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 Soy John Rambo, carajo... ¿qué esperaban?

Cuando se tiene calidad y se sabe cuál es su público, lo que tenemos es una película acerca de un personaje icónico de los años 80 que regresa con una película llena de acción y que satisface a los espectadores, esto pese a que Sylvester Stallone es un actor que ya rebasó las siete décadas de vida. Para coraje de las feminazis enemigas de la masculinidad tóxica, Rambo llega y nos presenta un producto con los principales elementos que la hicieron tan exitosa desde el primer estreno

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Rambo: Last Blood
Sylvester Stallone, Paz Vega, Yvette Monreal, Óscar Jaenada, Sheila Shah
Dirigida por Adrian Grunberg
Lionsgate/2018

SEPTIEMBRE, 2019. Llegará un día en que la aportación de Sylvester Stallone al cine sea realmente valorada pues mientras George Lucas cambiaba el rostro a la industria con Star Wars y Spielberg hacía lo propio con Encuentros Cercanos, con frecuencia olvidamos que al mismo tiempo Stallone estrenaba una película que habla sobre la dura lucha del espíritu humano ante las adversidades, al punto que de esos tres talentosos cineastas, Rocky fue la primera en llevarse su Óscar (y, más aún cuando Lucas todavía no logra una presea).

Es verdad que a diferencia de sus colegas (en especial Spielberg) que optaron por hacer cine más "serio", Stallone siguió apostando por las propuestas palomeras y de entretenimiento puro, de paso logrando un éxito impresionante, no solo por darle continuidad a Rocky sino con John Rambo, un veterano de Vietnam que llega a Colorado tratando de olvidar sus horribles experiencias en el frente y es forzado por la policía a esconderse en el bosque. Y al igual que las tres primeras Star Wars, las historias subsecuentes de Rambo también tuvieron gran aceptación en taquilla.

Pero como se sabe, Hollywood se ha cambiado la careta, algo que ha evidenciado aun más su hipocresía y su doble discurso que ha hecho de muchas propuestas, empezando por Star Wars, meros parapetos para promover posturas políticas totalmente ajenas a la idea original de esas películas. Pero descuiden, amigos lectores, Rambo sigue siendo políticamente incorrecto, es un ejemplo sine qua non de "masculinidad tóxica" y, para deleite de muchos de nosotros, hizo explotar la bilis a ese ejército de tuiteros güevones quienes no pueden concebir el cine como entretenimiento. Razón de más, pues, para celebrar el regreso de Rambo a las pantallas.

Esta vez nos topamos con nuestro protagonista viviendo en el rancho de Arizona que le legó su padre. Además de dedicarse a los cultivos y a construir túneles --lo cuáles luego jugarán un rol esencial en la historia-- a Rambo lo atormentan dos pesadillas, una, los recuerdos como soldado en Vietnam y, dos, el tedio y el aburrimiento que sufre a mitad de la nada en ese gigantesco desierto. En ese rancho también viven su amiga María Beltrán (Adriana Barraza) y su hija Gabrielle (Yvette Monreal). Gabrielle pregunta a su "tío" Rambo si podría invitar a sus amigos para tener una fiesta en los túneles a lo que éste último accede. Es en esa reunión donde su amiga Jazel (Fenessa Pineda) le dice que tiene información sobre el paradero de su padre Miguel (Marco de la O) en México. A Rambo el asunto le hace entrar en sospechas pues Miguel las abandonó muchos años atrás cuando ella era una bebé. Sin embargo Gabrielle decide ir a México por su cuenta acompañada de Jazel para ir a hablar con su padre.

El asunto era una trampa, evidentemente. Gabrielle logra contactarlo pero éste le dice que ha iniciado una nueva vida y nada quiere saber de ella ni de su madre. Para consolar a Gabrielle, Jazel se la lleva a un bar donde una sustancia vertida en su bebida la pone a dormir. Cuando Rambo se entera que Gabrielle ha desaparecido decide buscarla en México --en realidad las Islas Canarias: ni una sola escena se filmó aquí-- y a enfrentar a su padre: posteriormente descubre que Yazel ha vendido a la muchacha a un cártel de la droga que también obliga a las mujeres a ejercer la prostitución. Uno de los líderes del cártel es Víctor Martínez (Óscar Jaenada, quien encarnó a Cantinflas hace unos años) y quien amenaza con matar a Gabrielle si intenta volver a escapar.

Lo que viene a continuación es un seriado de escenas sumamente violentas, incluso decapitaciones, aunque sorprende cuando vemos como héroe de acción, y bastante efectivo, a un actor que tiene 73 años de edad que sigue lleno de energía, aún puede jactarse de presumir sus músculos y ha envejecido relativamente poco. Cuando se da el enfrentamiento final entre Rambo y el cártel --naturalmente, en los túneles del rancho-- presenciamos una secuencia de escenas con explosiones, ráfagas e incluso luchas a puñetazo limpio que hace tiempo no veíamos en una cinta de Hollywood. (Por cierto, Rambo prepara una serie de trampas dentro de los túneles al mejor estilo de Mi Pobre Angelito y Skyfall de James Bond... sirva como anécdota).

Rambo: Last Blood es una de esas películas diseñadas para que el espectador se la pase soltando adrenalina. No promete más, pero tampoco da menos. Después de todo esa ha sido la esencia de Rambo y la razón principal por la cual la gente comprará boleto para ir a verla.

Ojalá esta propuesta sirva para apuntalar lo obvio: el cine no debe ser plataforma para propuestas políticas progresistas ni adoctrinamiento en franquicias exitosas. Ahora sí que, en alusión al viejo tema de Cyndi Lauper, los fanáticos del cine solo quieren divertirse. Rambo no es una película para cualquiera; entretiene a montones pero hay que advertir que muchas de sus escenas son bastante crudas.

Como sea, damos la bienvenida al regreso de este veterano de Vietnam a quien le saltan pocas pulgas. Sylvester Stallone lo ha hecho de nuevo y, más aún, sin necesidad que una computadora le ande borrando las arrugas como le hicieron a al rostro de Robert De Niro en su más reciente película.

 

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