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Qué hacer para luchar contra la inminente cyberdictadura mundial

Si las redes sociales censuraron al mismísimo presidente de Estados Unidos, la suerte que nos espera a los usuarios comunes es preocupante ante este autoritarismo sin fronteras producto del monstruoso crecimiento de esas plataformas. Pero se les puede doblegar, como se acaba de ver

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ENERO, 2021. Quizá ésta sea la primera vez en la historia en que la izquierda defiende abiertamente a un grupo de megampresarios privados que coartan la libertad de expresión. Por décadas este espectro exigió la "nacionalización" de los medios de comunicación porque, en primer lugar, sus propietarios eran "culpables por acumular fortunas demenciales" y, en segundo, porque al darles tanto perder, la izquierda alegó por años que estos magnates representarían una amenaza a la libertad de expresión.

Cómo cambian los tiempos, diría el señor don Simón. La izquierda celebró, en lo que viene a ser una de las más vergonzantes traiciones a sus propios postulados, que twitter, facebook e Instagram bloquearan a Donald Trump a las pocas horas de que un grupo de simpatizantes irrumpiera en el Congreso cuando se realizaba el conteo final para declarar "presidente electo" a Joe Biden.

En esta ocasión, los principales voceros de la izquierda norteamericana, entre ellos el economista Paul Krugman, del New York Times, justificaron esta censura alegando que "cono empresas privadas, twitter y facebook pueden cerrar el acceso a sus plataformas a quien deseen", argumento en apariencia impecable pero que seguramente ninguna de esas huestes emplearían para defender el supuesto caso que estas plataformas digitales decidieran echar a un usuario por sus preferencias sexuales o por su origen étnico; entonces ya no aplaudirían la decisión con tanto ahínco.

Pero no solo la izquierda ha celebrado este brutal ataque a la libertad de expresión en Estados Unidos: la página libertaria elcato.org en un texto escrito por Iván C. Carriño, aparte de establecer la idea, errónea por demás, que el crecimiento desaforado de las plataformas sociales es consecuencia del "capitalismo" (falso; su crecimiento se dio en base al mercantilismo, esto es, la complicidad y proteccionismo otorgado por el gobierno de Barack Obama a cambio de docilidad política), el autor cita a Ayn Ryand como muestra de que la censura solamente se da dentro del espectro de la izquierda, no dentro de un ente privado. Lo que el autor se abstiene de mencionar al respecto, es que sin duda Ryand se mostraría indignada de lo que han hecho estos monstruos de las redes sociales a la libertad de expresión.

El problema aquí es que las redes sociales son un ente privado cualquiera, como un club social o un restaurante de lujo que se reserva el derecho de admisión. De hecho, y asombrosamente, la ley norteamericana aún no termina de determinar si facebook, twitter o Instagram son "editores", esto es, que como cualquier revista, deciden los contenidos que se van a publicar, o bien si se trata de empresas de comunicación, como los servicios de telefonía.

Con el mayor cinismo, estos monstruos digitales suelen asumir ambas posiciones, algo bastante convenenciero pero imposible en la práctica, el equivalente, según el periodista español Santiago Navajas, "a que el dueño de un teatro te autorice a utilizar su escenario pero advierte que te echará de ahí si no pones en escena las historias y las obras que él quiere, y al mismo tiempo dueño del teatro se reserva la prerrogativa de dejar entrar a quien le pegue la gana para ver tu actuación. Es absurdo".

Facebook: estúpido es el que comete estupideces

Con el obvio temor de ser satanizado por los demás monstruos cibernéticos como ocurrió hace cuatro años, facebook se apresuró a censurar la cuenta oficial no solo de Donald Trump sino de varios colaboradores suyos, todo dentro de la acusación de que el presidente había empleado un discurso "incendiario" que azuzó a las huestes que invadieron el Congreso y por tanto "incitaban a la violencia", argumento que esa red social jamás utilizó para bloquear a los usuarios a favor de grupos como Antifa o Black Lives Matter e incluso activistas que han exigido "llevar al paredón" a Trump. Ninguno de esos usuarios ha sido suspendido ni echado de la plataforma, ni siquiera la cuenta del "presidente" venezolano Nicolás Maduro, quien lleva años difundiendo la nota, claramente falsa, de que Trump estaba planeando una invasión a Venezuela.

Facebook se llevó la encomienda de cerrar el acceso a todo aquél usuario que se atreviera a cuestionar el resultado electoral que llevó a Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos, esto pese a que el argumento del "fraude" y la "colusión Trump-Rusia" fue difundida sin parar en esas plataformas sin que los censores facebook levantaran siquiera una "banderita de advertencia" ante información evidentemente falsa.

Y con un cinismo que revuelve el estómago, a los tres días de haber cerrado la cuenta al presidente de Estados Unidos, twitter lanzó una advertencia al gobierno de Uganda donde están a punto de celebrarse elecciones presidenciales donde advirtió que "las redes sociales han estado sufriendo censura sistemática" contra los opositores al gobierno y acusó que ello "atentaba contra el funcionamiento de un internet libre". Por supuesto que twitter jamás mencionó que el partido al que se estaba censurando es un abierto promotor para implantar un gobierno comunista en Uganda.

Ante este punto, ¿qué hacer? ¿Hay que regular a estos monstruos cibernéticos, cuyo poder deja en calidad de hormigas al que ostentaron en su momento la Standard Oil o la familia Rockefeller? ¿O hay que dejar que sigan violando las leyes que protegen la libertad de expresión y que limiten el número de usuarios únicamente a quienes coincidan y apoyan sus postulados políticos?

A diferencia de otros países --y algo que muchos de estos censores, la mayoría veinteañeros egresados de universidades donde recibieron adoctrinamiento en vez de clases de economía racional y sentido común--los Estados Unidos cuentan con una economía de mercado que puede servir de torniquete para bajar los ímpetus a estos pulpos cibernéticos. Y esa economía de mercado permite que alguien que no esté contento con un servicio deje de utilizarlo y emigre a otras opciones.

Ciertamente Google y Apple violaron escandalosamente las leyes de oferta y demanda y libre oferta cuando evitaron que la red social Parler siguiera siendo "bajada" por los usuarios una vez que Twitter comenzó a expulsar a quienes expresaban sus simpatías por Donald Trump. Pero esta sangría de usuarios tendrá consecuencias a mediano plazo: Fue gracias a Trump que twitter logró salvarse de una quiebra inminente, y seguramente será debido a Trump que twitter sufra un golpe devastador, y sin duda letal, poco a poco dejará de ser noticia en las redes sociales.

El caso de facebook es aún más ilustrativo, máxime porque, a diferencia de twitter, esa plataforma desarrolla una exitosa estrategia publicitaria. Y esa misma plataforma, basada en los principios elementales de una economía de mercado, la que golpeará como bumerán a sus censores que viven en un mundo irreal y que, eventualmente, exhibirá su supina estupidez.

Como se sabe, hace unas semanas la plataforma whatsapp anunció que cambiaría su "política de privacidad", lo que provocó un éxodo que en un solo día, el domingo 10 de enero, provocó que 25 millones de usuarios dejaran el servicio y se fueran a otras aplicaciones como Telegram.

La nueva "política de privacidad" establecía claramente que, a partir del 18 de febrero, la información personal de los usuarios de whatsapp sería proporcionada a facebook con una sola opción; declinar o aceptar. En su momento facebook lanzó un comunicado donde señalaba que la decisión "no tendría prórrogas" pese a que las sangría de usuarios se hizo aún más considerable para el jueves 14 cuando la cantidad había ascendido a más de 60 millones, esto pese a que Google y Apple impidieron que los usuarios siguieran bajando la aplicación de Parler.

Sin embargo y una semana después, facebook emitió un nuevo anuncio donde señalaba que la "política de privacidad" sería "aplazada y revisada" hasta el mes de mayo. ¿Qué fue lo que pasó?

Dos cosas: una, hasta que echaron a los usuarios pro Trump, los genios que toman las decisiones en facebook cayeron en la cuenta que ese mar de gente también ve los anuncios publicitarios e igualmente consume productos anunciados en línea, caso contrario a los usuarios de izquierda, la mayoría de ellos activistas políticos que rara vez adquieren productos en línea. En otras palabras, facebook dio de baja al grueso de los consumidores que más tienen aceitada a esa red social como un negocio.

Segundo, queda claro que facebook consideraba que al utilizar el banco de datos de whastapp se compensaría en cierto modo la pérdida de los usuarios conservadores de facebook. Lo que nunca imaginaron los estrategas de esa red social --de nuevo, recordemos que se trata de personas totalmente desconectadas de la realidad económica-- fue el éxodo que se daría de usuarios de whatsapp al anunciarse esta política totalmente violatoria de la privacidad de los usuarios.

Naturalmente facebook anunció que el asunto "se había malinterpretado" cuando ocurrió todo lo contrario, las intenciones eran totalmente obvias. ¿No es casualidad, por cierto, que a las pocas horas de ese anuncio la página de Donald Trump fuera reestablecida en facebook y en Instagram? Facebook odia a los conservadores, pero no le muestra tanto desprecio a sus dólares.

Cuando el internet, llamado entonces Arpanet, estaba en manos de los militares, lo burócratas y las instituciones universitarias, mostró un crecimiento casi nulo y su uso se limitaba a enviar mensajitos y documentos. La economía de mercado fue la que trajo consigo el boom más impresionante en la historia de la tecnología. Y esa misma economía de mercado tiene el potencial para hundir a esos monstruos del mismo modo que lo hizo con plataformas como MySpace y Metroflog que en algún momento eran consideradas imbatibles.

Las leyes del mercado son la mejor defensa con la que cuentan en este momento los norteamericanos, y otros países, contra los embates totalitarios de lo que se perfila ya como una cyberdictadura. si algo no me gusta, no lo compro, y si no estoy de acuerdo con el servicio que recibo, puedo tomar otras opciones. En responsabilidad de esos usuarios a quienes se desea callar el defender y emplear a fondo ese valioso activo.

 

 

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