Capítulo Vigesimocuarto
EL HOMBRE, NO EL METODO
HERMITE
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Hablad con M. Hermite: jamás evoca una imagen concreta: sin embargo, se percibe
inmediatamente que las entidades más abstractas son para él como criaturas
vivientes.
Henri Poincaré
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Los problemas importantes no resueltos exigen nuevos métodos para su solución,
mientras los nuevos y poderosos métodos piden nuevos problemas para ser
resueltos. Mas como Poincaré observó, es el hombre, no el método, el que
resuelve un problema.
De los antiguos problemas causantes de nuevos métodos en Matemática, el del
movimiento, y todo lo que esto implica para la mecánica, terrestre y celeste,
puede ser recordado como uno de los principales instigadores del Cálculo, y al
presente intenta establecer el razonamiento acerca del infinito sobre una base
firme. Un ejemplo de nuevos problemas sugeridos por los nuevos métodos es el
enjambre que el cálculo sensorial, popularizado entre los geómetras por sus
resultados en la relatividad, planteó en la Geometría. Y, finalmente, con una
confirmación de la observación de Poincaré, recordaremos que fue Einstein y no
el método de los tensores quien resolvió el problema de dar una explicación
matemática consecuente de la gravitación. Las tres tesis se encuentran reunidas
en la vida de Charles Hermite, el principal matemático francés de la segunda
mitad del siglo XIX, haciendo excepción de Poincaré, discípulo de Hermite, que
pertenece en parte a nuestro propio siglo.
Charles Hermite, nacido en Dieuze, Lorena, Francia, el 24 de diciembre de 1822,
difícilmente pudo haber elegido un momento más propicio para su nacimiento que
la tercera década del siglo XIX. En ese momento se precisaba la rara
combinación del genio creador y la capacidad para comprender la obra de los
otros investigadores con objeto de coordinar las creaciones aritméticas de
Gauss con los descubrimientos de Abel y Jacobi en las funciones elípticas, los
notables progresos de Jacobi en las funciones abelianas y la vasta teoría de
invariantes algebraicos que los matemáticos ingleses Boole, Cayley y Sylvester
estaban desarrollando rápidamente.
Hermite casi perdió su vida en la Revolución francesa, aunque la última cabeza
rodó casi un cuarto de siglo antes de que él hubiera nacido. Su abuelo paterno
fue arruinado por la Commune y murió en prisión. El hermano del abuelo fue
guillotinado. El padre de Hermite escapó debido a su juventud.
Si la capacidad matemática de Hermite fue heredada y probablemente procede del
padre, quien estudió ingeniería. No encontrando placer por los estudios de
ingeniería, Hermite padre renunció a ellos, y después de una iniciación
igualmente errónea en la industria de la sal, terminó como comerciante en
tejidos. Esta profesión fue, sin duda, elegida por el hecho de haberse casado
con la hija de su patrón, Madeleine Lallemand, una mujer dominante que llevaba
las riendas de su familia, y que mandaba en todo, desde el negocio hasta su
marido. Consiguió establecer una posición de sólida prosperidad burguesa.
Charles fue el sexto de siete hijos, cinco de sexo masculino y dos de sexo
femenino. Nació con una deformidad de la pierna derecha, que le hizo cojear
durante toda la vida, posiblemente una suerte para él pues fue un obstáculo
para cualquier carrera relacionada con el ejército, y siempre tuvo que usar
bastón. Su deformidad nunca afectó la uniforme dulzura de su carácter.
La primera educación de Hermite corrió a cargo de sus padres. Como el negocio
seguía prosperando, la familia se traslado desde Dieuze a Nancy, cuando Hermite
tenía 6 años. Luego, las exigencias cada vez mayores del negocio absorbieron
todo el tiempo de los padres, y Hermite fue enviado al Liceo de Nancy. Como
esta escuela no les pareciera adecuada a los padres, cada vez más enriquecidos,
decidieron enviar a Charles a París. Allí estudió durante breve tiempo en el
Liceo Henry IV, y de allí pasó, cuando tenía 18 años, al más famoso (o más
infame) Louis-le-Grand, el "Alma Mater" del pobre Galois, para ingresar en la
Politécnica.
Durante cierto tiempo pareció que Hermite iba a repetir el desastre de su
indómito predecesor en Louis-le-Grand. Sentía la misma repugnancia por la
retórica y la misma indiferencia para la Matemática elemental. Pero las buenas
conferencias sobre Física le fascinaban, y pronto prestó su cordial cooperación
en el proceso bilateral de adquirir una educación. Más tarde, cuando ya no era
molestado por los pedantes, Hermite llegó a conocer el griego y el latín, y
escribía una prosa bella y clara.
Quienes están en contra de los exámenes podrán encontrar un argumento en
Hermite. En las carreras de estos dos famosos alumnos de Louis-le-Grand, Galois
y Hermite, se encuentra algo que debe hacer meditar a quienes creen que los
exámenes son una excelente medida para ordenar a los seres humanos según sus
métodos intelectuales. Habrá que preguntarse si esos defensores han empleado
sus cabezas o sus pies para llegar a tal conclusión.
Tan sólo por la gracia de Dios y por la diplomática persistencia del
inteligente profesor Richard, que había hecho cuanto pudo, 15 años antes, para
salvar a Galois, Hermite no fue rechazado por los estúpidos jueces. Siendo aún
estudiante en el Liceo, Hermite, siguiendo los pasos de Galois, sustituía las
lecciones elementales por la lectura privada en la biblioteca de
Sainte-Gene-Yiéve, donde leyó la memoria de Lagrange sobre la resolución de las
ecuaciones numéricas. Con sus ahorros compró la traducción francesa de las
Disquisiliones Arithmeticae
de Gauss, y, lo que es más, las comprendió como pocos las han comprendido
antes y las comprenderán en el futuro. Por esa época, conociendo lo que Gauss
había hecho, Hermite estaba preparado para seguir adelante. "Fue en estos dos
libros, solía decir en su vida ulterior, donde aprendí álgebra". Euler y
Laplace también le instruyeron a través de sus obras. Sin embargo, el
comportamiento de Hermite en los exámenes fue mediocre, por emplear la
calificación más halagadora posible.
Recordando el trágico fin de Galois, Richard intentó apartar a Hermite de las
investigaciones originales, y conducirle a través de las aguas más fangosas de
los exámenes para que ingresara en la Escuela Politécnica, la sucia zanja en la
que Galois se ahogó. De todos modos, el buen Richard no pudo menos de decir al
padre de Hermite que Charles era "un joven Lagrange".
Los
Nouvelles Annales de Mathématiques,
una revista dedicada a los estudiantes de las escuelas superiores, fueron
fundados en 1842. El primer volumen contiene dos trabajos compuestos por
Hermite cuando todavía estudiaba en Louis-le-Grand. El primero es un simple
ejercicio de Geometría analítica sobre secciones cónicas, y no muestra gran
originalidad. El segundo, que ocupa tan sólo seis páginas y media en las obras
completas de Hermite, es algo muy diferente. Su título era:
Consideraciones sobre la solución algebraica de la ecuación de quinto grado.
"Es sabido, comienza diciendo el modesto matemático de 20 años, que Lagrange
hizo depender la solución algebraica de la ecuación general de quinto grado de
la determinación de una raíz y de una ecuación particular de sexto grado, que
llamó una ecuación reducida [en la actualidad una resolvente]... De modo que si
la resolvente se descompone en factores racionales de segundo o tercer grado,
tendremos la solución de la ecuación de quinto grado. Intentaré probar que tal
descomposición es imposible". Hermite no sólo consiguió esta demostración con
un bello y simple argumento, sino también mostró al hacer esto que era un
algebrista. Con pocos y ligeros cambios este breve trabajo muestra lo que se
requiere para tal operación.
Puede parecer extraño que un joven capaz de seguir el razonamiento matemático,
según demostró Hermite en su trabajo sobre la quíntica general, pueda encontrar
dificultades en la Matemática elemental. Per no es necesario comprender, ni
siquiera oír hablar, de gran parte de la Matemática clásica desarrollada en el
curso de su larga historia, para ser capaz de seguir o hacer obra creadora en
la Matemática que se ha desarrollado desde el año 1800, y es aun de vivo
interés para los matemáticos. El tratamiento geométrico (sintético) de las
secciones cónicas de los griegos, por ejemplo, no necesita ser comprendido por
quienes actualmente desee estudiar la Geometría moderna; ni se necesita
Geometría alguna para quien guste de los estudios algebraicos o aritméticos. En
menor grado puede decirse lo mismo para el Análisis, donde el lenguaje
geométrico usado es el más sencillo, no siendo necesario ni deseable cuando se
trata de las demostraciones modernas. Como último ejemplo recordaremos que la
Geometría descriptiva, de gran utilidad para los ingenieros, no tiene
prácticamente utilidad para los que se dedican a la Matemática. Algunos de los
temas más difíciles de la Matemática, que aun se plantean, exigen tan sólo un
ligero conocimiento del álgebra y una clara inteligencia para su comprensión.
Tales son la teoría de grupos finitos, la teoría matemática del infinito y
parte del Cálculo de probabilidades y de la Aritmética superior. No es, pues,
asombroso que los amplios conocimientos que se exigen a un candidato para el
ingreso en una escuela técnica científica o hasta para obtener un título en
tales escuelas, sean poco menos que inútiles para la carrera matemática. Esto
explica los triunfos espectaculares de Hermite como matemático creador, y su
dificultad para escapar del completo desastre ante el tribunal de exámenes.
Más tarde, en 1842, teniendo 20 años, Hermite se presentó a los exámenes de
ingreso de la Escuela Politécnica. Pasó, pero ocupando el lugar 68 en orden de
mérito. Por entonces ya era mejor matemático que algunos de sus jueces. El
resultado humillante de sus exámenes causó una impresión sobre el joven maestro
que jamás pudo ser borrada por todos los triunfos obtenidos más tarde.
Hermite permaneció sólo un año en la Politécnica. No fue eliminado por falta de
conocimientos, sino por su pie anormal, que, de acuerdo con las disposiciones,
le hacían incapaz para ocupar los cargos a que tenían derecho los estudiantes
brillantes de la Politécnica. Quizá haya sido un bien para Hermite la expulsión
de la Escuela; su ardiente patriotismo quizá le hubiera hecho mezclarse en una
u otra de las reyertas políticas o militares tan queridas al efervescente
temperamento francés. Sin embargo, el año no había sido perdido. En lugar de
dedicarse a la Geometría descriptiva, por la que sentía profundo odio, Hermite
empleó su tiempo en el estudio de las funciones abelianas, que en aquella época
(1842) quizá era el tema de mayor interés e importancia para los grandes
matemáticos de Europa. También pudo conocer a Joseph Liouville (1809-1882) un
matemático de primera categoría y editor del
Journal des Mathématiques.
Liouville reconoció el genio de Hermite en cuanto lo vio. De pasada
recordaremos que Liouville inspiró a William Thomson, Lord Kelvin, el famoso
físico escocés, una de las más notables definiciones de lo que es un
matemático. "¿Sabéis qué es un matemático?", preguntó una vez Kelvin en la
clase. Se levantó, se acercó al pizarrón, y escribió:
Colocando su dedo sobre lo que había escrito, se dirigió a la clase: "Un
matemático es un individuo para quien esto es tan conocido como lo es para
vosotros el hecho de que dos y dos son cuatro. Liouville era un matemático".
Por lo que se refiere al grado de dificultad, la obra del joven Hermite en las
funciones abelianas, comenzada antes de que tuviera 21 años, está con respecto
a la fórmula de Kelvin en una relación igual a la que existe entre tal fórmula
y el conocido ejemplo de "2 y 2 son cuatro". ¡Recordando la cordial bienvenida
que el anciano Legendre acordó a la obra revolucionaria del joven y desconocido
Jacobi, Liouville pensó que Jacobi mostraría igual generosidad para Hermite,
que entonces iniciaba su trabajo. No se equivocó.
La primera de las cartas de Hermite a Jacobi está fechada en París, en el mes
de enero de 1843. "Vuestra memoria sobre las funciones periódicas cuádruples
surgida en la teoría de funciones abelianas, me ha llevado a un teorema, para
la división de los argumentos [variables] de estas funciones, análogo al que
habéis establecido... para obtener la expresión más simple de las raíces de las
ecuaciones tratadas por Abel. M. Liouville me ha incitado a escribiros para
someter este trabajo a vuestra consideración. Al hacerlo, Señor, espero seáis
tan amable que lo recibáis con toda la indulgencia que necesita". Así comienza
su labor en la Matemática.
Recordaremos brevemente la simple naturaleza del problema en cuestión: las
funciones trigonométricas son funciones de una variable con un período; por
tanto sen (
x + 2
p
)
= sen
x
, donde
x
es la variable y 2
n
es el período. Abel y Jacobi, "invirtiendo" las integrales elípticas,
describieron funciones de una variable y
dos
períodos, o sea
f(x + p + q
) =
f(x),
donde
p, q
son los períodos (véase capítulos 12, 18). Jacobi descubrió funciones de dos
variables y cuatro períodos, o sea
F(x + a + b
,
y + c + d) = F(x,y),
donde
a, b, c, d
son los períodos. Un problema que pronto se encuentra en Trigonometría es
expresar
o
,
o de un modo general
donde
n
es un número entero, en función de sen
x
(y posiblemente otras funciones trigonométricas de
x).
El problema correspondiente para las funciones de dos variables y cuatro
períodos, fue el que Hermite abordó. En el problema trigonométrico somos
finamente llevados a ecuaciones muy sencillas; en el problema incomparablemente
más difícil de Hermite el resultado es además una ecuación (de grado n
4
), y lo inesperado acerca de esta ecuación es que se puede resolver
algebraicamente, es decir, por radicales.
Eliminado de la Politécnica por su cojera, Hermite puso sus ojos en la
profesión docente como un medio donde poder ganar su sustento, mientras
continuaba trabajando en su amada Matemática. La carrera docente se abría ante
él, tuviera o no título, pero las reglas y disposiciones eran inexorables, y no
hacían excepciones. La rutina oficinesca en forma de balduque siempre amenaza
al hombre que sigue una senda equivocada, y casi estranguló a Hermite.
Incapaz de curarse de su "perniciosa originalidad", Hermite continuó sus
investigaciones hasta el momento en que, teniendo 24 años, tuvo que abandonar
los descubrimientos fundamentales para llegar a comprender las trivialidades
requeridas para la enseñanza elemental (bachilleres de artes y ciencias). Dos
pruebas más difíciles debían completar la primera antes de que el joven genio
matemático obtuviera el certificado para dedicarse a la enseñanza, pero, por
fortuna, Hermite escapó de la última y peor cuando algunos amigos influyentes
le nombraron para un cargo donde podía burlarse de los examinadores. Pasó sus
exámenes (en 1847-48) muy difícilmente. Pero sin la cordialidad de dos de los
inquisidores, Sturm y Bertrand, buenos matemáticos que reconocieron en él a un
excelente investigador en cuanto lo vieron es probable que Hermite no hubiera
sido aprobado. (Hermite se casó con Louise, hermana de Bertrand, en 1848).
Por un irónico capricho del destino el primer triunfo académico de Hermite fue
su nombramiento, en 1848, como juez para los exámenes de admisión en la
Politécnica, en la que casi había sido rechazado. Pocos meses más tarde fue
nombrado repetidor en la misma institución. Se encontraba ahora seguro, en un
lugar donde ningún juez podía hacer liada contra él. Pero para llegar a esta
"triste eminencia", y adaptarse a las estupideces del sistema oficial, había
tenido que sacrificar casi cinco años de lo que seguramente fue el período de
su mayor capacidad inventiva.
Finalmente, habiendo satisfecho a sus crueles examinadores, o habiéndose
evadido de ellos, Hermite se encontraba en condiciones para llegar a ser un
gran matemático. Su vida era pacífica. Desde 1848 hasta 1850 sustituyó a Libri
en el Collège de France. Seis años más tarde, teniendo 34 años, fue
elegido miembro de la Academia de Ciencias. A pesar de su reputación mundial
como matemático creador fue necesario que pasaran 47 años, antes de que
obtuvieran un cargo adecuado. Fue nombrado profesor en la Escuela Normal tan
sólo en 1869 y, finalmente, en 1870 fue profesor en la Sorbona, cargo que
mantuvo hasta su retiro, 27 años más tarde. Durante el tiempo que ocupó este
influyente cargo enseñó a toda una generación de distinguidos matemáticos
franceses, entre los que mencionaremos a émile Picard, Gaston Darboux, Paul
Appell, émile Borel, Paul Painlevé y Henri Poincaré. Pero su influencia se
extendió mas allá de Francia, y sus trabajos clásicos ayudaron a educar a sus
contemporáneos en todos los países.
Un rasgo especial de la bella obra de Hermite está íntimamente relacionado con
su repugnancia a aprovecharse de su influyente posición para formar a todos sus
discípulos siguiendo su propia imagen. Esta es la inextinguible generosidad que
invariablemente derrochó entre sus colegas los matemáticos. Probablemente,
ningún otro matemático de los tiempos modernos ha mantenido una correspondencia
científica tan voluminosa con todos los investigadores de Europa como Hermite,
y en todas sus cartas es siempre cordial y alentador. Muchos de los matemáticos
de la segunda mitad del siglo XIX le deben mucho a la publicidad que Hermite
dio a sus primeros estudios. En este, como en otros respectos, no hay un
carácter más delicado en toda la historia de la Matemática. Jacobi fue tan
generoso como él, con la sola excepción de la primera acogida que dispensó a
Eisenstein, pero tenía una tendencia al sarcasmo (muchas veces
extraordinariamente divertido, salvo para la infeliz víctima), que estaba
totalmente ausente en el genial francés. Hermite fue digno de la generosa
observación de Jacobi cuando el desconocido joven matemático se aventuró a
acercarse a él con su primera gran obra sobre las funciones abelianas. "No se
desconcierte señor, escribía Jacobi, si algunos de sus descubrimientos
coinciden con otros que yo he hecho hace tiempo. Como debéis comenzar donde yo
terminé, debe existir necesariamente una pequeña esfera de contacto. En el
futuro, si me honráis con vuestras comunicaciones, sólo tendré ocasión de
aprender".
Alentado por Jacobi, Hermite no sólo le hizo conocer su trabajo, sobre las
funciones abelianas, sino que le envió cuatro enormes cartas sobre la teoría de
números, la primera en 1847. Estas cartas, la primera de las cuales fue escrita
cuando Hermite tenía 24 años, abre nuevos caminos (como luego veremos), y
bastaría para que Hermite fuera considerado como un matemático creador de
primera categoría. La genialidad de los problemas que abordó y la audaz
originalidad de los métodos ideados para su solución, aseguran que Hermite sea
recordado como uno de los matemáticos innatos de la historia.
La primera carta se inicia con una excusa. "Han transcurrido casi dos años sin
haber dado respuesta a la carta que me hicisteis el honor de escribirme. Hoy le
pido perdón por mi negligencia y quiero expresarle toda la alegría que siento
al verme ocupar un lugar en el repertorio de vuestras obras. [Jacobi publicó
parte de la carta de Hermite, dándole la importancia que merecía, en algunas de
sus obras]. Habiendo estado alejado durante largo tiempo del trabajo, he
quedado profundamente conmovido por esa prueba de vuestra cordialidad;
permitidme, señor, creer que no me abandonaréis". Hermite añade luego que otra
investigación de Jacobi le inspiró los trabajos que estaba realizando.
Si el lector examina lo que hemos dicho acerca de las funciones
uniformes
de una sola variable en el capítulo sobre Gauss (una función uniforme toma
sólo un
valor para cada valor de la variable), podrá comprender la siguiente
exposición acerca de lo que Jacobi demostró: una función uniforme de solo una
variable con
tres
periodos diferentes es imposible. El hecho de que existan funciones uniformes
de una variable que tienen
un
período o
dos
períodos queda demostrado recurriendo a las funciones trigonométricas y a las
funciones elípticas. Este teorema de Jacobi, declara Hermite le sugirió su idea
para los nuevos métodos que introdujo en Aritmética superior. Aunque estos
métodos son demasiado técnicos para explicarlos en este lugar, se puede resumir
brevemente el espíritu de uno de ellos.
La Aritmética, en el sentido de Gauss, se ocupa de las propiedades de los
números enteros racionales 1, 2, 3...;los irracionales (como la raíz cuadrada
de 2)son excluidos. Gauss investigó, en particular, las soluciones en números
enteros de amplias clases de ecuaciones indeterminadas con dos o tres
incógnitas, por ejemplo,
ax
2
+
2
bxy + cy
2
= m
donde
a, b, c, m
son números enteros, y es necesario tratar todas las soluciones
x, y
, de la ecuación en números enteros. El punto que hay que señalar aquí es que
el problema se plantea y se resuelve completamente en el campo de los enteros
racionales, es decir en el reino del número
discontinuo.
Utilizar el
Análisis,
que está adaptado a la investigación de números
continuos,
a tal problema
discontinuo
parecería una imposibilidad, pero esto es lo que Hermite logró. Partiendo de
una fórmula
discontinua,
aplicó el
Análisis
al problema, y finalmente obtuvo resultados en el terreno discontinuo del cual
había partido. Como el Análisis está mucho más desarrollado que cualquiera de
las técnicas discontinuas inventadas para el álgebra y la Aritmética, el
progreso de Hermite fue comparable a la introducción de la maquinaria en las
industrias medievales.
Hermite tenía a su disposición una maquinaria mucho más poderosa, tanto
algebraica como analítica, que la que estaba a la disposición de Gauss cuando
escribió las
Disquisitiones Arithmeticae.
Con la gran invención de Hermite, estos instrumentos más modernos le
capacitaron para abordar problemas que habían desconcertado a Gauss en 1800. En
un solo paso Hermite recogió los problemas
generales
del tipo que Gauss y Eisenstein habían planteado, y al fin comenzó el estudio
aritmético de las formas cuadráticas con cualquier número de incógnitas. La
naturaleza general de la "teoría de formas" aritmética puede apreciarse en el
enunciado de un problema especial. En lugar de la ecuación gaussiana
ax
2
+ 2bxy
+
ey
2
= m
de
segundo
grado con
dos
incógnitas (
x, y
), se requiere tratarlas soluciones en números enteros de ecuaciones similares
de grado
n,
con
s
incógnitas donde
n, s
son números enteros, y el grado de cada término en la primera parte de la
ecuación es
n
(no 2como en la ecuación de Gauss). Después de meditar atentamente sobre el
hecho de que las investigaciones de Jacobi acerca de la periodicidad de las
funciones uniformes dependen de cuestiones más profundas referentes a la teoría
de las formas cuadráticas, Hermite bosquejó su programa.
"Pero una vez llegado a este punto de vista, los problemas, suficientemente
amplios, que pensé proponer me parecieron sin importancia al lado de las
grandes cuestiones de la teoría general de formas. En este ilimitado campo de
investigaciones que Monsieur Gauss [Gauss vivía aún cuando Hermite escribía
estas palabras y de aquí el cortés "Monsieur"] nos ha abierto, el álgebra y la
teoría de números parecen necesariamente fundirse en el mismo orden de los
conceptos analíticos de los cuales nuestro presente conocimiento no nos permite
aún formarnos una idea exacta".
Hace entonces una observación que, aunque no muy clara, puede interpretarse
suponiendo que la clave para las sutiles relaciones entre el álgebra, la
Aritmética superior y ciertas partes de la teoría de funciones, se encontrará
en una completa comprensión de
ese tipo
de "números" que son necesarios y suficientes para la solución explícita de
todos los tipos de ecuaciones algebraicas. Así para
x
3
- 1 = 0, es necesario y suficiente comprender
; para
x
5
+ a
x + b = 0,
donde
a, b
son números dados, ¿qué tipo de "número"
x
debe ser inventado para que
x
pueda ser expresado
explícitamente
en función de
a, b?
Gauss, como es natural, dio un tipo de respuesta: Cualquier raíz
x
es un número complejo. Pero esto es sólo un comienzo. Abel demostró que si
únicamente se permite un número
finito
de operaciones racionales y extracciones de raíces, no hay fórmula explícita
que dé
x
en función de
a, b.
Volveremos a ocuparnos más tarde de esta cuestión. Parece que Hermite, ya muy
precozmente (1848, teniendo 26 años), albergaba en su cabeza uno de sus grandes
descubrimientos.
En su actitud ante los números, Hermite respetaba místicamente la tradición de
Pitágoras y Descartes, el credo matemático de este último, como veremos en
seguida, era esencialmente pitagórico. En otras cuestiones, el suave Hermite
mostró una marcada inclinación hacia el misticismo. A los 43 años era una
agnóstico tolerante, como muchos hombres de ciencia franceses de su época.
Luego, en 1856, cayó repentinamente enfermo, y, aprovechando su estado, el
ardiente Cauchy, que siempre había deplorado que su brillante y joven amigo
tuviera un criterio liberal sobre las materias religiosas, cayó sobre el
postrado Hermite, y le convirtió al catolicismo romano. Desde entonces Hermite
fue un católico devoto, y la práctica de su religión le proporcionó grandes
satisfacciones.
El misticismo por los números de Hermite es bastante innocuo, y es una de las
características personales sobre las que todo argumento seria vano. Brevemente,
Hermite creía que los números tienen una existencia por sí mismos, por encima
de todo control humano. Las Matemáticas, pensaba, pueden tener en ciertas
ocasiones algún destello de las armonías sobrehumanas que regulan este reino
etéreo de la existencia lo mismo que los grandes genios de la ética y de la
moral tienen algunas veces la visión de las perfecciones del reino de los
cielos.
Puede afirmarse, probablemente, que ningún notable matemático actual que haya
prestado cierta atención a lo realizado en los últimos 50 años (especialmente
en los últimos 25), para intentar comprender la naturaleza de la Matemática y
el proceso del razonamiento matemático estará d e acuerdo con el místico
Hermite. Dejamos a juicio del lector resolver si este moderno escepticismo es
una ventaja o una desventaja, en comparación con el credo de Hermite. "La
existencia matemática", que se considera ahora casi universalmente por los
jueces competentes como un concepto erróneo, fue tan admirablemente expresado
por Descartes en su teoría del triángulo eterno, que sus palabras pueden ser
citadas aquí como un epítome de las creencias místicas de Hermite.
"Imagino un triángulo, aunque quizá tal figura no existe ni ha existido jamás
en ninguna parte del mundo fuera de mi pensamiento. De todos modos, esta figura
tiene cierta naturaleza o forma o determinada esencia que es inmutable o eterna
que yo no he inventado y que no depende de mi mente. Así se aprecie el hecho de
que puedo demostrar diversas propiedades de este triángulo, por ejemplo que la
suma de sus tres ángulos interiores es igual a dos ángulos rectos, que el
ángulo mayor es el que se opone al lado mayor, y así sucesivamente.
Lo desee o no, reconozco de un modo muy claro y convincente que estas
propiedades se hallan en el triángulo, aunque jamás haya pensado antes acerca
de ellas, y aunque esta sea la primera vez que he imaginado un triángulo. De
todos modos, nadie puede decir que yo las he inventado o imaginado". Trasladar
"verdades eternas" tan simples como 1 + 2 = 3, 2 + 2 = 4, a la Geometría
perdurable de Descartes, constituyó la Aritmética sobrehumana de Hermite.
Una investigación aritmética de Hermite, aunque más bien de tipo técnico, puede
ser mencionada aquí como un ejemplo del aspecto profético de la Matemática
pura. Recordaremos que Gauss introdujo los
enteros complejos
(números de la forma, a +
bi,
donde a,
b
son enteros racionales e
i
denota
) en la Artimética superior para dar a la ley de la reciprocidad cuadrática su
más simple expresión. Dirichlet y otros continuadores de Gauss estudiaron luego
las formas cuadráticas en las cuales los enteros racionales que aparecen como
variables y coeficientes son reemplazados por enteros complejos gaussianos.
Hermite pasó al caso general de este tipo e investigó la representación de los
enteros en lo que actualmente se denomina formas de Hermite. Un ejemplo de una
de tales formas (para el caso especial de dos variables complejas
x
1
,
x
2
y sus "conjugadas"
x
1
,
x
2
en lugar de
n
variables) es
en la cual la línea sobre la letra que denota un número complejo indica el
conjugado de ese número; es decir, si
x + iy
es un número complejo su "conjugado", es
x - iy
; y los coeficientes
a
ll
,
a
12
,
a
21
,
a
22
son tales que
a
ij
=
a
ji
para
(
i,j
) = (1,1), (1,2), (2,1), (2,2),
de modo que
a
12
y
a
21
son conjugados, y cada uno de
a
ll
,
a
22
es su propio conjugado (por tanto
a
11
,
a
22
son números reales). Se aprecia fácilmente que toda la forma es real (libre de
i
) si todos los productos se multiplican, pero ésta se expresa más
"naturalmente" en la forma dada.
Cuando Hermite inventó tales formas estaba interesado en encontrar qué números
están representados por las formas. Setenta años más tarde se encontró que el
álgebra de las formas de Hermite es indispensable en la física matemática,
particularmente en la moderna teoría de los cuantos. Hermite no tenía la menor
idea de que su matemática pura tendría valor para la ciencia mucho tiempo
después de su muerte.
En efecto, al igual que Arquímedes, jamás le importaron nada las aplicaciones
científicas de la Matemática. Pero el hecho de que la obra de Hermite haya dado
a la Física un instrumento útil, es quizá otro argumento en favor de quienes
creen que los matemáticos justifican del mejor modo su existencia abstracta
cuando se abandonan a sus propios e inescrutables recursos.
Dejando aparte los espléndidos descubrimientos de Hermite en la teoría de
invariantes algebraicos, por ser demasiado técnica para ser expuesta en este
lugar, nos ocuparemos de dos de sus más espectaculares conquistas en otros
campos. La alta estima que la obra de Hermite de invariantes mereció de sus
contemporáneos se aprecia, claramente en las palabras de Sylvester: "Cayley,
Hermite y yo constituimos una Trinidad Invariante". Sylvester no llega a decir
qué papel desempeñó cada uno de ellos en esta asombrosa Trinidad, pero poco
importa, pues es posible que cada uno de los miembros de este trébol fuera
capaz de transformarse en sí mismo o en cualquiera de los otros dos seres
coinvariantes.
Los dos campos donde Hermite encontró lo que quizá sean los resultados
individuales más notables de toda su bella obra, corresponden a la ecuación
general de quinto grado y a los números trascendentes. Sus hallazgos referentes
al primer problema resaltan claramente en la introducción a su breve nota
Sur
la
resolution de l'équation du cinquéme degré.
(Sobre la solución de la ecuación [general] de quinto grado), publicada en las
Comptes rendus de l'Académie des Sciences
en 1858 cuando Hermite tenía 36 años.
"Es sabido que la ecuación general de quinto grado puede ser reducida por una
sustitución (de la incógnita
x
) de coeficientes dados sin el uso de otro radical que las raíces cuadradas o
raíces cúbicas, a la forma:
x
5
– x – a =
0
[Esto es, si podemos resolver
esta
ecuación, podremos resolver la ecuación general de quinto grado].
"Este notable resultado, debido al matemático inglés Jerrard, es el paso más
importante que se ha dado en la teoría algebraica de las ecuaciones de quinto
grado desde que Abel demostró que es imposible una solución por radicales. Esta
imposibilidad muestra, en efecto, la necesidad de introducir algún nuevo
elemento analítico [algún nuevo tipo de función] para buscar la solución, y en
este sentido parece natural considerar como un auxiliar las raíces de la
ecuación muy simple que hemos mencionado. De todos modos, para justificar
rigurosamente su uso como un elemento esencial en la solución de la ecuación
general, queda por ver siesta simplicidad deformas realmente nos permiten
llegar a alguna idea de la naturaleza de sus raíces, captar lo que es peculiar
y esencial en la forma de existencia de estas cantidades, de las cuales nada se
sabe más allá del hecho de que no son expresables por radicales.
"Ahora bien, es muy notable que la ecuación de Jerrard se preste con la mayor
facilidad a esta investigación, y es, en el sentido que explicaremos,
susceptible de una solución analítica real. Podemos, en efecto, concebir la
cuestión de la solución algebraica de las ecuaciones desde un punto de vista
diferente del que durante largo tiempo se ha seguido para la solución de
ecuaciones de los cuatro primeros grados, y que nosotros hemos utilizado
especialmente. En lugar de expresar el sistema íntimamente relacionado de
raíces, considerado como funciones de los coeficientes, por una fórmula que
englobe radicales de múltiples valores, podemos intentar obtener las raíces
expresadas separadamente por tantas funciones uniformes diferentes [de un solo
valor] de variables auxiliares, como en el caso del tercer grado. En este caso,
cuando la ecuación
x
3
- 3
x
+ 2
a
= 0
está en discusión, basta, como sabemos, representar el coeficiente
a
por el seno de un ángulo, o sea
A,
para que las raíces sean aisladas como las siguientes funciones bien
determinadas
[Hermite recuerda aquí la conocida "solución trigonométrica" de la cúbica
ordinariamente estudiada en el segundo curso de álgebra elemental. La "variable
auxiliar" es A; las "funciones uniformes" son aquí senos].
"Ahora bien, hay un hecho muy semejante que tenemos que mencionar referente ala
ecuación
x
5
– x – a = 0
Sólo que en lugar de senos y cosenos es necesario recurrir a las funciones
elípticas..."
Hermite procedió luego a resolver
la ecuación general de quinto grado,
usando para este fin las funciones elípticas (estrictamente, funciones
modulares elípticas, pero la distinción no tiene importancia aquí). Es casi
imposible comprender por quien no sea matemático la brillantez espectacular de
tal hazaña. Para citar un símil que en realidad no es adecuado, Hermite
encontró la famosa "armonía perdida" cuando ningún mortal tenía la más breve
sospecha de que existiera en alguna parte en el tiempo y en el espacio. No hay
ni que decir que este triunfo totalmente imprevisto produjo sensación en el
mundo matemático. Por mejor decir, inauguró un nuevo rumbo del álgebra y del
Análisis en el que el gran problema era descubrir e investigar aquellas
funciones en cuyos términos pudiera ser resuelta explícitamente en forma
finita. la ecuación general de
n
grado. El mejor resultado hasta ahora obtenido es el del discípulo de Hermite,
Poincaré, en el año 1880, quien creó las funciones que dan la solución
requerida. Resultó ser una generalización "natural" de las funciones elípticas.
La característica de las funciones era que generalizadas tenían periodicidad.
Otros detalles nos llevarían demasiado lejos, pero volveremos a ocuparnos de
estas cuestiones al hablar de Poincaré.
Otro de los resultados aislados sensacionales de Hermite fue el que estableció
la
transcendencia
del número que en el Análisis matemático se representa por la letra
e, o
sea
donde 1! Significa 1, 2! = 1
´
2, 3! = 1
´
2
´
3, 4! = 1
´
2
´
3
´
4, y así sucesivamente; este número es la "base" del llamado "sistema natural"
de logaritmos, y es aproximadamente 2.718281828... Se ha dicho que es imposible
concebir un Universo en el que
e
y
p
(la razón de la circunferencia de un círculo a su diámetro) no existan. Sin
embargo, lo que puede ocurrir (en la realidad es falso) es que ese encuentre
por todas partes en la Matemática corriente, pura y aplicada. Del siguiente
hecho puede inferirse el porqué esto es así, al menos en lo que concierne a la
Matemática aplicada:
e
x
, considerada como una función de
x
, es la
única
función de
x
cuya derivada respecto de
x
es igual a la, función misma.
El concepto de "transcendencia" es extraordinariamente simple y también
extraordinariamente importante. Cualquier raíz de una ecuación algebraica cuyos
coeficientes son enteros racionales (0, ±1, ±2, ...) se llama un
número algebraico.
Así
Ö
`
-1, 2.78 son números algebraicos, debido a que son raíces de las respectivas
ecuaciones algebraicas
x
2
+ 1 = 0, 50
x
- 139 = 0, en las cuales los coeficientes (1, 1, para el primero, 50, - 139
para el segundo) son enteros racionales. Un "número" que
no
es algebraico se llama
transcendente.
Diciéndolo con otras palabras, un número transcendente es aquel que
no
satisface una ecuación algebraica de coeficientes enteros racionales.
Ahora bien, dado un "número" constituido de acuerdo con alguna ley definida, es
una cuestión muy importante preguntarse si es algebraico o transcendente.
Consideremos, por ejemplo, el siguiente número simplemente definido
en el que los exponentes, 2, 6, 24, 120,... son las factoriales sucesivas, o
sea 2 = 1
´
2, 6 = 1
´
2
´
3, 24 = 1
´
2
´
3
´
4, 120 = 1
´
2
´
3
´
4
´
5... y la serie indicada continúa "hasta el infinito" de acuerdo con la misma
ley que para los términos dados. El siguiente término es 1 / 10
720
; la suma de los primeros tres términos es 0.1 + 0.01 + 0.000001 = 0.110001, y
puede ser demostrado que la serie define realmente algún número definido que es
menor que 0.12. Este número ¿es una raíz de cualquier ecuación algebraica de
coeficientes enteros racionales? La respuesta es negativa aunque probar esto
sin haber sido demostrado como proceder es una prueba muy difícil que significa
gran capacidad matemática. Por otra parte, el número definido por las series
infinitas
es
algebraico; es la raíz de 99900
x
- 1 = 0, (como puede ser comprobado por los lectores que recuerden cómo se
suma una progresión geométrica convergente infinita).
El primero que demostró que ciertos números son transcendentes fue Joseph
Liouville (el mismo que alentó a Hermite a escribir a Jacobi) quien, en 1844,
descubrió una clase muy extensa de números transcendentes, de los cuales todos
aquellos de la forma
donde
n
es un número real mayor de 1 (el ejemplo mencionado antes corresponde a
n =
10) se cuentan entre los más sencillos. Pero probablemente demostrar que un
sospechoso
particular,
como
e
o
p
es o no transcendente es un problema más difícil que inventar toda una clase
infinita de transcendentes; el matemático con capacidad inventiva, dicta, hasta
cierto punto, las condiciones que han de actuar, mientras el número sospechoso
es completamente dueño de la situación, y en este caso es el matemático, no el
sospechoso, quien recibe las órdenes que tan sólo confusamente comprende. Así,
cuando Hermite demostró, en 1873, que
e
es transcendente, el mundo matemático quedó asombrado ante la maravillosa
sencillez de la prueba.
Desde los tiempos de Hermite se ha demostrado que muchos números (y clases de
números) son transcendentes. Observaremos de pasada que probablemente se han de
producir nuevas pleamares en las costas de este oscuro mar. En 1934, el joven
matemático ruso Alexis Gelfond demostró que
todos
los números del tipo
a
b
,
donde
a
no es 0 ni 1
, y b
es
cualquier número algebraico irracional
son transcendentes. Esto resuelve el séptimo de los 23 problemas matemáticos
sobresalientes sobre los que David Hilbert llamó la atención de los matemáticos
en el Congreso internacional de París en 1900. Obsérvese que "irracional" es
necesario
en el enunciado del teorema de Gelfond
(si b = n/m,
donde
n, m
son enteros racionales, entonces
a
b
,
donde
a
es cualquier número algebraico, es una raíz de
x
m
- a
n
=
0
), y puede
demostrarse que esta ecuación es equivalente a una cuyos coeficientes son todos
enteros racionales.
La victoria inesperada de Hermite sobre la obstinada
e
hizo suponer a los matemáticos que
m
podría ser sometida siguiendo un procedimiento similar. Sin embargo, por lo que
se refiere a Hermite ya había hecho bastante. "No arriesgaré nada, escribía a
Borchardt, para intentar demostrarla transcendencia del número
p
. Si otros emprenden esta empresa, nadie más feliz que yo si triunfan en ella,
pero creo, mi querido amigo, que será a costa de muchos esfuerzos". Nueve arios
más tarde (en 1882), Ferdinand Lindemann, de la Universidad de Munich, usando
métodos muy semejantes a los seguidos por Hermite para la solución de
e
, demostró que
p
es transcendente, resolviendo así para siempre el problema de la "cuadratura
del círculo". De lo que Lindemann demostró se deduce que es imposible construir
con regla y compás un cuadrado cuya área sea igual a la de un círculo dado,
problema que ha atormentado a generaciones de matemáticos, ya antes de la época
de Euclides.
Todos los charlatanes que aun se sienten atormentados por el problema deben
plantearse concisamente la forma como resolvió la cuestión Lindemann. Este
autor demostró que
p
no
es un número
algebraico.
Pero cualquier problema
geométrico
que
es
resoluble con la ayuda de la regla y el compás, cuando
se lleva
a su forma
algebraica
equivalente, conduce a una o más ecuaciones algebraicas con coeficientes
enteros racionales, que pueden ser resueltas por sucesivas extracciones de
raíces
cuadradas.
Como
p
no satisface tal ecuación, el círculo no se puede "cuadrar" con dichos
instrumentos.
Si se emplean otros aparatos será fácil cuadrar el círculo. Para todos los que
no sean locos de atar el problema quedó completamente muerto desde hace medio
siglo. Tampoco tiene mérito en el momento actual calcular a con gran número de
cifras decimales. En lugar de intentar hacer lo imposible, los místicos pueden
dedicarse a con templar la siguiente útil relación entre
e
,
p
, - 1 y
Ö
`
-1, hasta que aparezca tan familiar para ellos como lo es el ombligo de Buda a
un
swami hindu.
e
pÖ`
-1
= - 1.
Quien pueda percibir este misterio intuitivamente, no necesitará cuadrar el
círculo.
Después que Lindemann demostró que
p
es un número transcendente, el único problema importante no resuelto que atrae
a los aficionados es el "último teorema de Fermat". Aquí, un hombre con
verdadero genio puede tener probabilidades de triunfar. Esto no significa una
invitación a todos los aficionados a inundar las redacciones de revistas
matemáticas con supuestas pruebas; y a este respecto recordaremos lo que
sucedió a Lindemann cuando audazmente se planteó el famoso teorema. En 1901,
Lindemann publicó una memoria de 17 páginas que parecía contener la prueba tan
largo tiempo buscada. Señalado el error, Lindemann, impasible, empleó la mayor
parte de los siguientes siete años intentando remendar lo irremendable, y en
1907 publicó sesenta y tres páginas con la prueba alegada, pero desde el
principio podía verse que existía una falta en el razonamiento. Si esto no
demuestra que es preciso un talento singular para resolver la cuestión nada
podrá demostrarlo.
Por grandes que sean las contribuciones de Hermite a la parte técnica de la
Matemática, tiene probablemente más importancia para la cultura su tenaz
argumentación de que la ciencia está más allá de las naciones, y por encima de
los credos que dominan o embrutecen a la perseguida humanidad. Nos basta
examinar la serena belleza de su espíritu para que lamentemos no encontrar
ahora en el mundo de la ciencia algo semejante. Hasta cuando los arrogantes
prusianos humillaron París en la guerra francoprusiana, Hermite, aunque era
patriota, levantó su cabeza, y vio claramente que la Matemática del "enemigo"
era Matemática y nada más que Matemática. Actualmente, cuando un hombre de
ciencia se plantea una cuestión, no es impersonal, en su supuesta amplitud de
miras, sino agresivo, como corresponde a un hombre que está a la defensiva.
Para Hermite era tan obvio que el conocimiento y la sabiduría no son
prerrogativas de una secta, de un credo o de una nación, que jamás se esforzó
en traducir sus pensamientos en palabras. Lo que Hermite sabía por instinto lo
coloca dos siglos por delante de nuestra generación. Murió, amando al mundo
sobre todas las cosas, el 14 de enero de 1901.
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