Capítulo Vigesimoquinto
EL HOMBRE QUE DUDA
KRONECKER
|
Todos los resultados de la más profunda investigación matemática deben en
definitiva ser expresables en la forma simple de propiedades de los números
enteros.
Leopold Kronecker.
|
Los matemáticos profesionales que con propiedad pueden ser llamados hombres de
negocios son extraordinariamente raros. El que más se aproxima a este ideal es
Kronecker (1823-1891), quien se las arregló de modo que cuando tenía 33
años pudo ya dedicar su talento soberbio a la Matemática mucho más
cómodamente de lo que la mayor parte de los matemáticos han podido hacer.
El anverso de la carrera de Kronecker se encuentra, según una tradición
familiar a los matemáticos americanos, en las empresas de John Pierpont Morgan,
fundador de la banca Morgan and Company. Si es cierta esta tradición, Morgan,
siendo estudiante en Alemania, mostró una capacidad matemática tan
extraordinaria que sus profesores trataron de convencerle de que se dedicara
para siempre a la Matemática, ofreciéndole un cargo universitario en Alemania
que le facilitaría la labor. Morgan se negó, y dedicó todo su talento a las
finanzas con los resultados que todos conocen. Los especuladores (en estudios
académicos, no en Wall Street) pueden entretenerse reconstruyendo la historia
del mundo sobre la hipótesis de que Morgan se hubiera dedicado a la Matemática.
Lo que habría sucedido en Alemania si Kronecker no hubiese abandonado las
finanzas por la Matemática, ofrece también un amplio campo para la
especulación. Su capacidad para los negocios era de primer orden; además era un
ardiente patriota con una notable visión de la diplomacia europea, y un astuto
cinismo que sus admiradores llamaron realismo.
Al principio fue liberal, como muchos jóvenes intelectuales judíos, pero
Kronecker pronto se hizo conservador cuando no sólo tuvo el pan asegurado, sino
también la manteca. Después de sus empresas financieras se proclamó leal
defensor del implacable Bismark. El famoso episodio del despacho de Ems, que
según algunos fue la chispa eléctrica que desencadenó la guerra franco-prusiana
en
1870,
tuvo la cálida aprobación de Kronecker, y su comprensión de la situación era
tan firme, que ya
antes
de la batalla de Weissenburg, cuando aun podía dudarse del genio militar de
Alemania para rivalizar con Francia, Kronecker predijo confiadamente el triunfo
de toda la campaña hasta en muchos de sus detalles. En aquella época, y
en realidad durante toda su vida, estuvo en relaciones cordiales con los
mejores matemáticos franceses, y tuvo la suficiente claridad de juicio para que
sus opiniones políticas no nublaran su justa percepción de los méritos de sus
rivales científicos. Quizá haya sido un bien que un hombre tan realista como
Kronecker uniera su destino con el de la Matemática.
La vida de Leopold Kronecker fue fácil desde el día de su nacimiento. Hijo de
judíos ricos, nació el
7
de diciembre de
1823
en Liegnitz, Prusia. Por un inexplicable descuido de los biógrafos oficiales de
Kronecker (Heinrich Weber y Adolf Kneser) nada se sabe acerca de la madre de
Leopold, aunque probablemente tuvo una, pues se limitaron al padre, quien tenía
un negocio mercantil floreciente. El padre era un hombre bien educado, con una
sed insaciable para la filosofía que transmitió a Leopold. Tuvo otro hijo,
Hugo, de 17 años menos que Leopold, quien fue distinguido fisiólogo y
profesor en Berna. La primera educación de Leopold con un profesor particular
fue vigilada por el padre; la educación de Hugo vino a ser más tarde un
agradable deber de Leopold.
La segunda fase de su educación en la escuela preparatoria para el Instituto
Leopold fue notablemente influido por el co-rector Werner, un hombre con
tendencias filosóficas y teológicas, quien más tarde instruyó a Kronecker
cuando ingresó en el Instituto. Entre otras cosas, Kronecker se contagió de
Werner de un liberalismo de teología cristiana; para el cual tuvo un entusiasmo
que duró toda su vida. Con su cautela habitual Kronecker no abrazó la fe
cristiana hasta prácticamente hallarse en el lecho de muerte, y entonces se
permitió convertirse desde el judaísmo al cristianismo evangélico, teniendo 68
años.
Otro de los maestros de Kronecker en el Instituto, que también influyó
profundamente sobre él, llegando a ser un amigo de toda la vida, fue Ernst
Eduard Kummer(1810-1893), quien luego fue profesor en la Universidad de Berlín.
Se trataba de uno de los matemáticos más originales que ha producido Alemania y
de él volveremos a ocuparnos al hablar de Dedekind. Estos tres hombres,
Kronecker padre, Werner y Kummer, administraron la inmensa capacidad innata de
Leopold, modelaron su mente y encauzaron el futuro curso de su vida, de modo
tan perfecto que aunque lo hubiera deseado le habría sido imposible separarse
del camino marcado.
Ya en esta primera fase de su educación observaremos un rasgo notable del
carácter general de Kronecker; su capacidad para tratar a las gentes y su
instinto para contraer amistades duraderas con hombres de elevada posición o
que ocuparían altos cargos, los cuales podrían serle útiles en los negocios o
en la Matemática. Esta capacidad para lograr amistades convenientes, que es uno
de los rasgos que distinguen a los hombres de negocios, fue una de las más
características de Kronecker, y jamás le falló. No era un hombre
conscientemente interesado ni presumido, sino tan sólo uno de esos felices
mortales que triunfan con más facilidad que fracasan.
El comportamiento de Kronecker en el Instituto fue brillante y multifacético.
Además de los clásicos idiomas griego y latino, que dominó con facilidad, y a
los que toda su vida se sintió inclinado, estudió hebreo, filosofía y
Matemática. Su talento matemático apareció precozmente bajo la experta guía de
Kummer, del cual recibió atención especial. Sin embargo, el joven Kronecker no
se concentró especialmente sobre la Matemática, aunque era evidente que su
máximo talento se manifestaba en ese campo, sino que se dedicó a adquirir una
amplia educación liberal, apropiada a sus múltiples capacidades. Aparte de
estos estudios tomó lecciones de música, y fue un excelente pianista y
cantante. La música, declaraba cuando ya era anciano, es la más bella de todas
las bellas artes, con la posible excepción de la Matemática, que él comparaba a
la poesía. Durante toda su vida conservó todas estas inclinaciones que siempre
cultivó con entusiasmo. Su amor hacia los estudios clásicos dieron fruto
tangible cuando se afilió a la Graeca, una sociedad dedicada a la traducción y
popularización de los clásicos griegos. Su aguda apreciación del arte hizo de
él un excelente crítico de pintura y escultura, y su bella casa de Berlín fue
el lugar de cita de los músicos, entre ellos Félix Mendelssohn.
Después de ingresar en la Universidad en la primavera de 1841, Kronecker
continuó su amplia educación, pero comenzó a concentrarse sobre la Matemática.
Berlín se jactaba en aquella época de tener en su Facultad de matemática a
Dirichlet (1805-1859), Jacobi (18041851) y Steiner (1796-1863).Eisenstein
(1823-1852), que tenía la misma edad de Kronecker, también se estudiaba allí, y
los dos llegaron a ser amigos.
La influencia de Dirichlet sobre los gustos matemáticos de Kronecker
(particularmente en la aplicación del Análisis a la teoría de números) se
aprecia claramente en sus escritos de madurez. Steiner parece que no causó gran
impresión sobre él; Kronecker no sentía inclinación por la Geometría. Jacobi
despertó su entusiasmo por las funciones elípticas, que iba a cultivar con gran
originalidad y brillante resultado, principalmente en las nuevas aplicaciones
de mágica belleza a la teoría de números.
La carrera universitaria de Kronecker fue una repetición en gran escala de sus
años del Instituto: asistió a conferencias sobre los clásicos y las
ciencias y satisfizo sus inclinaciones hacia la filosofía mediante estudios más
profundos de los que hasta entonces se habían hecho, particularmente en el
sistema de Hegel. Hacemos notar esto último debido a que algún curioso y
competente lector puede intentar buscar el origen de las herejías matemáticas
de Kronecker en la confusa dialéctica de Hegel, cuestión que está más allá de
la capacidad de quien esto escribe. De todos modos, existe una extraña
semejanza entre la heterodoxia de las dudas recientes respecto a la existencia
de la Matemática por sí misma, de cuyas dudas la "revolución" de Kronecker fue
en parte responsable, y las sutilezas del sistema de Hegel. El candidato ideal
para esta empresa podría ser un comunista marxista con un sólido conocimiento
de la lógica polivalente polaca, aunque sólo Dios sabe dónde puede hallarse
este raro personaje.
Siguiendo la costumbre de los estudiantes alemanes, Kronecker no permaneció
todo el tiempo en Berlín. Parte de su carrera fue realizada en la Universidad
de Bonn, donde su viejo maestro y amigo Kummer ocupaba la cátedra de
Matemática. Durante la permanencia de Kronecker en la Universidad de Bonn, las
autoridades universitarias habían emprendido una guerra para suprimir las
sociedades estudiantiles, cuyo principal objeto era fomentar la embriaguez, los
duelos, y las querellas en general. Con su habitual habilidad, Kronecker se
alió secretamente con los estudiantes, e hizo muchos amigos que más tarde le
fueron útiles.
La disertación de Kronecker, aceptada por la Universidad de Berlín para
concederle el título de Doctor en filosofía, en el año 1845, fue
inspirada por la obra de Kummer sobre la teoría de números, y se ocupa de las
unidades en ciertos campos de números algebraicos. Aunque el problema tiene
extraordinaria dificultad, su naturaleza puede ser comprendida teniendo en
cuenta la siguiente explicación, en grandes líneas, del problema
general
de unidades (para
cualquier
campo numérico algebraico, no simplemente para los campos
especiales
que interesaron a Kummer y Kronecker). Este resumen puede también servir para
hacer más inteligible algunas de las alusiones del presente capítulo y de los
capítulos siguientes a la obra de Kummer, Kronecker y Dedekind en la Aritmética
superior. La cuestión es muy sencilla, pero, requiere algunas definiciones
preliminares.
Los números enteros comunes 1, 2, 3... son llamados los números enteros
racionales (positivos). Si
m
es cualquier entero racional, será la raíz de una ecuación algebraica de
primer
grado, cuyos coeficientes
son enteros racionales,
o sea
x - m
= 0.
Esta entre otras propiedades, de los enteros racionales sugiere la
generalización
del concepto de enteros a los "números" definidos como raíces de ecuaciones
algebraicas. Así, si
r
es una raíz de la ecuación
donde las
a
son enteros racionales (positivos o negativos), y si además
r
no satisface una ecuación de grado menor que
n
, cuyos coeficientes son enteros racionales y cuyo primer coeficiente es 1
(como ocurre en la ecuación antes mencionada, o sea el coeficiente de la
potencia más elevada,
x
n
, de
x
en la ecuación es 1), entonces
r
se llama un
entero alge
braico
de grado n
. Por ejemplo,
es un entero algebraico de grado 2, debido a que es la raíz de
x
2
- 2
x
+ 6 = 0, y no es una raíz de cualquier ecuación de grado menor que 2 con
coeficiente del tipo prescrito; de hecho
es la raíz de
x
– (
= 0)
,
y el último coeficiente, -(
)
,
no es un entero racional.
Si en la anterior definición de un
entero algebraico
de grado
n
suprimidos la condición de que el primer coeficiente sea 1, y decimos que
puede ser cualquier entero racional (diferente de cero, que es considerado como
un entero), una raíz de la ecuación se llama entonces un
número algebraico de
grado
n
. Así ½ (
)es un número algebraico de grado 2, pero no es un
entero
algebraico; es una raíz de
2
x
2
- 2
x
+ 3 = 0.
Se introduce ahora otro concepto, el de
campo numérico algebraico de grado n
: si
r
es un número algebraico de grado n, la totalidad de todas las expresiones que
pueden ser construidas partiendo de
r
por adiciones, sustracciones, multiplicaciones y divisiones repetidas (la
división por 0 no se define, y por tanto no se ensaya ni permite) se llama el
campo numérico algebraico
engendrado por
r, y puede ser denotado por
F(r)
. Por ejemplo, de
r
tendremos
r + r
, o 2
r
; de esto y
r
tendremos 2
r
/
r
ó 2, 2r - 2 ó
r
, 2
r
´
2 ó 2
r
2
,etc. El
grado
de este
F [r]
es
n
.
Puede demostrarse que cualquier número de F [r] es de la forma
donde las
c
son número racionales, y además cualquier miembro de
F [r]
es un número algebraico de grado no mayor que
n
(de hecho el grado es algún divisor de
n
). Algunos, pero no todos los números algebraicos de
F [r]
serán enteros algebraicos.
El problema central de la teoría de números algebraicos es investigar las leyes
de la divisibilidad aritmética de los enteros algebraicos en un campo numérico
algebraico de grado
n
. Para que este problema quede definido es necesario establecer exactamente lo
que quiere decirse por "divisibilidad aritmética", y para ello debemos
comprender el mismo concepto para los enteros
racionales.
Decimos que un entero racional,
m,
es divisible por otro,
d,
si podemos encontrar un entero racional,
q,
tal que
m = q
´
d; d
(también
q)
es llamado un divisor de
m.
Por ejemplo, 6 es un divisor de 12, pues 12 = 2
´
6; 5 no es un divisor de 12, debido a que no existe un entero racional
q
tal que 12 =
q
´
5.
Un
primo
racional (positivo) es un entero racional mayor que 1 cuyos únicos divisores
positivos son 1 y el entero mismo. Cuando intentamos extender esta definición a
los enteros algebraicos pronto vemos que no encontramos la raíz de la cuestión,
y debemos buscar alguna propiedad de los primeros racionales que pueda ser
llevada a los enteros algebraicos. Esta propiedad es la siguiente: Si un primo
racional
p
divide el producto
a
´
b
de dos enteros racionales, entonces (es posible demostrarlo)
p
divide al menos a uno de los factores
a, b,
del producto.
Considerando la unidad 1 de la Aritmética racional, nos damos cuenta de que 1
tiene la propiedad peculiar de que divide todo entero racional; -1 tiene
también la misma propiedad, y 1,- 1 son los únicos enteros racionales que tiene
esta propiedad.
Estas y otras claves sugieren algunas cosas muy sencillas que intervienen para
establecer las siguientes definiciones como la base para una teoría de la
divisibilidad aritmética de los enteros algebraicos. Supongamos que todos los
enteros considerados pertenecen a un campo numérico algebraico de grado
n
.
Si
r, s, t
, son enteros algebraicos tales que
r
=
s
´
t
, tanto
s
como
t
se denominan un divisor de
r
.
Si
j
es un entero algebraico que divide todo entero algebraico en el campo ,
j
se llama una
unidad (en
ese campo). Un campo dado puede contener una infinidad de unidades a diferencia
del par 1, -1 para el campo racional, y esta es una de las cosas que siembran
dificultades.
Lo siguiente introduce una distinción radical y perturbadora entre enteros
racionales y enteros algebraicos de grado mayor que 1.
Un entero algebraico, que no sea una unidad, cuyos solos divisores son unidades
y el entero mismo, se llama
irreducible.
Un entero algebraico irreducible que tiene la propiedad de que si divide el
producto de dos enteros algebraicos dividirá al menos uno de los factores, se
llama un entero algebraico
primo.
Todos los primos son irreducibles, pero no todos los irreducibles son primos en
algunos
campos numéricos algebraicos, por ejemplo en F[
],como se verá en seguida. En la Aritmética común de 1,2,3... los irreducibles
y los primos son lo mismo.
En el capítulo sobre Fermat hemos mencionado el teorema fundamental de la
Aritmética (racional): un entero racional es el producto de primos (racionales)
en una sola forma.
De este teorema brota toda la intrincada teoría de la divisibilidad para los
enteros racionales. Por desgracia, el teorema fundamental
no
puede mantenerse en todos los campos numéricos algebraicos de grado mayor que
uno, y el resultado es el caos.
Para citar un ejemplo (es el ejemplo corrientemente citado en los manuales
sobre la cuestión), en el campo F(
) tenemos
6 = 2
´
3 = (1+
)
´
(1 -
);
y cada uno de 2,3,1, +
,1 -
, es un primo en este campo (como puede ser comprobado con cierta facilidad),
de modo que 6, en este campo,
no es únicamente
descomponible en un producto de primos.
Podemos decir aquí que Kronecker venció esta dificultad por un método muy bello
que es demasiado complicado para poderlo explicar sin tecnicismo, y que
Dedekind consiguió lo mismo por un método totalmente diferente, que es mucho
más fácil de comprender, y al que hemos de referirnos cuando consideremos la
vida de este investigador. El método de Dedekind es el más empleado
actualmente, pero esto no significa que el de Kronecker sea menos importante ni
que goce de menor favor cuando la Matemática se familiarice con él.
En su disertación de 1845 Kronecker abordó la teoría de la divisibilidad en
ciertos campos especiales, los definidos por las ecuaciones que surgen de la
fórmula algebraica del problema de Gauss para dividir la circunferencia en
n
partes iguales, o, lo que es lo mismo, construir un polígono regular de
n
lados.
Podemos ahora terminar una parte de la exposición iniciada por Fermat. Luchando
para demostrar el último teorema de Fermat, quien enunció que
x
n
+
y
n
= z
n
es imposible en enteros racionales
x, y, z
(no cero) si
n
es un entero mayor que 2, los matemáticos dieron lo que parece un paso
perfectamente natural, descomponiendo la primera parte de la ecuación
x
n
+ y
n
,
en sus factores de primer grado (como se explica en el segundo curso del
álgebra elemental). Esto condujo a una agotadora investigación del campo
numérico algebraico antes mencionado en relación con el problema de Gauss,
después de haberse cometido errores graves, pero fácilmente comprensibles.
El problema estaba al principio rodeado de trampas, en las cuales cayeron
muchos competentes matemáticos, incluso uno de los grandes, Cauchy. Este autor
aceptó como natural que en el campo numérico algebraico correspondiente debe
mantenerse el teorema fundamental de la Aritmética. Después de algunas
interesantes, pero prematuras comunicaciones a la Academia Francesa de Ciencias
comprendió su error. Como era un hombre inquieto, a quien le interesaba gran
número de estos problemas al mismo tiempo, Cauchy abandonó la cuestión, sin
realizar el gran descubrimiento que estaba dentro de la capacidad de su
prolífico genio, y abandonó el campo a Kummer. La dificultad central era grave:
había una especie de "enteros", los referentes al campo que desafiaban al
teorema fundamental de la Aritmética. ¿Cómo conseguir que obedecieran a la ley?
La solución de este problema por la invención de un tipo totalmente nuevo de
"números" adecuado a la situación, que restablecen automáticamente el teorema
fundamental de la Aritmética, constituye, junto con la creación de la Geometría
no euclidiana, una de las conquistas científicas sobresalientes del siglo XIX,
y quizá sea uno de los descubrimientos matemáticos más importantes de toda la
historia. La creación de los nuevos "números", llamados "números ideales", fue
obra de Kummer en 1845. Estos nuevos números no estarían construidos para todos
los campos numéricos algebraicos, sino sólo para aquellos campos que se
originan en la división del círculo.
Kummer se enredó en la red donde cayó Cauchy, y durante cierto tiempo creyó que
había demostrado el último teorema de Fermat. Luego, Dirichlet, a cuya crítica
fue sometida la supuesta prueba, señaló, por medio de un ejemplo, que el
teorema fundamental de la Aritmética, en oposición a la afirmación tácita de
Kummer,
no
se cumple en el campo correspondiente. Este fracaso de Kummer constituyó una de
las cosas más afortunadas que han sucedido en la Matemática. Lo mismo que en el
error inicial de Abel en la cuestión de la quíntica general, Kummer volvió al
buen camino e inventó sus "números ideales".
Kummer, Kronecker y Dedekind con su invención de la teoría moderna de los
números algebraicos, ampliando el alcance de la Aritmética
ad infinitum,
y llevando
las ecuaciones algebraicas dentro de los límites del número, hicieron por la
Aritmética superior y la teoría de ecuaciones algebraicas lo que Gauss,
Lobatchewsky, Johann Bolyai, y Riemann hicieron por la Geometría al emanciparla
de la. estrecha esclavitud de Euclides. Y lo mismo que los inventores de la
Geométrica no euclidiana revelaron vastos y hasta entonces insospechados
horizontes a la Geometría y a la ciencia física, así también los creadores de
la teoría de números algebraicos arrojaron una luz completamente nueva que
iluminó toda la Aritmética y aclaró las teorías de ecuaciones, de los sistemas
de curvas y superficies algebraicas y la verdadera naturaleza del número mismo
sobre la firme base de claros y simples postulados.
La creación de "ideales", la inspiración de Dedekind basada en la visión de
Kummer de los "números ideales", renovó no sólo la Aritmética, sino toda el
álgebra que surge de la teoría de ecuaciones y de los sistemas algebraicos de
tales ecuaciones, y pudo verse que era también una clave, en la que podía
confiarse, para la significación interna de la "Geometría enumerativa" de
Plücker, Cayley y otros, que absorbió una buena cantidad de las energías
de los geómetras del siglo XIX ocupados con las intersecciones de las redes de
curvas y superficies. Y finalmente, si la herejía de Kronecker contra el
análisis de Weierstrass (como más tarde observaremos) llega a ser algún día una
anticuada ortodoxia, como ocurre más pronto o más tarde con todas las herejías
que no son totalmente absurdas, estas renovaciones de nuestros enteros
familiares, 1, 2, 3..., sobre los que todo Análisis se esfuerza en basarse,
darán en definitiva nuevos alcances al Análisis, y la especulación pitagórica
podrá contemplar propiedades generadoras del "número" que Pitágoras jamás pudo
soñar en toda su indómita filosofía.
Kronecker inició este difícil y bello campo de los números algebraicos el
año 1845, cuando tenía veintidós, con su famosa disertación
De Unitatibus Complexis.
Las unidades particulares de que trataba eran aquellas que en los campos
numéricos algebraicos surgen del problema gaussiano de la división de la
circunferencia en
n
arcos iguales. Por este estudio obtuvo su titulo de doctor en filosofía.
Las Universidades alemanas tenían la laudable costumbre de que el candidato
triunfante, al obtener su título de doctor, invitara a una reunión, casi
siempre consistente en una fiesta en la cervecería, a sus jueces. En tales
fiestas era habitual burlarse de los exámenes haciendo una serie de ridículas
preguntas seguidas de respuestas aún más ridículas. Kronecker invitó
prácticamente a toda la Facultad, incluyendo al decano, y el recuerdo de
aquella fiesta para celebrar la obtención de su título fue, según decía
posteriormente, el más feliz de su vida.
En un aspecto, al menos, Kronecker y su enemigo científico Weierstrass eran muy
semejantes. Ambos eran excelentes caballeros. Pero en todas las otras cosas su
diferencia era casi cómica. El clímax de la carrera de Kronecker fue su
prolongada guerra matemática contra Weierstrass, en la que no se daba ni pedía
cuartel. Uno era un algebrista innato, el otro había hecho casi una revolución
del Análisis. Weierstrass era alto, Kronecker diminuto pero recio, y aunque su
altura no llegaba a metro y medio sus proporciones eran perfectas. Después de
sus días de estudiante, Weierstrass abandonó la esgrima; Kronecker fue siempre
excelente gimnasta y nadador, y más tarde buen alpinista.
Los testigos de las batallas entre esta incomparable pareja cuentan cómo el
voluminoso enemigo era aturdido por la tenacidad de su pequeño
contrincante, de quien quería deshacerse como un buen perro de San Bernardo
quiere ahuyentar una molesta mosca. Kronecker excitaba a Weierstrass con sus
ingeniosos ataques, hasta que Weierstrass huía a grandes zancadas, llevando
sobre sus talones a Kronecker, quien continuaba hablando como un loco. Pero,
pese a sus diferencias científicas, los dos eran buenos amigos, y ambos eran
grandes matemáticos, sin un ápice del complejo de "gran hombre" que muchas
veces infla .a los supuestos poderosos.
Kronecker tuvo la suerte de tener un tío rico influyente en los bancos, que
también se ocupaba de grandes empresas agrícolas. Todos estos negocios cayeron
en las manos del joven Kronecker a la muerte de su tío, poco después de que el
matemático en embrión había obtenido su título a la edad de 22 años. Los
ocho años siguientes (1845 a 1853) fueron empleados en la administración
de las propiedades y en poner en orden los negocios, cosa que Kronecker hizo
con gran tenacidad y excelente resultado. Para poder administrar eficazmente
sus propiedades rurales tuvo que estudiar los principios de la agricultura.
En 1848, cuando tenia 25 años, el joven y enérgico hombre de negocios se
enamoró de su prima Fanny Prausnitzer, hija de su difunto y poderoso tío, y se
casó con ella. Tuvo seis hijos, cuatro de los cuales sobrevivieron a sus
padres. El matrimonio Kronecker fue muy feliz, y él y su mujer, bella y con
talento, educaron a sus hijos con la mayor devoción. La muerte de la mujer de
Kronecker, pocos meses antes de su última enfermedad, fue el golpe que le
derrumbó.
Durante los ocho años dedicados a los negocios Kronecker no publicó nada
respecto a cuestiones matemáticas. Pero no quedó estancado matemáticamente,
según lo demuestra la publicación, en 1853, de un trabajo fundamental sobre la
solución algebraica de las ecuaciones. A pesar de su actividad como hombre de
negocios, Kronecker mantuvo una viva correspondencia científica con su antiguo
maestro Kummer, y, en cuanto pudo escapar de ese género de vida, visitó París,
(1853), donde conoció a Hermite y a otros importantes matemáticos franceses.
Jamás interrumpió su comunicación con el mundo científico cuando las
circunstancias le obligaron a cuidar sus intereses, y pudo mantener vivos sus
conocimientos, haciendo de la Matemática su diversión favorita.
En 1853, cuando se publicó la memoria de Kronecker sobre la resolución
algebraica de las ecuaciones (la naturaleza del problema fue discutida en los
capítulos sobre Abel y Galois), la teoría de ecuaciones de Galois era
comprendida por muy pocos. La manera cómo abordó Kronecker el tema es
característica de su inteligente labor. Kronecker había comprendido la teoría
de Galois, y posiblemente fue el único matemático de la época que logró
penetrar profundamente en las ideas de dicho autor. Liouville se contentó con
una visión de la teoría que le capacitó para completar inteligentemente algunos
de los trabajos de Galois.
Una característica de la forma cómo Kronecker abordaba las cuestiones fue su
minuciosidad comprensiva. En ésta, como en otras investigaciones en álgebra y
en la teoría de números, Kronecker tomó el oro refinado de sus predecesores, lo
pulió como un elegante joyero, añadió gemas propias, e hizo con todo el
precioso material una obra de arte que llevaba el inconfundible sello de su
individualidad artística. Le gustaban las cosas perfectas; algunas de sus
páginas muestran muchas veces el completo desarrollo de un resultado aislado
con toda sus implicaciones, pero no sobrecargan el tema principal con excesivos
detalles. En consecuencia, hasta el más breve de sus trabajos ha dado lugar a
descubrimientos importantes de sus sucesores, y sus investigaciones más largas
constituyen inagotables minas de bellos problemas.
Kronecker fue lo que se llama un "algorista" en la mayor parte de sus obras. Le
gustaba exponerla cuestión mediante fórmulas concisas donde automáticamente
iban apareciendo las fases sucesivas, y cuando se llegaba a la cuestión más
importante era posible volver atrás en todo el razonamiento, y ver la aparente
inevitabilidad de la conclusión surgida de las premisas. Los detalles
auxiliares eran crudamente podados hasta que aparecía el nudo principal de la
cuestión, con todo su vigor y simplicidad. Brevemente, Kronecker era un artista
que utilizaba las fórmulas matemáticas como su medio de expresión.
Después que los trabajos de Kronecker sobre la teoría de Galois, el tema pasó
de ser la propiedad privada de unos pocos a constituir la propiedad común de
todos los algebristas, y Kronecker procedió tan artísticamente que la siguiente
fase de la teoría de ecuaciones se puede atribuir a él. Su objetivo en álgebra,
como el de Weierstrass en Análisis, era buscar el camino natural, una cuestión
de intuición y de gusto más que de definición científica, para llegar al
corazón de sus problemas.
El mismo espíritu artístico y la misma tendencia a la unificación aparece en
otro de sus más celebrados trabajos que tan sólo ocupa un par de páginas en sus
obras completas,
Sobre la resolución de la ecuación general de quinto grado,
que fue publicado primeramente en 1858. Hermite, recordaremos, dio la primera
solución, por medio de las funciones elípticas (modulares), en el mismo
año. Kronecker alcanzó la solución de Hermite, o lo que es prácticamente
lo mismo, aplicando las ideas de Galois al problema, dando lugar a que el
milagro pareciera "más natural". En otro trabajo (1861), también breve, en el
cual gastó la mayor parte de sus horas durante cinco años, volvió al
tema, y buscó las razones de
porqué
la ecuación general de quinto grado se puede resolver en la forma conocida,
dando así un paso más allá de Abel, quien estableció la cuestión de la
resolución "por radicales".
Gran parte de la obra de Kronecker tiene marcado matiz aritmético, tanto de
Aritmética racional como de las más amplia Aritmética de los números
algebraicos. En efecto, si su actividad matemática ha tenido una clave
directriz, puede decirse que su deseo, quizá subconsciente, fue aritmetizar
toda la Matemática, desde el álgebra al Análisis. Dios hizo los números
enteros, dijo, el resto es obra del hombre. La pretensión de Kronecker de que
el Análisis debía ser reemplazado por la Aritmética finita fue la raíz de su
desacuerdo con Weierstrass. La aritmetización universal puede ser un ideal
demasiado estrecho para la frondosidad de la Matemática moderna, pero al menos
tiene el mérito de la mayor claridad.
La Geometría jamás fue seriamente abordada por Kronecker. El período de la
especialización ya había progresado lo bastante cuando Kronecker realizó su
labor, y probablemente sería imposible para cualquier hombre haber producido
una obra de tipo tan perfecto como la realizada por Kronecker como algebrista y
en su tipo peculiar de Análisis, y al mismo tiempo descubrir otras cosas de
importancia en otros campos. La especialización ha sido frecuentemente
condenada, pero tiene sus virtudes.
Un rasgo característico de muchos de los descubrimientos técnicos de Kronecker
es la perfección con que teje los tres hilos de sus disciplinas favoritas, la
teoría de números, la teoría de ecuaciones y las funciones elípticas, para
formar una bella trama en la que se revelan simetrías imprevistas y muchos
detalles que pasaron inadvertidos para otros. Cada uno de los instrumentos que
empleó parecía que había sido designado por el destino para la más eficaz
función de los demás. No contento con aceptar esta misteriosa unidad como un
simple misterio, Kronecker buscó y encontró la estructura esencial en la teoría
de Gauss de las formas cuadráticas binarias, donde lo primero y principal es
investigar las soluciones en números enteros de ecuaciones indeterminadas de
segundo grado con dos incógnitas.
La gran obra de Kronecker en la teoría de números algebraicos no forma parte de
esta urdimbre. También se separó algunas veces de sus aficiones principales
cuando, siguiendo la moda de su época, se ocupó de los aspectos matemáticos
puros de ciertos problemas (en la teoría de la atracción así como en la
gravitación newtoniana) de la física matemática. Sus contribuciones en este
campo fueron de interés matemático más que de interés físico.
Hasta la última década de su vida, Kronecker fue un hombre libre, sin
obligaciones. Sin embargo, aceptó voluntariamente deberes científicos, por los
que no recibió remuneración alguna, cuando hizo uso de su privilegio como
miembro de la Academia de Berlín para pronunciar conferencias en la Universidad
berlinesa. Desde 1861 a 1883 organizó cursos regulares en la Universidad,
principalmente sobre sus investigaciones personales, después de las
explicaciones necesarias. En 1883, Kummer, entonces en Berlín, se retiró, y
Kronecker ocupó el puesto de su antiguo maestro como profesor ordinario. En
este período de su vida viajó mucho y participó con frecuencia en las reuniones
científicas celebradas en Gran Bretaña, Francia y Escandinavia.
Durante toda su carrera como profesor de Matemática, Kronecker rivalizó con
Weierstrass y otras celebridades, cuyos temas eran más populares que los suyos.
El álgebra y la teoría de números jamás han atraído tanto al público como la
Geometría y el Análisis, posiblemente debido a que se aprecian mejor las
relaciones de estos últimos con la ciencia física.
Kronecker toleró este aristocrático aislamiento sin repugnancia y hasta con
cierta satisfacción. Sus bellas y claras introducciones a sus cursos hacían
creer erróneamente a sus oyentes que las subsiguientes lecciones serían fáciles
de comprender. Esta creencia se evaporaba rápidamente a medida que el curso
progresaba, y después de tres o cuatro sesiones tan solo quedaban algunos
fieles y obstinados oyentes, mientras la mayor parte desertaba para ir a
escuchara Weierstrass. Kronecker se regocijaba y decía en broma que debía
colocarse una cortina
después de las dos primeras filas de sillas, pues así el conferenciante y los
oyentes gozarían de mayor intimidad. Los pocos discípulos que conservaba le
seguían devotamente, paseando con él para continuar las discusiones comenzadas
en el aula, y con frecuencia era posible asistir en las pobladas aceras de las
calles de Berlín al divertido espectáculo de ver a un hombrecillo muy excitado,
que hablaba con todo su cuerpo, especialmente con las manos, a un grupo de
estudiantes que obstaculizaba el tránsito. Su casa estaba siempre abierta a sus
discípulos, cosa que producía gran alegría al maestro, y su generosa
hospitalidad constituyó una de las más grandes satisfacciones de su vida.
Varios de sus discípulos llegaron a ser eminentes matemáticos, pero su
"escuela" era el mundo entero, y no hacía esfuerzo alguno por ampliar y formar
una escuela artificial.
Esta fue la característica de la obra independiente de Kronecker. En una
atmósfera de confiada creencia en la solidez del Análisis, Kronecker asumió el
antipático papel del filósofo que duda. No son muchos los grandes matemáticos
que han tomado en serio la filosofía; en efecto, la mayoría parece haber
considerado con repugnancia las especulaciones filosóficas, y cualquier duda
epistemológica que afectara la solidez de su obra ha sido casi siempre ignorada
o impacientemente descartada.
Con Kronecker la cuestión era diferente. La parte más original de su obra,
donde fue un verdadero precursor, es el desarrollo natural de sus inclinaciones
filosóficas. Su padre, Werner, Kummer, y sus amplias lecturas filosóficas,
influyeron sobre él para que tuviera una perfecta visión crítica de todos los
conocimientos humanos, y cuando contemplaba la Matemática desde este discutido
punto de vista, no la excluía porque se tratase de un campo de su particular
predilección, sino que la infundía un acre pero beneficioso escepticismo. El
hombre que duda, no se dirige a sí mismo ni a los que viven, sino, como
Kronecker decía, "a quienes vendrán después de mí". En la actualidad esos
sucesores han llegado, y debido a sus esfuerzos unidos, aunque con frecuencia
se hayan producido contradicciones, comenzamos a apreciar claramente la
naturaleza y significación de la Matemática.
Weierstrass (Capítulo XXII) había construido el Análisis matemático sobre su
concepto de número irracional definido por infinitas sucesiones de números
racionales. Kronecker no sólo discutió con Weierstrass;, hubiera atraído a
Eudoxio. Para él, como para Pitágoras, únicamente "existen" los números enteros
creados por Dios 1, 2, 3,... El resto es un vano ensayo de la humanidad para
corregir al Creador. Weierstrass, en cambio, creía que al menos había hecho la
raíz cuadrada de 2 tan comprensible y tan fácil de tratar como el 2 mismo;
Kronecker negaba que la raíz cuadrada de 2 "existía", y afirmaba que es
imposible razonar consecuentemente acerca de la construcción de Weierstrass
respecto a esta raíz o a cualquier otro irracional. Ni sus colegas más ancianos
ni el joven a quien Kronecker se dirigía dieron a sus revolucionarias; ideas
una entusiasta bienvenida.
Weierstrass mismo parece que se sentía incómodo; ciertamente se creía ofendido.
Su gran emoción se manifiesta en una tremenda sentencia alemana semejante a una
fuga, cuya traducción es muy difícil. "Pero lo peor de ello es, afirma
Weierstrass, que Kronecker usa su autoridad para proclamar que todos los que
han intervenido ahora para establecer la teoría de funciones son pecadores ante
el Señor. Cuando un individuo curioso y excéntrico como Christoffel [el
hombre cuya obra algo olvidada iba a ser, años después de su muerte, un
importante instrumento en la Geometría diferencial que en la actualidad se
emplea en la matemática de la relatividad], dice que en 20 ó 30 años la
actual teoría de funciones quedará enterrada, y que la totalidad del Análisis
será referido a la teoría de las: formas, replicamos encogiéndonos de hombros.
Pero cuando Kronecker pronuncia el siguiente veredicto, que repito
palabra
por
palabra: "Si
el tiempo y la salud me lo permiten yo mismo mostraré al mundo matemático que
no sólo la Geometría sino también la Aritmética puede señalar el camino
al Análisis, y seguramente un camino más riguroso. Si no puedo hacerlo por mí
mismo, lo harán los que vengan después de mí, y se reconocerá la inexactitud de
todas las conclusiones en que el llamado Análisis se basa al presente", tal
veredicto, pronunciado por un hombre cuyo gran talento y cuya obra matemática
admiro tan sinceramente y con tanto placer como todos sus colegas, no sólo es
humillante para quienes él pretende que abjuren de su conocimientos y que
renuncien a la esencia de lo que ha constituido el objeto de sus pensamientos y
de su incansable labor, sino que también es una invitación directa a la
generación más joven para que deserte de sus actuales conductores y se afilien
como discípulos de un nuevo sistema que
debe
ser fundado. Ciertamente esto es triste, y me llena de gran amargura ver a un
hombre cuya gloria no tiene manchas, dejarse impulsar por sentimientos indignos
de su grandeza a manifestaciones cuyo efecto injurioso sobre los demás parece
no percibir."
"Pero bastantes de estas cosas a las que aludo tan sólo las expongo para
explicaros porqué no experimento el mismo goce que antes en mis
enseñanzas aunque mi salud me permita continuar mi labor algunos
años más. Pero no debéis hablar de ello; no les gustaría a otras
personas que no me conocen como me conocéis, para ver en lo que digo la
expresión de un sentimiento que es de hecho extraño a mí".
Weierstrass tenía 70 años, y cuando escribía estas palabras su salud era
precaria. De haber vivido ahora, hubiera visto su gran sistema floreciendo aun,
como el proverbial laurel siempre verde. Las dudas de Kronecker han estimulado
el examen crítico de los fundamentos de toda la Matemática, pero no han podido
destruir el Análisis. Si alguna cosa de singular significación ha de ser
reemplazada por algo más firme pero aun desconocido, parece probable que sea
una buena parte de la obra de Kronecker pues la critica que él preveía ha
dejado al descubierto puntos débiles que él no sospechó. El tiempo nos hace
necios a todos. Nuestro solo consuelo es que más lo serán los que vengan detrás
de nosotros.
La "revolución" de Kronecker como sus contemporáneos llamaron a su subversivo
ataque al Análisis hacía desaparecer todo de la Matemática, salvo los números
enteros positivos. La Geometría desde Descartes ha sido principalmente una
cuestión de Análisis aplicada a ordenar pares, ternas. de números reales (los
"números" que corresponden a las distancias medidas sobre una determinada línea
recta desde un punto fijo sobre la línea). De aquí podría caer bajo el imperio
del programa de Kronecker. Un concepto tan familiar como el de un entero
negativo, por ejemplo - 2, no aparecería en la Matemática que Kronecker
profetizó, ni tampoco las fracciones comunes.
Las irracionales, como Weierstrass señala, producían una especial
repugnancia a Kronecker. Hablar de que
x
2
- 2 = 0 tiene una raíz carecía de significación. Todas esas repugnancias y
objeciones no tienen, como es natural, significación a no ser que pudieran ser
reemplazadas por un programa definido que sustituyera al rechazado.
Kronecker realmente hizo esto, al menos en grandes líneas, y mostró que todo el
álgebra y la teoría de números, incluyendo los números algebraicos, pueden ser
reconstruidos de acuerdo con dicha exigencia. Para eliminar
, por ejemplo, tan sólo necesitamos sustituir esta expresión temporalmente por
una letra, o sea
i
, y considerar polinomios qué contengan
i
y otras letras, o sea
x, y
, ... Luego manipularemos estos polinomios como en álgebra elemental, tratando
i
como cualquiera de las otras letras, hasta el último paso, cuando todo
polinomio que contenga
i
se divida por
i
2
+ 1 y se descartan todas las cosas salvo el resto obtenido de esta división.
Quien recuerde algo de la Geometría elemental puede fácilmente convencerse de
que esto nos conduce a todas las propiedades que nos son familiares de los
misteriosamente mal llamados números "imaginarios" de los libros de texto. De
una manera semejante, los negativos y las fracciones y todos los números
algebraicos (que no sean los enteros racionales positivos) son eliminados de
las Matemáticas, si así se desea, y sólo permanecen los benditos enteros
positivos. La inspiración acerca de cómo eliminar
se remonta a Cauchy en 1847. Este fue el germen del programa de Kronecker.
Quienes no sienten simpatía por la "revolución" de Kronecker, la llaman un
putsch, que es algo más parecido a una reyerta entre, borrachos que a una
verdadera revolución. De todos modos, ha llevado en los últimos años a
dos movimientos de crítica constructiva en toda la Matemática: la necesidad de
que sea dada o demostrada posible una construcción en un número finito de
etapas para cualquier "número" u otra "entidad" matemática cuya "existencia" se
indica, y la desaparición en la Matemática de todas las definiciones que no
puedan ser expuestas explícitamente en un número finito de palabras. La
insistencia sobre estas exigencias ha hecho mucho para aclarar nuestro concepto
de la naturaleza de la Matemática, pero aun queda mucho por hacer. Como esta
obra está aun en marcha demoraremos su ulterior consideración hasta ocuparnos
de Cantor, pues entonces será posible citar ejemplos.
El desacuerdo de Kronecker con Weierstrass no deja la desagradable impresión
que produciría si ignoramos el resto de la vida generosa de Kronecker.
Kronecker no tuvo la intención de herir a su amable compañero; dejaba
correr su lengua en el calor de una discusión puramente matemática, y
Weierstrass, cuando estaba de buen humor, se reía de los ataques, sabiendo bien
que del mismo modo como él había perfeccionado la obra de Eudoxio, sus
sucesores probablemente perfeccionarían la suya. Es posible que si Kronecker
hubiera tenido treinta centímetros más de estatura no se hubiera visto obligado
a vociferar cuando hacía sus objeciones al Análisis. Gran parte de la disputa
puede interpretarse suspicazmente como debida a una manifestación de un
injustificado complejo de inferioridad.
La reacción de muchos matemáticos a la "revolución" de Kronecker fue resumida
por Poincaré cuando dijo que Kronecker fue capaz de realizar una excelente obra
matemática debido a que, frecuentemente olvidó su propia filosofía matemática.
Como no pocos epigramas, este es lo suficientemente falso para ser ingenioso.
Kronecker murió de una afección bronquial, en Berlín, el 29 de diciembre de
1891, teniendo 69 años.
|