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El estruendoso fracaso de Michael Moore con su nueva película solo para masoquistas

¿Gastar 20 dólares para ver otra dosis de pus anti Trump adicional  la que los  norteamericanos tienen que soportar al encender la TV, leer periódicos, escuchar a las celebridades o ver portadas de casi cualquier revista, aunque no sea de política? El que Fahrenheit 11 9 sea un abominable fracaso muestra que sus conciudadanos no son tan masoquistas como Michael Moore cree

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OCTUBRE, 2018. Pese a la avalancha de halagos por parte de la prensa liberal norteamericana (y del mismo cineasta quien dijo que "este es el documental que tumbará a Trump") el nuevo filme de Michael Moore, titulado Fahrenheit 11 9, con la obvia referencia a otro filme previo suyo, abrió en 1,789 salas de Estados Unidos el pasado 23 de septiembre.... y hasta el momento Donald Trump sigue siendo el presidente de Estados Unidos.

¿Qué esperaban los contados fans que asistieron a la premiere de Fahrenheit 11 9 el pasado 23 de septiembre, que Moore sacara de la chistera pruebas irrefutables en torno a la supuesta conexión de Trump con los rusos? Los documentales en sí no tumban a los presidentes, las evidencias en su contra lo hacen, pero la izquierda norteamericana está empeñada en hacer rodar una mentira tantas veces hasta que la gente concluya que es verdad... igualito que Joseph Goebbels.

Según la pagína imbd.com, la más reciente oferta cinematográfica de Michael Moore recaudó 3,008 millones de dólares en su primer fin de semana, cantidad que en principio parece alta, sobre todo para un "documental" como éste. Sin embargo, la película Fahrenheit 911 donde el cineasta manejaba los presuntos nexos de los Bush con la familia de Osama bin Laden, recaudó 23 millones de dólares inmediatos a su estreno. Hay que señalar que ese fue el último "documental" rentable de Michael Moore pues el anterior, llamado Qué Invadimos Ahora, apenas y metió medio millón de dólares en taquilla.

Hay quienes dicen que, por mera cortesía, Michael Moore debería enviarle una nota de agradecimiento a George W. Bush pues durante sus 8 años de gobierno todas sus películas, además de haber sido completamente rentables, lo convirtieron en celebridad de los medios. Y como suele suceder con otros ultraizquierdistas de Hollywood, en Europa se les suele recibir con vítores y admiración; de hecho los productores y el mismo Moore esperan que el mercado europeo --y en grado menor el latinoamericano-- logren reducir en algo la enorme pérdida financiera que les ha representado Fahrenheit 11 9.

 La causa del fracaso de esta película es bastante clara: el norteamericano común ya está harto, saturado y asqueado de que todo el santo día los medios de comunicación de ese país le estén pegando a Donald Trump no tanto como argumentos verídicos sino con meras especulaciones y chismes de alcoba que ya huelen a viejo, caso específico, el de la encueratriz Stormy Daniels, o simplemente, el ataque incesante hacia los norteamericanos que, dentro de un país que que les otorga total soberanía para votar por quienes se les pegue la gana, lo hicieron a favor de Donald Trump el pasado diciembre.

Ante ese vendaval que cualquiera recibe tan solo con encender un televisor, asomarse a un periódico o revista o en las redes sociales, ¿a quién le queda ganar de pagar 18 dólares para ir a ver una película con dosis adicionales de antitrumpismo que ya provocan náuseas, como en su momento las produjo el incienso encendido por los medios a Barack Obama?

El mismo Moore debió haber previsto este hecho. Después de todo, fue él quien sorprendió a sus cabeciduros correligionarios cuando les dijo semanas antes de las elecciones que Hillary tenía pocas posibilidades de ganarle la presidencia a Donald Trump. Después de todo estamos hablando de un cineasta que conoce el alma del medio oeste norteamericano, sus urgencias, sus necesidades y el sentimiento de desamparo, incluso repudio, que todos ellos sintieron durante los 8 años de Barack Obama, de otro modo no se habría atrevido a expresar su vaticinio. Desafortunadamente, su radicalismo le impide llegar a conclusiones que puedan llegar a chocar con los dogmas de los progres norteamericanos: lo echarían del club sin mayores miramientos.

Una posibilidad es que los productores sintieran la urgencia de estrenar Fahrenheit 11-9 como arma política que influyera en las elecciones intermedias, hoy consideradas vitales y que los mismos demócratas decían apenas dos años atrás que no eran tan importantes y que incluso habría que abolirlas, algo más evidente cuando se aplazó un par de semanas la premiere de esta película en las salas norteamericanas.

Otro factor sería que, sencillamente, los norteamericanos ya están hartos de Michael Moore excepto, claro está, sus admiradores en Nueva York y California. Simplemente es difícil seguirle creyendo a alguien que denuncia la concentración de riqueza en pocas manos pero que fue obligado a pagar 20 millones de dólares en su proceso de divorcio, cuando el estimado de su fortuna se considera cercano a los 80 millones de dólares. Vaya pobretón víctima de la injusticia social. Asimismo hay abundante información --asilenciada por los grandes medios y Hollywod, naturalmente-- donde dan cuenta que Michael Moore suele maltratar a sus empleados, que tiene tras de sí un largo listado de demandas laborales de ex trabajadores suyos. Adicional a ello, se sabe que entre el círculo de colaboradores más cercanos de Moore, supuesto impulsor incansable de la llamada affirmative action (que exige la inclusión de inclusión de minorías raciales en todas las áreas productivas) sin excepción son blancos.

"Michael Moore es un ejemplo irrebatible de la hipocresía de la izquierda que ve como objeto de crítica que alguien más haga lo que ellos hacen con naturalidad", escribió Gary Gider, de la página americanthinker.com. "Afortunadamente cada vez más gente, entre ellos muchos admiradores de Moore, se están dando cuenta de esa incongruencia".

Primeramente debemos advertir que no hemos visto la película y que, a diferencia de otras producciones suyas, no existe la intención de verla en el futuro, sin embargo y de acuerdo a lo expresado por varios críticos de la película--algo que es fácil de intuir dado que las películas de Michael Moore tienen un argumento más predecible que una película XXX-- Moore compara a Donald Trump con ¿quién más? Adolfo Hitler, y asegura que los Estados Unidos van directo a una dictadura, "por eso es responsabilidad de todos los norteamericanos comprometidos con su país para detenerlo".

Lo curioso es que hasta el momento no existe una sola ley o iniciativa por parte de Trump o los legisladores republicanos que den claros indicios de que este señor quiera llevar al país a una dictadura, a menos que se considere que la construcción de un muro entre México y Estados Unidos, la renegociación del Tratado de Libre Comercio, la rebaja del Impuesto Sobre la Renta y el alza de aranceles a China sean consideradas actos dictatoriales, o que se interpreten como amenazas a la libertad las denuncias de Trump en el sentido de que la prensa difunde "notas falsas" --algo totalmente cierto-- sin embargo no existe una sola iniciativa republicana en la que se busque acallar a estos medios.

En cambio, senadores demócratas como Maxine "boquifloja" Waters y Vernon Sanders apoyan iniciativas de la bancada demócrata que exigen castigar con cárcel y sin derecho a fianza "a toda aquella persona que exprese, mediante cualquier medio escrito o electrónico, escepticismo sobre la existencia del cambio climático", así como otra iniciativa que, de aprobarse "despojaría de reconocimientos académicos profesionales" a todo científico o experto que manifieste dudas" sobre los cambios o efectos en la ecología producidos por los seres humanos. ¿Quiénes son los verdaderos totalitaristas, los émulos de Hitler y de Stalin?

En otra parte Moore acusa a Trump de "haber matado el sueño americano", cuando las pruebas irrefutables están, primero, en que el "sueño americano" ha sido asfixiado durante décadas por los alcaldes , gobernadores y presidentes demócratas que han dejado en ruinas a ciudades como Detroit, empeñados en llenar de complicados trámites la apertura de nuevas fuentes de trabajo. Quienes están matando el "sueño americano" son los enemigos de la libertad de expresión abrigados en las redes sociales donde echan fuera o suprimen toda opinión discordante a la suya.

Un elemento vital del "sueño americano" lo ha constituido la libertad de decir lo que se opine y piensa sin represalias, labor ejecutada por los activistas PC y los "guerreros por la justicia social", grupos que serian ipso facto contratados por Goebbels en la Alemania nazi y por Beria en la Rusia estalinista. El documental también contiene una entrevista, faltaba más, con Alexandra Ocasio-Cortez, la nueva rock star de la izquierda norteamericana.

Así pues, el estruendoso fracaso de Fahrenheit 11 9 evidencia que el norteamericano promedio no es masoquista ni tan idiota como suponen Michael Moore y sus productores. Veremos si el mismo efecto se reproduce en las ya inminentes elecciones intermedias.

 

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