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CINE
Amanecer en el
Museo...
Con la pérdida
física de uno de sus principales protagonistas, es casi seguro que con
esta película se cierra una trilogía que había comenzado con bajas
expectativas. La tercera visita al museo que cobra vida es divertida
aunque con algunos chistes repetidos. Vale también tomarla como el
último legado en la pantalla de Robin Williams
Night at The Museum: Secret of the Pharaon
Ben Stiller, Robin Williams, Owen Wilson, Steve Coogan, Mizuo Peck
Dirigida por Shawn Levy
Twentieth Century Fox-1492 Pictures/2014
ENERO, 2015. A siete años de la primera y cinco de la muy regular
Night at the Museum 2, las figuras que cobran vida gracias a una tabla dorada y el guardia del museo de Nueva York
están de vuelta con más aventuras, más carcajadas, algunos gigs repetidos y lo que se avizora será el fin de esta franquicia, a menos que los productores caigan seducidos por el ansia de ganar más dólares y lancen otra historia ya sin
Robin Williams, uno de los personajes esenciales en las tres cintas. Si lo hacen, dijo alguien por ahí, será tan arriesgado --y ridículo-- como sacar otra película de
Toy Story
sin Woody.
¿Qué fue lo que hizo tan exitosas a estas tres Noches en el Museo? Una fue la presencia y el carisma tanto de Ben
Stiller, el guardia Fredericks (el legendario Dick Van Dyke), de Teddy Roosevelt
(Williams) y Dexter (en realidad una mona). Todos ellos desarrollaron una química que bajó un tanto su potencial en la segunda parte donde no aparece Van
Dyke. Es, además, entretenimiento puro para toda la familia aunque los orines de Dexter ya suena a recurso de mal gusto a estas alturas. No olvidemos a la bella Sacajawea
(Mizuo Peck) ni a Atila el Huno, ni el cavernícola, encarnado también por Stiller (finalmente aquí se revela la broma; anteriormente se manejaba como
cameo, de los cuales aquí tenemos varios, entre ellos el de Hugh
Jackman, en una hilarante escena donde también por un momento la hace de
Wolverine).
En la escena inicial se nos trae de vuelta a Indiana Jones y los Cazadores del Arca
Perdida. Un grupo de exploradores en 1938 buscan la valiosa tumba de los faraones la cual es encontrada accidentalmente por el hijo del líder de los exploradores, quien pese a las advertencias de los locales en el sentido que quien profane la Tabla de Ahkmenrah despertará la maldición donde "vendrá el fin" y se la llevan a una exhibición permanente a Nueva
York; otra parte, que incluye al faraón y a su esposa, los padres de
Ahkmenrah, llega al Museo de Londres.
La escena de traslada al presente. Convencido de que la presentación de las figuras son meros efectos especiales, el director del museo permite a Larry ofrecer una presentación a los invitados especiales--el Museo es el sitio más popular de toda Nueva
York-- pero algo sale mal y las figuras comienzan a perder control, entre ellas
Roosevelt, Atulah y el mono capuchino Dexter. Ahkmenrah le advierte que la tabla, causante de que todos ellos cobren vida durante la noche, se está corroyendo, y cuando ello ocurra totalmente, ninguno podrá volver a la vida. Tras investigar la foto
de la expedición en la biblioteca del museo, Larry descubre que el niño que aparece ahí es el guardia
Fredericks; éste le ofrece una pista importante: El único que conoce el secreto para evitar ello es su padre el Faraón
(Ben Kingsley), quien vive en Londres aunque ha prometido que jamás revelará el secreto.
Tras convencer al despedido director del museo a que lo envíe a Londres, Larry viaja con su hijo Nicky a la capital inglesa, todo como manera de convencerlo a que ingrese a la Universidad --quiere ser un DJ en
Ibiza-- y para que lo ayude a entrar subrepticiamente al museo. Ya adentro, descubre que con él han llegado
Roosevelt, Atila, el vaquero Jedediah (Owen Wilson), el romano Octavious
(Coogan). Dexter, Ahkmenrah, Sacajawea y el Cavernícola. En una de las salas conocerán al caballero
Lancelot, quien se les unirá en la búsqueda del salón de Egipto.
Sin embargo las cosas se irán complicando: Octavius y Jedediah se han perdido en el ducto de la calefacción, las
figuras del museo van perdiendo progresivamente sus fuerzas con el debilitamiento de la tabla y
Lancelot, obsesionado con encontrar el Santo Grial y conquistar a su amada Ginebra, decide robarse la tabla, todo al tiempo que
Tilly, la guardia del museo londinense (la australiana Rebel Wilson), descubre el relajo y encierra tanto a Larry como al Cavernícola. Es una carrera contra reloj pues todo se desarrolla en la noche y si al salir el sol la tabla se
sigue corroyendo será el final de todos los personajes del museo.
Por supuesto que mientras se desarrolla la trama comenzamos a sentir cierta nostalgia pues es la última vez que vemos en pantalla a Robin Williams en un papel por demás
genial (el actor murió a las dos semanas de concluida la filmación, poco después de regresar de Nueva
York), así como la corta aparición de Mickey Rooney, a quien ya vemos en silla de ruedas con su salud muy deteriorada. Es una película que pese a su final "de pachanga" deja un sabor triste, de despedida.
Y como decíamos al principio, lo mejor aquí es dar por terminada la historia de
Una Noche en el Museo. Stiller ha dicho que así será,
seguramente en respeto a Williams. Sería lo mejor. Con todo y que es una cinta divertida, esta tercera entrega suena en momentos cansada, de haber dado ya todo de sí. Lo que sí es seguro, es que vamos a extrañar a todos los que participaron en esta entretenida trilogía.
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