equipaje que todos nosotros, sin excepción, cargamos a nuestras espaldas.

El Ego siempre sobrevive a la Muerte física y la única forma de eliminarlo es el Trabajo Consciente sobre uno mismo, estudiándonos y eliminando a nuestros defectos. Si no realizamos este trabajo consciente y voluntario seguiremos mecánicamente el ritmo de las vueltas que da la Rueda de la Fortuna, el Arcano número 10 del Tarot. Esa rueda es la misma que en el Indostán se conoce como Ruede del Samsara.

Debido a nuestro Ego, a nuestros defectos o agregados psicológicos, seguimos atados al continuo movimiento que se desarrolla entre la concepción y la muerte en esa rueda del Samsara. Pasamos por las alegrías, los dramas y las tragedias de la vida sin conocer el porqué de dichas escenas. Desconocemos lo que nos vincula a la Ilusión de toda la naturaleza que nos circunda y que entra en nuestros corazones y mentes a través de nuestros cinco sentidos en forma de impulsos eléctricos descodificados por nuestros preconceptos, miedos, ansiedades, encasillamientos, etc.

Cuando regresamos al cuerpo físico, para iniciar una nueva Vida, la Ley del Karma entra en acción. El resultado de esas sumas y restas antes comentadas será lo que determinará, en líneas generales, el devenir de nuestra próxima existencia.

El futuro no es más que el resultado de la suma de nuestras acciones pasadas con la de nuestras acciones presentes. Quien quiera cambiar su futuro tiene que corregir sus actos pasados y hacerse consciente de sus actos presentes.

En el momento de la concepción, los Ángeles de la Vida se encargan de conectar el Cordón de Plata al huevo fecundado, quedando así la Esencia conectada a ese nuevo cuerpo físico, pero sin penetrarlo. En ese momento la Vida ya está presente, pero es solamente con el primer aliento que tomamos cuando nuestra Esencia vuelve a ingresar a un nuevo cuerpo físico, mientras ésta “flota” en el ambiente circundante del embrión o feto y su madre, preparándose para el momento del nacimiento.

La Esencia, como ya hemos podido deducir, también sobrevive al proceso de la Muerte. Mientras la persona permanece desencarnada, la Esencia sigue existiendo, embotellada en cada uno de los defectos psicológicos que tenemos. Solamente con la muerte mística, la muerte en marcha o eliminación de los defectos, podemos vivenciar la eterna Libertad en ausencia del Yo.

LOS TRES JUICIOS
En el momento de la muerte revivimos nuestra vida en forma retrospectiva de forma muy rápida y terrible (Primer Juicio). En el Mundo Molecular (5 Dimensión) volvemos a revivir nuestra vida que acaba de pasar, esta vez, de una forma más lenta (Segundo Juicio), pues el tiempo en esa región es más lento que en los mundos electrónicos o superiores (6 Dimensión).

El Juicio Final (Tercer Juicio) es el que decide la suerte de los desencarnados. Terminado el trabajo retrospectivo, nos presentamos ante los Jueces del Karma para responder nuestros cargos. Este juicio divide a los desencarnados en tres grupos:

- Los que retornan inmediatamente

- Los que suben a los estados paradisíacos, para mucho tiempo después, tomar un nuevo cuerpo físico

- Los que pasan a experimentar el proceso de Involución

Por último, puntualizar que hoy por hoy, no estamos en condiciones de negociar nuestro Karma de forma consciente debido a nuestro estado psicológico tan limitado, así que, bajo nuestro punto de vista, es equivocada la idea defendida por algunos de que los desencarnados eligen como será o que les deparará su próxima existencia.

Es absurdo pensar en un ladrón o en un corrupto eligiendo su nueva familia, posición económica, social, etc.

Mientras sigamos en el EGO todo eso nos está vetado.

 

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