PROPUESTA FRENTE AL NEOLIBERALISMO

José Enrique González Ruiz

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La imaginación es más importante que el conocimiento.
El conocimiento es limitado; la imaginación abarca el mundo.
Albert Einstein.

Superar el sentimiento de derrota

Abundan los que piensan que, frente al poder del imperio, lo único que nos queda es la resignación. Un ejemplo de ello es Fernando Henrique Cardoso, quien de teórico de la dependencia pasó a neoliberal militante cuando desempeñó el honroso (pero deshonrado por él) cargo de presidente de Brasil.

Ese sentimiento de derrota hizo mucho daño, pues propició el resurgimiento en el mundo de teoría de desprecio y de exterminio del diferente, como el nazifacismo, y el fortalecimiento de corrientes de ultraderecha en los principales centros de poder del planeta: George Bush fue reelecto en el 2005 en USA, lo mismo que Anthony Blair en la Gran Bretaña. En el Vaticano, gobierna el conservador Joseph Ratzinger con el nombre de Benedicto XVI, y en Israel continúa el fundamentalista genocida Ariel Sharon como primer ministro. Ante tan contundentes hechos, el pensamiento progresista estuvo a la defensiva durante las dos últimas décadas del siglo XX y los primeros años del XXI, debido sustancialmente al fracaso de los experimentos socialistas, combinado con la implantación de la globalización imperial.

Pero no hay mentira que pueda engañar y confundir por mucho tiempo. Hoy sabemos que el neoliberalismo es una ideología cargada de falsas promesas y carente de fundamentos válidos. Las transformaciones que ha inducido en la educación no la han mejorado e incluso la han empeorado. Las metas de ampliación de la cobertura, la calidad, la excelencia y el mejoramiento de las condiciones de vida de los docentes, están muy lejos de la realidad. A modo de ejemplo, vale citar lo que se dice en el informe "Educación y Equidad en América Latina": "A 10 años de haberse puesto en práctica las políticas de cambio estructural en América Latina, la situación social de la región no ha mejorado, y el impacto de las reformas educativas en términos de equidad es muy limitado, advierte el Instituto Internacional de Planeación de la Educación (IIPE), perteneciente a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y cuya sede está París, Francia” .

Por lo dicho, quienes nos oponemos a la neoliberalización de nuestros sistemas educacionales, lo primero que tenemos qué hacer es sacudirnos el sentimiento de derrota y recuperar la ofensiva. El pensamiento progresista tiene más elementos que el conservador para explicar la realidad y para hacer propuestas de transformación.

Fomentar el debate colectivo

No coincidimos con la visión de que los asuntos educativos son cosa de "iniciados". Ciertamente, los expertos son importantes en la medida en que han profundizado en su tema, pero siempre es indispensable escuchar y tomar en cuenta la opinión de los actores del proceso educativo. Éstos no son seres inertes a los que haya que modelar, sin organismos vivos que, con inducción y convencimiento, son capaces de mejorar su labor y enriquecerse internamente a partir de su propio esfuerzo.

El trabajo colectivo no puede anular el esfuerzo individual, so pena de conseguir uniformidades castrantes. Ni siquiera cuando es de la mayoría puede aceptarse la dictadura, porque ésta niega la diversidad de los seres humanos. Ninguna colectividad debe impedir la discusión entre quienes la conforman, pues si lo hiciera, cancelaría la oportunidad de aprovechar los aportes de todos y cada uno de sus integrantes.

El individualismo a ultranza produce sociedades fuertemente injustas y, por ello, confrontadas; el colectivismo exacerbado niega las libertades esenciales del individuo. Entre uno y otro debe buscarse el justo equilibrio.

Tomar conciencia de que el neoliberalismo daña a la educación

Como dice Jill Freidberg, autora del documental Granito de Arena, "El impacto más concreto del embate neoliberal en México es en la educación pública, que genera una política de exclusión de no tomar en cuenta la diversidad; ahora, el examen único lo mismo lo aplican a jóvenes rurales indígenas que a jóvenes del Distrito Federal. Esto es parte de una estrategia de privatización, de involucrar al sector privado con sus propios intereses, en los que por supuesto no figura ayudar a la sociedad y que tiene como objetivo seleccionar quién va a salir adelante y quién va a trabajar en una maquiladora o en el Walmart" (La Jornada, 15 de mayo del 2005, pág. 8a).

El supuesto básico del neoliberalismo es que todo se tiene que privatizar para que la sociedad y la economía, lo mismo que el estado, funcionen bien. Ninguna actividad humana debe quedar fuera de las leyes de la rentabilidad. O sea, que los ámbitos económico, político, educativo y cultural, tienen que organizarse y operar con criterios empresariales. Si el mundo de hoy se ha globalizado en los términos que marca el dominio imperial de los Estados Unidos, de acuerdo con ello deben funcionalizarse todas las actividades humanas, incluyendo obviamente la educación.

El primer daño que con ello se causa es la desaparición de las identidades nacionales. Dice Jill Freidberg, "Como estadounidense he visto que muchas de las cosas que están pasando en Estados Unidos y Canadá en la educación pública pasan aquí también: la privatización, la falta de inversión pública en la educación, la competencia entre los maestros… pero en Estados Unidos los maestros no lo ven como un problema global, ni vinculado con políticas económicas globales. En el documental quise buscar ejemplos en otras partes del mundo donde las mismas cosas están pasando, pero donde los maestros entienden que estas cosas que afectan la educación pública son síntomas del neoliberalismo" (La Jornada, 15 de mayo del 2005 pág. 8a).

El patrón de acumulación que corresponda a la globalización imperial considera a los trabajadores como "capital humano", que es más redituable en la medida en que incorpora "valor agregado". El resultado es que las cualidades personales, las que hacen de cada ser humano en ente único e irrepetible, pasan a segundo plano. Lo único que cambia es que la acumulación de capital humano no se mide por el número de personas que lo contiene, sino por el conocimiento de ellas y por el provecho mercantil que produce.

Lo anterior modifica la estructura valoral de las sociedades, de tal modo que la educación reproduce y transmite como valiosas únicamente aquellas actitudes y conductas que mejoran y hacen más redituable el capital humano.

Estas tesis ideológicas deben ser combatidas, para demostrar su falsedad y su negatividad.

Desmercantilizar la educación

Toda propuesta educativa está ligada indisolublemente a un proyecto de patria, y ésta sólo tiene sentido si es independiente y soberana. La educación debe contribuir a ella, fomentando valores que superen el reducido ámbito mercantil.

Sujetar la educación a las reglas del mercado es empobrecerla, restarle posibilidades, pues sus alcances son muy superiores a los de la rentabilidad. No debemos caer en la trampa publicitaria de que aunque hay algunas cosas que no pueden comprarse con dinero, para todo lo demás están las tarjetas de crédito.

Por medios cibernéticos, se ha llegado al extremo de vender piropos. Eso anula la creatividad personal, pues ni siquiera hay que afanarse para expresar los sentimientos más íntimos. No tardan en ofertarse expresiones que una madre diga a su hijo como señal de cariño, o de los consejos que un maestro pueda dar a su alumno.

Nadie niega la importancia del factor económico, pero no es el único que cuenta para el ser humano. Convertir al maestro en "facilitador", implica despojarlo de su capacidad creativa para volverlo un repetidor mecánico de verdades ajenas. El discurso neoliberal debe ser desfetichizado, pues su intención de centrar el proceso educativo en el aprendizaje y no en la enseñanza, lleva detrás la desvalorización del papel del maestro. También es un hecho que cuando los neoliberales proponen alcanzar la excelencia y la calidad, no están pensando realmente en la educación, sino en la instrucción y capacitación de fuerza de trabajo (o capital humano, como le llaman).

Promover valores que prioricen el bien común sobre el individual

El legítimo que las personas quieran obtener provecho cuando llevan a cabo una actividad. A nadie debe reprochársele que quiera mejorar sus condiciones de vida. Pero sí cuando pretenda hacerlo a costa de los demás.

El neoliberalismo exalta las peores características de la persona al impulsarla para que “triunfe” pisando a los otros. Una educación liberadora debe basarse en principios distintos: en los que postulen la comunión y no la desaforada competencia.

El proyecto neoliberal que han implantado en la educación no será eterno, como no lo es el sistema de explotación de unos seres sobre otros. Desde la trinchera educacional, se deben fomentar el respeto la colaboración y la tolerancia con quienes tienen un comportamiento acorde con los valores inherentes a la dignidad humana.

17 de mayo de 2005.

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oximoron, diciembre 2005
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