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Vive casi tres horas... y se deja morir

Los productores de James Bond finalmente sucumben ante la fascimafia #MeToo y como resultado, tenemos un personaje que termina como simple parapeto de una larguísima película con mucha acción y un argumento tan anodino como el supuesto villano. Hay tres spoilers en No Time To Die, y se los vamos a revelar, por si aún no los conocen

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No Time To Die
Daniel, Craig, Ana de Armas, Lashana Lynch, Rami Malek
Dirigida por Kary Fukunaga
MGM-Universal/2021

OCTUBRE, 2021. Dado que las películas de James Bond son una gigantesca empresa, más que una franquicia, es poco probable que No Time To Die sea el fracaso fílmico que pudiera avizorarse con otras producciones que han cambiado radicalmente el concepto original de sus personajes y terminan por matar fórmulas exitosas. La apuesta verdadera será con la siguiente película de Bond, aparentemente programada para su estreno dentro de dos años.

Finalmente no se cumplió aquella premisa de que Bond pasaría a convertirse en "Jane Bond" y hasta se anuncia su regresó antes de los  créditos finales. Pero ahora el asunto no es sí volverá, sino más bien "en qué forma" regresará a las pantallas. Los productores han dejado en claro que el Bond que hemos admirado ya no existe y que es algo totalmente ajeno a cosas como el #MeToo.

Sin embargo y como mencionamos en otro artículo, serán los fans quienes finalmente den el veredicto: incluso los detestados wokes están forzados a seguir las leyes de oferta y demanda. Los estudios pueden hacer lo que se les pegue la gana con un personaje pero finalmente quienes ponen su dinero en taquilla son los que aceptarán un Bond "sanitizado" o harán que James Bond muy pronto pase a engrosar aquella máxima del "get woke go broke" que ya mató a Los Ángeles de Charlie y  a Terminator, entre otras franquicias.

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Si hubiera que describir la sensación luego de Ver No Time To Die, la entrega 25 "oficial" de James Bond, es de "extraña", como si de repente nos dijeran que Santa Claus ya no trae luengas barbas  y en lugar de su tradicional gorro ahora luce un sombrero Panamá. Nadie se la creería porque, sencillamente, ese no es el concepto ni su imagen reconocida en todo el mundo. Es Bond el que vemos en pantalla, cierto, pero al mismo tiempo es "algo" distinto, algo que no encaja para quienes hemos sido fans de la serie por mucho tiempo.

En principio, la imagen emblemática donde a Bond se le ve disparando a la cámara esta vez no produce sangre, lo cual es una señal tempranera de que las cosas serán diferentes esta vez. Lo mismo pasa en la secuencia con que abre la cinta donde vemos a Bond (Craig) y a Madeleine Swann (Seydoux) rumbo a un destino turístico en Italia. Ya estando ahí, Bond decide visitar el sitio donde reposa Vesper Lynd solo para encontrar ahí un anillo de la organización Spectre que súbitamente estalla. También vemos por primera vez al villano, bueno, no completamente pues lleva puesta una máscara cuando ataca a Swann. Lo que acabamos de describir en un par de renglones le toma a la película veinte minutos antes de escuchar la inane canción del tema de la película, cortesía de una tal Billie Eilish. ¿Por qué nos has abandonado, Duran Duran?

Pasan cinco años y Bond vive retirado en una isla tomando sin parar --de hecho se nos presenta como un alcohólico-- hasta que recibe la visita de su amigo y agente de la CIA Felix Leiter (Jeffrey Wright) quien le pide ayuda ante lo cual Bond se rehúsa alegando que "ya todo eso quedó atrás". Leiter viene acompañado de un sujeto chistocito: "no confío en la gente que ríe mucho", comenta Bond, y con razón, ese agente en realidad es un soplón al servicio de Spectre.

Obviamente, ese retiro no durará mucho: ante el peligro de que el villano Safin (Rami Malek, quien la hiciera de Freddie Mercury en Bohemian Rhapsody) difunde por el mundo un virus que someterá a la humanidad, y que incluso llevará a Bond a una insólita alianza con su archienemigo Blofeld (Chrisopher Waltz) quien está encerrado en una casetita a la Hannibal Lecter, algo inexplicable para alguien que, se supone, es un reo de altísima peligrosidad.

Ante la emergencia, Bond pide su regreso al M16 pero se topa con una sorpresa, que su denominación 007 ha sido tomada por la agente Nomi (Lynch), la misma mujer que le llamó "misógino" cuando le dio aventón para que más tarde ella coquetamente pidiera pasar a su recámara. ¿Quién la puso al tanto de cómo era el carácter de James Bond, acaso algún chismoso del M16? ¿No se supone que la información sobre los agentes retirados debe mantenerse confidencial aun años después de su fallecimiento?

Así pues, Bond deberá compartir la misión con Nomi y con otra agente, llamada Paloma (la cubano española Ana de Armas). Las escenas de Bond y Paloma juntos son el único momento donde se revive esa química que hemos disfrutado de los otros Bond; incluso cuando ella le dice que apenas tiene tres semanas de entrenamiento pero resulta que maneja las armas mucho mejor que el teniente McLane en Duro de Matar. Pero quizá ante el temor de que esta agente eclipse a Nomi (quien presuntamente es un personaje central en el filme) Paloma sale prematuramente de escena y ya no volvemos a verla.

Hay otras novedades: luego de su separación, Bond se reencuentra con Swann quien, cual Jenny con Forrest Gump, le anuncia que es papá de una niña. ¿Por qué esperó Swann tanto tiempo para exigirle se hiciera responsable de su paternidad a Bond? Después de todo ya estaba retirado del servicio.

Lo que viene después son una secuencia de peleas espectaculares y acrobacias en motocicleta, aunque muchas de ellas sean descaradas repeticiones de lo que vimos en Skyfall, así como el Aston Martin clásico que demuestra mucho más fortaleza que otros vehículos de reciente manufactura. Pero lo que no encontramos aquí es una historia que nos cautive y que mantenga el interés para seguir las andanzas del superagente. Peón aún, cuando hay indicios que la trama comienza a tomar vuelo aparece Nomi, un personaje cuadrado, sin mayor expresión y con un carisma cercano al cero y esa esperada magia se evapora. De hecho, muchos críticos coinciden en que el personaje de Lynch bien pudo haber sido suprimido de la historia son mayor problema y nadie lo habría echado de menos.

La ausencia de un argumento sólido y atractivo  trata de ser disfrazada con referencias  a las otras películas de Bond: en una escena canta "Under the mango tree", como lo hiciera en Dr No; Safin tiene su centro de operaciones en una isla, igual que el Dr. No; una escena de fuego cruzado da en un enorme almacén donde hay varios submarinos bajo techo, como en La Espía que me Amó, y el vuelo en una  nave que realiza Bond está calcado totalmente en el inicio de Octopussy donde Roger Moore pilotea un miniavión supersónico. Es un intento triste por parte de los productores para decirnos "miren, Bond ya no es un machista ni un exista ¡pero nosotros mantendremos el espíritu original de James Bond!"

Pero esa idea resulta un absurdo total y por ello revelaremos tres spoilers: uno, que Q (Ben Wishaw) es gay. Sabíamos que los otros Q, el maravilloso Desmond Llelewyn y el siempre jocoso John Cleese, no se veían muy vulnerables a los avances femeninos, y si bien los espectadores suponíamos algo en sus vidas privadas, esa "revelación" fue puesta aquí con calzador para evitar la furia de la comunidad LGBT. Segundo spoiler: Felix Leiter muere, quizá por representar la "masculinidad tóxica" y por ser miembro de la CIA (hasta ahorita los activistas sinquehacer no han protestado porque se haya eliminado a un personaje negro, quizá porque esperan que el siguiente Felix Leiter sea un trasgénero o algo así.

Y agárrese amigo lector, porque aquí viene el tercer spoiler: Bond también muere, imaginamos que hecho pedacitos por varios misiles luego del enfrentamiento final con Safin a quien le rompe el brazo e infecta a Bond con el cacareado virus.

El mensaje es obvio: en No Time To Die, o Sin Tiempo Para Morir, el protagonista siempre muere, y lo que es más inverosímil, muere a manos de un villano insípido, débil y que más bien nos provoca lástima dado su rostro cacarizo. Pero de hecho a quien se mata es a Bond por lo que representa, del mismo modo en que Han Solo murió de la manera más estúpida posible, igual que se hizo con John Connor en Terminator y seguramente se hará con Indiana Jones en su siguiente película. Estos personajes emblemáticos, héroes para muchos, no corresponden al discurso progre actual, por eso había que eliminarlos.

Y por eso, precisamente, el siguiente James  Bond nada tendrá en común con el Bond que hemos disfrutado tantas veces en el cine. Daniel Craig ya no volverá a ser Bond y aparentemente no será mujer aunque es seguro que Lynch continuará en las siguientes entregas. ¿Será un Bond trasgénero, alguien quien en vez de su licencia para matar ya no tendrá licencia para seguir echando los perros y se portará como un muchachito woke emasculado? Perdonen ustedes, pero entonces ya no sería James Bond.

Si James Bond en realidad ya no va con los tiempos, entonces la franquicia debió haber muerto junto con el agente. Sería lo más lógico. Pero no: al cambiar la fórmula, los estudios están arriesgando su propia supervivencia, y si bien les va, lo que tendremos será a un personaje que solo lleve el nombre de James Bond porque de llamarse John Doe o Fulanito de tal, nadie iría a verlo.

 

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