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CINE

Cuando la política terminó por envenenar el cine de superhéroes

Pese a las protestas de los fans, Captain Marvel fue un multimillonario esfuerzo para imponer puntos de vista ultrafeministas a rajatabla en un género donde los espectadores buscan escapismo a sus vidas diarias. Disney insiste en darse disparos en el pie aunque su otro proyecto, Star Wars, tenga su futuro como saga totalmente en riesgo

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MARZO, 2019. Hace un titipuchal de años cuando trabajaba en un periódico local, mi admirado y recordado Max Rivera, quien detrás de esos anteojos atesoraba toda una enciclopedia de cine --además de darle cierto parecido, aunque mucho más alto e imponente, al también fallecido productor de películas de desastre Irwin Allen-- sugirió que me convirtiera de tiempo completo en crítico de cine. "Te la pasas bien, te pagan por estar viendo películas y siempre tienes un tema de qué hablar con tus amigos", me advirtió. Nunca me decidí a hacerlo pero durante bastantes años me estuve preguntando si debí haberle hecho caso, más aun cuando Max Rivera dejó este mundo y con él un hueco de carisma y conocimiento que, hasta ahora, nadie más ha podido suplir (sorry, Héctor Becerra, otro amante del cine y buen amigo).

Con el rumbo que ha estado tomando Hollywood los años recientes, me alegra no haber hecho caso a la sugerencia de Max. Naturalmente que por aquellos años --segunda mitad de los 80-- nadie habría imaginado que una gigantesca nube negra de censura políticamente correcta se cerniría sobre la industria, como sombra de naves extraterrestres cubriendo Nueva York en Independence Day. En aquellos años, ir al cine seguía representando una experiencia emocionante donde podíamos meternos a mundos y lugares completamente diferentes al nuestro, por lo regular satisfechos por ver un trabajo cinematográfico bien hecho y sin más interés de los estudios que darnos harto entretenimiento (por supuesto  que Hollywood también imbuía politiquería en sus películas, pero éste era mucho más sutil que ahora, donde los guionistas se han entercado en apropiarse de nuestras propias conclusiones y juicios cuando vemos una película).

Desde la segunda película de Star Wars, el maravilloso aroma de las palomitas está siendo sustituido por el olor a excremento políticamente correcto y a las llamadas políticas de identidad. De la primera hemos hablado ad nauseaum, pero de la segunda, dado que es relativamente nueva en el vocabulario de estos declarados enemigos de la libertad de expresión, conviene desglosar un poquito: Este flamante juguetito de los progres exige tanto a estudios de cine y televisión, editoriales, autores y demás gente que trabaja en la industria del entretenimiento el incluir, forzosamente, a miembros de mujeres y minorías raciales en sus guiones e historias, y ya no solo con el fin de "cumplir la cuota", sino de meterlos en el casting con roles principales y preponderantes. La casi obligación para que James Bond pase a ser Jane Bond es uno de los ejemplos más claros de este neoestalinismo cinematográfico.

La política de identidad es hija (bastarda, dicen algunos) de lo que conocemos como affirmative action, que exige el mismo trato a mujeres y minorías raciales en centros educativos, culturales y de trabajo. Era inevitable, pues, que ambas corrientes de censura se colaran a Hollywood.

Ya desglosado el asunto, entremos al intento más desvergonzado y descarado de Hollywood para impulsar la presencia de mujeres en roles que anteriormente habían hecho famosos actores masculinos. Fue así como tuvimos a las Cazafantasmas y luego a Ocean's 11 donde los roles principales fueron sustutidos con un casting totalmente femenino que incluyó desde Sandra Bullock hasta Rhianna (?) El decir que ambas películas fueron un fracaso estrepitoso suena a redundancia. Por ello, y esta vez, los estudios Disney, estrenaron Captain Marvel con un gigantesco despliegue publicitario, así como millones de dólares, casi 10 veces más de lo que costó filmar la película.

¿Y por qué razón? Bueno, los fanáticos de Marvel detectaron desde lejos el olor a cloaca políticamente correcta que despedía este guión. Al cómic impreso de Captain Marvel no le ha ido nada bien, pero al ver que vendría la versión del cine, estos genuinos fans amantes de los cómics pidieron a sus amigos y colegas que no fueran a verla. Para contrarrestar la marejada, Disney realizó algo insólito: ordenó exhibirla en 4,042 salas en todo Estados Unidos y otro tanto en Australia, donde incluso en algunos multiplex, Captain Marvel fue la única película disponible en cartelera pues compró la exhibición de las otras películas durante el fin de semana del estreno.

Y cuando la corriente de críticas en contra en la conocida página rottentomatoes.com triplicaba las críticas a favor de Captain Marvel, "súbitamente" las primeras comenzaron a bajar y las segundas a subir. De acuerdo a la página geesksandgamers.com, los empleados de rottentomatoes.com se la pasaron hasta 12 horas seguidas borrando todos los comentarios negativos en torno a la película y de paso bloqueando a todo aquel que los había enviado.

El boicot fracasó pues en su estreno Captain Marvel logró superar en taquilla lo que logró producirla y de acuerdo a la página imbd, hasta el momento ha recaudado $286, 477, 875 millones de dólares tan solo en Estados Unidos. Pero tampoco fue un éxito financiero pues se supone que, si se trata de un potencial blockbuster, para ser redituable debió haber recaudado en su primer fin de semana, mínimo, 200 millones de dólares. Para darnos cuenta del rechazo de los verdaderos fans a Captain Marvel, Black Panther metió 202,003,951 millones de dólares su primer fin de semana.

Otra cosa que enfureció a los fans de Marvel fue cómo su protagonista Brie Larson afirmó que "esta película fue hecha para empoderar a las mujeres y si hay hombres que no quieran ir a verla, mejor", cuando se ha demostrado hasta el hartazgo que las lectoras de cómics de Marvel o aficionadas a las películas de superhéroes son minoría. Declaración tan insensata (y estúpida) como si el día de mañana los editores de Playboy nos salgan con que la revista fue hecha para "empoderar" a las mujeres y que si ningún varón quiere seguir comprándola, mejor.

Y ya que hablamos de la protagonista, una mujer que en la vida real parece tener un odio y desprecio acumulado hacia todo y hacia todos, ¿cómo es que hasta ahora ninguna activista en pro de las políticas de identidad, haya objetado que la protagonista de Captain Marvel sea una mujer rubia, caucásica y que pasaría fácilmente como una muestra irrebatible de privilegio blanco? Will Smith, que tanto se queja de que Hollywood cada día es más blanco, ¿por qué no ha exigido que la "capitana" sea una afroamericana en vez de una rubia de ascendencia totalmente sajona-europea?

Ni twitter ni las redes sociales pusieron la queja en las nubes porque los estudios Disney hubieran escogido a una mujer blanca al frente de una de sus megaproducciones del 2019. Uno está tentado a preguntar: ¿Que no hay actrices de piel y cabello más oscuro que pudieran haber cumplido con el rol de Captain Marvel? ¿No habría sido mejor, en nombre de la diversidad, haberle dado el papel a una chica latina, una birracial o a una asiática? Por supuesto que, si el mensaje de esta película no tuviera destinatario, esas redes estarían llenas de protestas, no por la mala calidad de la película, sino por el color de piel de Larson.

El querer convertir en plataforma política a Marvel comics traerá consecuencias desastrosas a los estudios Disney quienes piensan que "a chaleco", los fans tendrán que tragarse sus propuestas. Pero solo miran a un espejismo: tras su estreno, The Last Jedi parecía encaminar esta politización por el carril que buscaba Disney, pero el fracaso espantoso de Solo, sin duda a causa del desquite de los amantes de la saga, tiene hoy a esa multimillonaria franquicia en el limbo.

Como colofón, admito que no he visto Captain Marvel y no tengo intención alguna de hacerlo. Me habría encantado haber sido crítico de cine en los años de mi extrañado Max Rivera. Pero en estos tiempos, y obligado a ver películas, me estaría gastando una fortuna en Dramamine y otros antihistamínicos

 

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