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CINE

¿Sufrirá James Bond el mismo destino de Star Wars?

El activismo políticamente correcto ha insistido en que la legendaria saga se adapte a los tiempos y que convierta a James Bond en gay, en actor de color o en una espía. Si los productores dan ese giro, sin duda matarán a la franquicia más longeva y lucrativa en toda la historia del cine. Ojalá que la lección de lo ocurrido a la galaxia muy, muy lejana, les sirva de advertencia

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MAYO, 2019. Es significativo cómo los estudios Disney anunciaron el estreno de The Rise of Skywalker para fines de este año y el interés en las redes sociales ha sido casi nulo, como si los fanáticos de la serie que pagaban boleto únicamente para ver los trailers de la saga y acto seguido salían de las salas se hubieran esfumado. Y hay razón que refuerza ese desdén: en el póster promocional aparece la imagen de Rey (Daisy Ridley) quizá el personaje más anodino y menos carismático que hemos visto en una película de ficción.

En ese momento queda claro para todos: las políticas de identidad mataron a Star Wars. Pero los estudios Disney pueden absorber las pérdidas que pudiera tener The Rise of Skywalker mientras la gente siga comprando memorabilia o asista a sus parques de diversiones. No es el caso de otros estudios independientes, en este caso EON Productions, el cual durante casi cinco décadas ha mantenido viva la historia de James Bond. Si el activismo políticamente correcto se sale con la suya y obliga a los productores de estas películas a "adecuarse" a los tiempos "inclusivos" y "de identidad", la saga que está a punto de cumplir 60 años se vería en serio peligro.

Como se sabe, estos activistas que seguramente jamás han visto una de estas películas, llevan rato exigiendo a los guionistas y productores que el protagonista sea a) un actor de color, b) una mujer, a quien incluso ya le pusieron el nombre de Jane Bond  c) un agente gay o tras género (curiosamente, ningún ocioso activista ha exigido que esas condiciones también se apliquen a los villanos, quienes, aparentemente, tienen y deben seguir siendo hombres aunque Silva, el villano interpretado por Javier Bardem en Skyfall era claramente bisexual mientras la bella Sophie Marceau encarnó a una villana en The World is Not Enough).

De hecho y según algunos insiders, esa fue la razón por la cual desde el estreno de Spectre hayan pasado más de 4 años; ello se debe a las fuertes discusiones entre los guionistas y productores para evitar meterse en cuestiones "controversiales" para los activistas quienes esperan ansiosos el siguiente estreno con el único fin de tachar de "machistas" y "misóginas" algunas situaciones que son parte de la fórmula que encierra el éxito de estas películas.

"El problema es que si se quitan los elementos que distinguen a James Bond con la idea de que ya no van con los tiempos, la fórmula quedaría irremediablemente destruida", escribe Taylor Lewis en la página americanthinker.com, "su creador Ian Fleming lo concibió como un personaje políticamente incorrecto".

Los productores han cedido en algunas situaciones: hace décadas que Bond no golpea mujeres mientras las interroga ni las despide con cariñosas nalgaditas diciéndo que va a iniciar una "charla de hombres"; desde los 80 James Bond dejó de fumar (una regla que se rompió cuando el 007 se fumó un habano en Die Another Day), ya no le echa los perros a la secretaria Moneypenny cuando entra a la oficina e incluso ésta advierte que esos avances ya podrían interpretarse como "acoso sexual". Asimismo su jefe M ya fue una mujer (Judi Dench) y no solo eso, a poco de conocerse ésta llama a Bond un "dinosaurio misógino, un fósil de la guerra fría". Pero no es lo mismo sacrificar la mina de oro, representada en el comportamiento, carácter y cero contemplaciones del protagonista. Aparentemente Bond es una clara muestra de "toxicidad masculina" y por ello las feministas y los activistas quieren hacerlo pedazos aunque no tengan intención alguna de ver ninguna de sus películas ni escuchar las protestas de los fans.

Cuando se anunció el inicio del rodaje de lo que conocemos como Bond 25, aparte de ver un elenco más multicultural, tenemos de vuelta a Naomi "Moneypenny" Harris, quien ya dijo que busca "empoderar" a su personaje, aunque aquí entre nos, Harris sea una actriz mediocre con el carisma muy lejano de su antecesora, la canadiense Louis Maxwell. También está de vuelta Léa Seydeoux, con lo cual los guionistas dan a entender que las chicas Bond dejarán atrás su rol de "úsese y tírese" al tiempo que el villano será caracterizado por Rami Malek, flamante ganador del Óscar por su papel de Freddie Mercury en Bohemian Rhapsody.

Y quizá como una premonición, a los pocos días de arrancado el rodaje en Jamaica, Craig se lastimó un tobillo y hasta el momento de escribir este texto aún se encuentra en rehabilitación, tal vez un recordatorio de que Craig se encuentra a apenas 4 años de la edad en que Roger Moore interpretó al agente por última vez en 1986, de manera que la próxima cinta casi con certeza necesitará de un nuevo actor.

Barbara Broccoli, directora de EON Productions, ha reiterado que el personaje de James Bond seguirá siendo representado por un actor inglés blanco de origen escocés, "respetando los deseos de su autor Ian Fleming cuando mi padre (Cubby Broccoli) adquirió los derechos fílmicos". Si asumimos que desde el estreno de Dr. No en 1962 James Bond ha metido a taquilla poco más de 6 mil millones de dólares (sin incluir el otro considerable tanto por marketing y sus regalías correspondientes), la heredera del emporio sabe perfectamente que el activismo políticamente correcto está resultando un enemigo mucho más letal para James Bond que el mismísimo Blofeld.

Pero a diferencia de Marvel o de LucasFilms, que fueron adquiridos por Disney, EON Productions ha luchado por mantener su independencia y su integridad pese a que Paramount y 20th Century Fox, han luchado por hacerse de los estudios. "Con excepción de License to Kill, la segunda y última cinta con Timothy Dalton como protagonista y que casi mata a la franquicia debido a su baja taquilla, todos los estrenos de Bond han sido financiables en todo el mundo pues representan el cénit del cine como entretenimiento", escribió Lewis. Y, de nuevo, se trata de una fórmula: "Los fans de Bond se regocijan al ver gags, bromas intercaladas y frases de las películas previas y esperan que Bond pida su Martini, vista elegantes trajes hechos a la medida, maneje autos lujosos y eche mano de los inventos de Q para salvarle la vida y, por supuesto, que seduzca chicas bellas y al final se quede con una de ellas".

O como lo dijo Jonah Goldberg, director de la revista National Review y autoconfeso fan de las películas de James Bond: "Quitar cualquier elemento, así sea el mínimo, de la esencia de James Bond, sería tan riesgoso y torpe como en su momento fue haber cambiado la fórmula de la Coca-Cola".

Por otro lado, si tanto se insiste en tener un superespía gay, trasgénero o de color, ¿por qué forzosamente debe ser James Bond? Se han hecho innumerables parodias del superagente --la más reciente con Norman Atkinson, el actor que encarna a Mr. Bean-- pero nadie ha pedido que éstos suplan al original.

Netflix anunció recientemente que tiene planeado crear su propia serie con un espía gay. Bien, que les aproveche y que ello sirva para que dejen en paz a James Bond y a sus productores.

 

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