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CINE

Reírse está en francés

Con frecuencia olvidamos que Francia es un gran exportador de cine, por ello es interesante que nos topemos en cartelera con una comedia en  corrida comercial y no como parte de un festival de cine. Compruebe usted porqué ésta ha sido la comedia más popular en años en su país de origen. Un humorístico vistazo a la transformación multicultural de La France

Qu'est-ce qu'on a fait au Bon Dieu? (Dios Mío, Pero Qué Hemos Hecho)
Christian Clavier, Chantal Lauby, Ary Arbittan, Madi Saudon
Dirigida por Phillipe de Chauveron y Guy Laurent
A-Contracorriente Films/2014


ABRIL, 2015. Dentro de la fama que tiene el cine francés en el sentido de ser muy ensimismado, de repente recordamos cuántas veces Hollywood se ha birlado guiones de filmes galos para hacer sus propias versiones, entre ellos Tres Hombres y un Bebé, La Jaula de las Locas y La Femme Nikita, entre otras más sin olvidar, claro, a The Artist. En tal sentido resulta agradable que de repente nos lleguen películas francesas a una cartelera virtualmente dominada por producciones hollywoodenses y que no lo haga en forma de festival de cine, y más si se trata de una comedia original que bebe de las fuentes más saludables del humorismo francés --refiérase Louis de Funes-- y que nos deja muy buen sabor cuando aparecen los títulos finales.

Qu'est-ce qu'on a fait au Bon Dieu? ha sido, hasta hoy la película francesa que más dinero ha recaudado en ese país, y por algo será: durante las últimas dos décadas el rostro de l'identité de la France ha cambiado radicalmente con la llegada de nuevas oleadas de inmigrantes que están transformando el rostro de un país tradicionalista que defiende ferozmente su cultura, una reacción que los activistas políticamente correctos confunden, torpemente, con el racismo. 

Pero uno de los aspectos más importantes de esta cinta es que devela esos prejuicios no solo del lado del lado francés blanco europeo, sino del lado francés africano. Este choque en un país cada vez más multiculturalizado es retomado desde un lado humorístico: si los que nacieron ahí y los recién llegados buscan objetivos similares ¿no será que la sociedad francesa ha estado jugando al teléfono descompuesto producto de perjuicios ancestrales incubados de todas las partes?

Vayamos a la historia. Claude (Clavier) y Marie Verneuil (Lauby) son un matrimonio de clase media alta, él un orgulloso degaullista y ella una ama de casa. Ambos son católicos tradicionales con cuatro hijas las cuales, esperan, seguirán la tradición de muchos otros franceses para conseguirse esposos galos igualmente blancos e igualmente católicos. Pero poco después las hijas se van a vivir a la multicultural París tras lo cual llegan las noticias desconcertantes --y descorazonadoras para unos padres que anhelarían tener nietos blancos y chapetones-- pues se enteran que la hija mayor se ha casado con un musulmán, otra de ellas con un judío y la tercera con un banquero nacido en Beijing y con quien ya engendró tres niños con los ojos rasgados.

El único consuelo que les queda es su hija menor (la bella Elodie Fontan quien, quizá en forma intencional, es el clon de una joven Brigitte Bardot, como se sabe, fuerte opositora a la inmigración extranjera) de quien esperan algún día se case con ese exitoso pretendiente que hoy vive en Washington y es un exitoso hombre de negocios "aunque ya un tanto estadounidense", protesta Claude. Y efectivamente, ella piensa casarse con un católico... un negro aspirante a actor nacido en Costa de Marfil.

El padre del muchacho es el otro lado de la misma moneda de Claude: autoritario y receloso de los franceses aunque de joven sirvió en su ejército, teme que su hijo ya no herede las facciones de su familia. El primer encuentro vía Skype entre los futuros consuegros no podría ser más explosivo ("ante el mínimo comentario racista lo golpearé", advierte a su hijo) y amenaza con obligarlo a que costee una fiesta "con 400 invitados". Poco después viaja a Francia junto con su esposa e hija para la boda para tener un encuentro "de hombre a hombre" con el padre de la chica, una confrontación de la que se avizoran muchas, muchas chispas.

A éste debe añadirse el encuentro con los otros tres yernos, programado ni más ni menos que para la cena de Nochebuena. Ni el musulmán (Abittan) ni el chino (Fréderic Chau) ni el judío (Sadoun) celebran la Navidad --"Jesús solo fue un profeta", dice desdeñoso el primero cuando Marie les muestra el nacimiento-- que incluyen el retiro de un retrato en la sala de la casa, no vaya a ser que se ofendan los yernos.

Algo sí le adelantamos: las carcajadas comienzan en serio cuando los consuegros chocan "hombre a hombre", un dueto cómico consumado que de hecho se lleva la segunda parte de la película. Lo más divertido es que la química y gradual entendimiento entre ambos se da al ver que son increíblemente parecidos; no solo en su mutua admiración por De Gaulle. A ambos los agarró desprevenidos un mundo cada vez más globalizado que incluye, irremediablemente, el choque y la posterior mezcla étnica.

De hecho, el temor de estos consuegros se aplica a cada sociedad sin que ello necesariamente implique un racismo. Su preocupación es idéntica a la de un mexicano ultracatólico disgustado porque un hijo o hija se les case con alguien de otra raza y con ello desaparezcan o se atenúen los rasgos mestizos de su progenie.

En suma, tenemos aquí una cinta que no teme se le tache de políticamente incorrecta, que incluso mete las cámaras a un templo católico y que navega en las mismas aguas de contraste multicultural que vimos en la igualmente exitosa Casarse Está en Griego. Quizá su principal tropiezo sea su final hollywoodense pero por lo demás, será difícil que otra comedia la supere en humor en lo que le resta a este 2015. 

La recomendación, naturalmente, es que vaya a verla. Se divertirá y saldrá, así sea por un rato, del circuito de estrenos hollywoodenses.

 

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